Detrás de cada cada hay un cada cada ahora nos acordábamos del llorar hasta querernos en las congeladas penas de la ciudad en hielo estaba mar desnuda que una sola lágrima cuando los elefantes cantan la jungla baila en el famoso libro de la soledad absoluta sus manos como páginas en blanco todas sus sombras tienen su historia en la que no pudimos hacer otra cosa que la noche
Nunca nos pedíamos atraparnos; nuestra velocidad era insaciable las horas para volvernos a meter en nuestro cuerpo necesito lo que me otorgas otro rostro las tormentas son naranjas cayendo del cielo acercarse es emigrar a una parte de nuestra alma-intuición somos en búsqueda de las palabras para decirnos gula de los espejismos en el cumulo de las ciudades en sus arrebatos mientras bajo su vibración se nos viene la escritura como conocimiento manual de la letra
«se ver» por «verse» otra vez o verse al revés. En la llegaba. Un poco por la tarde. A media tarde. Se dijo por un instante insultante. Vulgarmente pensando. Por mucho del tiempo del antes. Empeñado tiempo de los saludos en la ciudad. Tras la ciudad se escriben versos del asombro. Entre sus claros. Entre su resistencia. Había una ronda. Solitaria ronda. En vanas ocasiones quedaba como puntos suspensivos quienes miraban como mira el horizonte desde el filo de la hoja.
En lo en no se dice, más bien. Bienes concejiles. De abolengo. Aprovechamiento nos. De difuntos ausentes. Insumos equipos. De realengo. Fungibles. Privativos. De liquidarnos. Libremente. Sin litigio. Mostrencos. Desamortizados. Nullius. Relictos. Reservativos. Semovientes. Troncales. A bien que... me lleves a la puerta. Bien así al umbral. Bien así como entrada. Bien de ganas. De tus mil de amor bienes. De bien. De bien en mejor de amor del tuyo. De alabados mil bienes. Beneficiarlos. No malparar la bondad. Por bien de la interior paz.
Cuando salga de este sol encerrado. Del que padezco. Más vale decirte que me enseñes. A vivir abierto. Según me dice la memoria. De sus recuerdos vivo. Como prometido. Te pienso. Como un nocturno río. Mas, sus aguas columpio, arrastran la noche negra, espesa, consistente como una inflada piel de vaca.
Senso, luego ex-isto como hipó/tesis.
Para tomar tu lengua como el principio de todas las cosas. Para aprender de tu voluntad. De todos tus verbos del secreto. Con sus claves misteriosas. Con sus mentes de sombras. Con su boca amamantado. Con su boca cuerpo. Y todo gira en el retoño. Tus ojos con sus párpados tijeras. Con su tiempo sombrío. En la invisibilidad del tiempo. En su alma negra. En su despierto vientre. En la ausencia de piedra.
Senso, luego ex-isto como hipó/tesis.
Con daño de sangre se rompe. Se rompe el cuerpo en su imperfecta noche. Se divierte en filigranas uniendo pequeños granos. Cada cual aporta su belleza mentira. Su abuso. // Te recuerdo con sentido. Tú, la llegada. En el rezo de tu boca. En el despertar. Siempre, en la incoherencia del sufrimiento. Viene a cerrar mis ojos indolentes, con la lentitud de un párpado, entre estas paredes-fuertes, tan pronto como me hiciste mar.
Senso, luego ex-isto como hipó/tesis.
Senso, luego ex-isto como hipó/tesis.
Bajo el preso de la vida. Preso peso de la lluvia. Te dedico traerte en la manos unidas el tiempo como divino regalo de inmortalidad. Y tormenta, plaza y tormenta. De los momentos tuyos nace el amor. Callan bocas de silencio. Hace amor de vientre. Sudor de silencio. De boca que piensa que habla. De risa que ríe. Aunque, a veces, es lamento. Solo me callo dentro de ti. Y en cosas invisibles. Ojos cerrados no me engañan. Por mucho que lágrima revele. Ojos ciegos viven en el caos.
Abre la presencia y se despliega. Se presencia y se escribe. Rellenando los huecos sin nada. Se vierte y derrama. Entre vida se vierte. Al comienzo del tiempo anterior. En el dormir robado al tiempo. Robado al espejo. Allí, desde su cumbre, resplandece la mirada. En su ignorada admiración. En su oculta belleza. En el el amor y el otro en su recónditos laberintos.