Algo parecido al dolor permanece como un confidente amado e indulgente. Cómplices los palos gruesos de la noche, pobre desgraciada presencia. Amor de luz y nido. Nido secreto de la carta, laguna en la presencia, generosa muralla de la respiración. Nace desesperada en el fondo del borde, del borde de la lluvia y su trayectoria.
Tu desconfianza hizo memoria. Empezaba por tus manos. Seguía para adentro implantándose. Tomaba tu voz y la convertía en olor. Y luego explotaba como una divina presencia. ¿Qué hago con su trágica memoria? ¿Qué hago con tu alma rezagada? Tu desconfianza se volvió tacto, cómplice mensajero del error. Se hizo noche gruesa, un siempre desgraciado, un te amo empobrecido, presencia de tu soledad secreta.
A veces la vida sabe como duele la boca, como somos tortuga desvanecida bajo el helado invierno. Y sigue rota la esperanza en su transparencia. Y sigue el dolor invadiendo el mar. Porque tales rosas se rompían en tus manos. Porque he visto la explosión de la memoria. Y cuando el pensamiento se impregna de tu voz es el desgarro del sufrimiento.
Eres el filtro oculto de mi existencia. Tus labios breves, tus palabras. En la profundidad de tu lecho se extiende tu nombre. Tu olor éxtasis de mi boca. Una mariposa de agua luce en tu ausencia. Tu reloj canta el espesor del tiempo. Tus vidas sangran; mi vida espera. En estos dolidos labios vive la tortura mientras haces del mudo ilusión plena.
En los tiempos de los arbustos. En los tiempos de la Luna. En el gozo. En el malestar. Gritando y baba. Alquimia y misterio. Como un gallo loco de medianoche. Con el alma hecha de cigarrillos y dolor; y en tu canción un derrame. Rencorosa sombra que aún mantienes el silencio en la existencia del cristal.
Una de mar como un testigo majestuoso, rama del aire. Y por debajo de tu piel, gritos. Escucha la primavera que está tirando de tu cuerpo. Y la playa te hace perla del olvido.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Y por debajo del caleidoscopio, un laberinto.
jueves, diciembre 22, 2016
Y un barco del tiempo contaba las noches. Un cielo, un agujero, un mar penoso. Fui testigo del aire, arrebato de sirena maléfica. Unos gritos de primavera loca, corderos sin lana. Y por debajo del caleidoscopio, un laberinto.
Te voy a decir que eres barco de la noche, que eres un puesto de sol sobre la plaza, y si tuviera que elegirte como testigo lo haría a ojos cerrados, a manos abiertas.
Eres un brote de desnuda arena. Esos dos bailan como tú y yo. Ya hace tiempo que nos sacudimos la inocencia. Ya hace tiempo desde que no tuvimos interior. Nos lleva un poco de mar. Cuelga el viento. Tiene el sol un barco de vela.
Nos ahogábamos en tu loca esperanza y en el mar de sus palabras. Estaba escrito en el sombrero de antes. Estaba escrito en tus manos de algas. Viste con tus redondos ojos nuestra mirada, viste campos plenos de liebres. La madriguera encerraba el misterio.
¿Vas a pasar por mi orilla como una vela urgente, como un suspiro nunca habido? ¿O es tu movimiento de mar que aparece de repente y salta sobre mis ojos? Sobre tu espalda, besos. Sobre tu exagerada boca, lengua. ¿Cómo voy a respirar con tu saliva dentro? ¿Cómo voy a decirte con el sombrero de mis palabras, te amo?
Con dos sueños y el infinito hacíamos el amor; un vestido de mar y un beso. Con ojos del te necesito, una cama, una boca, lamíamos la vida sin estupor. Y pasaba de la piel la urgencia, el movimiento. Y pasaba la espalda de la vida más allá de nuestro cuarto.
Se hizo nuestro amor con dos gotas de infinito. Y ahora, perdidos estábamos en la ausencia de límites. Bajo tu pecho, bajo tu vestido, en el caliente mar de tu piel encendíamos volcanes de orgasmos; y las tardes sofocaban de sed sobre las húmedas sábanas.
Tiene la noche demasiado poco cuerpo. Es más bien una piel fundida. Es una sonrisa sin boca. Y ahora que eres insaciable vestigio, Absalón contra el rey del terror, respiro en la oscuridad del sinsentido.
El dolor de no tenerte se hace lluvia y fuente de la vida y del pasado. No haber nacido como si el mundo desaparece. Se repite, se repite, se repite el ciclo de la nada. Detrás, lluvia; y el timbre de tu nombre.
Pensabas que yo era una ilusión de las sombras de los espejismos de los espejos. Tuve que tomar tu mano y tu boca para confundir la diferencia y hacerte real el amor. Tuve que llamar a la lluvia con la danza de nuestros cuerpos, desnudos y vivos, para que el cielo se cubriera de vida; y rezar fuertemente en el interior de la oración.
Desaparece insaciable la noche. Tus tobillos colgando de mis manos. Nuestros ojos invisibles tenían visiones; sabían a una temporada en el cielo; iguales a dioses en sus orgasmos. Tuvimos suerte de ser sus sombras.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Desaparecía la noche y seguía la noche
jueves, diciembre 08, 2016
Estábamos en el ajuste de las horas: de esas veces donde el tiempo se para ante el terror de la decisión; estatuas, pulso, clavados en la pared. Desaparecía la noche y seguía la noche.
El mar ciego y sus ojos en los que nos amábamos. Son las orillas para el despertar. Son el fondo del tiempo. Son el invento de estar triste. Nerviosos, enojados en el bulevar de los pasos ajustados. Desapareció aquella estatua de la orilla. Se acabó su pulso de piedra.
Ahora que somos culpa y distancia, ahora manos intratables, ahora, el roce, es roce de las cosas. Tomaste mi lengua de las luces de tu nombre. Las cuentas de la mesa sabían a gajos de naranja. Había tanta mala memoria en aquel lugar que las mariposas se hicieron silenciosas. Eran claras y raras las letras del alfabeto. Pedían los laberintos habitantes, todos ciegos. Se encontraban los ojos en los bolsillos con gran dificultad; ojos de querida envidia: mar ciego sin cabezas.
Eh aquí la felicidad cordero de los hombres, la lírica germinación del brillo de la vida, y los laberintos clausurados del dolor. El amor amén de su sombra. El amor raíz de los recuerdos. El amor memoria del cuerpo. Y la soledad, la soledad interminable del pasado. Érase un saco del desierto. Érase la distancia germinada. Érase el misterio.
Y tus labios hacen vestido de tu boca. Y tu carne acrobacia. Y tu noche sirena de mar. Vengo a decirte que nuestro amor ruge como un equívoco, que se avecina la masacre, que el brillo de los laberintos crea espejos sin salida. Y nos dicen. Y nos hacen señales. Nos germina el dudoso futuro como una amenaza. Va pregonando que somos transeúntes y prófugos de la vida, posiblemente una amenaza.
Son abundantes tus dedos de aire. Son imprevisibles como el aire. Necesitaba una silla a tu lado entre notas de somnolencia. Fue entonces cuando me vino un poco de memoria. Llegaba marzo. No llores mujer; porque yo ya lloro. Nos falta la esperanza encerrada en un cofre. Va a llover; se hacen los arreglos. Lloverá hasta que coincidan las palabras.
Es el dolor el despertar de las rosas. Tiene el corazón nudos que el azar no puede desatar. Y mientras tanto tu cabeza da vueltas en mi corazón. Dentro de ti, dentro de mí, el mundo se hace. El vuelo raso del pájaro da picotazos en el suelo. Nuestros bolsillos hacen círculos en el vacío. Es el jardín el marco del Destino. Mientras, el escarabajo negro recoge la vida entre las plantas sin rumbo. ¿Dónde están, mi amor, tus heridas? ¿Dónde está tu sangre limpia? ¿Dónde pasó tu rápida palabra? Es el grito veloz como el dolor. Es el camino como una boca. Son los pasos los pies de la huida. Ya estaba molesto el escrito debajo de tu cama. Ya estaba el cuerpo desnudo. Y la clave imaginaria de tus dedos se convirtió en verdad reversible.
Y el agua se disuelve en tu boca. Va dejando ríos de placer. Y tus piernas ofrecidas en mi cama hacen nubes ligeras de orgasmos. Me quemaste. Son tus manos la obertura del día. Son tus ojos los planetas. Giran y giran alrededor de mi cabeza. Eres el descontrol del mundo que ha acabado en nuestros brazos.
Amor a ti como milagro
Te disuelves viéndome dejado por la lámina del futuro
martes, noviembre 29, 2016
Íbamos cargados de la sal de la noche, cargados de insomnios subterráneos. Y yo, oscuro de ti, tirado en el perfil de tu cama bajo tu vestido, mi débil alma bebía de tu fuente. Compruebas escondida que no tengo tiempo, que se fue huyendo del presente, infame sol-cal-viva. Te disuelves viéndome dejado por la lámina del futuro.
Estábamos hechos de las ventanas de la espera. Pasa al vuelo la vida, pasa el viento. Estaba dormido contándome historias, desprevenido e ingenuo. Ya sé que estaba prisionero en un paisaje congelado. En un corredor estrecho parpadeaban las luces, se hacía el espacio uniforme. Oscuro de ti, sin argumento.
Amor a ti como milagro
Salen las ramas de la distancia del viejo foso del olvido
domingo, noviembre 27, 2016
Salen las ramas de la distancia del viejo foso del olvido. Y más tarde, es tarde en el amor. Tiene el amor dos bocas abiertas de leones mojadas de avaricia, una manos de terciopelo, unos ojos de inocencia.
Cuando mi cuerpo es tu boca en la desnudez del movimiento queda un lobo loco pidiendo misericordia. Son ramas de la habitación y testigo. Son venas de alta vista. Casi siempre soy un foso testigo de la muralla que nos separa.
Amor a ti como milagro
El barro oscuro de las tinieblas en un idioma contagioso
jueves, noviembre 24, 2016
Tan frío, tan gris y tan abandono. Hermoso sudor del desamor a la vista de la tarde verde y de las hojas de almohada. Cuando te escribo en los modos del delirio y espera, amanece la obra de la vida como un invierno inmaduro. Es este el himno amoroso de nuestro orgasmo, el barro oscuro de las tinieblas en un idioma contagioso.
Ven aquí a la presencia donde te esperan mis manos. Te esperan para amarte y entenderte. Te esperan en la indolora promesa. Se corta el día de las horas. Salieron las medias palabras. Hicieron trozos la conciencia. ¿Qué pasa con el juego del jardín? Juega como un juguete a los pasos perdidos. Juega a la pared de hierba de la elegancia, al hermoso dolor de los pasos, tan lento, tan frío, en esta tarde.
Del adiós al fuego y las ventanas. Es la hoja de la vacilación del suspiro. Es el suspiro de la tormenta y vuela. Vuela anunciando cuando te vas y me tocas. Conoce el caracol de tu mano la sombra de mi cuerpo. Mezclas tu sonrisa con la espera. Y aquí, en la redondez de mi vientre, te conviertes en mentirosa.
Aquí me tienes sediento para disfrutar de la sombra de tu boca y del sudor secreto de tu pecho; veneno de fuego que hace de mí tu adicto. Es casi roja la tristeza cuando no estoy a ti enganchado. ¡Adiós, cenizas de hojas blancas! ¡Adiós finales de mayo!
Recuérdale al agua que aún hay vida. Es como lamer el respirar. Es como tener pincel en las palabras. Es como tomar tierra de aire. Nadie es fuerte como un ladrillo. Lleva la vida el rostro roto y el origen arriesgado. Se arrastra, se precipita, sedienta del frescor de los cuerpos.
Clara tienes la cifra del Destino: es desconocida. Duele que se mueran las raíces, duele, duele y el cuerpo desollado y los colapsos. Es duro el hueso negro de la cereza y el temblor del pellejo.
En un espejo como un verano tu perfume calienta. No llores por el desierto de la vida, no llores. Es clara la arena y pequeña, sola y extensa. Cuando la soledad se cifre veremos claro. Cuando nuestros desollados cuerpos duelan en su destino de carne, y presenciemos el colapso del horizonte, entonces estaremos unidos para siempre.
Voy a cortar las hojas de la tormenta, hacer un fuego donde se clave la mirada, y un olvido y una mueca, y un maldigo en clave. Para crujir lo prohibido de esta boca. Para descansar estos ojos de perro. Para tomar el vapor de veneno del espejo. Pero por ahora hundo la estaca del cuerpo en el ruido.
Eres del lugar del maullido, de la agorafobia, de las manos y de la noche, del único lugar donde el mundo no esta vacío. Eres la instalación de la noche con tus labios incluida. Para ser adicto soy adicto del blanco de tus ojos. Para ser tiempo soy el tiempo de tus manos. Y tú, tormenta y memoria, me cortas con tu aliento las hojas del tiempo.
Nos queda todo por decir, en el amor y en el duelo. Como te dije en ti se me multiplicaron los ojos, se me tradujeron en miradas; y si ahora pueden leerte es porque te has hecho mi memoria y puedes leerme como agua incluida en tus labios.
Como dos fresas es mi ansiedad. Te entretengo, insomnio; te entretengo en el tiempo de la ceguera. Cruje mi carne y no me reconozco. Tomo mi exceso y hago tus labios, bailarina de mar. Tomo tu pulso y me hace frente de guerra. ¡Pero si te tengo amor y me tienes violencia! Mis ojos corrigen la visión que te tengo. Mi horror disminuye la tierra. De frente es terrible esperar. Puedo ir por tu vida como un saco roto y tú me echas lo que te queda. Eres tú esa quien a lo largo de los golpes me haces del amor ritual y sacrificio.
Mientras te hablo mis manos te están leyendo y mi boca se frota, se frota con el amanecer de tus labios. Hoy, vestidos y mojados, haciendo llamadas a tus nocturnas piernas. Érase la fresa de la ansiedad del amor y del deseo en el flujo del exceso.
Soy infiel a mis manos cuando no te buscan. Porque me gusta hacerte te quiero. Porque el dormir sin ti es insomnio. Estás siendo boca de mi boca, alma de mi cuerpo y, si tengo que vivir, que sea en tu roce.
Y se arrepiente del reposo que me diste. Y la historia y el amor y el infierno. Están los pies quemados de sonrisas, de esas que cayeron. He vivido siempre en las alertas de tu boca y en mi sombra. Pues ya sabes que me gusta hacer de suelo. Mientras tanto duermo funestamente en los quiero, en los insomnios mayores.
Se nos reproducía el alma en este amor que nos hace. Se precipitaron las aves e hicieron nidos en los corazones. Fuimos el origen de la palabra. ¿Las dudas? Las dudas reposan. En nuestro próximo invierno recaudaremos madera; y se arrepiente; y se arrepiente de habernos enfriado. En este amor recoge los caminos, reposa.
Estuvimos en la metamorfosis de nuestras bocas, en el hambre de nuestros cuerpos y los otros tiempos fueron malicia. Te asumo. Te llanto. Te fantasmo. En esta dura cadencia sin ti ya no hay lluvia; está guardada para otro destino. Me responderás en el próximo invierno cuando el hielo enfríe tus manos y desees mi aliento.
Yo me regodeo en el gemido de tus manos, en los sauces de la penumbra, en el momento de perderse. Levantas al viento mis ojos. Montas el misterio en mi alma. Y en el momento donde el movimiento se para sonríes con tus delgados dedos y le quitas el hambre al silencio.
Eres como el olvido del agua, como el regodeo del gemido, como las noches largas. Eres las manos de las noches, las horas de las penumbras, el vapor negro de los sauces.
De tus largos brazos que cortan el viento hago mis ojos, su mirada. También sueño; y contigo sueño. Sueño con vestir de ti al tiempo. Ya dirás que es una rareza, de las mías rarezas. Pero lo visto de ti para que aparezca infinito.
Cada vez que desapareces se acaba el canto. Mientes hasta en las huidas. Pero yo, sonriéndote, me hago agujeros. Soy tu captura, capturado por la lluvia. Y me hundo por las puertas horizontales de los pensamientos. Soy Alice de los pozos, la del alma dorada de la inocencia, atrapada en la mentira de tus ojos.
Aunque el amor fuese blanco y verdadero y no estuviese en la ruleta de la fortuna, y tus pies no fuesen rápidos en la huida, amor sería del que hay, y no hay otro. Pero ahora, como tantas veces fuera de este juego, como arte de tus labios, de amor y de furiosa alegría, te amo como sonriendo para mis adentros, donde se pierde mi inocencia.
El temblor del tiempo. El cálculo de las horas. Crece el espacio para que quepa. Es la primera vez que te tomo la hora. ¡Así de fácil, como un pulso! Crece la Creación en tu cabello; y las horas de tu sueño contando. Y tus pies blancos. Y el juego de tus ojos. Porque amar es algo extraño como un paisaje nuevo.
¡Qué hermoso es que me mires como el insecto a la flor! Te hablo oscuro para que no me veas. Te hablo hermoso para que tus ojos se hagan agua. Y las mariposas, como caballos locos, trotan sobre mi piel al galope. Hubo una vez ojos negros de las apariencias. Y victorias. En el temblor de la flor del cuerpo hicimos el amor como si fuese nuevo.
Tuvo el corazón la fruta de un eclipse; y una sombra, y un te sostengo. Flor fecunda de la matriz del agua. Del sudor desnudo. De las campanas de tus dedos. Me preguntas si llevo errores. Que sí, te contesto. Que si llevo errores para ti. Los tuyos los olvidé sobre la mesa, te digo. Me preguntas si llevo apariencias. -Todas aquellas que desconozco. Y asientes con la mirada de no creerme. Y es entonces, que me invento. Y me invento el olvido. Y me invento el olvido perfecto.
He fallado en tu vida y así me encuentro. Sin palabras. Sin vida. Sin viaje. Quiero que vengas aunque sea como melancolía. Quiero que vengas despierta a mi boca, con la invasión de tus secretos. Ahora, en este momento, en el que mi cuello cuelga de la soga de la espera...; ahora, se resiste el sol, y la fragua, los cuentos ya no acaban, comienzan los eclipses.
Se me hace sordo el Destino. ¡Mira que le grito, le desnudo y grito, para que me hable! Me responde con trozos de laberintos vestidos de negro paseando de espalda por los pasillos. Dices tú: Deja el futuro incierto y vente a mí de carne. Digo yo volviendo la mirada: Me llama, me llama, y sus ecos rectangulares me confunden. Dices tú: No eres el descifrador de los sueños. No eres alma bendita para otros tiempos. Digo yo: -¿Y si tengo suspiros? -Deja de respirar entonces.
Perseverante es el cielo en el cuidado de la vida. Poblado de voluntad y silencio; de una lógica probable fuera de nuestros límites. Me hace sordo y ciego a las incongruencias de la vida. En el equinoccio de la muerte, en el camino.
En la parte anciana de la avalancha las palabras se amargan, sin amor quedan. No temas a los círculos que nos ciernen. No temas al amor nómada y errante. No temas al corazón secuestrado. Te predice la noche. Te convierte en hereje de los desenamorados. Te miras y te quemas. Nuestra ropa arde en la hoguera de las pasiones. Mírame, dulce silencio. Háblame de lo probable. Muerde aquello que fuimos en la carne de antes. Perseverante y azul queda la noche. Sufre el poblado de los sueños, el águila los Andes.
Salen gemidos de los pedazos del mar. El amor come carne. Quietud. Dando vueltas las tinieblas nos convierten en alucinantes. Los sentidos a descubrir vagan por la oscuridad de la noche. Su decadente magia gigante empuja el ciclo de los sueños. A veces, tú. A veces, perfecta. Di a los círculos de amor el temblor de tu vientre.
En el limpio dolor de quererte cada vez que a ti me acerco. Me sucedes libre como un comienzo. A partir de tu pecho. A partir de tu boca. Estallas en mi cuerpo en la voracidad de tu boca. Gemidos a trozos somos como dedos que tocan como hambre.
En el invento de la soledad y sus sombras. Donde se hunde el muro. Donde el alma perece en su silencio. Allí me aguardaba con sus brazos flotantes y sus ideas dulces. Todas las noches, tus noches a golpe suenan, a vientre limpio, a dolor que se sucede cada vez que te pronuncio.
He sufrido y tú me adivinas. Yo oculto en el mundo de tu voz. Tú temblando y abierta. Nos traspasa el verano. La sangre se vuelve crepúsculo. Inventamos el infinito de las sombras donde metemos al mundo.
Toda la noche como las piedras. No es este punto el centro donde todo ocurre, ni el pilar del mundo simultáneo. Es este punto donde tu única piel toma el encuentro con mi cuerpo como el momento del origen, borra el tiempo, el recuerdo anterior del que fuimos prisioneros antes de este amor que nace. Y en ese momento adivina el nacimiento de lo que somos fuera del mundo y sus terribles circunstancias.
Pa linda noche esta noche triste, esta noche de hojas secas. Es entonces, que la desordenada lluvia amorosa hace espuma amorosa, impaciente, encendida, deslumbrada de amor y brillo. Fuiste tú mi consuelo, cierto y entendido, corriendo por mis manos, por mis dedos, a veces, sangre, a veces carne, siempre cierto. Fui yo hombre del te voy a escribir palabras en piedra para que queden en el centro de la tierra.
En ese vacío fuimos alguna vez agujero, nido infinito de desesperación. Inmortales, también. Inmortales porque ocupamos el Infinito. A veces eco, a veces materia. Cataclismo, a veces, del olor que perdimos. Calles perdidas en el recuerdo. Balanceantes puentes. También fui yo vestigio de tus vestidos; de tu casa, pared; de tu mirada el sustento. Linda noche es esta donde los muros ladran.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Envueltos en los abanicos de la conciencia
miércoles, octubre 19, 2016
Envueltos en los abanicos de la conciencia, numerosas cabezas locas, numerosos espacios, sin fin aquellas y estos, vamos naciendo del vacío de la nada como una generación nueva.
Al salir del paso ciego nos encontramos con el amor bendito. Con su espacio como todo remedio. Envueltos en mil conciertos numerosos de música del corazón y cabeza al paso de los inmortales. Al salir del amor se apaga el concierto de las ideas locas, bellas y locas, numerosos agujeros negros de las pasiones. Y si tengo que decirte te amo, es ahora la hora.
¿Qué amor es ese que no se puede tocar? Ni oler. Donde la lengua está ausente. Qué amor sin labios ni garganta, ni manos ni pies, ni vientre ni espaldas. Qué amor sin el tumulto del vuelo. Sin los besos fuera del tiempo. Sin la esclavitud de la carne.
Se despertó el pueblo pensando en su incierta descendencia. A boca seca. A ojo cojo. Dentro de la borrasca del tiempo. Ante el futuro, el pensar de los hombres se convirtió en falso, borrado y siniestro, sin noche, sin cuerpo. Es el futuro unas insensibles manos que palpan del avenir los muros.
Gotea si prefieres y haz drama. Drama de la vida y decepciones. Drama de cama y manta envuelta en corazones. A tu boca, nata. A tus mentiras, hielo. Ahora me toca hablar a mí primero. A tus ojos, bronce. A tus manos, noche. En tu siniestra falsedad muero.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Ya habla tu boca en su lengua negra del miedo
sábado, octubre 15, 2016
En el eco de tu mirada, en el eco de tu mentira, necesitaba tu secreto como disculpa del dolor que me habías hecho. En la disculpa recién cerrada, en el grito de tus ojos, en el contagio de tu desprecio, viví la oscura luz y difícil frialdad. Ya gotea. Ya hace drama tu boca. Ya habla la esponja de la noche en su lengua negra del miedo.
Eres la dimensión en mí de lo necesario, del amor inesperado, de la pasión de verte. Al menos el amor nos refleja, nos mete en las palabras perdidas, nos cambia en canción el olvido. Debo decirte que mi deuda contigo crece, me atraviesa como hija a cada instante. Eres la rueda del calor y del tiempo, la obsesión del suspiro, el trébol del árbol y tentación. Mientras ahí fuera queda el eco de la mentira.
Como yo y tú, la noche. Como las manos que contienen al otro. Como el sol que chirría en el espacio. Es todo como ese tiempo que nada sabe. Ya pasaron las dimensiones, las del espacio y aquellas del tiempo aún desconocidas. Ya sabe el cielo a vida completa, a sabrosa eternidad de los cuerpos. Y si me van a replicar que eso no existe, los induzco con la mente a hablar con Dios, aquí presente, que con la cabeza asiente.
A veces es llorar, a veces, grieta. Teníamos los ojos como árboles colgantes con visiones sobre la tierra, con noches de suelo, y ciegas piedras. A veces éramos manos, a veces, palabras, a veces, planta que creían sobre la tierra. Somos, a veces, el cantar: canto libre de sufrimiento.
Eres tú este pasaje interior donde encuentro refugio, donde hace de reloj la sombra del agua. Allí sacudo los ecos del afuera de otras veces: a veces reír, a veces llorar. En ciertos momentos, en las plantas de tus ojos vi el cantar del pájaro, una rama moverse, el vibrar de la hoja. A veces allí, tuve visiones de nuestros tiempos futuros.
Cae olvidar el equilibrio de la vida con sus seguros firmes y cerrados ante la aventura. Cae el “vente al riesgo”, pues el “asómate al precipicio” aparece profundo y frío como algo roto que antes fue pleno y lleno. Entre la vida, tu blusa y tu falda, me quedo con mi mano sobre tu vientre, buscando tu piel, esa que me hace la vida plena, el sentido lleno, y cuerpo sereno. Y si por un arrebato de razón me contesta que eso no es amor del cristiano del bueno, te digo que es amor liberado del discurso amoroso moderno.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Cae la sal de mis manos verdes sobre el punto donde se paran las sombras del agua
jueves, octubre 06, 2016Cae la sal de mis manos verdes, de este mundo de fantasía. Es un remoto mundo en el fondo de los ojos. Un mundo donde se sacrifican los imposibles. Allí los dientes caen de su equilibrio, producen dolor de caída, y desmayos. Se abre el precipicio de la mente. Se toman los riesgos de los libros. Se emborrona el paisaje interior del refugio. Y sobre un punto se paran las sombras del agua.
De la mano cae la vida. Con toda majestad somos piedra. Mientras los cíclopes del mundo nos miran. Se recogieron mis pies sobre el agua. Agua, ¿para qué te quiero? Y navegamos a ciegas entre la brisa de las tentaciones, en aquella noche marítima, donde el mundo del mito se rompe.
Hoy estoy y me pongo el olvido. Nos guste o no, el olvido tiene siempre la puerta abierta, el alma unida a la presencia, y raíces sobre corrientes marinas. Va de la mano de la sal, curándose. Va de mano en mano el olvido; aunque cada uno cree en su única soledad.
En esta especie de oscuridad, el mundo de nieve recordaba sus silenciosos, sus besos, sus pies, y esas alucinaciones que nos hacían realidad. En esta cabeza del silencio, en este centro del oleaje se abren y se cierran sordas puertas. Y allí, la ternura del olvido hizo isla sumergida en la distancia.
Es el amor la aventura de la oscuridad. En los silencios robados. En las puertas cerradas del olvido. En el no me acuerdo ya de tus besos.
Y te acuerdas de aquellos labios pendientes del futuro; se enfrentaban a la oscuridad de la noche y su silencio. Ya fuimos tomados por las cerraduras de sus puertas, por el mutismo de los pasillos, por aquí hubo un tiempo donde no hubo nadie.
Como ojos muertos viven los míos desde que te fuiste. Vuelven mis labios a besarte entre sombras; recuerdan el sabor de los tuyos, y toman el tajo recto hacia la melancolía.
En otro tiempo, en otra soledad, hubo el amor nuestro con escaleras sobre el mar, ventanas al viento. Vuelven ahora tus labios como quejas de los besos ausentes. Vuelven ahora tus noches blandas y oscuras. Y en esta especie de suavidad se hace el silencio de tus besos.
Si las olas crecen sobre las fachadas, si el amanecer ya no está solo, fue que la perfección de tus ojos riman con el presente. Yace el mar, ya lo he dicho. Yacen las olas dormidas ignorantes. Sube la fachada del amanecer para darnos el día. Sola y asustada, sin el recuerdo de otros tiempos, cree ser la luz primera que ilumina el mundo.
Acostumbrada al lado donde se habla sola, en aquel sitio donde se desnudan las fachadas, vienes a pedir olas de amor que te inunden. No tienen tus habitaciones cuatro esquinas sino redondeces, amplias curvas que hacen nubes.
Amor a ti como milagro
El amor introduce en el desorden con sus arcas vencidas
lunes, septiembre 19, 2016
El buen amor introduce en el desorden. Con sus arcas vencidas. Con sus pesares rotos. El buen amor se hace en fugas nocturnas, más allá de las fachadas, en campo abierto. Y era amanecer de plaza e iglesia, de torre blanca y cigüeña, donde tomábamos pasos hacia las promesas. “Te amo. Me amas seguro para siempre. En estos anillos se funden las palabras hechas de amor y futuro. Te amo. Me amas. Y solo la muerte del corazón separará nuestras bocas.”
¿Dónde esperar, dónde esperarte? A esa que nada olvida. A la que habla en entrega. A la que casi siempre desaparece. Ahora que me olvidas. Ahora alborotada y defenestrada.
Sobre esta carta se abren los días. Se abren los días con tu nombre. ¿Y ahora qué decir para asegurar tu existencia? Abierto y perdido, así. Solitario al encuentro. Y perdido para asegurarme la existencia. Estoy hoy confuso como un remitente escrito a lápiz sin fuerza, y antiguo de tiempo. Busco en el vómito del tiempo los desechos del amor que comimos. Huele a los ácidos de boca y a las náuseas de las despedidas, unas abiertas, otras ocultas, dolorosas.
Se despedaza el mundo como si el mundo fuese a cumplir todas sus promesas sobre esta carta que aún no te envío por miedo a que el tiempo vuele, y en su correr infinito, nunca llegue.
Estabas alborotada como las horas rebeldes; eres así; nada que decir; te comprendo. Estaban tus esperanzas defenestradas en ese tiempo; habíamos introducido el desorden, demasiado desorden, excesivo para conjugarlo con las manos.
Y tras la máscara de las cartas ahora vengo. Introduzcamos tu nombre en la ciudad de los sin nombre. Estrechemos los lazos de las calles vencidas. Preparemos las esquinas para los corazones rebeldes. Fuiste nocturna y acostumbrada, fondo de río abierto, y sola ante el amanecer parecías lágrima.
Amor a ti como milagro
Fuimos siempre doctores del peso del tiempo y sufridores de la espera
martes, agosto 30, 2016
Pues bien sabes que fuimos frecuentemente doctores del peso del tiempo y sus remitentes, sufridores de la espera. Pues bien sabes que me tienes asegurado en la espera; en esta que hace ya largo tiempo vive desordenada. Y ahora te hablo y desapareces, del recuerdo, digo. Callo y vuelves, como un espejismo alucinado. Por un instante te olvido y vuelves, con dolor de carne, con desesperación de angustia, esa es tu saliva seca en mi olvidada lengua. Me contestas como indiferente, como si nunca te hubieses emocionado. Desapareces de nuevo alborotada. Mueves al irte tu vestido como una bailarina agitada, y yo, a pesar del dolor, te sonrío; pues me hace gracia tu gesto como si fuese de cariño. Aunque bien sé que no es así, que es tu carácter, ese que siempre tuviste conmigo mientras te mostrabas afable en tus públicas representaciones.
Tuvimos que conformarnos con nuestro estado de tristeza, mientras en los lugares aislados y recónditos se había refugiado la angustia y la tristeza. Pues bien sabes que fuimos frecuentemente doctores del peso del tiempo.
Amor a ti como milagro
Pues en nuestro amor, como el mar, teníamos puntos ciegos
domingo, agosto 21, 2016
Practicábamos cantos y danzas hasta que la vida se quitaba el vestido de luto y duelo.Nos enterrábamos de modo imperativo en nuestra cama las noches enteras de la muerte ante esta vida que nos ponía como barreras el espacio. Y fuimos felices en el sudor y la carne. Pues, tú y yo, al igual que las puertas de Troya, teníamos puntos ciegos, como islas enamoradas que no ven el mar.
Se despedaza el mundo como si el mundo fuese a cumplir todas sus promesas. Dentro de las cartas se abren todos los olvidos mientras le pegábamos el sello del tiempo. No es hora de perder las horas, dijiste. Para eso ponemos el pasado como remitente.
En la caja olvidado de los nombres. Por eso tomo el tuyo y lo abro, cada vez como nuevo y desconocido. Abro su carta sobre la que se abre. Le miro la parte del olvido. Y allí te veo en la tristeza del no reconocerte.
Preparada para el final feliz del silencio, allí estaba sentada sobre la última cama. ¡Y tantas veces te dije quédate! Quédate aquí desnuda para que el amor no se acabe. Olvida las puertas. Ponle cerrojos a tus pasos. Ámame sobre los ojos como las veces que me has mirado.
Y es fuerte el silencio cuando te lo encuentras. Fui tantas veces un despilfarro que no me daba cuenta. No supe encontrar los papeles, ni los míos ni los de los otros. Y aquí me ves como un mimo sin diálogo.
Amor a ti como milagro
Las habitaciones del reloj y del cuento de las horas
viernes, agosto 12, 2016
La cosecha resbala y muere. Así aprendiste lo que es la siembra. Se divide el grano en tus manos buscando las raíces y el tiempo. Y dices: He encontrado lo que ya existe. He andado donde ya anduve. He esperado en las habitaciones del reloj y del cuento de las horas. Te he buscado y reconocido en la espera. Finalmente, me han marcado los silencios.
Ya crees que es inútil; estás convencida. Pues te vence el amor en su lado oscuro. Tus manos se rinden ante el fruto cercano. Pero debes saber que el fruto aún no ha desprendido su aroma. Es un fruto de la tarde. Huye de las frías mañanas y del mediodía. Y tus manos para entonces ya no esperan.
Es nuevo para mí amarte. Te amo para que nadie te olvide. En la grulla del tiempo, con sus alas negras, te renazco. Te amo como anunciando el porvenir. En tu nombre me hago misterio. Y crees que no estoy convencido del fruto que eres en mi boca.
Como todo es imposible, imposibles tus besos. Como todo es mitad y ausencia, me quedo a la espera como ser amado. Y si tengo que decirlo, te lo digo: te espero. Te espero en las vueltas del tiempo.
Cuando tu mitad queda como la mitad del otro entonces no es posible levantar la mirada. Y me refiero a ti, a aquella que nunca fue un imposible. Y esto queda. Medio mares sin ruido.
En este cuerpo concluido bajo el cuerpo salen las raíces hacia la superficie huyendo del agua mientras tú andas de pasos lejanos buscando nido donde poner nueva vida. Ya sé que a mí me la diste, ya sé. Pero ahora, ahora... obcecado y ciego, en tus recuerdos, infatigable, cuando mueres en ausencia, durante esos momentos que me pierdo, delante de mí quedas inmóvil con esa sonrisa del que me amas.
Te confieso de verdad la nocturnidad en la que soy un experto. Es esta mi historia defectuosa. Sigo apagado como un mimo sin nombre, aunque eso no es gran cosa. Te confieso que estuve; que estuve en los ritmos de la vida como una nota enganchada a otras notas, sin más, así sin más, y eso no fue poco para el poco ruido que me hizo. Eso es un gesto de siembra, una piedra para la tierra, un cuerpo concluido en el gesto del peso.
Brumas de punta a punta de tus ojos. Y yo pensando, me empujas. Miraba obediente tu pasado y vi tu boca. Decidí, entonces, quedarme en tu futuro. Decidí, entonces, quedarme en el blanco de tus ojos, en su instante. No podía quedarme con tus recuerdos, lo reconozco. Tus recuerdos donde yo no estaba son como voces; y me empujan como una calumnia. ¡Qué le voy a hacer si no puedo verte más allá de mis manos! La duda, la duda, de no haber antes de ti existido. Tomo tus pupilas en mi silencio para consolarme. Ahí permanezco como un futuro. Ahí me decido entero. Tomo tu piel como auxilio y pido a Dios que no desaparezcas. Tu presencia ya cumplida en estas grietas. Y yo, sospechoso, lloro como un niño inexperto.
Esos fueron los enredos de tus brazos y su tumulto, sus miradas locas. Me coges el amor escrito en mis manos como si fueses a leerme la vida. Ya no habrá brumas de noche sobre mi boca.
Esta nota de avidez que nos atormenta estaba siempre llamando al desastre. Mientras, nos columpiábamos sobre las horas con nuestra llama en la boca. Y los brazos, enredos. Y las miradas, noches. En el tumulto de nuestros cuerpos tomábamos la vida como líquido inacabable.
Amor a ti como milagro
En el sonido de tu piel, salvajes como una especie en peligro de extinción
sábado, julio 30, 2016
Estábamos en tu profundo cuerpo, en el sonido de tu piel, en nuestras miradas como una especie salvaje en peligro de extinción. Y allí, en la tormenta donde se arremolina el último tiempo, saltaba el desastre con una sonrisa.
Impaciente; estoy impaciente por verte, por posar mi rostro sobre tu pecho, y oler tu primavera. Ya tengo el tiempo ralentizado con la cadencia de la espera. Y los nombres se ven borrosos, las palabras huecas. Para que me haga el dolor a fuego lento he puesto la llama bajo tu velo.
Las ventanas estaban prisioneras del horizonte en aquel tiempo donde fuimos. Alrededor del jardín, en contra del sol. Dormía en la brisa de tus huesos, en la queja del viento, en el pasado de la noche. Te intuía solitaria y perfecta, de cerca y lejos, como una llegada que no llega. Intermitente como la vieja bombilla que sobre nuestro lecho parpadeaba.
En la mira de tus manos. En tu mundo de amor y latido. En lo fácil que es amarte. Qué le voy a hacer si siento tus ojos como dos ventanas abiertas. En ellos intuyo tu alma. Te avecinas, te acercas, me tomas suave. Me pones el horizonte en la boca. Me cubres con su viento. Y alrededor del mar me posas.
En la mira del mundo estamos como dos flores mal nacidas, con todo el amor que nos nace, a pesar de todo. Y tengo que decirte que las desgracias vinieron solas, caminito andando, con su música de cascabel arrogante. Y tengo que decirte que ellas ya no se arrastran, sino vuelan. Vuelan con alas como garfios, picando al aire y a las abejas. ¡Qué te voy a decir de las desgracias que ya no sepas!
¡Es tan fácil amar con los ojos vendados! Y con las manos ciegas te tomo. Y te amo con la boca. Es tan fácil amar cuando se ama que no sé como no estamos todos ya locos. Y el mundo florece. Y las palabras cantan. Y en esta locura compartida, bellos.
Y decirte antes del tiempo de la salida. Te tengo que decir pues te intuyo resistente. Resistente a la palabra, a la mía, a la de todos. No sé si ellos lo ven; pero el día que fui consciente se me desplegó delante de los ojos un muro. Si no contestas, es como si yo no existiera, mis palabras se quedan sin valor y mudas. No sé lo que de ellas piensas y lo que ante mí sientes. Me dejas muerto bajo la tumba a la que no se le habla.
¡Se me hizo tan tarde en la tristeza! Y aquí me tienes sin vida. Y tus ojos, y tus ojos andan solos mirando mi pena. No es esto un amanecer, ni una noche en sangre, porque por no fluir no fluye ni el aire. Se me hizo tan tarde en la tristeza que trato de decirte y no puedo... y no puedo acordarme.
Estábamos en las manos de la memoria. Crecíamos allí como dos fuerzas irresistibles. Estábamos tocados por la vida del cuerpo. Y llegó el primer día y soñé. Soñé que nuestro tiempo era ilimitado, que era abierta presencia. Bajo el sol nos hicimos paisaje. También soñé con tus ojos, allí donde la luz escucha. Hicimos nudos como llamamiento. Retuve tu piel y tu palabra. Agité mi ceguera. Salieron ojos nuevos con todas las salidas. Y el amor se hizo tiempo.
Y después del amor cambia el horizonte, se vuelven ocultos los poemas, y el después es un para siempre. Tengo manos de memoria, manos que dicen “siempre”, tatuajes de olvido sobre todas mis partes. Y si tengo que volver a vivir, será en el recuerdo.
Yo también te garantizo todas las promesas mil veces dadas, su contundencia y cumplimiento. Y prometo que después de que todo se haya ido, no habrá día que no te piense. Ya sé que conociste promesas indebidas. Ya sé que las metiste en pozos secos. Pero puedo decirte que mis promesas son semillas que crecen en campo abierto. Y se las lleva el aire, y se reproducen y crecen. Y hacen plantas con tu forma.
Olvido y viento podría ser el título de la canción que nos dice. Suena bien, verdad, cariño de los árboles. Suena como el espacio de los nidos vacíos, aquí y ahora en esta tarde. Suena como a cielo y tormenta alejándose. Suena como a rayos podridos de tus promesas incumplidas, como a todo fue un instante, como el que se aleja y se aleja, mientras yo recojo los fríos granizos de las habitaciones.
Y perteneces, a este lugar perteneces. Hablo de ti como si no te hubieses ido. Lo sé, son cosas locas del amor. Dejo correr el tiempo detrás de ti. Dejo que el aire pase. Ya no sé volar; pero no lo sabes. Ya mi cama no tiene calor ni sueños. Parece ser que eres tú olvido y viento. En tu olvido, en el tuyo sigues viva amando a otro. Y tengo yo que sonreír ante el dolor que tu vida sin mí me produce.
En ti habito como una mariposa callada; creo ya, que hice sombra. Y vagamente el mundo avanza por la espesura del silencio que entre tú y yo ha crecido. Permaneces, grande, llena, y adecuada. Te acaricio en la superficie del recuerdo. Te miro como ayer hoy aquí como presente. Permaneces, sí, permaneces. Y si tengo que decirte que te amo, te lo digo a gritos silenciosos que atraviesan el tiempo.
Y las piedras amorosas te llaman. Y gimes en mi boca como una taza. Y vine con tus pasos valientes. Voy alegre con el sonido de tu voz, voy alegre. Te he construido un puente para que cruces mis manos, una vereda suave sobre mis aguas.
Tú me calmas el alma. Ese alma amarga y dolorosa que la vida, con su sabor, me ha dejado. Ya te dije que le diste color a mis ilusiones. Me apoyas en mis entusiasmos cuando me ves loco. Sonríes, me besas y me traes a la cordura. Para ti hasta las horas tienen nombre, el aire ritmo y los besos sabor cada vez diferente.
En el ballet de tu cuerpo soy música. De rodillas te daba mis caderas, y mis huesos y zumbidos. Eres un fuerte destino que me atrapa, el calor de un nido. Con tu amor me quitaste todo el espanto, el de la vida y el de los malos sueños. Tengo que llorar ante nuestros sentimientos, de alegría, pues cuando te voy a besar se me borra toda la espera.
Con tu ventana a escondidas juego. A las primeras llamas del espacio llamo al viento. A las alegres espirales de tus aromas sale mi lengua. Tus vibraciones son surco de barco que me entran dentro. Son tus manos luces brillantes que apagan las sombras y tu vestido, el vuelo de las mariposas.
Porque se mueve y se ama por amor el mundo gira. Gira libre entre tus manos, libre como una cometa. Tengo en la cabeza un pulpo de deseo que te mira. Tengo la picadura de tus besos. Tengo los pájaros como príncipes alegres de la vida. Tú, desde el principio eres inevitable como el vino a la viña, como la tierra a los árboles.
Porque me completas el mundo, otras cosas y lugar. Aquí mismo donde las cosas nacen. Aquí mismo en el gran silencio. Aquí donde nuestras historia está segura. Eres la muestra de que la duda no existe. En la inclinación del amor, del gusto y del sabor. En la muerte de los amores excluidos. En la caída libre de tus besos, eres tú el alma de las cosas.
Y mis manos rozando tu espalda. Seguro que el mundo ahí se acaba. Esta es la sorpresa del tacto. Tu cabello da la bienvenida a tu nuca. Se despega y se abre. Ofrece a mis labios su corriente. Beso tu cabeza; mis manos besas. Tu respiración calienta mis dedos. Me muerdes. Te muerdo. Te arrimas. Me haces movimientos de caderas. Te respondo. Buscas en mí. Busco en ti. Tu piel ardiente se tambalea. Tus muslos tiemblan. Se alarga el tiempo y nuestras manos. Te digo te amo y no me respondes.
Por el lugar por donde has pasado había una pizarra escrita con tu nombre. Y si alguna vez quisiera la nostalgia, con su fiebre alta y sus verdes hojas del recuerdo, tomar tus manos y traerme tus dedos, estaríamos sobre los pasos desnudos de nuestro último baile.
Amor a ti como milagro
Volví a la orilla de tus labios desde el aislamiento de la espera
miércoles, junio 29, 2016
Volví a la orilla de tus labios desde el aislamiento de la espera; estaba allí ocupada la planta baja de tu lengua, ¡y qué mal tiempo el tiempo de su ausencia! Estaban los poemas de amor de mi lengua en tu lengua escrita, para ella, para el placer de tu garganta.
Se acerca el tono de tu voz. Me complaces; regresas y me complaces. Atardece en el camino. Sostuve tu oscuro brazo. Hace mal tiempo por delante; es la red del fuego que nos espera, se desliza, en su ligereza, hacia el presente. Veo como se acerca su orilla, hace pared y muro.
Los gritos del agua. La habitación de la Tierra. El cercano mar. La multitud en el olvido. Y entonces, nos rodeaba la tarde. Quedaba todo lejos, lejos e incomparable. El corazón devoraba al desierto. Nadie sospechaba de nuestra presencia. Entonces, algo miente. Se nos puso el corazón vacío por un instante. No hubo indiferencia, ni sus latidos. Fue un por ahora en la curva del tiempo, en las escenas de nuestra memoria. Las ventanas se pusieron a recordar, con su voz imposible.
Para tu salida nunca estoy preparado. Otra vez dejaste debajo de la cama lo que piensas. Tu pelo como perlas corren por el suelo. ¿Por qué vienes y te vas tan dulce como el si nada? ¿Por qué te olvidas de mi teléfono? Me envías el perfume fresco de tu cuerpo y luego vas a olvidarte.
Vuelvo al hueco de tu boca, a tu camino, a tu mente. Había, entonces, por aquel tiempo, noches frescas, miradas sublimes y hermosas. Nos hacíamos jirones los labios, las manos hinchadas, mendigos de avaricia. Porque sabes que te quiero como el que quiere y respira. Amo tus manos mientras caminas, tu fe y tu noche. Amo las horas que paso contigo y tu cama. Amo cuando te pienso como se ama a la gota del néctar.
Mi barullo de lengua dando vueltas
De vez en cuando compro recuerdos en la tienda de al lado
sábado, junio 25, 2016
De vez en cuando compro recuerdos en la tienda de al lado, les hago un hueco en mi mente y me echo a dormir para que germinen en mis sueños. Entonces despierto nuevo; como si hubiese vivido otra vida, con más emoción y dramas. Venían en el lote amores de todo tipo: románticos, sexuales, locos e irreales. Así que estoy contento porque tengo memoria para un rato.
Amor a ti como milagro
Tu lengua es un nómada que busca refugio en mi campamento
viernes, junio 24, 2016
De vez en cuando, cuando los recuerdos crean huecos me acuerdo del fondo de tu lengua. Me sonríes por esto que te he dicho. Crees que exagero. Pero no; nunca exagero cuando hablo de tu lengua. Tengo recuerdos de haber navegado sobre ella, de haber surfeando sobre tu saliva, de patinar sobre las láminas de tu deseo. Nunca exagero sobre los viajes que hago por tu lengua. Tu lengua es un nómada que busca refugio en mi campamento. Se recuesta en la tienda de mi boca y haces sueños mágicos de las mil y una noches que duermen juntas.
Amor a ti como milagro
Iba ella contando el ruido para quitarse el sueño de Luna somnolienta
jueves, junio 23, 2016
Bailaba toda la noche mirándote a los ojos. Bailabas en tu patio desnuda. Me hacías movimientos de la noche. Entonces, andaban por la calle cuatro perros buscando apoderarse de la Luna. Iba ella contando el ruido para quitarse el sueño de Luna somnolienta.
Hablábamos del tiempo de arena, del viento que nos hace, del mar y de tus caderas. Siempre fuiste indefinida, con tus largos paseos silenciosos. Tomabas calles viejas. Andabas sin saber que se andaba. Las tardes solas. Los edificios miraban. Las paredes como sombras. Alguna vez que otra mirabas por una ventana. Cerrabas los ojos e imaginabas.
Te conocí en el nido de las calles. Andabas bailando con los brazos al aire. Pero nadie reconoce al mar si el mar es ciudadano. A veces sucede en el amor cosas así, insólitas. No te dije nada porque estabas de incógnita. Pero tú me tomaste en tu largo paseo y fuimos dando brazos al viento.
Por momentos el dulzor de tu boca llega a mí mojado. Se hunde entonces tu deseo en mi garganta. Me parece grande como tus ojos. Se escurre el sudor por tu cuerpo y hacemos cama de cera. Hay momentos alrededor de la tarde que los árboles nos hacen sombra. Tus brazos apoyados en la tierra sostienen tu cuerpo sobre mi cuerpo en el que eres bien recibida. Se celebra el otoño en tu pelo sin primaveras. Como siempre el ruido más allá de los arbustos pasa con su aire de no molestarnos. Conoces bien mi cuerpo a ciegas. Bailas sobre mi vientre como si hubieses encontrado tu aposento. Te agitas el cabello con las manos mientras se abren tus axilas a mis ojos.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Los olvidos estaban con los labios hinchados
domingo, junio 19, 2016
Compraba el calor. Cerraba las ventanas. Abría el aburrimiento. La almohada estaba sola y ausente. Faltaban las impresiones de la noche. Una mezcla de sopor y de memoria llenaba la habitación. Las manos entumecidas. Se mezclaban las cosas. Los olvidos estaban con los labios hinchados. Momentos de indiferencia mojaban la cama.
Mi barullo de lengua dando vueltas
La lengua es un colegio lejano de sal que aún tiene sus heridas
sábado, junio 18, 2016
Sudor y manta, y sequedad del tiempo. La lengua es un colegio lejano de sal que aún tiene sus heridas. Aún esperan despiertos los recuerdos con sus lagañas mientras la madre de la lengua consume los ladrillos de la cama. Espera; esto es un flashback; no puedo estar soñando esto. Compraba un bocadillo en un camino polvoriento. Era primavera u otoño, y sol. Las sombras aún no habían vuelto de la noche. Se descabezaba la mañana. Las ranas estaban sedientas. Y un verde mojado, tal vez, decoraba al campo. Se había quedado la concentración en la cama. Los zapatos andaban arrastrando. La cartera parecía una gran piedra a la que nunca conseguiría subir. Los libros los habían escrito los egipcios; Champollion me ignoraba. Iba el día con calor de banco, silla y dura mesa. Iban las horas a pasar las páginas. Las ventanas estaban tan altas que los ojos solo veían muros. Olía a pies y cuero; en invierno a la humedad de los cuerpos venidos de la noche. Alguno tocaba los mocos con la punta de la lengua. Otros sostenían libros de rodillas, cara al muro y en silencio. Una vara larga indicaba cada signo de la pizarra. De vez en cuando se oía un castigo de carne más allá de las miradas bajas forzadas. La media hora del patio vigilado no parecía suficiente consuelo para la otra mitad de la mañana que quedaba. Era necesario comer garbanzos del duro campo para volver con valor por la tarde. Tal vez la grasa producía otro tipo de somnolencia; y las tardes parecían más cerca de la noche. Cien veces el error fue copiado más de cien días. Y los doloridos dedos se tapaban bajo la manta.
El amor amenaza con salir por donde no sale el sol; rodea tu cama, hace la danza del velo, y promete placer eterno. Ya tuve la fiebre de tu perfume. Ya tuve tu carne en la boca. Tu saliva y líquido recobraba. Chillaba la cama como gatos negros en celo. Se movía el techo como una manta al viento. Y la sequedad del aire se humedecía con nuestras lenguas.
Recogí mi desidia y anduve bajo tu mirada. Estabas preocupada por las preguntas que te habías hecho. Hubo un tiempo en el que te habían tragado los cristales; un tiempo de soledad de calle. Pasaba la gente como si nada; los coches como si nada. No llevabas ni reloj ni agenda; el pecho encogido. El efecto del amor se estaba pudriendo. En los cafés, tras los cristales leías. Una plaza, una calle, y vueltas. Las puertas guardaban los portales. Todo fuera de la ciudad estaba lejos. Reconocías tus pasos en cada acera. Tenías el futuro de los bancos. En sus jardines húmedos habían sombras; sus enfermos ruidos no decían nada. Estabas en la fiebre de los pasos. Y más tarde en la memoria la infancia eclosionaba. Era un interior como la yema del cuerpo, un contrabando de la vida.
La vida sin dejar pruebas deja rastros. ¡Qué digo! Una contradicción más. Esta no es culpa de la razón, sino de la vida. No es error de cálculo, sino cálculo de la realidad. ¡Pero qué hago yo aquí hablando de razón y no de amor! Es, sin duda, culpa de la locura que me produces, de la tuya por amarme. Dónde vas con esa sonrisa parte truenos, con esas manos de agua, con esos pies de arena. Ya te estaba mirando cuando venías entre árboles y el jardín más cercano, mientras yo perdía la cabeza con descuido. Me estaba cambiando de ojos para verte. Estaba recogiendo las hojas del libro, de este que presenta las ideas como si fueran verdades. Menos mal que no me conociste antes: puesto que antes era aún peor. Llevaba las greñas del tiempo, poca cabeza y mucha estima. Volaba la imaginación sin trabas. Aunque, tal vez, ya entonces, buscaba, sin saberlo tu mirada.
Ahora todo es noche, noche donde se comprende la inocencia. Ahora voy a contar tus rastros, tus tragos, tus besos y otras cosas. A esta hora la vida sigue sin ser reconocida; va mirando con desconfianza las sombras. Parece una gata triste y abandonada. Se acerca a cada puerta con la desconfianza de lo desconocido. Se asoma. Sin entrar mira; de sus ojos sale luz de sombras. Recorre cada rincón como buscándote. Huele, mueve el rabo, se restriega. Va mirando dentro de los zapatos. Y sale.
¡En la puerta! ¡En la puerta! Era domingo y hoy te veo. Estabas en ese instante de la belleza. Me buscaron tus preguntas. Y lo irrisorio de mi iris, viendo siempre las mismas cosas, no supo, no pudo tomar tus reflejos. Hay que decir que por todos lados eras costado, costado y curvas. Y es, sin duda, difícil al ojo verte completa. Más allá de la mirada tengo que decir que desde siempre supe de mi ignorancia. Más lo supe contigo: la bella y complicada. Eso dicen pero no es así: es que yo soy muy simple; simple como una inocencia; como el agua que fácil corre; como el aire sin complicaciones. Simple te llevo conmigo. Simple en tu mano. Como un trozo, simple. Simple y de ti seguro. Mezclado con el tiempo simple. Expuesto al tiempo que me dejas. Crecido en mi invento, voy en tu tiempo escondido, en el sufrimiento de a lo mejor se acaba en la claridad de la noche.
A esta habitación no le queda mucho tiempo, ni para el azar ni para la muerte. Tal vez se abra la puerta y entre la búsqueda y coja lo que se le debe. No estaba decepcionada de la libertad de las calles. Se abren los escalones y por las subidas rezan. Vienen a buscarte. Viene el desconsuelo; solo viene.
Amor a ti como milagro
Si por azar vuelves, como el azar acaba, a veces, con las primaveras
viernes, junio 10, 2016
Tal vez no sea la habitación la que se queda. Tal vez. Si por azar vuelves, como el azar acaba, a veces, con las primaveras, si por azar vuelves, he puesto un tiesto de flor vacío en la terraza. Lo riego con la humedad de la mañana y con el relente. Lo veo crecer en su nada. Le hablo para que mire la puerta y cruje con nerviosismo como si supiera.
Muda como la montaña de donde procede la sal y el viento. Vine par reunirme contigo y tu esperanza. Escuchaba tu cuerpo como palabra plena, como puertas abiertas a la vida. No sé hablar; sin ti no sé hablar. Sin ti, todas las habitaciones quedan lejos.
La luz es una victoria sobre los enemigos; la serpiente, un monstruo dormido. Es el agua sagrada de arriba una promesa. Uno al Tiempo la vida en una alianza inseparable. Y la revelación de lo incalculable se hace firme. Nacen los días del calendario de los muros. Prometeo declara el tiempo del sacrificio.
Se ha enfriado el silencio. Me hace preguntas de hielo. Me responde resbaladizo. Se hace la boca muda. Y yo, en el proceso, recorro las calles sin destino ni obra. No hay multitud, sino repetidas insistentes presencias. Le pregunto por mí a esos extraños como si ellos supiesen el sentido de mis pasos. Son ambiguos, serios o sonrientes; como si ellos ya hubiesen vivido algo semejante. En estas ciudades no hay ruidos ni movimiento; solo mi cuerpo marca la diferencia. No hay sudor tampoco. No recuerdo si beben agua. En la taberna, tal vez, alguien cumple con la función; función de representación, tal vez. Las camas hacen de parada; las ventanas de huecos-vistas.
Y alguien nos dijo que iba a venir la vida. Vino la noche y sus olas. Vinieron tormentas de piedras. Vino la vida y contigo. Viniste con la gracia de la sonrisa, una sonrisa como si no fuera nada. Me amaste en noches precipitadas, en la sorpresa, en el cuerpo, en las palabras. Contigo hubiera podido descubrir el mundo, ese que no existe, y otros.
Duermes en mi cabeza, duermes. Duermo en la jaula de tus brazos, como aquella playa duerme. Caduca el atardecer. Toma la ola la orilla de tu mirada, va y vuelve. Alguna vez te dije te amo con la boca pequeña por miedo a que el amor me desbordara. Duermes como un amor inducido por el olor de la noche. Y tu cama, campo reluciente, hace conmigo arena.
Me salen los sueños despedazados de la cabeza; ese es el dormir del alma inocente. Me pueden arrebatar las causas del mundo con su ilógico remolino; pero me alimentan la gracia de la vida. Y si sueños son, son de la vida sueños.
Desde la distancia crecen las ocasiones y desapareces. Desde allí duermen los sueños, respiran y, de repente, lucen como águilas negras. Salen los celos del dormir como púas de escorpión ardientes despedazando las ilusiones que nos quedan.
Envidia de tus ojos. Siento envidia de tus ojos que te ven cuando duermes en lo más profundo de tu alma. Sin ti la Luna se hace agujero, desprende sus piedras sobre mi cabeza. Y sufro. Y sufro en la ceniza blanca de tu ausencia.
Como un agujero la Luna vela. Murmura el Destino. Pero no creo que esta sea la soledad más grande. Me cuentas todas la infamias. Me das abrazos seguros para el consuelo. Me amas segura de la delicia. Y tus pies y tu boca son para mí un tormento. No niegas mi cuello, ni el llorar en retroceso. No es envidia de la Felicidad en lágrimas. Ella nos adora y sonríe, nos ama y empuja hacia el fondo de nuestra cama.
Con tus manos corres como agua de la huerta. En tus frutos veo el mundo. Y todo sucede llegado el deseo. Tus gestos no se desvanecen. Y desde ahora se borra el silencio. Era domingo y polvo confuso del camino. Mientras, las calles viejas pesaban. Confuso el silencio espera en la era. Granos, trigo, paja; un montículo vegetal sobre la tierra. Callo y hueles. Es el creciente verde que viene de la casa. ¡Espera! Te amo. Te amo fuerte como la noche larga.
Siento el sendero de la vida ejecutándose. Eres el cuento de mis preferencias, ese mar del te digo. Yo que tú andaba alrededor del perfume, de ese de la plaza del éxtasis. Cógele la lengua al mago e inicia los juegos de la inocencia. Se lanzaba el calor; un calor de nosotros en la infancia. ¡Dulce infancia de ojos brillantes, travesuras de los instantes! Te pareces a esos ojos que pasean por mi espalda, a las hojas que oyen. Porque en ti la vida de repente se enamora de aquellos tiempos pasados en tus manos. Vino después el mundo con su fuego y cenizas de labios secos. Vino el regalo del dolor. Vino la deuda.
Te levantas y sigo jadeando bajo tu erguido cuerpo. Se te cae el sombrero sobre mi pecho. Siento tu olor sobre su cinta, su humedad aún goteando. Me haces señal de haberme vencido: un gesto de mano, nada más. Sonríes. Sonrío. Tomo tus tobillos con ambas manos y noto la tensión de tus piernas. Haces un gesto con tu rodilla hacia mi boca. Lo evado como si fuese a llegar a mis labios. Bien sé que no lo harías; pero estás tan triunfal que se te ha escapado. Sobre tu rodilla te respondo como se lanza una canica con el dedo. Pones cara de no ser un juego. Pongo cara de que lo sé. Pones cara de ah me creía. Y te sientas sobre mí para que quede todo claro.
Has borrado la tristeza de las ventanas. Y otras veces, tu vestido te pones, y tu cuerpo fresco, y tus pies desnudos, y el suelo te canta. Levanto de pronto los ojos y tus talones llaman a mi deseo, ese jardín de tu boca. Voy por el sendero de tu mirada, donde el mar se detiene, donde crecen las plantas, voy verde reluciente.
Ciertamente, a tu lado certero, a la aventura crítica, en el encanto, en el jardín de tu boca. En tu lengua atrapado, ¡sí! se detiene mi boca. Tus labios son salvaje presa. Y andas, y andas, con la lengua fuera buscando mi lengua. Se hace el silencio en tu alma; de la mía nada queda.
Sentados en la escalera, debajo de tus rodillas, mano a mano con nuestro deseo, tu cintura tiembla como si el mundo hubiese tropezado. A menudo, tus manos mis manos en su viva audacia toman suave carrerilla sobre las peripecias de nuestros cuerpos. Déjame tu amor convencido, convencido y ciego, de este amor que nos une en el silencio.
Lo deseabas; como deseas el amor y el placer que te aporta, como deseas la pérdida del dolor que hiere la vida. Pensabas que mis brazos eran refugio, ternura y calor recíproco. En tus brazos empujaba el filo de la memoria, el acero del sueño, y otros males sin nombre. Tu cama, isla inmensa hecha cuerpo, agarraba nuestras manos como sus causas. Y ya sabes que es allí donde siempre fuimos ciegos.
Me vino la vanidad por el amor que tú me das. Ya sé que soy ridículo ante el tiempo. Ya sé que estuve perdido en tu ignorancia. Pero ahora, sabida y presente, desaparecen mis corruptos brazos de la orilla de tu cama.
Estuve tocando indiferente las miradas extrañas, volando entre sangre muerta, y tuve que decir sin embargo. Esa vida fue sal del fondo del abismo, vida y trinchera. Me llevaba el cuerpo entre las máscaras. Se rompían enlaces felices del ocaso. Era isla de cáscara. Tuve que decirte que estaba vivo. Para que me creyeras hice pompas de amor y espejismos. Tuve que leer a los poetas, donde solo encontré razón para quererte. En la lírica del infierno estuve buscando, a bajo precio, ocasiones. Con lo prometido hice pactos, pactos de edad fuera de las oraciones. Tuve la luz pegada a la espalda. Me crecían cenizas en los hombros. Eran cortas las páginas, la vida vanidad.
Yo, por tu amor, hago lo imposible. Imposible, por ejemplo, no caer en tus manos, no decirte que hoy es mayo, y si tengo que volar que sea en tu mirada. Eres ociosa como una tarde italiana y activa como la tramontana; colorida y brillante como la Toscana. Y si tengo que decirte, en esta guerra donde hierve la sangre, que miro tu boca buscando tu lengua para tomarme tu aliento y tu carne.
Amor a ti como milagro
A la manera de la piel que te encuentra desnuda sobre tu cama
viernes, mayo 20, 2016
En el lamento, en el presente, en el pasado, en cada rincón vivo con este amor tuyo que te tengo. En la locura, en sus matices, en la parrilla del tiempo, la vida especula. Y si tengo que estar impasible para volar en este mayo del te amo, flota mi mirada sobre tu cuerpo a la manera de la piel que te encuentra desnuda sobre tu cama.
Ahora, ahora que tengo tu nombre voy a decirte al furor del amor y del vicio que te amo como siempre. Alrededor de ti siempre. A los vengo a todas horas en el amor confundidos. A los pronombres de tu corazón impronunciables. Tengo que decirte
que elevas las ventanas de mis ojos a la potencia; que borras los presentes del lamento; y si aún vivo a ti te lo debo.
que elevas las ventanas de mis ojos a la potencia; que borras los presentes del lamento; y si aún vivo a ti te lo debo.
Y me regalas agua regalada rodando por tus manos. Cuando miro tus ojos contemplo el mundo; contemplo la almendra viva, su savia, la cremosa blancura de la vida. Vivo para contemplar la vida que te hace, tus inconsistentes nudos, las veces que has tocado. De todos los deseos que contigo han llegado aún tengo recuerdos. Recuerdos de reinicio, tus primeras palabras y algunas miradas sobresalientes. Porque todo sucede contigo; sucede como la vegetación y el canto, como la luz hecha, como los días nombrados.
Esta es una vida regalada, una huertas y sus resúmenes. No es un trasto viejo que hemos recibido en nuestro cumpleaños. Metidos en el placar, sin dudas. se pudren. De vez en cuando abro la puerta del armario y saco los regalos de paseo. Me mira la gente como si fuera un americano coche de recién casados. Suenan los trastos de la vida a latas viejas de Coca-Cola mientras yo presumo de vida nueva.
Nos fundíamos de amor en el beso de las lenguas. En tu vuelta y media. En mi medio lado. En el lado de tu vientre. No hicimos regalos como fuentes perpetuas. En tu lengua corre una huerta de frutos jugosos. En nuestra cama un campo de semillas. Era tarde y amarilla tu sábana de trigo, campo y cosecha.
En la magia de las entradas esperábamos nuestro turno. Al pie de las hojas se oían pasos. Ya sabes, que sin respirar, daba vueltas el mundo mientras que la vida enamorada perdía su inocencia. Aquellos tiempos fueron cálidos. En tu calidez se hizo el vino de la vida. Fue también una historia seca. Luego el fuego, luego las cenizas. Nos hicimos grandes deudores con las piedras del dinero en los bolsillos. Y ahora vuelvo, amor, al regalo de tu vida.
A veces, tu espalda se vuelve como un nicho de indiferencia. Veo alejarse tu nuca como la cola de un ave. Maga del aire. En él haces agujeros donde caen las promesas. Tus pies siempre desnudos son marcas de agua, sus dedos señales.
Por el aire, fresca y sonrojada, llenas el silencio de la distancia. Pues ya sabes que la indiferencia se pasea desnuda por mi casa. Le doy la espalda y me rodea. La miro con desprecio y me saca la lengua. Y se burla de mil maneras cuando le hablo para convencerla.
Inocente es el jardín que llevas en tu boca. Toma la vida del cuerpo de la tierra. Lanza su calor hacia mi cuerpo brillante. Y ahora que te miro con estos ojos, grande es el instante en el que nos unimos en el beso. Buscaré tu lengua como la raíz de tu cuerpo, tus papilas como bocas abiertas al placer que desciende hacia tu vientre.
Un pico de mago hace sus primeros juegos de escondite. Hace del rubor inocencia, de la maleza rosales, del día media tarde. Y ahora, aquí juntos sorprendidos, tomamos de la travesura del viento el aire.
En esta magia de los primeros juegos, al escondite en los árboles, entre matorrales me lanzas el sexo. Y yo, y yo, que no soy manco, tomo las hebras de tu cuerpo y te hago un tejido de ensueño.
Nunca se detiene el mar cuando digo que te amo. Y me encantas, eres mi preferencia. Y puedo morir y quiero vivir en ti quiero. Siempre defectuoso lo visible menos en ti perfecto. Perfecta como el perfume de una ola, perfecta como el candor de tus labios. Y tú rosa, y yo incluso malva. A veces el quererte me entra como un juego de incógnito. Y un nido a favor de nuestra cama. Y un pájaro loco nuestro sexo.
Mi boca, apresada y jadeante, enredada entre los labios de tu boca. Tela de araña carmesí deliciosa. Porque tú borras la tristeza de las ventanas. Aquella tu mirada asoma. Veo tu cuerpo ocupado por el espacio, ondulado y fresco. Veo tus talones de carne, el pilar de tu cuerpo, tus senderos de gloria. Y ando subiendo por tu piel con un deseo silencioso que explota. Pues puedo decirte que ya no es vivir si no alcanzo tu boca.
En tu lengua de tela estoy hablado de la trama de tus sueños. Nos atrapan, nos detienen, nos hacen labios y un poco de lengua. Mi boca es un santuario donde tu boca reza jadeante entre ondas de alegría.
Vas a medias con el agua de la tierra. En nuestro cerco, en nuestro cerco, tus rodillas y tus manos. Sueltas de mí el sueño más profundo. En tu cintura, en tus causas, acosas mi cama clara en un decir ciego, convencido encanto de trama.
Estábamos en la natalicia de los múltiplos, de los cantos, de los salmos. Es también este caos primario que nos atrapa. La blanca Luna está casi muerta en la profunda memoria de los espíritus creados del fuego. El Desesperado, loco insensato poseído por la verdad del mal, busca el mal y la ruina de toda esperanza después del castigo y de su caída. Ocupa ese espacio que los cuerpos dejan libre. El gran Adversario está siempre atento en los rincones de la duda. Ese, el Murmurador, enturbia las palabras llevándolas hacia el fuego.
Pues ya sabes que humillas mi boca con la ausencia de tus besos. Entonces empiezo a
vagar en la rica sucesión de tus manos, y las mías en ti hacen encuentro.
vagar en la rica sucesión de tus manos, y las mías en ti hacen encuentro.
Amor a ti como milagro
Tu lengua de araña labra y labra los tejidos de la noche
viernes, abril 29, 2016
Y tú, haces descender la siembra hasta las raíces de la tierra. Tu fecunda desnudez labra de noche los campos. Tu lengua de araña labra y labra los tejidos de la noche.
También las estrellas tienen su ruta imposible en la prisión de los planetas. Tú, "señor de los expulsados", haces ceremonias para que su curso nos sea beneficioso.
Amor a ti como milagro
Ante la sonrisa íntima de tu cuerpo, maga hacedora de lluvia
martes, abril 26, 2016
Eres maga hacedora de lluvia, hacedora de bailes y cuerpo, feliz enlace del amor y de la vida. Se me llena de ti la esperanza a páginas cortas, cortas, cortas. Se me ve el deseo en los brazos como una isla indómita. Ahí, cerca del filo de tu cama. en tu rodilla mi mano ante la evidencia: ante la sonrisa íntima de tu cuerpo.
Y en mis trincheras. Y en tus trincheras. Allí se nos llena el cuerpo. Llueve y no es sensato. Bailas como la escarcha seca. Son inmensas tus promesas. Y el amor, y el amor? lluvia seca. Te he visto venir con una sonrisa seca. Y aunque el amor, a veces, es un ocaso, en ti es una promesa. Llueve en tus recuerdos, a vista corta; pero son largas tus manos que me los acercan.
Pues he salido de mi sombra bajo los negros ojos del sol. Sombra de estrella fugaz, parrilla del tiempo. Especulares nosotros, hasta ahora impasibles y siempre. Te tengo que decir que hoy es mayo, ayer, primavera. Flotan nuestras miradas, sin embargo. ¡Ya ves! Cosa italiana renaciente. Hoy es mayo de flamante sangre, brillo, vuelo de miradas. Europa está en guerra y sus familias desangradas, lo vivido, muerto, las rosas en abismo. Y tengo que decir que esto no es una trinchera, ni un de antaño recuerdo. Está el cuerpo hecho de enlaces, “desennudados” al ocaso. Y tengo que decir que en el amor eres ceniza y seca, promesa y ruptura, vivo sonrojo.
Eres la inmensa metáfora de la vida. Y aquí y ahora te proclamo. Vienes del árbol del tiempo a mis raíces. El árbol crece tan pronto como tomamos consciencia; el nuestro, aún estando dormidos. De su existencia es el principio de nuestro mundo. Y vienes ahora con las manos abiertas, sus palmas de flores crecientes pues el mundo es un prodigio y tú, agua de mi vida.
Y en el lamento presente tuyo soy. Te tengo por mi locura, por mi tiempo, y razón. ¿Dónde vives, amor, detrás de los cristales? ¿Dónde?
El canal se vuelve ave. Siempre vi estrategias de alas en los ramajes del cielo. Campo de amor como una sutileza. Y ahora tengo que decirte indiferente como una piedra a la primavera. Alrededor de ti, alrededor del hombre, fui nublado. Vienes ¿no? Vienes unida a tu nombre, a los confundidos horarios, a las ventanas de la impotencia. Te hablo de amor confundido. Y en el lamento te verso convocado como al fuego la carne.
Es el mundo un prodigio de agua de vida. Tu fertilidad. Tu paciencia. Tu éxito con Dios. Porque Él quiso que fueses la revelación de la lluvia, eres el primitivo manantial de todo lo que nace. Eres la consagración de la potencia y también el río práctico que maneja todas las orillas. Es así. Y tengo que decirte que proteges todas las salidas. Me defiendes de mí por cuenta propia, de mis huidas. No está la enfermedad en nuestra casa, ni su sombra. No está expulsado el hombre a la tierra. Los fantasmas llegan sin espíritu, sin fuerza, sin ropa. Finalmente, eres venerable mujer, la esencia.
Eres fuego e imaginada. He debido beberme tu memoria y anda así, sublime e embragada. A veces, limpia. A veces, blanca. Éxtasis sagrado de mis ojos, blanca y creada. Eres para mí, la mujer primera. Tú, desbordante confusión, corazón fuera. Te sale lo hermoso por los brazos. Y ahora y siempre, eres mi vicio alabado.
Amor a ti como milagro
Mientras que en la alquimia de la noche va el cazador maldito
martes, marzo 29, 2016
Se evita la última dignidad. Ya viene el cazador maldito. Ocultad las cosas de la labranza. Encerrad a los perros. Ponedles bozal para que no hablen con los malos espíritus. Busca él los pecados ocultos que desconocemos. Les revela su cara y hacen luz de la noche. Así las piedras hablan del caminante oculto. Mientras que en la alquimia de la noche va el cazador maldito, henos aquí ante el embrión de la luz del mundo. Porque la potencia a ti se abre desde el árbol del agua.
Estábamos hambrientos como el ayuno del gusano. En aquella época de abundancia. Estaba entonces prohibido abrir las puertas. Queden dentro, queden fuera los que están. No hay tránsito entre los límites. Apaguen el fuego para que no ladre. Se promulga el silencio.
Te entrego, divina, para protegernos de los malos espíritus. Cálmalos con el amor que te hace. Sácales las ideas malas de su bienvenida. Nunca vienen por venir. Son dobles, astutos y silenciosos. ¿No ves su mirada amable? Es que está buscando los huecos del alma.
¡Cuidado al poder se ha acumulado del amor! Es fuerza. Llama y fuerza sublime.
Nos refugiamos en un nido de termitas, del amor y otras pasiones nuestras. Arrollaron nuestra alma y. Tuvimos un sueño. Sueños de agujeros locos. Sueños de tierra. Sueños de estamos solos. Aquí ya en la oscuridad puede acabar el mundo.
¿Por qué no más? Me hace pensar en el resto. ¿Por qué no más? Me hace pensar en la falta. Y si no tuvimos valor para lo nuestro. Y si fuimos cobardes. Ahora, tal vez, te hayas dado tiempo. Ese tiempo libre de la presencia. Ahora, tal vez, pienses lo que pienso. O, tal vez, no y estés contenta.
La vida destructora pone en pie su violencia. En el ojo del libro habíamos leído de Dios el alma . El infortunio después de doce meses repetidos toma puerta, abre cielo. Puedes estar tranquilo, mi amor, como un rey con derecho, como un sacerdote bendito. La calamidad toma procesión delante de las almas descarriadas con armas antiguas de lata. La cruz, el tamaño, lleva nudos sagrados alrededor de las piedras incrustadas de peligros. La corriente de la vida se estanca a veces; se estanca y no hay quien la mueva. Si uno se ha roto, roto queda.
Están las cosas a la expectativa y las ideas calladas. Eres tú la metamorfosis de la noche y su imagen. Así no va bien el azar. ¿Qué digo? Locuras que me haces. Nos hemos acostumbrado a dormir en lo descifrado pues somos enigmas desconocidos. En ello estoy: en esa borrasca. Saber de ti me ofusca. Saber de ti me aprieta. Saber de ti me hace nudo indescifrable. Las ideas como sueño; y las tuyas, divina pesadilla.
Y los muertos eran multitud y vivos. Ellos llaman a las catástrofes. Tienes el don de la lluvia. Y este es, amor, el gran ausente. Henos aquí en el paso a la noche. Mi mundo, emergiendo de tus aguas, emergiendo de tu cuerpo, toma hora de vida, más allá del eterno reposo. Estábamos en la simultaneidad del tiempo y otras opciones. Como si nos hubiésemos desdoblado: sí, uno y otro, tú y yo en las alas del viento. Con nuestro amor ausente y presente, súbita memoria de lo ido. Hallábamos ciudades encubiertas. En sus calles perdidas rehacíamos los pasos. Nos renace la memoria. Ahora, digo. Ahora que es pasado. Se me está variando el recuerdo. Se entreteje el tiempo. Aquí, allí, contigo. Y he de decir que esto me gusta. Seguiré en tu desvarío; porque es el único lugar donde me encuentro.
Somos solo intenciones; un tiempo de amor como milagro. Es inmediata tu mirada y las sombras del mundo. Desde aquí te oye ese que no soy; desde este lado. Soy un viaje viejo entre tú y tu memoria, un castigo, un encierro. Y si me hablas de amor y de preguntas, me hago suficiente para amarte. Hace tiempo, sabes. Sabes que ya esta puerta no es una llegada; que es sorda a aquello que bulle. Y ahora crecen en la hondura del perfil de tu boca muros como brotes.
La apocalipsis del mal; ha llegado la hora. Solo él conoce el lugar. Sus insignias hacen llamas. Porque los tiempos de la calamidad han llegado. Los nudos, los nudos concentrados. Los malos espíritus del aire hacen semblante de almas y sus fuerzas invisibles se oponen a la palabra.
Ya puedo oír las ruinas. Aunque la vida es la fiesta de la sed y del hambre, la vida, ese señor de la victoria, está siempre tambaleante. En ese hora de la soledad la vida traga amarga saliva y borra las heridas con otras heridas. Es esta la montaña primordial de la vida fluyendo por la tierra y por las aguas, mientras la parte subterránea del círculo surge sobre la superficie de la Tierra.
Los peces yacen momificados bajo el agua mientras los hombres quedan cautivos en las redes de mar. El pez con boca de flor surge silencioso entre ambos esquivando la cuchilla del péndulo metálico que va de polo a polo. Cabe decir que la superficie ataca al nocturno abismo.
Oníricas
La red es una parábola del Infierno, invisible bajo nuestros pies
miércoles, marzo 16, 2016
Los cuadros se balancean sobre las paredes de los museos. Las piedras intentan retornar a las canteras. Eso hizo el temblor del mundo. Creció la palpitación vegetal. El juicio quedó pendiente entre anuncio y anuncio. Todos se espantaron entre injurias. ¡Que vengan, que vengan y se reúnan! gritaban. Se apoderó el síncope de la marcha. Os separará el veredicto del odio. La red es una parábola del Infierno, invisible bajo nuestros pies. Quien corre cae entre sus mallas y desaparece invisible.
Si te alejas de Dios toma tu cuerpo como parábola. Nos quedará justo la miseria y un poco de suerte. Así, llorando de haber nacido, infames y corruptos para el tiempo y las edades. Por suerte, hoy ha salido el sol de nuevo y todos los vivos han resucitado. El trueno, detonador de todas las llamadas, da el primer aviso. El desorden huye invadiéndolo todo. Estábamos en los finales paralelos y nadie se encontraba en ese término. Hizo Dios la relectura de los hechos y vio que eran malos. Tomó su memoria y la arrojó al vacío.
El llenado de los tiempos está rebozando. Sus trastornos hablan de ausencias. El tiempo ya no puede ser exacto: ha caído en la deriva de la memoria. Sin embargo, la anarquía al revés instaura el orden; pero un orden hecho de las frágiles astillas del tiempo. Su miseria será la que quedará a los hombres. Por eso no llores: que hay recuerdos todavía.
Y ya sabes: la risa morirá de tristeza. Ya no se duerme más a causa de la muerte. Ya no hay indiferencia caída. Ya no se quejan los ayunos del duelo.
Y ahora nacerá la metáfora invasora. La miseria nos hace desaparecer en las calles. Y un día las aves se comerán sus plumas.
Y ahora nacerá la metáfora invasora. La miseria nos hace desaparecer en las calles. Y un día las aves se comerán sus plumas.
En las horas de las siestas cuando el sol en la habitación se oscurece das señales de vivir entre sueños y tu cálido cuerpo. Fue herida tu tercera parte; herida abierta y viva carne. El cielo no pertenecerá más a tu vientre. Mientras, otros se levantan con bramidos ardientes y feroces. Y una voz que vino del monte grita tu nombre.
Eres mi pan y de ti bebo. Señora de mi aliento en ti suspiro, vivo y muero. Eres mi vida ofrecida, ofrenda de mar, y te regalo las semillas de la tierra para hacer de ti mi fruto, ya que estoy al fin de los tiempos tus manos. Feliz el día que naciste bajo la alegría, porque pasas a través de mis huesos y les das vida. Eres centinela de mi vida y red que me salva, pues tú sumes la oscuridad en el hoyo de los tiempos.
Porque eres la presencia de Dios y prueba de su existencia, tu carne corre por mis venas. Escucha la voz de aquel que te llama en sequía. Estas aguas conservan tu imagen. Porque eres la certeza del alimento. Está en tu boca tu lengua como un dios sentado. Bella palabra entre todas las palabras, plegaria de nuestras afinidades. Consagro mi boca como el sagrado sitio de tu lengua. Y todos saben; y todos dan su consentimiento. Proclamo tu aliento, fuerza divina de mi vida.
Oníricas
Estaba escribiendo el Libro de los Pánicos: el pastor de las sombras
miércoles, marzo 09, 2016
Estabas escribiendo el Libro de los Pánicos. Es el pastor de las sombras. Y yo he llegado aquí. Todas las noches de esquina en esquina, bajo sus sombras. Tú, mi preexistencia, mediadora de esta y de mi otra vida. Ya no habrá puertas de la guerra ni el amor ausente. Ya no morderá el cascabel de la boca del pozo. Conocí el silencio de tus rodillas. Y he aquí la sombra en nuestras sombras. Pues el tiempo ha vencido a la memoria.
Esos malos sueños impuros, profundos y funestos, disfrutan, sabe Dios porqué, entrando en la vida, tomándola como suya y produciendo en el alma desastres. Se toman como divinas profecías del futuro. Se hacen caminos reales en dirección a la conquista. Después de la invasión, a veces, el durmiente no despierta y sigue viviendo en la real ilusión de estar vivo. Hace la jungla del sueño estos milagros.
Amor a ti como milagro
Si no aciertas has mentido por azar en el lago de las sombras
jueves, marzo 03, 2016
Si no aciertas has mentido por azar. Llevas la perla de la muerte entre la lengua y el cielo. Te pusieron la incorruptible inmortalidad en la boca para alimentar tu cadáver. Y eso durante un tiempo innombrable. Las plumas de los pájaros le dan la clarividencia del aire en la vida y en la tumba. Sale de la tierra el principio de la mirada. Las sendas no sufren las metamorfosis sin acarrear cambios en el universo. No perturbes sus mágicos bordes. Cuando invade todo la noche las sombras se reencuentran en el lago de las sombras.
Ardiendo en tu virginidad me imaginaba un ser sublime y de gloria. Porque eres divina. Porque eres fuego sagrado de mi alma. Eres lo que la ciencia llama esencia verdadera. Me has convertido en hombre religioso primario. Siempre veo en ti el agente de la religión y de la vida. Dios para nada puede decir que no existes. Aunque eres a menudo indeterminada, y él tiene dudas de verte, yo te veo y siento como esencia de mi vida; pues no puedes ser cubierta por la niebla de la vida. Si él no sabe decirte, yo sé decirte. Diría él: es algo. Diría yo: es ser. Pero en fin, aunque para él no existieras, eso no cambia nada a tu vida. Eres ese poder indefinido e infinito que me hace. Eres la majestad de la fuerza, divino entendimiento, extraordinaria y numerosa, fuerte, mi venerada; así como la profecía de mi existencia. Me llevas al éxito de mis derrotas. Eres la eficaz magia. Eres la creencia de la tierra, su alma. Estás ligada a mi lugar; ese sitio donde crecen los frutos, lugar peregrino de la naturaleza. No eres indiferente para los frutos de la tierra. En mi lugar creces. Insertas las horas y la tarde, ¡tan cortas! Estás en el fluido de mi vida. Eres cálida y caliente en todas partes, la exactitud de mis sentimientos. Eres la senda universal de mi camino, señalado y perpetuo. Eres el camino que a mis pies lleva. Amigo de la intranquilidad plena me la quitaste.
Fuiste para mí un préstamo de la vida. En ti me sostengo. Ese mal puede hacer el amor como refugio. Fuimos incapaces entonces de sembrar los campos de delante de la puerta. No por abatimiento; cultivábamos solos la noche en nuestros cuerpos.
He mantenido tu nombre secreto como una hierba que crece. Un pájaro blanco y gigante toma el vuelo por encima de nuestras cabezas, mira a la tierra, al cielo, y hace círculos de aire repentinos. En tu amplia morada yacen nuestras manos. Una de noche, una de día, tal lo nocturno, y el aire. Una banda negra cubre el cielo en la adecuada estación de tus manos. Celebrábamos los ritos del amor santificando nuestros cuerpos. Tu vestido ofrecía al viento resistencia. Cohabitábamos con la noche anterior. Fundíamos el hierro de la existencia. Y fuimos. Y fuimos roca del amor y del siempre.
Fuimos los primeros en vagar por la tierra. Los ojos tomaron forma e hicieron un cuerpo; goteaban las formas de las manos, la densidad de la piel, la contundencia de los huesos. La masa corriente fluía de las raíces. Tomando vida el movimiento hizo del cuerpo su parte.
Estábamos en el primer sentido de la lluvia, bajo la simultaneidad del pasado. Estábamos en un tiempo con espacio, simultáneo y rico en recuerdos, donde ayer y hoy se confunden, en un mar desolado sin alma ni cuerpo. Y en aquel tiempo, ellas descendieron de ellas, ellos de los hombres. Todo fue de repente, presente en las tres formas del Tiempo. Atravesábamos el río del tiempo en su participación. Nos protegía nuestra común naturaleza, su magia daba vida al paisaje. Era pues la intermitente creación del mundo.
Estás en el eterno tiempo del sueño, de los vivos sueños que hacen en el corazón mito. Estás en la mágica espera, en su abundancia. Mientras, mientras,... el crujir de la tierra nos hace alas. Las almas se baten desaparecidas en los ciclos de los sueños. Ellas serán las progenitoras de alas nuevas. Pertenecen al mundo de las últimas palabras. Ellas ocuparan el centro de las piedras, su alma callada y caliente. Poseen la profundidad de la acción y el centro de la vida. Cuídalas para que no huyan de nuevo al bosque.
Mi felicidad de ti depende, viga, mi hechicera, tú, mi sustancia. Puedes ser horizonte, piel y horizonte. Me bendices y me tratas, Gran Misterio, mi digna inescrutable.
Por tanto queda claro que soy afortunado. Del encantamiento vengo, de la dulce alegría. Así pues, te debo… Eres lo inusitado de la vida, la grande, lo eficaz de mi alma; y con tu éxito natural, repito, me haces. En tu eficiencia soy tremendo. Me haces habitante de la isla, sin naufragio, inmersión de mar, ola y tormenta, el encantado azul cielo-mar.
Eres el influjo de mis sentidos, tu fuerza sobrenatural que me hace, y esa rotunda capacidad de hacerme cuerpo. Eres el poder que reúne los nombres, los nuestros, los de la vida, la misma existencia. Eres lo derivado de todas las cosas, lo simple y compuesto, la majestad de tu risa. Eres la profecía de los sentidos, el señorío del influjo, las puertas abiertas. Y a mí me toca la fortuna de nombrarte.
Si me elevas al lamento tomaré todas las ventanas de la tristeza. En cada rincón tuyo se hace el tiempo. Y yo, por este amor implacable que me hace mayo, espero. Eres locura y presente, ociosa mirada que me atrapa. Y tengo que decirte que floto en tu sagrado abismo.
Porque estás inscrita en mi memoria. Porque despliegas en mí tu cosecha. Porque tus cabellos iluminan el flujo del viento. Por eso, por eso. Tomo los recuerdos de arena
y hago un fondo con olor salado, una tundra de horizonte, una tormenta.
Vienes como agua del silencio, como el gemido del campo.
Hemos cerrado el futuro como escaparate, puesto en estuches
el tiempo, y abierto los vuelos, llenan de luz el cielo blanco.
y hago un fondo con olor salado, una tundra de horizonte, una tormenta.
Vienes como agua del silencio, como el gemido del campo.
Hemos cerrado el futuro como escaparate, puesto en estuches
el tiempo, y abierto los vuelos, llenan de luz el cielo blanco.
Entonces estaba la vida y el vacío como un lugar abandonado; y llegaste. Vienes con todos los horarios, sus horas, el tiempo real de la vida, y algo entre las manos como un fruto. Y te hablo, amor, tan confundido como el que hubo perdido la potencia, la fuerza, la savia, la vida. Tengo tu prenombre a punto de estallar en mi boca; y suena el amor como tambores lejanos en marcha.
Ardiendo, no hacíamos otra cosa. Y debo imaginar que eres sublime, a veces fuego sagrado, a veces alma y delicadeza. Son estos tus ojos como brazos. Y llegaste, amor, con todas las convulsiones, devorante y veraz. Y llegaste, amor, como las horas irremediables. Alabada seas señora.
Allí soy donde tus ojos. En ti se esconden mis manos. En la fértil gravedad de tu vientre. En el poder húmedo de tus labios. En tu constancia. Te amo. En la cúpula de tu boca, en su cielo. En la restauración de la vida. ¿Cómo voy a decirte? Eres amplia… y nosotros… nuevos brazos que nos crecen.
Voy a quitar los vuelos y las luces para ver si eres tú la razón del aire. Voy a ponerme en marcha hacia tu cuerpo; y luego… y luego voy abrirte el alma para dejar escapar al olvido. Tengo el clima de tu pelo y su futuro, la flor temprana de la espera, el siempre, siempre.
Bien cerrado el vuelo, bien cerrado sobre el futuro. Dime, amor, cuánto es este mar blanco? Cuánto crea la distancia y el aire llano? No estuve en todas tus salidas ni en tus estuches cerrados, no estuve. No estuve en la marcha abierta, ni en el cuerpo del olvido, ni en la piel de la desesperanza. Y tengo que decirle que desde este instante eres el futuro de mi marcha. Así de simple.
¡Hola! Le digo a tus manos como un sollozo que hace comienzo, como esa vieja ventana que te recuerda. Te creí diluida, noche y transpuesta. Pero el desorden del universo me advirtió del ruido de tu vestido que en algún lugar de los muebles habitaba. Te creí diluida y constante mientras las noches blancas de tus piernas hacían playa de carne entre mis sábanas. Oye, amor, me haces memoria y recuerdo, santo brillo de la ausencia. Me haces del dolor arena, negra y desolada. En esta tierra donde arrastro mi cuerpo, y solo e inhabitado, despojo de mis horas.
Mientas las luces resplandezcan, mientras las playas sean sonoras, te amo.
Si la tristeza fue casualidad, si la borrachera fue futura, si se nos dio la desnudez, si la inspiración del cuerpo pesaba, si los poemas son siempre lentos y las ventanas rosadas, y los sollozos, y los paseos: el canto de nuestras almas; entonces, entonces fueron nuestros abrazos llenos de recuerdos los que nos atravesaban.
Si la tristeza fue casualidad, si la borrachera fue futura, si se nos dio la desnudez, si la inspiración del cuerpo pesaba, si los poemas son siempre lentos y las ventanas rosadas, y los sollozos, y los paseos: el canto de nuestras almas; entonces, entonces fueron nuestros abrazos llenos de recuerdos los que nos atravesaban.
Amor a ti como milagro
Es esta una calle callejera donde el futuro se emborracha
martes, febrero 09, 2016
Es este un tiempo esculpido en las hojas verdes del libertinaje de la vida.
-¡Despierta! Que por su vestido pasa el amor, se come los árboles de la vida, empuja y juega. Es esta una calle callejera donde el futuro se emborracha.
-¡Despierta! Que por su vestido pasa el amor, se come los árboles de la vida, empuja y juega. Es esta una calle callejera donde el futuro se emborracha.
Y luego en toda esta parte del amor, en este instinto repentino, visto vida nueva, ojos rotos, corazón inestable.
Cuando no estás la mirada empuja hacia la nada. En la tierra de besarte ríe la lluvia de nuestra cama como horas que pasan en relámpago. Ese viejo mar acaba en el silencio inmutable de la arena abrumado por disparos estelares. Supongo, amor, que esto es el infinito, el instinto perpetuo del insecto, la sostenida existencia de tu ropa. Vengo a decirte, en la red de tus ojos, que te quiero y amo en el loco libertinaje de esta vida regalada, secreta y abierta, triunfante y muerta, amor e infierno del ignorante reposo.
Tú, mi amor, eres todo aquello que me conserva la memoria. En esta oscura nube de seda, en estos manzanos de piedra, se alimenta el apogeo de la desgracia.
Y veo tus pies en mi memoria. Tengo delgada la memoria de tanto usarla. Tierna y dolorosa, las cicatrices. Desnuda la vida y los recuerdos. Viejo el horizonte. Las hojas del volver. El ruido de lo visto. Cuando el sol hace de cubierta de mi cama. Cuando los cuerpos hacen nombre. Nadie conoce tu sonrisa. En torno a tu mirada. Con los ojos de frente. Huele tu larga piel. Cubres los puentes de la Tierra. Parte de mi mano empuja la Tierra. Fluyo como un pasado en tus manos. El olor me conserva la memoria.
Con tu voz en el aire. Bajo tus ojos. En tus lados del negro deseo. Hablabas lentamente y delgada en mi ancho pecho, en su sangre coagulada.
Sublime eres y arrojada, la casualidad de mi vida, algo cumplido e inestable. Jadea la noche. Eres camino y transparencia, Luna llena, color de mis ojos.
A veces te amo y otras siempre. Fijas de las playas la orilla. Eres voz de mar, mirada fija de los peces. Tu respiración me asombra. Tus ojos pasan borrados de inundaciones. Luego regresas. Escucho el agua bajo tu ropa, la marcha de tu ahogo. En tu voz eres aire, fuego en tu boca.
A veces te amo y otras siempre. Fijas de las playas la orilla. Eres voz de mar, mirada fija de los peces. Tu respiración me asombra. Tus ojos pasan borrados de inundaciones. Luego regresas. Escucho el agua bajo tu ropa, la marcha de tu ahogo. En tu voz eres aire, fuego en tu boca.
De este hombre eres lo imposible. Eres el pliegue de allí donde se acaba el mundo. Tu voz pareces y allí dejas rastro. La noche ya no corre. Antes lloraba ante tu transparencia. Han pasado dos tierras, dos mundos, y esta vida que pasa y pasa.
Tus ojos quieren tocar mi pecho, hundir sus manos en mi carne, quieren saborear la delicia de mi pensamiento; tararean, exaltados, la canción de amor que nos hizo; son rezo, impulso y beso, asombro del primer hombre.
Amor a ti como milagro
Fue entonces cuando tú desnuda perforaste la mordida de mi deseo
viernes, enero 22, 2016
Fue entonces cuando tú desnuda perforaste la mordida de mi deseo. Toca mi pecho, aquí donde mi corazón late. Nuestros dientes suenan a beso, nuestras manos a memoria. Pasan tus rodillas por mis mejillas, tus muslos y mi lengua. Somos boca y garganta, deseo.
Es cerca la cercanía en el movimiento de tu mano. A tu contacto contemplo
la belleza que me aguardaba en el mundo. En mi mente de arena una tarde, cuya longitud era fuego, vi tu presente. La habitación, en el filo de la cama, era una garganta profunda de amor y sueños. Fue entonces, cuando tú, desnuda, devoraste mi pecho como tu mayor delicia.
la belleza que me aguardaba en el mundo. En mi mente de arena una tarde, cuya longitud era fuego, vi tu presente. La habitación, en el filo de la cama, era una garganta profunda de amor y sueños. Fue entonces, cuando tú, desnuda, devoraste mi pecho como tu mayor delicia.
Miradas de ciego, obcecado y ciego. No supe cuando el amor estaba. Infatigable y desdichada memoria que vuelve contra los recuerdos. Se parecía al amor en calma, al subir y bajar de los sentimientos. Y ahora que me hablas, en el primer momento, surge el germen del recuerdo. Tomo cerca tu respiración y tu contacto. Tu brazo, tu vestido contemplo, tu olor ebrio y la longitud de tu fuego.
Amor a ti como milagro
Esa mirada desdichada de memoria se queda en los huesos
domingo, enero 17, 2016
Rico destino la noche. Sales huyendo cuando la angustia amenaza aquella tarde de besos. Eres enemiga de la indiferencia. La sombra de mi cuerpo te encanta. Y esa mirada desdichada de memoria se queda en los huesos.
La historia del mundo tiene una mano defectuosa: nos hizo separados y distantes, solos y distantes. Y a pesar de todo, el azar nos ha reunido. Ahora queda retenerte entre las turbulencias. Mira, amor: huiste . Esos son tus excesos: las huidas. Vuelve tu juego a repetirse. Se remueve la noche, se libera; y a penas, el destino se angustia. Noche presente: nido de víboras.
Amor a ti como milagro
He decidido llorar temporalmente; llorar de un llanto defectuoso.
viernes, enero 15, 2016
He decidido llorar temporalmente, permanentemente, con tiempo, con todo el tiempo; así, llorar en exceso, sin retenerme. Esta es la historia del mundo: llorar; hacerse feliz y llorar. Llorar de un llanto defectuoso.
Sin los mimos de tu lengua soy hombre muerto, y el amor, una lengua de hoja seca. Insaciable e insondable el abismo de tu hechizo, fabuloso, sin duda, perpetuo movimiento de amor y ola. Tu líquido cuerpo, la carne de tus labios, y esas manos de nocturnidad sospechosa. Como ves he decidido hablar de tu tiempo, de tu historia. Suele girar el mundo sin saber de ti. Peor para él. Yo te sigo a ti y a tus ciclos como ave esplendorosa allí donde reposas, generalmente entre mis manos.
Tu respiración tu silencio. El elixir de lo que piensas. Confiado en tu sorda mirada, imborrable. Prometida mano ya cumplida. Una grieta en el mueble. Un gesto del espejo. Otro lugar; y ya te has ido. Suave. El amor suave, dijiste, arrasadora. Ahora ocupas este lugar de la noche, este sitio de la lengua roja.
Ahora eres fundamento de la noche. Tengo costumbres vecinas; sabes! Tengo obsesiones imperativas; sabes! Y una duda que empuja; una duda insensata... permanece conmigo desbordada. Tengo ventanas grandes... con pupilas dilatadas. Y en el blanco de los ojos, tu calor arde. Tengo un instante para un instante, una respiración de silencio inexpugnable y este exilio a tu favor en el que te pienso.
Permaneces; a pesar de la bruma, permaneces. Permaneces en las noches solitarias y en aquellas donde eres la compañera de mis sueños en los surcos de nuestra memoria. De punta a punta, de ti de mí, de lo que eres. En este futuro apretado, comprimido, cerrado, cifrado, no tengo pies ni tendré memoria.
Amor a ti como milagro
La bruma de la vida: un tren invisible que te arrolla
domingo, enero 10, 2016
Como si conocieses la bruma de la vida como un tren invisible que te arrolla. No hables de las noches que no has conocido, no hables. Estábamos sentados en el umbral del insomnio. Nuestras mecedoras. Nuestros zapatos sobre sus pies. Un aire a vapor de tabaco. Grillos y tv suenan. Gestos desenfadados de olvido y otras nueces. No salíamos a la bolera donde la última vez no pagamos. Después de la próxima paga será. Tendremos que comprar antes la bombilla para el cuarto de baño y poner la que tiene en la entrada.
Todos tus nombres. Toda tu piel. Así tu mirada. Vino una especie de tormenta, su avidez. Vinieron tus brazos enmudecidos. La última hora llama. Vino la noche quemada: el tumulto del universo, un grito infinito, los pasillos de la muerte.
No puedes hacer nada por mí, por mi muerte, nada que la vida no haya hecho. En este mundo sin ventanas te avecinas. Alrededor de las olas tengo tu horizonte. Tu desafío de mar hacen trick con mis huesos. Y me defiendo del mar, de sus abismos, de los recuerdos dormidos en el viento. Aquí, encerrado, intuyo tu llegada solitaria, tus recambios del cansancio. He oído la piel de las olas, la respiración de las gotas del silencio, la lentitud de los granos del mar.
Meditan tus manos en mi memoria. Crean historias de encuentros perdidos.
Y nuestros cuerpos, y nuestros cuerpos, ilimitados como la vida, se abren a nuestros ojos. Sentados sobre el paisaje, vi tu corazón ampliado, pensando en otro, en otro lugar, en otra cama, en otras manos. Pronto aprendí a olvidar. Ajustado a la vida, pegado a tu paisaje. En nuestro mundo el cielo era un desconocido. Allí donde todo escucha se hizo un silencio. Escucha, amor, este es un corazón prestado. Este es el enlace, el nudo de todas las esquinas. Escucha, amor, los puntos cardinales, sus victorias, sus distancias, su pérdida. Ahora te hago un llamamiento que explota, una razón desconocida, una ceguera. Mis ojos muertos te esperan en esta parada del tiempo para decirte que estuve en todas las salidas. Mira, amor, el mundo de mi mano, sus ojos ventosos, su desgracia. Intuyo que aún no te has ido, que fue la ilusión del desesperado, que estás aquí presente, aquí al lado. Intuyo que se trucaron las horas, que entre días borrosos se oyeron puertas, gritos, portazos. Pero estás en algún lugar de esta casa que aún no he buscado. Estás allí esperando a que vaya, deseando mis pasos, presintiendo mis manos.
Y nuestros cuerpos, y nuestros cuerpos, ilimitados como la vida, se abren a nuestros ojos. Sentados sobre el paisaje, vi tu corazón ampliado, pensando en otro, en otro lugar, en otra cama, en otras manos. Pronto aprendí a olvidar. Ajustado a la vida, pegado a tu paisaje. En nuestro mundo el cielo era un desconocido. Allí donde todo escucha se hizo un silencio. Escucha, amor, este es un corazón prestado. Este es el enlace, el nudo de todas las esquinas. Escucha, amor, los puntos cardinales, sus victorias, sus distancias, su pérdida. Ahora te hago un llamamiento que explota, una razón desconocida, una ceguera. Mis ojos muertos te esperan en esta parada del tiempo para decirte que estuve en todas las salidas. Mira, amor, el mundo de mi mano, sus ojos ventosos, su desgracia. Intuyo que aún no te has ido, que fue la ilusión del desesperado, que estás aquí presente, aquí al lado. Intuyo que se trucaron las horas, que entre días borrosos se oyeron puertas, gritos, portazos. Pero estás en algún lugar de esta casa que aún no he buscado. Estás allí esperando a que vaya, deseando mis pasos, presintiendo mis manos.
En este año nuevo se ejecutan las nubes y el granizo, y la marca de las estrellas. Todas nuestras promesas incumplidas son pozos secos. Somos forzados de la memoria, manos expuestas al destino, un fuera del tiempo
sin gotas.
sin gotas.