Se movían las estatuas de piedra en el fondo de la caverna
miércoles, septiembre 28, 2022Se movían las estatuas de piedra en el fondo de la caverna. Cara plana blanca superficie fina como de cartón pintado en gris mármol. Ovalada. Expresión de órganos sensoriales fijos. Como de Venecia. Con la humedad del cuerpo extraída. ¿Qué culpa tiene el cuerpo si se multiplica como sombra? En los márgenes de la realidad.
Así se puede de nos. Del su vivido. Del como las horas ves. Por el momento ves. Los frutos planos. Como suelo íntimo. Donde caen las cerezas del rencor. De aquellos desafortunados débiles de esperanza. Eso mismo cuando se despertaba la intimidad. De la muerte. Carroñera del tiempo. En su venir a recordar los agujeros. Sus límites abiertos al viento. Del cultivo de la mirada bajo secreto. Por amor al viaje. Del en ti. Como retorno. Que siempre se mide en espiral sobre sí mismo. Retorciéndose. Curvando el espacio. Echado sobre nuestras manos. Sobre las que el mundo se extiende.
¡Qué adivino invento! Aprendimos a contar. Sin rodeos. Contigo. Sin remolinos de piedras. Sin quehacer bordes. Para quedarme al lado de tu razón. Por si apareces con mirada de desastres. Rodeada de contornos de miradas. Como el amor puede sobre el cuerpo. Sin él. Con él. Hechos al vacío del pensamiento. Sin visibles catástrofes. Por los pocos que vivos se saben. De esa hora del sucumbir. Sobre las ramas a veces del alba.
Del del sentimos. “Desdel” sentimos. Ya cuenta. Como se sabe. Entre nosotros. A todo. Que íbamos a encontrar. ¿Cómo se llamaba tu piel? Ya sabíamos que las pieles no tienen nombre. Ni las viñas del Señor. Ni las viñas del Infierno. Se van. O vienen de aquella tierra. Cada mañana al amanecer. Como una mañana nuestra. Cuando se acaban las noches de amor. En sus formas siguientes. De ojos. Las fórmulas de sus ojos. Cuando se levanta el tiempo. En sus formas simples. Si se acaban sus sellos. Sus aprendidos inventos. Su recurrir. Con recursos de ausencias.
Más alto lento deseo. Queriendo cada vez. Romper lo negro. Romper lo que se muere buscando palabras. Se creen los gritos. Mendigos de vieja memoria. De reconocido dolor. Sobre el cuerpo tejido. En un vivir de entusiasmo. Profunda verdad de cintura. Como llamando a esos ídolos. Con labios ajenos. De llamaradas. Retumban sobre sus propias sombras. De amor desapercibido. Como el tú y tú cuenta. Solo como recuerdos. Todos los recuerdos como cementerios.
De poco. De esos. De nosotros. Nuestra boca como tuya. Sin tristeza compartida. Sin justa pena. En sus momentos siempre. Nos retumba. Cuando se dice nos lleva. Más allá del común salvaje. Sin amar el destrozo. En su insoportable rotura. En sus manos ciegas. ¡Cómo no verlas cortando las horas! En esta tierra negra. Murales sobre la que la realidad se pinta sola. Se llamaría viaje. Viento abierto. Frente a esa caja fuerte de los muros del pecho del alma.