Y le enseñó la vida ignorante lo menos posible. Y no es un cuento de Navidad como cualquier otro historia de la vida. Y esto quedó. Verdina azul de los caños abiertos sobre las paredes. Otros mezclados con verde jabón tras pasar por la vieja ropa tiesa y sudada. Un ácido olor. Un espumoso riachuelo. La vida de la piel desprendida flotando hacia el atajo del camino. Fuera verano o invierno siempre corría. Corría al lado de zapatos mudos, sin su consentimiento; y era este uno de los caminos de aquellos pies que nunca llegarían a ninguna parte, a pesar de haber recorrido todos aquellos que aparecieron en cada final de las esquinas.
Mira como los puentes ultrajan la salida, cierran el agua, y toman el Oriente. Pasan andando los muertos, en fila mortuoria, con sus cuerpos lentos. No miran el futuro del agua, ni el aire que la mueve. Son de carne y sus pasos no se oyen. Todos tienen la misma expresión de cara: parecen copias.
La gente empezaron a llamarlo el Puente de los muertos. Iban vestidos con sus trajes negros, desteñidos; zapatos negros; suela gastada por la repetición del puente. Nadie sabía si volvían una y otra vez a pasar; pero se sabía. No hubo nadie que consiguiese distinguir uno de otro. Miraban de frente como si no supieran a donde van. Un ir eterno sobre ese puente; y tal vez por otros. Pero cada cuál ve el puente más cercano; y cree que ese fenómeno es único.
No hablaban; así que no sé cuáles eran sus pensamientos. Poco más puedo decir. Nadie sabe lo que los muertos piensan.
. ****
Vivo estás en su cama,
cruel
te condenas me condenas
a esta espera
aquí estoy para cuando el deseo de ella se te vaya
Soy yo quien está dentro y tú dentro del laberinto
vivos a la vez muertos
y sobre todo a la espera
Allí yo de día tu sombra,
de noche fuera grito.
Ese ruido en ti es silencio afilado
encerrado entre los muros de mármol
sin preguntas, como un dolor que no habla
Doble dolor doble silencio
yo callada cólera siempre
tú, la culpa de tu huida
piedra cerrada, isla cercada
yo sí sé mirar, cuando fuiste encerrado
Ella, ella, ella te metió en sus sueños
del tejido miedo, te torna feroz, mi fugitivo.
Claros son los jardines de fuera,
desde el otro lado te rondo y oigo
Aquí fuera solo existe el frío
Allí tienes sus manos
Pájaros locos se esconden allí.
Yo vivo aquí, en ti, en la sombra de los muros
que tú has elegido, cruel condena de isla,
encerrado en la curva de sus brazos,
hambriento, te equivocas, ciego
Son sus pasadizos equívocos
¿no oyes su posesión-ruido?
¿no sientes la piedra de sus manos?
Ella te llevó allá dentro protegida
Que caiga sobre mí el cielo afilado si de ahí no te saco.
Es como herirse con las cuchillas de cada sílaba
y acabar desangrándose al final de cada palabra
cada vez que me hablas de ella
No quiero, no quiero que la saques de tu boca,
no quiero que ella corra en tu caliente saliva.
Súrcame nuestro recuerdo
repítelo, repíteme, súrcame en tu boca
Ya ves : cuando no estás tengo la lengua acelerada.
Te acercas como una vela lenta en el horizonte,
te hablo sola
como a un imposible fijo
hermano de mi cuerpo
me hablas a mí desde lejos te oigo
liso como una cala de mármol
Eres oleaje cuando llegues
oleaje vela mis sábanas
hablar es hablarte
Te escucho en lo alto de mi espejo
Aún es demasiado lejos pero llegas.
Entro en tu laberinto a escondidas y te veo doblado,
ya no tienes centro sino dentro
como una sombra que cubre los pasillos
Llego, te veo, no te hablo, invisible
Siempre en ti es noche mirando al suelo
me recuerdas me dejaste fuera
tal vez para protegerme
Reinan en ti los ojos fijos
del desamparo sin-ti sin-mí
te proclamas libre encerrado
vuelvo comprobando tu silencio.
Para siempre, yo soy para siempre,
en este para siempre me dejaste
sabiendo que volverías
tengo las últimas manos de niña que me dejaste
Pero mis sueños son tu centro
están siempre a ti siempre ceñidos
como el primer punto de mi vida
dulce y enorme en el reino de mis sueños.
Esta fuerza terrible que me dejaste
te acecha
cualquier signo tuyo es mi alimento
sin medida en tus ojos vivo
gran poder me tienes en espera
Tu huida te dejó preso en el laberinto de ella
de mis paredes testimonio
aquí en mi cuarto tus visitas quedan
rosas noches promesas.
A la vista de la mañana tú miras al mar-espera
llega la curva del agua
alta contra la pared del sol
el silencio es un foso
abierto en mi pecho como un gran agujero haciéndose
Mis entrañas sin salida viene de tu perdida
mi tortura insaciable en las puertas de fuego allí medita
tu partida hacia ella, hoy vuelves
Tuve párpados abiertos sobre la mirada
engarzados en sueños
de tu retorno vivo
en reiterada espera.
Empuña la palabra
y el mensajero le dice:
se ha acabado el hilo del tiempo,
ella quiere el fin de tu espera,
de seda ha hecho el camino,
la vuelta será breve
soy el mensajero
por mi boca la boca de ella habla,
no te confundas, prisionero
por mí te golpeaba
por tu aspecto derribado
el amor de ella no te mereces
no sé qué ve su corazón en ti,
¡mujeres! si fuera yo ella
no podría monstruo amarte
no sé nada de ti
pero no brillas,
solo veo a un hombre,
¿acaso tu horrible apariencia me engaña?
yo por mí vendría a matarte,
no escucharía tu causa,
yo como hombre no soy de palabra,
esas que corazones rompen
pero tu mirada desafiante
pone brava mi espada,
no sigas, condenado, con esos ojos,
que un instante te doy por muerto
y muerto yo para ella
su belleza me frena,
me abrió de su cuerpo la puerta
al acercarse y ahora dudo de cumplir la promesa
dame motivos y la olvido
dime su nombre y te perdono,
cuéntame de ella y de vuestra causa
y tal vez olvido,
habla ahora de frente
dame razones para no ser yo el que vivo vuelva,
tú sin actos ni nombre aún para mí no eres nada,
habla si la amas y quieres salvarte
¿oyes como su respirar de ella suena lejos?
aunque no comprendo te ama y espera,
defiéndete y habla, mudo insensato
¿es tu amor un mundo de espejos o nube?
¿miras a través de la fábula?
¿o ella contiene un mundo que no conozco?
de muy lejos vine para traerte su mensaje
y ahora quiero tu respuesta,
habla, o ella será solo un recuerdo.
Ella le dice:
¿no ves que soy yo?
levanta esos ojos míos y mira
me reconoces en el fondo de ti
como yo en mí te reconozco
¿no ves el parecido?
a través de ti veo
y aquí vi la penumbra
no es con los ojos que vimos esta oscuridad
donde has vivido,
entré contigo
justamente a ti destinada
nos golpeó la sombra
y el tiempo,
nos hizo juntos silencio,
cercanos y juntos aunque cuerpos alejados
el rumor ni tú lo sabíais,
fui yo quien te alimentó en sueños,
iguales a los míos,
era yo el diálogo del puerto,
tu consuelo de viaje
algún día estuve a punto de decírtelo
desesperados,
pero la duda me golpeaba,
no hay viaje sin ida y retorno,
era necesario,
callar dentro de ti
fui el hilo que mantuvo tu cuerpo en vida,
tu nombre mi nombre,
Y él le dice:
dices hilo y huelo a salida.
Ellla le dice:
no habrá salida antes de las palabras.
él: sácame.
ella: háblame.
él: solo puedo hablar por tu boca.
ella: háblame con tu boca calcinada.
él: hablar me quema.
ella: arde si quieres vivir.
yo apagaré tu fuego cuando ardas,
algo se quemará en la salida,
tienes costra de sombra
él: ¿cómo me quito el encierro?
ella: habla.
las palabras son agua.
abre el sol,
y los ojos y la boca
él: ¿podré salir?
ella: saldremos dentro-juntos.
veo el tiempo plegarse y te extraño,
veo el estrecho encierro
y sinuosa la salida
él: ¡agua!
ella: soy el mar.
única.
él: llévame de la mano.
ella: nos llevaremos dentro.
mis entrañas serán riego.
él: cantas como un arrollo.
ella: algo morirá aquí.
él: no quiero morir sin ti.
ella: algo morirá nuestro.
él: si pudiera saldría de mi cuerpo.
ella: de mi cuerpo no puedes salir.
te mezclo con mis dedos.
él: se me remueve en ti el cuerpo.
ella: soy yo quien lo siento.
él: veo de ti ...
ella: aún no verás hasta la salida.
él: ¿tuyo es este aire?
ella: tuyo.
ven, hoja seca y florece.
¿notas por dentro estas curvas,
mis meandros?
desde ahora te parecerá horrible morir.
Créeme, aquí dentro duele.
tendrás que curarme las heridas,
algún interior roto,
sanarlas desde dentro,
con tus dedos,
y así hacer de herida marca,
hasta que desde dentro de mi cuerpo
encuentres las puertas.
Carlos del Puente
Así como hiere tu ausencia, así juegas conmigo a las Damas, damas de pinchos y saltos, negras y blancas, de madera tus manos, tiemblan al «Me como una», indiferente, que aquí no hay Reina ni Alfil ni Torre, esa en tu pecho amurallada, en cuyos pasadizos me haces laberintos... que en ellos no hay simplezas, de simples saltos en diagonales, que aquí se ataca con enredos de todas partes, pues la Dama y el Rey bien se conocen... de otras partidas donde se han tumbado y comido. En esta partida se juega cada movimiento del corazón con riesgo, así como puede acabar uno tumbado-vencido en dura cama de madera, ser hecho en una torre prisionero, después de ser acorralado. Puede ser el alfil ominosa patata: toma con sus brazos diagonales el cuerpo de la Dama, la amenaza, tumba, tambalea,... le hace griños desviados, pasa cerca, la amenaza, toca, a un rincón se aleja. Hace el Rey gesto de posiciones, se miran los tres recíprocamente, Reina esconde juego, Alfil juega: sus pies ligeros sobre el tablero. Rey y Dama ponen cara de póquer. Parecen las líneas inclinadas hacía el más rápido caballero. Llama el Rey a Caballo, molesto. Sube en su espalda; desde la altura mira. ¿Cuántos movimientos quedan en este aperitivo ligero? Piensa el Rey en apretar la jugada, la Reina de cuerpo quieta. Teme ella apresurarse y revelar su jugada. Mira sin mirar al seductor risueño. Arrasta pies, el Rey silencioso. Toman cálculo los intrusos. Toma el Rey bayoneta y apunta a un pájaro que no está en la partida. Sonríen todos de su aparente ceguera. Pone el Rey a sus guerreros en combate: despeja público sobre el campo. Bebe el mandatario un atraco de espesos celos. Enfurecido y pesado cree que esto es solo un juego: no hay dama que no esté encubierta; sería para ella demasiado arriesgado levantar carta si está boca abajo. Ella sabe que la mejor jugada es la abierta, pues menos sospecha despierta. En este bardo se juegan amor, cama o cuello. Más le vale alargar la partida y esconder el juego. Va ella en batería del alfil atacante: acerca posición de víctima para asegurarse el engaño. Muestra el Rey expresión de reproche por esta torpeza. Sonríe ella ingenua fingiendo desconocer el juego. «No aprenderá nunca», piensa para sí el gran proveedor del reino. Este error le cuesta el ágil seguimiento de la jugada. El Alfil, esa bestia inmune al dolor ajeno, hace movimiento ante el engañado. Está molesto, decide partida rápida y ante la mirada censuradora de la Reina, juega al despiste con cara alada. Pasa un buitre; pero solo es un pensamiento de aire. Calcula ella el silencioso y secreto vuelo; mira el Rey confiado; mientras, se enfría el Alfil en la mascarada. Le alarga caña ella sin ser comprendida por ninguno. «Tontos estos hombres que no comprenden. Solo ven los movimientos evidentes.», piensa. Queda el Rey ciego y clavado en su ceguera. Descansa, come, duerme, en su apreciada tranquilidad masculina. Está el Rey comiéndose el coco en su torre de marfil. Está la Reina inocentemente por el laberinto del jardín paseando. Mira el Alfil la altura de los pasillos de hierba. Ella juega al Eterno hasta durmiendo. Ellos la consideran activa y nerviosa. Mas es la pasión oculta la que mueve pieza. Es imposible jugar una partida cuando se ignora que la partida se está siempre jugando. Complica ella el juego con múltiples pistas, y todas verdaderas. Está frito el pollo en su torre dispuesto para banquete ajeno. Le hace ella dibujo de sus intenciones ocultas. El cree en ese mapa como verdad verdadera. Duerme tranquilo en los ojos de la siesta. Mientras, ella sonríe ante su inocencia. Sabe de la guerra el arte pero del amor el arte no sabe. Cree el Rey en los discursos que la moral tranquila sobre ella hace. Puede ir a la guerra o perderse delante de vientos enemigos, que el tiempo es paciente espera, dulce y suave. Es el castillo un fósil donde la fruta se pudre. Esta grapa se come con gula a los glotones y deja cáscaras. Se ruega gourmets exquisitos y lentos. Hace la grúa con sutil delicadeza sobre las manos ofrecidas. Pone al Rey en posición de Infierno por largo aburrimiento, hastío o falta de energía. En este juego con suicidio controlado la emoción arrebata y alimenta. Tiene ella mano ligera para la piel y mano pesada para el que yerra. Mueve ella el tablero cuando ellos confían en victoria rápida. Pone el Rey ojo y cerradura a su puerta. Duerme dentro con llave en la misma cama. Saca ella del tablero al Alfil y lo lleva en tren a su escondite.
Carlos del Puente
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No se dirán nombres de personas, cosas, lugares, ni se mencionarán fechas porque esto ocurre desde hace algunos milenios.
En ese parto estaba la matrona, las ayudantes de agua, la Sabia y su pequeña hija; esa que tenía la mirada más clara, las manos más sensibles y el oído más limpio.
-Mamá, ¿dónde está el anterior?
-Corrió hacia la libertad.
La matrona, después de limpiar al recién nacido con todo detalle sin dejar ni un solo rastro de su vida anterior, lo depositó con mucho cuidado sobre una amplia mesa excesivamente limpia bajo un exceso de luz.
En silencio y con mucho cuidado la matrona y las ayudantes de agua sacaron a la madre del lugar. Lo que iba a suceder lo sabían solo la Sabia y su hija la iniciada.
Ambas miraron al niño con todo detalle. Cada pequeño trozo de su cuerpo entró en sus ojos.
Estiraron sus pequeñas piernas juntas. Tanto boca arriba como boca abajo. Midieron con el ojo de la experiencia y con sus manos la proporción de sus huesos. Palparon el fémur y la forma de la cadera. Hicieron movimientos extraños a cada pierna mientras mantenían sus dedos sobre el encaje de esa articulación.
Rodearon con sus manos el hueso del muslo palpándolo muy lentamente desde el fémur hasta la rodilla. Cuando notaban algo en su superficie volvían a inspeccionarlo con la yema de los dedos y con los ojos cerrados.
Este minucioso proceso exigía a veces horas cuando llegaban a la rodilla. Con todos los conocimientos acumulados durante generaciones podían haber escrito un perfecto y completo tratado de anatomía.
Procedían con la misma minuciosa lentitud con la articulación del tobillo y con cada uno de los huesos de los pies. Después volcaban al niño boca abajo e inspeccionaban
la nuca y cada una de las vértebras de la columna vertebral.
Una observación que se iba haciendo simultáneamente era la apreciación de la modulación y del timbre del llanto. También tenían en cuenta cuanto tiempo tardaban los ojos y el oído en reaccionar al movimiento y al sonido de las palabras.
Una vez terminado este primer trámite entregaban el bebé a su querida madre. Con llanto en los ojos, con gran alegría, lo tomaba entre sus brazos, lo abrazaba, besaba y reía.
Mientras tanto habían llegado de todas partes los miembros del grupo para festejar durante varios días la alegre llegada del recién nacido.
maúlla un trapo
sin mentir; sí.
Algún día en esta vieja cocina de estudiante.
tejados, libros, viejo diario.
Tejas rojas de viejos nublados.
Encontrarás al viejo diario, a las fotos,
de las viejas cocinas de los restaurantes,
a su humedad pegajosa,
a comer pobre de estudiante callado.
La rebeldía se reía de nosotros:
de todos aquellos que andábamos a las cuatro de la tarde
por las calles de un domingo o sábado vacío
donde no hay nadie.
A ella la veía cerca del río.
Ella terminaba de comer antes.
Después me la cruzaba varias veces en la tarde.
Impresión: ella no tenía ojos.
Ella veía el río de tierra, algún árbol, algo de mar en su recuerdo.
La sentía viaje.
Un viaje sin instrumento.
Nunca creí que alguien la esperara.
¡Curioso! No sé como son sus pies.
Su rostro era como una cara que mira.
No era posible saber a donde iba.
(Yo mientras soportaba mi paseo.)
Ella parecía querer morir pero sin la expresión en la cara.
Aparecía sin pasado.
Siempre presente entre dos puertas.
No necesitaba soportar la presión del tiempo.
¿Qué hacía en aquella ciudad que no era ni suya ni mía?
No nos angustiaba.
El río espeso bajaba la tierra.
Le faltaba la existencia. Le pesaba el cuerpo.
No se lo miraba. Ni siquiera las manos.
Nunca la vi tocarse el cabello.
Como si no estuvieran.
Como si no hubiera habido encuentro.
Su angustia era tan mental que no se la veía.
Apenas movimientos; como un árbol grueso con poco aire.
Pero le faltaba la vida (ella pensaba).
Como un "no lo recuerdo".
No se acordaba de su rostro.
Sabía que lo tenía; pero iba sin imagen.
A pesar de eso su aire se asfixiaba.
Nunca la vi de noche.
Creo que ella naufragaba sobre la luz del día.
No tenía orillas.
Nada tenía orillas.
Ni el mundo ni su cuerpo.
Solo las palabras la paraban.
Creo que tenía unas tijeras para cortarlas.
Por ejemplo a las tres de la madrugada.
Después, lloraba sobre ellas.
Las miraba. Les hablaba.
Les preguntaba y lloraba.
Seguramente llamaba a esas horas de la noche a alguien.
Sin saber que decirle mantenía el teléfono descolgado.
Luego, toda la noche, se oía, sobre la mesa, el sonido del teléfono colgado del otro lado.
Era madrugada. Siempre esa madrugada.
Fuera se oía la noche como si fuera un bosque.
Había poca agua. Siempre había poco agua.
Una vez llena no se levantaba a llenarla.
La miraba.
Como si fuera algo la miraba.
Lloraba. A veces lloraba como si llorar fuese una mentira.
Un ebrio llanto.
Se asustaba al verse llorar.
No sé. Tal vez porque era como una amenaza.
Ella sabía que eso era una amenaza.
Futura. Como si ya lo supiese.
Aunque hacia un gesto pensando que eso estaría muy lejos.
En un tiempo lejano, indeterminado;
aún suspendido.
Se acordaba del miedo de los árboles.
Sobretodo de los nocturnos.
Esos eran otros árboles.
Sustituían a los de la tarde.
Estos eran como casas.
Los nocturnos eran como animales.
Con intenciones, vivos, móviles.
Nadie debía salir a verlos; era peligroso:
podrían no volver.
Era demasiado de noche.
Siempre era demasiado oscuro.
Era como un pensamiento terrible.
Una amenaza.
Tal vez de ahí se le quedó esa pose fija inmóvil cuando ella andaba.
Ya deseaba que llegara el día.
Para nada. Para huir de los árboles.
Volvió la cabeza hacia el espejo del armario;
como si en el espejo hubiera alguien:
una imagen diferente, extraña, que nunca había tenido en mente.
Encendió otra luz.
Miró sus piernas sobre la silla.
Sin pensar en nada.
Imaginó que las piernas habían nacido juntas: sin esa separación que las hace piernas.
Volvió a mirar la jarra de agua. E hizo el gesto.
Quiso escribir. Pero las palabras gritaban.
Solo del papel había el silencio.
Fue hacia el espejo y movió la boca como si hablara.
Se miró sin prestar atención a los detalles.
Aún tenía el sabor a verde y blanco de la cebolla.
Temía el desorden de las palabras demasiado evidente;
los bocados de las palabras la asustaban.
Desordenada andaba en su habitación de noche.
De una pieza petrificada. Sin manos. Sin cuerpo.
Sin saber. Devorándose.
Sin memoria escrita.
"Déjeme usted" le decía a un alguien que yo no sé.
"Déjeme caer en las heridas de las palabras."
"Déjeme ponerme en letra."
Lenguaje-horror-extraño.
"No me habito."
Pasajera.
Erraba por un parque absurdo.
Inservible.
Pequeña, silenciosa, extraña.
Literal. Como marca de piedra.
Solo pedía ser más Real;
menos hora, menos cuerpo, menos fuerza del Oráculo externo.
Ser alguien que evoca; alguien a la vida redimida.
Vivir una ficticia tregua.
Hacerse un límite como historia en las bocas.
Poder por fin mirar.
. ****
todo es grieta
en cualquier parte
advenimiento
de todo tipo de mar
de las tormentas
de la pérdida del olvido:
memoria aguada del no retorno.
el hambre de los monstruos marinos
en el fin de los mitos
vuelan animales, hablan sirenas.
cascos de arena traicionan los cráneos;
anteriormente nunca vistos
tronos de marfil mágicos
por amor encerrado en un paraíso sin memoria.
está enfrente el mar.
lleno de ira.
los monstruos u hombres terribles esperan.
Ellos te conocen; se vengan de tu ignorancia.
Dices no llamarte nada.
¡Embustero!
Algún nombre te marca.
Serás de él prisionero:
reconocido más que tu cuerpo.
Llegarás solo por el suelo.
Nadie reconocerá tus huesos.
Solo tu nombre y un recuerdo te dará sello de nobleza.
Eres una rana ciega salida de un mito.
Fatal dedo de tu arco furor de tus enemigos.
Dicen que ella espera sin reconocerte.
Perdió la memoria en las noches.
Sus manos cenizas mancharon.
Cuchilladas de sueños
rompieron el futuro.
Planta tu remo en el aire.
. ****
empuña la palabra
y el mensajero le dice:
se ha acabado el hilo del tiempo,
ella quiere el fin de tu espera,
de seda ha hecho el camino,
la vuelta será breve
soy el mensajero
por mi boca la boca de ella habla,
no te confundas, prisionero
por mí te golpeaba
por tu aspecto derribado
el amor de ella no te mereces
no sé qué ve su corazón en ti,
¡mujeres! si fuera yo ella
no podría monstruo amarte
no sé nada de ti
pero no brillas,
solo veo a un hombre,
¿acaso tu horrible apariencia me engaña?
yo por mí vendría a matarte,
no escucharía tu causa,
yo como hombre no soy de palabra,
esas que corazones rompen
pero tu mirada desafiante
pone brava mi espada,
no sigas, condenado, con esos ojos,
que un instante te doy por muerto
y muerto yo para ella
su belleza me frena,
me abrió de su cuerpo la puerta
al acercarse y ahora dudo de cumplir la promeza
dame motivos y la olvido
dime su nombre y te perdono,
cuéntame de ella y de vuestra causa
y tal vez olvido,
habla ahora de frente
dame razones para no ser yo el que vivo vuelva,
tú sin actos ni nombre aún para mí no eres nada,
habla si la amas y quieres salvarte
¿oyes como su respirar de ella suena lejos?
aunque no comprendo te ama y espera,
defiéndete y habla, mudo insensato
¿es tu amor un mundo de espejos o nube?
¿miras a través de la fábula?
¿o ella contiene un mundo que no conozco?
de muy lejos vine para traerte su mensaje
y ahora quiero tu respuesta,
habla, o ella será solo un recuerdo
. ****
espejo, ávido transeúnte.
de alas suelto.
y tú vienes a mí desde el desierto abierto.
te miro, bella, con tu silencio-velo.
me haces signos en cada puerta y esperas
que yo reaparezca en nueva esquina.
te digo: @quiero estar cerca
para olerte los ojos, y tu piel cerca.
me dices: @es imposible estoy vigilada.
Cambio de esquina mientras tú andas.
miras todo como nuevo, visita.
te digo: @cuando entres a comer
me dices donde, en un rincón
para que te escapes te espero.
me dices: @¿estás loco?
te digo: @te dejaran al menos a eso ir sola.
me dices: @sí
@cuando el alcohol ame la vigilancia te espero.
Y vi de cerca tus ojos, tu boca abierta como un desierto.
. ****
ella bailaba en un patio sola,
hacía fila para tomar turno,
le pedía a un joven ausente baile,
lo tomaba por la mano por la cintura,
bailaba toda la noche mirándolo a los ojos,
una luz de ella se apoderaba,
continuaba la música sin cortes,
le sonreía alegre-triste con su mente le hablaba,
le decía que lo amaba a ese amante ausente
[ Sigue en el siguiente. ]
. ****
durante esa tarde
estaba en alrededores nuevos,
grandes parques, hijos únicos corriendo,
miraba los árboles, no hacía nada,
los padres fumaban, los brazos apoyados sobre los bancos,
un jardín es como una boda, boda verde de parque,
niños corriendo alrededor de los bancos,
las papeleras repletas de bocadillos medio comidos,
una tarde preparada a fuego de sol,
unos novios vestidos de blanco, fotos,
media boda por celebrarse,
un otoño casi caído, venía,
ella se acababa definitivamente por momentos,
[ Sigue en el siguiente. ]
. ****
ese día, oía el ruido de las calles,
bailaba andando, casi nadie lo notaba,
"voy a bailar, quiero bailar, aquí mismo,
ven, bailemos" y ella se cogía con brazos de viento y bailaba,
"te encontré en un baile, estabas tan hermoso!
eso sucede, así fue, pero no te dije nada,
te conocí siempre, te llevaba conmigo
de vacaciones al mar de mis padres,
allí tú siempre presente, hablábamos sobre la arena indefinida"
[ Sigue en el siguiente. ]
. ****
nació,
vivió gran parte,
[ no sé; nunca la he visto ]
[ ¿o tal vez una vez en París? ]
[ quizás, muchas ]
iba por la calle andando, larga y sola,
como muriendo,
no se le entendía decir nada, hablando
para ella junto al ruido de los coches
anónimos,
llevaba su infancia pegada a su vestido,
de su andar casi infantil sorprendido
la seguía todas las tardes,
miraba los patios desde las puertas abiertas,
parada, fija, como sin ver nada,
los escaparates eran teatros de cosas,
imaginaba los objetos en cada casa,
los miraba de vez en cuando,
los recuerdos de haberlos comprado,
volvía a ver el hueco que habían dejado,
entonces sonreía, caminaba,
de su casa al escaparate con su mente,
[ Sigue en el siguiente. ]
. ****
Después de varios días volvió a la calle,
sus manos parecían agua, agua que ella
llevaba de paseo y bebía en ellas,
retenía las calles por donde pasaba
para no volver en mucho tiempo,
hacía un esfuerzo por contar cuántas puertas le gustaban,
cuando estaba lejos se acordaba de alguna más segura,
como si una parte de sí misma se quedase en cada puerta,
se alejaba, y mejor mientras más tiempo pasase,
siempre iba más lejos a cada momento,
siempre lejos, como un siempre que en futuro se aleja,
¿de dónde venía aquel día? ¿por dónde pasó?
no lo sabía, borraba sus pasos para hacer más largo el viaje,
[ Sigue en el siguiente. ]
. ****
ella no me había reconocido, detrás,
había mirado dentro del café, detrás del cristal
en ese lugar donde yo estaba, pero sus ojos no cambiaron,
no me conociste mi pequeña desconocida,
dejé el dinero sobre la mesa, recogí mi desidia
y anduve detrás de ti con la mirada fija,
estabas como antes y tan diferente,
¿te habrías casado? ¿hijos? ¿divorcio?
¿trabajo? ¿qué hacías? ¿y todo ese tiempo libre todos los días?
no parecías preocupada por esas cosas,
nunca habíamos preguntado tú por mí ni yo por ti,
abandonados, eso creían,
pero no pasé un solo día sin pensar en ti,
rendido, sin conocer tu dirección,
la busqué por todos los medios pero tu nombre no aparecía,
por eso pensé que te habrías casado, cambiado de apellido,
en otra ciudad, busqué a tus amigos para ver si aparecías entre ellos,
en balde, te había tragado la vida sin dejar rastro,
[ Sigue en el siguiente. ]
. ****
ella prefería quedarse sola por las calles,
largos paseos, ella,
sin el ruido de los actos,
le permitía hacerse, decía,
encantadora, decía,
sabían pedir a la vida, ese favor de ser libre,
se lo concedía cada tarde, sola y calle,
no se lo debía a nadie, nada más que a sus pasos,
se acordaba de los bailes sola, patio,
caminaba, los edificios grises eran vecinos,
jugaba a dar pasos, tocaba la piedra de las paredes,
bailaba con sus dedos o marcaba algo,
cuando sonaba alguna canción se paraba bajo la ventana,
cerraba los ojos un momento, y soñaba estar en otra parte,
recuerdos contentos, ella se contaba,
volaba sobre prados, en un patio bailaba,
en esos días hacía viento, el mar por las calles
[ Sigue en el siguiente. ]
. ****
hoy, los días estaban enfermos,
como una enfermedad estacionaria,
un baile de microbios, con orquesta
de fiebre casino plaza pública,
ella recordaba otras veces,
preponderantes estados parecidos,
como playas enfermas, sin ruidos,
se remontaban a la infancia y más tarde,
incubaba la eclosión de exterior, todo se concentraba
dentro, un interior retenido sin apenas exteriorizarse,
un gran afecto sin palabras, retenido en la yema de su cuerpo,
que amenazaba con salir siempre,
grande y explosivo, como la eclosión de un gran perfume,
rodeada por la cama, fiebre,
sus padres al fondo hablando,
la cama chillando, gatos negros sobre el tejado,
y después llegaba la enfermedad y la mañana, fiebre,
sudor y manta, agua chocando contra la sequedad de la lengua,
colegio lejano, niños que salían con un adiós,
se esperaba un día largo, de ensueños despiertos,
mientras su madre compraba-iba al médico
entraba el calor por la ventana casi cerrada,
no estaba ahí, en el aburrimiento de la almohada,
estaba ausente, pensando, faltaba algo,
impresiones de sosiego, las manos entumecidas,
tranquila y fastidiada, sopor aburrido-lento,
se le mezclaba la memoria de cosas concretas,
venían recuerdos muy nítidos de palabras,
pero parecía olvidar, se perdían en los labios hinchados,
por momentos dulzor de bebé,
se hundía en la indiferencia, nunca le pareció tan grande,
su pelo mojado le llegaba hasta la boca,
se escurría el sudor por su cuerpo hasta la cama,
las manos de cera, los pies de piedra,
[ Sigue en el siguiente. ]
. ****
y tú a cada instante en sueño
presente, ¿dónde estás que no respondes?
no dices nada y paseas exactamente,
diríase que ella se sentía nada, paseaba, paseaba,
como si no estuviese, dudas,
¿tienes el corazón? y te tocabas el pecho
en medio de la calle para sentirlo,
nada, nada, está pero nada,
entonces pensabas en él como el que viene,
como un efecto del amor que por él sentías,
tendías a creer en el efecto del aire,
en tus paseos mágicos de la tarde,
esa tendencia a la deriva,
te hacía efecto cuando en ti no estabas,
ir y venir sin rumbo por las calles,
como yendo a su encuentro,
sin duda caminaba sin duda,
yo la había visto alguna vez o muchas veces,
ella no me conocía, tanto había cambiado,
a ella la reconocí a través del cristal soleado de un café,
la vi pasar y desde entonces la sigo,
[ Sigue en el siguiente. ]
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Narrativas
El silencio es un foso abierto en mi pecho como un gran agujero haciéndose
martes, julio 30, 2013A la vista de la mañana tú miras al mar-espera
llega la curva del agua
alta contra la pared del sol
el silencio es un foso
abierto en mi pecho como un gran agujero haciéndose
Mis entrañas sin salida viene de tu perdida
mi tortura insaciable en las puertas de fuego allí medita
tu partida hacia ella, hoy vuelves
Tuve párpados abiertos sobre la mirada
engarzados en sueños
de tu retorno vivo
en reteirada espera
Sigue
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Esta fuerza terrible que me dejaste
te acecha
cualquier signo tuyo es mi alimento
sin medida en tus ojos vivo
gran poder me tienes en espera
Tu huida te dejó preso en el laberinto de ella
de mis paredes testimonio
aquí en mi cuarto tus visitas quedan
rosas noches promesas
Sigue
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