Sombra deforme y turbia en el inmenso vacío total de cielo y de la tierra. Sin límites de deriva. Sueño de vencejo. La yugular de la Luna. En los huecos de la mirada. En la túnica de sus ojos. Bajo la sombra de un bosque de bambú. Cabalgando sobre lenguajes de viento. Arco iris que se arrastran ondulándose por el suelo a través del desenfrenado ataque de hermosura. Sin índices de recuperación. Reactivación del olvido. Reducción de detalles fenomenológicos. Anomalías del viaje mental en el tiempo imaginario. Se ritualizan las horas. Anclaje de la cotidiana realidad convierte lazos en lazos, instalando la inmutable beneficiosa perpetuidad para el fruto.
Los pilares que sostienen al caos. Que traen el descanso. Recuerda, la integridad es siempre prosperidad. La hierba de agua. Las cigarras de tarde. Octavo grano cayendo de la hoja. Sin el refugio del otoño. El misterio de la razón. Siete veces la morera crece. Sus granitos nobles manchan las yemas violetas. Pasa camino constante al lado de su sombra buscando lejanos barcos. Se manchan las plumas grises de las vecinas palomas. No es invierno de seda. Ni dulzor de dátiles. Sin defecto alguno de frontera. Rostro esquivo de la vida. Su naturaleza. Las exquisitas hojas flotantes. Crece profundo y oscuro el atardecer. Y su olor lleno de destino. Es la vida un camino que puedes llevar bajo el brazo.
Se comenta, en idioma de rodilla. Su cola en forma de arcoiris-silencio. En multitud de tiempo. Al pie de las letras del poema las negras y torcidas patas de la cucaracha marcan el ritmo de escritura. No son menos peligrosa la multitud de cucaracha. Y nuestra tormenta frontera creada para darnos cobijo de agua. Su generosidad en llamas. Viene cristalina para responder al enmudecido silencio. Al silencio de las luchas de avaricia. Incrustados en falsos homenajes. Enviando, como ofrenda, las hojas del otoño. Libre del desgarro del dolor y de toda aflicción. Del tranquilo gran sacrificio. Por el camino marcado por las pezuñas. Se crean en la dimensión de los huecos pequeños lagos bajo la lluvia. Sobre la superficie de los cuales las amarillas abejas beben. Mientras se reflejan sus ágiles alas de volador insecto. Para traer la generosidad de otro otoño.