Por ejemplo. Ese ejemplo tu lo sabes. Para que me alcance el creer. Para que tarde el amanecer. Y alguna vez somos gesto. Fuimos foto agrietada: papel sin agua. Gota de papel, un mar de mujer, una mezcla de ti, un tú que me duele. Un dolor prolongado. Prolongación de la vida. Vida de silencio que no dice nada. Desconocida vida de puertas. Delante de las cuales se detiene secuencialmente la vida. Elle iba sola misántropa. Con un invisible cinismo en la sonrisa.
Senso, luego ex-isto como hipó/tesis.
Te encontró el espacio del cielo. En tu secreto. Dentro y encerrados. Tu digitales huellas, dicen el camino. Ven por aquí. Está todo tapado, encubierto, cifrado para el entendimiento, para el corazón abierto y transparente, iluminado, “éclatante”, solo lo tapa el viento, con su translucidez, viento de seda y viento, Oriente con su hermetismo mal imitado aquí con el habla de niño.
Tu cabello, acacia. Del invierno norte. Tallaba el origen de la máscara; o tal vez, el origen tallaba la máscara; nadie lo sabe. En todo caso, imputrible flor del desierto. A prueba del desierto. Desafío a las leyes de la naturaleza. El superior vuelo del éxtasis. Le regala tres semillas de boca. La fuerza del olvido en la que se somete la tierra. Cayó un rayo de agua germinal. El vidente del agua. Lo recibió en el lago del ojo. Se inundó de azul la mirada. Salen las mentiras como halcones del vuelo de los ojos. Indican el fin del alma, en su descenso hacia el fondo del aire. Presagio de las desventuras que le acaecerán al cuerpo, ese pájaro del delirio que desvaría cuando usa la palabra abandonando lo concreto de los gestos, movimiento de la masa de la carne, alegres huesos de sus articulaciones. En su impotencia oral no hay coro que cante a la abstracta divinidad. O aún pájaro de la leyenda canta; él absurdo, canta. Se coagulan los soplos constituyendo el físico espacio, lugar del hogar de vida. Ligan entre sí los pilares del mundo. Y lo lanzan al movimiento.