Humillar a un dios destinado a la vida, al dios del amor ciego que no conoce la muerte; a ese estúpido que vino sin sentido, darle su merecido hasta que reviente. No conoces mi historia ni las veces que me he puesto de rodillas, ni las veces que me tragué la miseria, ni las culpas que fueron del olvido. No tuve en cuenta los adiós repetidos; ¡ya sabes, no conoces mi historia!
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Te ultrajó por llevar los días puestos. Llegaron marinos como últimos puentes persas. Te guardó en el cofre de la memoria. Y por llegar infeliz me promete más miseria. Humillar al dios de la mente, temerario extenso como la miseria. Y este es el mar miserable que se lleva la memoria.
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Mira como los puentes ultrajan la salida, cierran el agua, y toman el Oriente. Pasan andando los muertos, en fila mortuoria, con sus cuerpos lentos. No miran el futuro del agua, ni el aire que la mueve. Son de carne y sus pasos no se oyen. Todos tienen la misma expresión de cara: parecen copias.
La gente empezaron a llamarlo el Puente de los muertos. Iban vestidos con sus trajes negros, desteñidos; zapatos negros; suela gastada por la repetición del puente. Nadie sabía si volvían una y otra vez a pasar; pero se sabía. No hubo nadie que consiguiese distinguir uno de otro. Miraban de frente como si no supieran a donde van. Un ir eterno sobre ese puente; y tal vez por otros. Pero cada cuál ve el puente más cercano; y cree que ese fenómeno es único.
No hablaban; así que no sé cuáles eran sus pensamientos. Poco más puedo decir. Nadie sabe lo que los muertos piensan.
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Amor a ti como milagro
Esa injuria que hierve abandonada, la salvo llorando
martes, diciembre 16, 2014
Perdí lo que quería. Como si me hubiera negado la verdad del amor muerto. Esa injuria que hierve abandonada, la salvo llorando. Amor llora sobre sus pasos; sobre sus pasos caen las lágrimas. Ando lejos sobre pisadas mojadas. Son nudos deshechos, a dos pies, a dos manos. Ahora recuerdo que fuiste mi guía. No conocía tierra sobre la que andaba; y ahora ando. Eran nudos de escucha: ruegos del alma. Ahora ando, alejado. Ahora ando viendo de la tierra la espalda. Su lomo, un camino redondo y solitario; su polvo, mancha. ¡Y cuántos ideales convertidos en pasos! ¡Cuántos «me equivoco» ¿Cuántos?
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Mi barullo de lengua dando vueltas
Si ella no fuese la culpable, sino la vida
lunes, diciembre 15, 2014
A golpes del cielo me hace la vida, en su verdad, en su mentira; que el cielo no engaña, ya lo sé; que no hay palabra en el aire, ya lo sé. Pero que me niega la verdad de lo que siento, sí lo sé. Me dice que lo vivido es mentira, ilusión, descarrío; que los sentimientos y emociones engañan, traicioneros. Pero si los siento ¿cómo pueden ser mentira? Si el corazón, la mente y el cuerpo perturban ¿cómo pueden ser mentira? ¿O es mentira lo que siento y verdad la palabra vana?
Así que a golpes en mi contra vivo, creyendo lo enseñado, negando lo vivido. Me señalan culpable las tablas. No las veo en mis pasiones reflejadas. Me niego; no vivo. Vivo, luego pienso en el tormento de la duda.
Si ella no fuese la culpable, sino la vida. Negada porque vida. Improductiva suficiente. Vana, gozante. Pecados para las palabras.
Si ella fuera corona y regalo, savia del cuerpo, nutriente del alma, sería árbol cortado, amputado y marchito. Y no quiso él crearnos para la muerte, sino para la vida.
Pues si así no fuera, ningún enamorado subiría..., ningún vivo sería eterno. Y no habría, en el juicio último, ni juez ni acusado, por ausencia de delito o de cuerpo.
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Juego de taller de lápiz
Abre las puertas poeta como si la poesía inventaras
domingo, diciembre 14, 2014
Canción, eres canción y canto, nube de hoguera al mediodía. No menguas como hoja seca que el placer mata. Nunca fui tanto encendido a golpes de deseo. Si aquel aire negado el cielo nos depara la injuria de la vida, y truena, truena a golpes de candado, abre las puertas poeta como si la poesía inventaras. Y si la honda de los dioses golpean los campos y hacen caer las aceitunas, recoge los frutos en tus manos y canta.
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Duermo al raso de tu mano como hierba que descansa, como triste rayo acusado de la quemadura. Fugitivo duermo como un dolor acusado. Y comencé a correr en llanto. Y fui gusto disuelto. Fui día, fuente, agua corriente como un manto. Me sentía disolverme, tiempo vuelto verdadero, cosa, hombre fuerte. Tu gusto tuve húmedo entre diente y diente. Y digo, y pienso, ... vio. Derretido duermo en tu nombre. Y ayer toda cosa fue verdadera.
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Mi barullo de lengua dando vueltas
Concupiscencia que al corazón me arrebata
miércoles, diciembre 03, 2014Quien descansa, acusado y fugitivo, en el gusto de la huida cesa, en un calabozo encerrado. Pero no crean que de crimen y justicia hablo: sino del amor de medieval torre, esclavo, de la doncella que amo, a la torre llegando con clavos, sin escalera anduve, pues es muy vistosa la gorda soga, para la torre y el cuello, para los pies y el cadalso. Veíame, ella, mi amada, con sus ojos de inocencia, toda la concupiscencia que al corazón me arrebataba. Yo con la imaginación no me contento, dice la bella, que este cuerpo me exige con vibraciones dentro. Ya voy llegando, impaciente, que este el mío cuerpo más fuerte se levanta mientras más hacia ti sube. No puedo más esperar, ella me reclama. Sube más rápido o corto la escalera. Espera dama; usa esas manos para otra hermosura, que ya supiste otra noche que es más bella. Ya tomo tus labios. Me agarro a tus trenzas. Levanto tu vestido sobre tu cama extensa. No pierdas tiempo en desnudarte, amado, que ya tendremos ocasión luego para el desarme.
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Mi barullo de lengua dando vueltas
Ella me dijo que no quería ser mía, que la culpa es de santos, y yo no lo era
martes, diciembre 02, 2014Tal como fuente triste sin hierba, del dolor fugitivo, corría detrás del llanto, hasta convertirme en piedra. Tal como acusado de esta misma pena, corría detrás de la culpa para hacerme cargo de ella. Ella me dijo que no quería ser mía, que la culpa es de santos, y yo no lo era. Dormía bajo su sombra para ver si a su despertar me confundía con ella. La culpa con su mano duro me sacudía hasta caer de su negro vestido al suelo. ¿Quién duerme en mis piernas?, decía. No por mucho que caigas entre mis muslos, no por eso te voy a hacer mío. Tú quieres una culpa falsa de pensamiento; y la culpa entra en el inconsciente sin que él lo sepa. ¿O eres culpable y por eso corres detrás de la culpa? Pero yo culpa ni te reconozco ni te quiero.
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Duerme el raso, dice la hierba. El día le contesta: Descansa. ¿Quién fue aquí el fugitivo? Nadie, dice el acusado. Triste duerme el juez del parque. A gusto bebe agua la paloma. Se derrite un poco de nieve. Se disuelve algo en la fuente. Mira el acusado interrogante. No entiende la desaparición del tiempo. Está escrito en los papeles; verdad será. Pisan unos zapatos el fango. El dueño los mira preocupado. Mira alrededor más allá del parque: para ver si hay sentado un limpiabotas. El limpiabotas lo ve pero se hace el sordo. Quiere que la necesidad se haga urgente. ¿Para qué limpiar esos zapatos dentro del parque? Se ensuciarían antes de encontrar acera. Aprovecha una paloma y suelta. Ahora la tierra tiene una pincelada blanca. ¡Joder, qué mala suerte! La paloma y el fango de la fuente. Solo queda que caiga un árbol. Le oye un rayo; y piensa: No me tientes. No me tientes. Viene una envidiosa nube. Cae lluvia cerrada. Estira una pierna. Zapato bajo el agua. Funde la tierra. Moja la piel de vaca. Sonríe por lo que se ahorra. Sonríe como un juego. Se quejan los calcetines. ¿Ahora como andan mojados? Destiñen tinte azul sobre los dedos. Eran baratos y malos. Sueñan con estufa. Plof, plof, plof. Suena la música de los calcetines.
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Por amor anduve pidiendo. En el rigor de tu voz. En el recuerdo encendido. En el oír como un llanto. Requerido, amiga, por todo lo que en ti excede en el vaciarse amoroso. Y después me reconocí en tus gestos. Yo en ellos cautivo. Siendo tú y otro. En el robar recuperado. Turbado oyéndote. Movido y absorto. Cortando el pretérito. Mas luego, te escuché enroscándote como tinta nueva. Tú, papel; yo, daño. Ante mis ojos, atrevida, haciéndome esperanza. Indigno, yo y ciego; ante tus ojos, hecho. Revestido de ruego. Aunque esto de mí mismo lo sabía: tiniebla, luz y huella. Se enciende el paso. Descansa el día. Fugitivo el llanto. Yo acusándome de amarte tanto. Duerme al raso el correr del camino. Se disuelve la hierba. Tu pie la fuente. Me dejé caer como el líquido del tiempo.
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Y desde entonces todas las estaciones son frías. Transmutaron las flores en hojas. Nada se movía. Ni la fuerza fue fuerza, ni el hombre hombre, ni el laurel gloria. Todo se pierde; pero quédate. Quédate un día. Quédate como mi cabello, como los miembros de mi cuerpo, quédate. Quédate como mis pies sobre la tierra, como mis brazos agitados, quédate. No eres para menos pluma, china, japonesa: dulce caída. No eres fulminación la espera, ni lengua de agua, ni cisne de palabras. No eres un dónde buscando, ni un lado silenciado, ni un podría. No eres: aquello me lo quitaron, andando solo anduve desusado. No eres templo de llanto, ni sentir enemigo, ni un recordar siendo. Eres mansedumbre, ribera, en ti anduve, merced amorosa, voz, mirada, mano, ... Y no es preciso que yo lo diga.
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Mi barullo de lengua dando vueltas
Esta vida me habla noche y día de celos crueles, por cierto infundados.
sábado, noviembre 29, 2014¡Ay de mí quien soy! Soy la vida dando vueltas en mi cabeza. Esta vida me habla noche y día de celos crueles, por cierto infundados. No tengo razón pero tienen potencia. ¡Ay de mí, infortunado, cruel, de mal agüero! Te celo y tú, santa, con tus preparadas salidas me consuelas. Son golpes de tarde en el estómago. Me desgarro con la mente la ropa cuando te veo traspasar la puerta y la calle, su puerta y su cama. No solamente te siento fuerte sobre su cuerpo, sino también sudorosa y en llamas. Sales de casa con pasos lentos y con botas; como sin prisas, casi sin ganas; ¡maldita obligación las compras! Hasta aquí llegan los golpes de cama, vuestras risas, el placer chorreando, la burla cínica cómplice callando. Te ha arrancado vaqueros, jersey y camisa; desenmarañado el pelo, agarrado con el puño fuertemente cerrado, y un beso primero abierto, hasta el rechinar de los dientes. Sientes aguda en tu vientre la punzada. Te abre de piernas fuerte. Te lleva a la cama. Entonces yo aquí impotente, en el sofá tumbado, escribiendo esto para calmar la muerte. Es tu vida y yo nada de eso puedo ofrecerte, ni de corazón, ni de cuerpo, ni de alma, ni de mente. Me escogiste como ultimo recurso, como última salida. Aún habiéndolo intuido, y alguna vez que otra roto, seguí adelante porque estaba enamorado y tú eras mi única salida. Si quiero tener y tenerte pago con lo único que puedo, y no es belleza pagar con un billete.
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Ofendido; resulta que él está ofendido porque la vida es triste.
Digo: ¡ay!, que desde ayer ya pesa el pasado. Al primer asalto de las horas, las horas ya se han ido. Desde mañana prometo no envolver más lo que se derrite; entre otras cosas, por ejemplo, las lágrimas. Omito pues; lo que creía lo omito.
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Antes de que vuelvas, piensa clara, dale a tu corazón la vuelta, limpia el suelo de los mil años que lo manchan; que solo un día arrastra toda la piedad desconocida del mundo, que las riquezas se caen de los bolsillos, antes de que vos vuelvas.
Antes de que sea noche y llegue el verde alba, transforma esta sequía sin brazos en un charco de ranas; que la edad de la hierba aún no ha crecido, que el amor es un albergue, un estrago, un crujido.
Antes, te diré en demasía, tomando aires de ofendido, que el amor es libre, al que sirvo.
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Dulce es nacer en tu afán, dulce crecido como un canto. Te vi de dolor, te vi primera, inclemente. Supiste nacer en mi pecho; supiste entonces a estrago. Fue el tiempo crecido como un arrollo quien deshizo la espera. Vi la hierba correr por tus manos con el afán libre. Vi descarriado lo sufrido. Y ese fue el resultado de verte. Quiero vivir alegre como si no hubiese sufrido. Luego te diré como ha sido la vida sin sufrimiento. ¿No tendría pues suspiros ni memoria? No tendría inclemencias, ni sonidos graves, ni aves llorando. Da fe a mi memoria. Asiste a mi olvido. Hazme cualquiera dentro. Disculpa mi angustia. Sé mi envoltura.
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Vivo estás en su cama,
cruel
te condenas me condenas
a esta espera
aquí estoy para cuando el deseo de ella se te vaya
Soy yo quien está dentro y tú dentro del laberinto
vivos a la vez muertos
y sobre todo a la espera
Allí yo de día tu sombra,
de noche fuera grito.
Ese ruido en ti es silencio afilado
encerrado entre los muros de mármol
sin preguntas, como un dolor que no habla
Doble dolor doble silencio
yo callada cólera siempre
tú, la culpa de tu huida
piedra cerrada, isla cercada
yo sí sé mirar, cuando fuiste encerrado
Ella, ella, ella te metió en sus sueños
del tejido miedo, te torna feroz, mi fugitivo.
Claros son los jardines de fuera,
desde el otro lado te rondo y oigo
Aquí fuera solo existe el frío
Allí tienes sus manos
Pájaros locos se esconden allí.
Yo vivo aquí, en ti, en la sombra de los muros
que tú has elegido, cruel condena de isla,
encerrado en la curva de sus brazos,
hambriento, te equivocas, ciego
Son sus pasadizos equívocos
¿no oyes su posesión-ruido?
¿no sientes la piedra de sus manos?
Ella te llevó allá dentro protegida
Que caiga sobre mí el cielo afilado si de ahí no te saco.
Es como herirse con las cuchillas de cada sílaba
y acabar desangrándose al final de cada palabra
cada vez que me hablas de ella
No quiero, no quiero que la saques de tu boca,
no quiero que ella corra en tu caliente saliva.
Súrcame nuestro recuerdo
repítelo, repíteme, súrcame en tu boca
Ya ves : cuando no estás tengo la lengua acelerada.
Te acercas como una vela lenta en el horizonte,
te hablo sola
como a un imposible fijo
hermano de mi cuerpo
me hablas a mí desde lejos te oigo
liso como una cala de mármol
Eres oleaje cuando llegues
oleaje vela mis sábanas
hablar es hablarte
Te escucho en lo alto de mi espejo
Aún es demasiado lejos pero llegas.
Entro en tu laberinto a escondidas y te veo doblado,
ya no tienes centro sino dentro
como una sombra que cubre los pasillos
Llego, te veo, no te hablo, invisible
Siempre en ti es noche mirando al suelo
me recuerdas me dejaste fuera
tal vez para protegerme
Reinan en ti los ojos fijos
del desamparo sin-ti sin-mí
te proclamas libre encerrado
vuelvo comprobando tu silencio.
Para siempre, yo soy para siempre,
en este para siempre me dejaste
sabiendo que volverías
tengo las últimas manos de niña que me dejaste
Pero mis sueños son tu centro
están siempre a ti siempre ceñidos
como el primer punto de mi vida
dulce y enorme en el reino de mis sueños.
Esta fuerza terrible que me dejaste
te acecha
cualquier signo tuyo es mi alimento
sin medida en tus ojos vivo
gran poder me tienes en espera
Tu huida te dejó preso en el laberinto de ella
de mis paredes testimonio
aquí en mi cuarto tus visitas quedan
rosas noches promesas.
A la vista de la mañana tú miras al mar-espera
llega la curva del agua
alta contra la pared del sol
el silencio es un foso
abierto en mi pecho como un gran agujero haciéndose
Mis entrañas sin salida viene de tu perdida
mi tortura insaciable en las puertas de fuego allí medita
tu partida hacia ella, hoy vuelves
Tuve párpados abiertos sobre la mirada
engarzados en sueños
de tu retorno vivo
en reiterada espera.
Empuña la palabra
y el mensajero le dice:
se ha acabado el hilo del tiempo,
ella quiere el fin de tu espera,
de seda ha hecho el camino,
la vuelta será breve
soy el mensajero
por mi boca la boca de ella habla,
no te confundas, prisionero
por mí te golpeaba
por tu aspecto derribado
el amor de ella no te mereces
no sé qué ve su corazón en ti,
¡mujeres! si fuera yo ella
no podría monstruo amarte
no sé nada de ti
pero no brillas,
solo veo a un hombre,
¿acaso tu horrible apariencia me engaña?
yo por mí vendría a matarte,
no escucharía tu causa,
yo como hombre no soy de palabra,
esas que corazones rompen
pero tu mirada desafiante
pone brava mi espada,
no sigas, condenado, con esos ojos,
que un instante te doy por muerto
y muerto yo para ella
su belleza me frena,
me abrió de su cuerpo la puerta
al acercarse y ahora dudo de cumplir la promesa
dame motivos y la olvido
dime su nombre y te perdono,
cuéntame de ella y de vuestra causa
y tal vez olvido,
habla ahora de frente
dame razones para no ser yo el que vivo vuelva,
tú sin actos ni nombre aún para mí no eres nada,
habla si la amas y quieres salvarte
¿oyes como su respirar de ella suena lejos?
aunque no comprendo te ama y espera,
defiéndete y habla, mudo insensato
¿es tu amor un mundo de espejos o nube?
¿miras a través de la fábula?
¿o ella contiene un mundo que no conozco?
de muy lejos vine para traerte su mensaje
y ahora quiero tu respuesta,
habla, o ella será solo un recuerdo.
Ella le dice:
¿no ves que soy yo?
levanta esos ojos míos y mira
me reconoces en el fondo de ti
como yo en mí te reconozco
¿no ves el parecido?
a través de ti veo
y aquí vi la penumbra
no es con los ojos que vimos esta oscuridad
donde has vivido,
entré contigo
justamente a ti destinada
nos golpeó la sombra
y el tiempo,
nos hizo juntos silencio,
cercanos y juntos aunque cuerpos alejados
el rumor ni tú lo sabíais,
fui yo quien te alimentó en sueños,
iguales a los míos,
era yo el diálogo del puerto,
tu consuelo de viaje
algún día estuve a punto de decírtelo
desesperados,
pero la duda me golpeaba,
no hay viaje sin ida y retorno,
era necesario,
callar dentro de ti
fui el hilo que mantuvo tu cuerpo en vida,
tu nombre mi nombre,
Y él le dice:
dices hilo y huelo a salida.
Ellla le dice:
no habrá salida antes de las palabras.
él: sácame.
ella: háblame.
él: solo puedo hablar por tu boca.
ella: háblame con tu boca calcinada.
él: hablar me quema.
ella: arde si quieres vivir.
yo apagaré tu fuego cuando ardas,
algo se quemará en la salida,
tienes costra de sombra
él: ¿cómo me quito el encierro?
ella: habla.
las palabras son agua.
abre el sol,
y los ojos y la boca
él: ¿podré salir?
ella: saldremos dentro-juntos.
veo el tiempo plegarse y te extraño,
veo el estrecho encierro
y sinuosa la salida
él: ¡agua!
ella: soy el mar.
única.
él: llévame de la mano.
ella: nos llevaremos dentro.
mis entrañas serán riego.
él: cantas como un arrollo.
ella: algo morirá aquí.
él: no quiero morir sin ti.
ella: algo morirá nuestro.
él: si pudiera saldría de mi cuerpo.
ella: de mi cuerpo no puedes salir.
te mezclo con mis dedos.
él: se me remueve en ti el cuerpo.
ella: soy yo quien lo siento.
él: veo de ti ...
ella: aún no verás hasta la salida.
él: ¿tuyo es este aire?
ella: tuyo.
ven, hoja seca y florece.
¿notas por dentro estas curvas,
mis meandros?
desde ahora te parecerá horrible morir.
Créeme, aquí dentro duele.
tendrás que curarme las heridas,
algún interior roto,
sanarlas desde dentro,
con tus dedos,
y así hacer de herida marca,
hasta que desde dentro de mi cuerpo
encuentres las puertas.
Carlos del Puente
¿Quién anida en esta tierra? El odio dominante, trabaja, empaña el sol. También anida el tiempo; que es otra forma de odio. Anidan algunos sobre los árboles: pero esos son enamorados locos que se han salido de este mundo. Salvo algunos que se han caído como hojas, aún quedan muchos haciendo parejas.
En esta tierra anida el trabajo, ese indecente. El trabajo te obliga como el día; tiene odio a la pereza. Trabajar no hace estrellas: hace una selva de manos.
¿Quién anida en esta tierra? Anida el alba en su lucha con las treguas de las bestias. El alba llora cada vez que amanece. Llora tiniebla, claros de días, hijos sensibles a la crueldad de la vida.
Anidan también los comienzos. Los comienzos llegan y huyen como ratas asustadas. Hijos de las alcantarillas subterráneas, ahuyentan el vacío.
Anidan noches crueles como picos de estrellas; maldecidas por la luz, lugar del llanto.
Anidan sombras lloronas, cansadas de secretos, mortales desaparecidos en el tiempo.
Antes que vos anidaba el vacío,
el suelo,
el polvo,
mil años.
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Mi barullo de lengua dando vueltas
Débil fue la sombra de nuestro abrazo
viernes, noviembre 21, 2014El y otra mujer te espera en la esquina que no habéis visto al torcer la calle. Débil fue la sombra de nuestro abrazo; débil y desdeñada. Con sentido habéis querido darle sentido a todo; mas no era mío: era el de antes. Si me ayudáis a ser infeliz os lo agradezco; pues tanta dicha es insoportable. Mas si me ayudáis en este exilio, y acudís a mí llorosa, seguiré el curso natural de mis sentimientos aunque fuera mi culpa grande. Ya sabes, dulce amor, que no sabría acudir si no es desdichado. Que no es culpa mía si por vos amo en exceso. Para todo animal, así como para el animal humano, en esta tierra anida y descansa el amor que comienza en la sombra. Mientras tanto enciende la casa, no vayan a entrar las fieras y esto más que vivienda, parezca un establo.
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No soy tan fuerte como crees, querida. No soy la luz que esperas. Soy algo tenebroso y tristeza. No soy eso que resiste los envites de la vida. No tengo lugares que protejo. Ni noches, ni tardes. Tengo el destino enfermo. Y la conquista vencida. Un mal de ojos que me quita la vida. Nunca tuve belleza ni fuerzas pulidas, ni los labios sintiendo. Ni voz en el pecho, ni asaltos. Nunca me puse a escribir vencido. Con los labios abiertos y ceguera al primer asalto. Nunca tuve ojos ofrecidos. Mil veces abajo. Otras mil por tierra. Y si algo he de esperar, será algo que me espanta.
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Mirarte es mi deseo. Ver, como a veces escapas, huyes sin mí, conmigo, llorando y rebelde, callada como un lenguaje muerto, llorando sobre otros hombros; y verme caído al suelo, con el llanto dentro. Mirarte como un sol ofendido: animal fiera que se defiende, con la noche fuera. Otros, locos de espera, gozan de verte. Otros me encienden, me ponen a prueba. Otros locos creen...; y yo seguro: de tus besos anochecidos. Mirarte como un lugar tenebroso en la tarde, con ojos enfermizos. Y tú fuerte te resistes a la conquista. No soy fuerte en tus manos: almohada, acera, jardín y espera. Resisto a la distancia: la empujo, estrujo, muerdo. Miro al suelo de tus pasos: veo la sombra que dejan, su olor pegajoso, el sonido pasado.
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Así como hiere tu ausencia, así juegas conmigo a las Damas, damas de pinchos y saltos, negras y blancas, de madera tus manos, tiemblan al «Me como una», indiferente, que aquí no hay Reina ni Alfil ni Torre, esa en tu pecho amurallada, en cuyos pasadizos me haces laberintos... que en ellos no hay simplezas, de simples saltos en diagonales, que aquí se ataca con enredos de todas partes, pues la Dama y el Rey bien se conocen... de otras partidas donde se han tumbado y comido. En esta partida se juega cada movimiento del corazón con riesgo, así como puede acabar uno tumbado-vencido en dura cama de madera, ser hecho en una torre prisionero, después de ser acorralado. Puede ser el alfil ominosa patata: toma con sus brazos diagonales el cuerpo de la Dama, la amenaza, tumba, tambalea,... le hace griños desviados, pasa cerca, la amenaza, toca, a un rincón se aleja. Hace el Rey gesto de posiciones, se miran los tres recíprocamente, Reina esconde juego, Alfil juega: sus pies ligeros sobre el tablero. Rey y Dama ponen cara de póquer. Parecen las líneas inclinadas hacía el más rápido caballero. Llama el Rey a Caballo, molesto. Sube en su espalda; desde la altura mira. ¿Cuántos movimientos quedan en este aperitivo ligero? Piensa el Rey en apretar la jugada, la Reina de cuerpo quieta. Teme ella apresurarse y revelar su jugada. Mira sin mirar al seductor risueño. Arrasta pies, el Rey silencioso. Toman cálculo los intrusos. Toma el Rey bayoneta y apunta a un pájaro que no está en la partida. Sonríen todos de su aparente ceguera. Pone el Rey a sus guerreros en combate: despeja público sobre el campo. Bebe el mandatario un atraco de espesos celos. Enfurecido y pesado cree que esto es solo un juego: no hay dama que no esté encubierta; sería para ella demasiado arriesgado levantar carta si está boca abajo. Ella sabe que la mejor jugada es la abierta, pues menos sospecha despierta. En este bardo se juegan amor, cama o cuello. Más le vale alargar la partida y esconder el juego. Va ella en batería del alfil atacante: acerca posición de víctima para asegurarse el engaño. Muestra el Rey expresión de reproche por esta torpeza. Sonríe ella ingenua fingiendo desconocer el juego. «No aprenderá nunca», piensa para sí el gran proveedor del reino. Este error le cuesta el ágil seguimiento de la jugada. El Alfil, esa bestia inmune al dolor ajeno, hace movimiento ante el engañado. Está molesto, decide partida rápida y ante la mirada censuradora de la Reina, juega al despiste con cara alada. Pasa un buitre; pero solo es un pensamiento de aire. Calcula ella el silencioso y secreto vuelo; mira el Rey confiado; mientras, se enfría el Alfil en la mascarada. Le alarga caña ella sin ser comprendida por ninguno. «Tontos estos hombres que no comprenden. Solo ven los movimientos evidentes.», piensa. Queda el Rey ciego y clavado en su ceguera. Descansa, come, duerme, en su apreciada tranquilidad masculina. Está el Rey comiéndose el coco en su torre de marfil. Está la Reina inocentemente por el laberinto del jardín paseando. Mira el Alfil la altura de los pasillos de hierba. Ella juega al Eterno hasta durmiendo. Ellos la consideran activa y nerviosa. Mas es la pasión oculta la que mueve pieza. Es imposible jugar una partida cuando se ignora que la partida se está siempre jugando. Complica ella el juego con múltiples pistas, y todas verdaderas. Está frito el pollo en su torre dispuesto para banquete ajeno. Le hace ella dibujo de sus intenciones ocultas. El cree en ese mapa como verdad verdadera. Duerme tranquilo en los ojos de la siesta. Mientras, ella sonríe ante su inocencia. Sabe de la guerra el arte pero del amor el arte no sabe. Cree el Rey en los discursos que la moral tranquila sobre ella hace. Puede ir a la guerra o perderse delante de vientos enemigos, que el tiempo es paciente espera, dulce y suave. Es el castillo un fósil donde la fruta se pudre. Esta grapa se come con gula a los glotones y deja cáscaras. Se ruega gourmets exquisitos y lentos. Hace la grúa con sutil delicadeza sobre las manos ofrecidas. Pone al Rey en posición de Infierno por largo aburrimiento, hastío o falta de energía. En este juego con suicidio controlado la emoción arrebata y alimenta. Tiene ella mano ligera para la piel y mano pesada para el que yerra. Mueve ella el tablero cuando ellos confían en victoria rápida. Pone el Rey ojo y cerradura a su puerta. Duerme dentro con llave en la misma cama. Saca ella del tablero al Alfil y lo lleva en tren a su escondite.
Carlos del Puente
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Si con llamarte no consigo que salgas de tu pecho, si a tu nombre escrito en el rumor, si todo comienza con tu dulce acento. Si de tu irreal ausencia me percato, y nos tratamos con suspiros en el pecho,... si a ti realeza inmediata, grito, y en dicha empresa pierdo todas mis alabanzas. Si al llamar tus hombros descuidados, y en ellos besos reposo; si mi deseo rendirle quiero... Si en tu cuello me hallo de inmediato, muy cerca del camino de tus gritos... tu voz me enseña a nombrarlos; esa voz con la que haces alabanza: inmortal lengua verde... en ese loco extravío resuelta... a seguir sus lazos me enseña. Si en este afán por ti resuelto, de seguir tus pasos de huida, uniendo los lazos de tu lengua, corro detrás de ti revuelto, espoleado y obstinado... Si con llamarte vivo... Si ni mi ausencia miras... Si menos oyes cuanto más te amo, si me nombras eco, si me niegas este camino acertado. Si busco en ti la índole, a tu merced sacudido. Si este amor en trance cogido, si mi pesar no llama a la muerte: ese fruto eterno amargo... Si me afliges y confortas, si probar tu futuro quiero. Si ociosa contigo es mi somnolencia, si tengo de ti toda la gula del mundo... Si virtud ya no me queda, ni vanidad, ni orgullo. Si al mundo le puse un velo y lo tomé por ti extraviado... Si la luz cada día como un río se extingue, si el cielo ya no tiene influencia, si esta vida informe y señalada... Si ya no existe otro anhelo, ni cosa admirable. Si pocos irán por tus manos: esa otra vía del universo. Si tu espíritu es una gran empresa, del amor magnánimo. Si visitas terrenales emprendiste, gran espíritu enviado. Si no cabe en tu amor lástima, ni miembros desperdigados. Si eres esta visita que Dios me envía. Si eres la que despierta... la que mi fortuna hace. Si del llanto placentero... si de esa bestia. Si me haces placentero, sereno y consuelo, y morir no quiero. Si me traes noches serenas con todos sus extremos. Si del amor anterior tenemos sonrisas. Si venganza no sufrimos como cadenas. Si allí llevados a las cuentas de las horas, si fuimos su albergue y cueva... Si en el amor fuimos sagradas bestias... Cuando el planeta venga a contar las horas seremos encarnado tiempo, luz y aurora. Si de nuestros ojos preñados estamos, día y noche germinando, si humores líquidos bebemos, si somos uno para el otro fuente. Si de tal fruto tal fruto, crema oculta de nuestra palabra... Si nos coge de vez en cuando el viento y hoja nos hace... Si «A otros con ese cuento», nos dicen los descreídos. Si nos sonríe su viva envidia vuelta fuente. Si a otras damas hiere que el amor sea nuestro, si con esgrima nos lanzan rayos, creen ellos que el amor existe porque en nos se ejecuta.
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Amor a ti como milagro
Creaste el otro hemisferio de la clemencia, la otra divina esquina, la última luz del día
jueves, noviembre 13, 2014Demostraste, hasta al venir al mundo, clemencia admirable con éste otro que de ti hace cuento, teoría o poema. Creaste el otro hemisferio de la clemencia, la otra divina esquina, la última luz del día. Y vino el mundo con su misterio como la red de un libro abierto a darme al nacer aliento. Y vino alumbrado, a alegrarse, tanto se complacía en su estado. Vino el cambio que nace, el misterio, el cielo y su herencia, la verdad de la llave. Mas esto hoy me complacía, a sol dado, a natura, a alegría. La llamada de un suspiro se escribe en el rumor del amor dado. Se escribe como nombre en tu pecho, como algo dulce e inmediato.
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Amor a ti como milagro
Con esos pasos que sobre los ojos me hiciste que más bien se parecen a duro llanto
miércoles, noviembre 12, 2014En el tiempo tuve un espejismo protegido que no supo defenderse de la futura pena que el amor venidero me ofrecía. No lo entendí entonces, ni ahora entiendo el dolor común que no hicimos. Juzgaba por principio que con este amor no vendría ningún gemido. Y un día fresco me hallo en él hundido, todo desarmado, sin puerta ni barco para la huida. En este amor abierto, con los ojos quebrados, me hallo al amor presto y desgarrado, con esos pasos que sobre los ojos me hiciste que más bien se parecen a duro llanto.
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Amor a ti como milagro
Estoy sentado sobre esta puerta del muro del horizonte
miércoles, noviembre 12, 2014Este corazón siempre abierto como una puerta a donde se llama con los ojos y llanto del terror que le causas. Se abren paso tus ojos en el umbral de la casa. Casa, puerta, llanto, vienes, al parecer, armada. Hiriéndome con tu boca infinita, con el arco de tus labios, con la curva de este hemisferio, y yo parado delante del muro del horizonte por donde te has ido. Que sufra yo admirable, no tiene gracia. Aquí sentado sobre este muro voy a esperar tu regreso. Porque me ha demostrado el tiempo que quien por aquí se escapa, por aquí vuelve: como si cuando en el horizonte uno abre una puerta esa puerta es única y nuestra; por ella se sale, por ella se entra; aún siendo uno extraño a este propio fenómeno.
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Porque cada día sin ti es una ofensa, porque haces arco de la espera, porque en mi pecho tu día suele cobijarse, y porque... Eres tan hermosa aturdida, escondido arco que en mi pecho se ensalza, donde antes solía cobijarse, que a mis ojos con un golpe mortal dejas. Fue aquel día con rayos de sol poco luminosos, que hallándome desprevenido, con corazón muerto, viniste a quitarme la pena. Tus ojos fueron aquellos que primeros me miraron con cara de nunca haber visto una sonrisa. Tus ojos del tiempo, de esos que no se encuentran en las tiendas. Me juzgaron protegido de cualquier principio de desarme ante el amor. Te equivocaste: te equivocabas porque esos ojos que veías no eran los míos sino tus ojos. En ese tiempo, en ese instante, eran tus ojos que se creaban dentro. Se hicieron así un lugar en mi cara: como el que planta una mirada y crece.
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Amor a ti como milagro
Los que van detrás del sonido alimentando el desvarío de los besos suspiran
sábado, noviembre 08, 2014Los que van detrás del sonido alimentando el desvarío de los besos suspiran y suspiran como locos enamorados con el corazón por los suelos. Los que han sido, serán y fueron hombres sin amor vivido desvarían a su estilo seco sin corazón dolido ni dolor en el cuerpo. Los que hoy suspiran en este juego loco del silencio, esos, no van dolidos en la entrega, ni con besos ni suspiros, porque a ellos nadie los espera. Si tu suspirar, mi amor alimenta, así con tanto estilo; si tu corazón varía con cada hombre, luego de amado haber sido; si esto ya es de esperanza tormenta; si tu boca piedad de mí no tiene; voy a callar ahora lo que duele y cantar más bien y alegre eso que siento y desconozco, que como, palpo y bebo, para arrancar este amargor de boca que hoy llevo dentro.
Así que amor detrás de ti anduve, como gente o muchedumbre, como solitario confundido. Así fui tuyo frecuente, de tu amor advertido. Y tuve tiempo confuso. Y tuve fruto de claro sueño. Que en este lugar del mundo, digo, donde dije no al amor ahora digo Diego.
Pero debes saber, y sepas, que este tiempo es claro y el otro oscuro, y aquel raro, y este... y este el del amor el tiempo, aunque me ves confuso porque no me aclaro.
Este breve lugar, que contigo es un instante, toma el lugar del mundo, allí donde solo hubo antes ofensas, desidia y enmiendas.
Ahora me voy hermosa por tu camino, ese que me lleva rápido a la sombra de tus ojos.
Ya ves cuando llego que el corazón se ha comido la boca.
Ya ves, aquí sin palabras.
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El truco luminoso está en tu amor absoluto. Aunque caiga yo como un puente dorado, sobre ti premeditada. Porque el amor pierde los dedos al tiempo que me trae tu boca. Sí, el amor, ese riachuelo, que borra las huellas del tiempo, se pierde en sus formas desfiguradas. Tráeme de tu boca ese riachuelo, ese vis a vis del encuentro de tu mejilla con mi cara. Yo a tu lado no soy mejilla segura frente a tus besos resbaladizos. Siento tu calor como un fuego que recorre mi boca. Porque ya sabes que en ti nunca siento dolor. Aunque a veces eres como un oleaje infinito, enorme como mis sueños. Pesa sin ti el amor como ríos desconocidos que son en mi cabeza tus brazos. Ahora recuerdo que te esperaba como un saqueo. Vuelves de mar como un amago de irte. Te sientes alejada como la hoja de la copa de un árbol. Y las hojas se esconden siempre ante la brisa. Y yo descubro tu cultivo como un fermento, para verte siempre en mis derrotas borradas.
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Ahora te voy a decir en tu boca algo absoluto, directamente como en el periplo de una metáfora. Ya sabes que la palabra coge su ambiguo destino. Sí, abrigada, recogida y absoluta. Ya sabes que de los datos del Destino tengo yo la culpa; porque he echado los seis dados de la redundancia. Ya sabes que te tengo un amor sin medida nocturna. Y no olvides que eres el centro de nuestra estancia; no olvides. Aún no olvides que se nos quedó clavada la repetición del tiempo, sobre sí mismo vuelto. No olvides este límite ciego de nuestra pasión primera. Hace un momento en nuestra cama trenzábamos nuestros cuerpos para hacernos una vida. Y tú, mi amor, inimaginable, llegas, pones los ojos de misterio hasta dentro de los agujeros de nuestras manos. Es imposible este calor que de ti conservo, este fermento tuyo, esta tristeza de gaviota de cordillera. Eres luminosa sal de mis abismos, la sal del cielo caída, un truco dorado y blanco que hizo entre tú y yo puente.
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Son las seis de la tarde y tengo tu ausencia en un margen tuyo, en ese margen que hace del mundo un agujero. Son las seis y no voy a dejar de quererte porque ahora estés en brazos de otro. Te palpo como el que no tiene nada, aquí, incrustada en la pérdida. Tengo ausencia como para llenar el amor que me falta. Y en esta rebeldía de los celos tengo un sentimiento oculto como una piedra. A la corriente de los hechos me remito.
No estás en éstas horas de tus calles. No estás y en mi cuerpo se hacen remolinos. Se abre, amor, todas las noches, mientras tu tienes el sabor de otros labios. Tengo otro amanecer en mi pecho con esa tibia tristeza que me mata. ¿Conocerá esta tristeza tu amante? ¿Te llamará por las noches a escondidas debajo de la almohada? ¿Le dirás: ahora no puedo? Y yo mientras a tu lado rompo el absoluto.
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En el borde; así puedo quedarme en la razón de amor loca me apareces como una mirada llena de desastre, rodeada de los contornos del cuerpo vacío. Pocos saben de catástrofes, de esas de ella, a veces vividas hasta sucumbir. Hoy verás amanecer por las ramas por las hojas planas, por los frutos, por las sedosas cerezas, al ras del suelo; y en ti, íntimo despierto. De ti, sí; y del rencor de la muerte: de ese rencor que pone límite al tiempo y al recuerdo. Si vinieras a recordar las palabras que fuiste, aquellos agujeros abiertos, aquellas miradas secretas... El amor también es el viaje de ti a mí de mí a ti y retorno: ese es nuestro Destino echado sobre nuestras manos. ¿Qué culpa tengo yo si ellas nos multiplican limpiándonos la nada como un sucio barro?
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Si quieres crecer y cada vez en tus manos me ves, pensarás que el amor rompe el cielo, y sorprendido de celos muere buscando palabras en las que no creen. Los celos van gritando por las calles : ¿De quién es este dolor mendigo, esta vieja memoria reconocida en la profundidad del corazón tejida? Tus emociones retumban en mi cuerpo. Siento un amor profundo que cuenta todo lo que sabe de tu cuerpo. Vive en el entusiasmo, entre la verdad y la mentira, entre la cintura de los cementerios. En tus labios encontré los míos como dos manos; son el recuerdo de la piel de tus ojos con su forma de tierra, de viña y hoja. Tú, cada mañana, uva, manzana roja, sigues siendo rama donde tu amor acaba con fórmulas simples. Tengo en ti sello que levanta el tiempo. Ávido te invento. Contigo aprendí a contar la ausencia. Sin remolinos, rodeamos las piedras al borde de lo que queda.
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Amor a ti como milagro
Como el cantador andante alcanzando el agua más allá de la sed bebida
domingo, noviembre 02, 2014Mi canto hacia ella continua así: como el cantador andante alcanzando el agua más allá de la sed bebida. Ven acá, mi amor, ofréceme la bebida nacida de la salud del agua. Así me gustas nueva. Así pareces. Así caes en mi boca como recién hecha. Bailas dentro como una borrachera, como un baile abierto a los ojos. Así te ofreciste a beber de esta sabia reluciente. Aquí descansas, tú, la aparecida. En ti yacen todos los recién nacidos, nunca terminados en tu retorno eterno. Bajo tu altar, mal jugada la vida, y ebria; en ella, en tu espíritu de caballo libre, se desgarran vientos tempestuosos. Y tú, fogata viva das nacimiento al torrente del campo. Sabia eres, estrella hermana a mi pregunta. Estás pensando por venir la lluvia diosa se levanta hoy despierta y hablas. Tú, hermana mayor en el Tiempo, yo, niño, hijo y amante, en tu reencarnacion otra me reconoces. Eres la fiesta de la lluvia anciana, de las ramas que se acercan, del zumbido sabio del trueno. Yo, este niño que fui en el nacimiento representado, ahora amante tuyo, en esta dimensión reluciente, eres fiesta vieja de los dioses, sabía y explícita, quedas por venir en esta negación de la muerte. Haces la lluvia desde el otro extremo del mundo, la haces, aquí en mi pecho, como hace el árbol al tronco. Hija de las ramas, diosa de la hoja, más allá, allá afuera, salen tus hijos hacia el extremo horizonte. Te acercas hablando, comes flores, las respiras, mientras un hijo cuelga de la rama de tu vientre. Allá dice su canto nuevo a la vida con sus chiquitos ojos recién estrenados. Vas a cantarle los días de lluvia, cuando se chupe los pies, cuando tenga el dedo gordo empapado de saliva, cuando descubra la vivacidad de su sexo. Le cantarás en tus camas sueltas, de pie, de rodillas, en su desnudez inquieta; le abrirás del corazón las ventanas, los poros del cuerpo, las ganas, el placer y el sexo. Le harás aullar como a un perro loco, perro solitario del monte, transido por el hambre. Eres tú esa que termina, la que no espera el fin de los tiempos, hechicera. Le pondrás cascabeles a sus ojos, sonoras primaveras. Y ahora que llegas como el horizonte, respiro y te tomo por nueva. Sigues platicando y terminas, y empiezas, me hablas, me besas, en medio del oriente. Los dioses en ti dentro, sorprendidos, audaces, buscan el sentido al universo, y seducidos terminan. Cuál es la siguiente lluvia; dime, cuál. Allá está siempre más lejos cuando tú llegas. Y yo aquí en medio no tengo lugar para esconderme. Háblame en voz alta y me visitas. Termina de una vez el tiempo; cárgatelo como a un intruso. Hazme una casa en tus manos, una casa de visita. Y allí dentro, usted y yo entonces. Sujetos por las manos, cogidos por los ojos, metidos en nuestra boca, somos. Hazme otra vez lluvia; te lo repito. Usted es mi casa mi escucha el tiempo que no pierdo, entonces. A aquellos que te explican les digo que no saben sonreirte; a los que te hablan a escondidas con mirada de noche, que te eschuchen y entiendan; a los que ven tu cuerpo furioso, a esos les digo: buena suerte. Y a ti que nada me debes, a ti todo te digo con insaciables palabras. Explicarle a tu padre que llegó el hombre: ese que te hace vida. Ya sé que no obedeces ordenes, ni siquiera aquellas de mis súplicas. Explícale al viejo que seré un pasar, que no se preocupe, que él es el primero y el único. Así lo harás más viejo: sin que él pueda jamás alcanzarte. Hoy es día de lluvia, como ves. Y no tengo otra cosa que hacer que pasar por tu ventana. Quiero ser ese árbol por el que subo, quedarme como rama dura y verde, darte hojas, sombra, raíz, simiente. Ya ves: estoy furioso, fuera. Aquí, en el poniente, te pones tú sola: ni sol ni agua ni nada; tú, noche. Terminarán los dioses con este mundo y a ti te dejan.
Ahora quiero citarte:
Canto la magia de la lluvia para atraer los años nuevos. No son himnos ni versos, no son permanencia. A los sacerdotes del amor les crujen las piernas, se arrancan las manos al no poder poseerme. Permanecen en la larga ceremonia de la abstinencia para darme su simiente. Hacen oráculos del silencio mientras de lejos me hablan. Permanecieron tiempos infinitos fieles al juramento del amor que me deben. Pueblan de hijos imaginarios los valles. Hacen para la sed futura fuentes. Despeinados como dioses locos y furiosos, piensan en la captura de mis brazos. Déjadlos murmurantes. Dejadlos como minotauros furiosos con su aliento de laberinto cerrado. Mojan sus pies descalzos de orina limpia, los esfínteres sueltos. Murmurantes de maldiciones porque saben que no cedo. Los orantes ansiosos de sed bajan de la lluvia mojados como padres terrenales, sufren de mi vista, saludando al alba. Sacerdotes de cantos poderosos beben toda mi gloria antes del cántaro. Alrededor de sus labios vacíos se les resecan torres viejas. Viven rodeando, para no desaparecer, las sombras. Sentados en el primer día del encuentro, quedaron inmóviles como la piedra. Son carne de una oración perdida: dicen los años como los granos del rosario. Les sudan los ojos cada día nuevo. Sacerdotes de turno me vigilan a escondidas en el gran orden del universo. Guardianes de la lluvia vienen con las cabezas llenas de ranas. Se les ha perdido el Tiempo, y la fe, y la boca de tanto llamarme. Me obsequian los tesoros de templos milenarios. Y yo, aquí creadora, sonrío y respiro como cien vacas sagradas. Esta es la fiesta del deseo con la que la vida me obsequia. Son Gritonas mis manos. ¿Y qué? Te estamos buscando, me dicen, con ausencia de soberbia. Me cantan y aún así están tristes. Me lloran y creen que no sienten. Babean con saliva nueva y no se regocijan de tus labios. Diosa del fuego, flecha, del amor bandera. Ya se está moviendo del corazón el polvo y las plumas de los pájaros crecen. Oye, cantador, ahora su mi canto crece ¿por qué no vienes a mi cama? Te estaba esperando en este instrumento de cama. Estaba buscando tus pies, estaba mirando el vacío de tus pasos ausentes. Buscaba la raíz. La raíz anterior y su torrente de sabia. Hermano, hombre, amante, mírame estas manos emplumadas. Dime dónde andabas, con quién, cuando, si fue noche, día o tarde. Dime a dónde has ido que me has dejado sin mirada. Dime si fuiste al cerro, allá donde se encuentra la huella. O allá en la sierra, matorrales adelante, entre mudas fieras. Dime si a tu casa llegaste, si fuiste al reposo, si allá se encontró algo o nada. Dime si viste al pájaro mudo, si te soltó augurios, o fue contigo secreto. Dime si encontró la huella de nuestro camino. Dime algo más adelante. Pero antes ven aquí a mi cama. He tapado su entrada al viento para que no sientas celos. Nuevas especies de pájaros han volado. Qué les pasa si tienen sola la tristeza. Y retornan al nacimiento del fuego. Y se esconden bajo el agua. Y retornan a la madera de donde salieron. Nacidos del sol, son fuego, y plantas, y madera, y taladro. Son fuego como ciertos árboles en el silencio. Por eso sus cuerpos están acorralados por la avaricia. Ven, y ámame listo. Para el amor no tengo espejos, ni para ti oscuridad. Ven, mi fuerza, no sufras de mi yugo. Ven nutriente a este noble inicio. Ven. He preparado las aguas para esta nuestra ofrenda.
Tengas larga vida en mis brazos.
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Tomaría a la memoria como ausente, a la estancia como orilla, al error como a mí mismo, a la sed como pregunta, al tener como a tu ausencia, al amor como lo que se esconde, a las respuestas como al vacío, a la ternura como al cobre, a las palabras cubiertas de bocas, a los ojos de amor como si lo tuviera, a las garras de las caricias, al hoy como un día cualquiera, digo, tomaría al alma desesperada como a un amor confuso, a la sonrisa como pena, al corazón como a un búho eterno, a las palabras como a los ojos de la noche, a la presencia como a un naufragio, a lo lento como lo vivido, a las salidas del mar y del tiempo, a un de vez en cuando el dolor, a ese tiempo que cantas, a las paradas del recuerdo, a los sin avisos, al vino, a la parra, a tu pecho, tomaría el empezar sobre el borde del agua, a los recuerdos lentos, al vayamos ahogados, a los aprendizajes de tu lengua, a las alas escandalosas, a las palabras impronunciables, a lo que fue, al vuelo del baile, a la mirada del espejo, al cristal de una línea, a la luz clara del frío, a la fugacidad del instante, a la orden de la muerte, al devorar lento, a ...
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Amor a ti como milagro
De esos besos vienes oscura como si tuvieras mi sonrisa en tu boca
sábado, noviembre 01, 2014De esos besos vienes oscura como si tuvieras mi sonrisa en tu boca, como si levantaras la tristeza sobre la justa pena. Esta tristeza conlleva siempre el amor en cada momento, cuando lo dices y retumba salvaje. Amor es un destrozo, el sentir una insoportable rotura, como estas manos ciegas con las que andan cortando el día. En esta tierra negra llena de murales con cajas vacías de viento y viaje, retornaría alguna vez desnudo de raíz, de viaje; con esta rama larga que es un augurio a la deriva.
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Dentro de la lluvia de tu pupila tienes una emoción rota. Llámame cuando en este cuerpo encogido llegas. Porque eres llave y obertura, composición sin cabeza cuando el cielo amanece vacío, delgado y sin existencia. Dices que todo se nos enlaza, se nos eleva, dices, como el amor tira al monte loco como una cabra. Y así, las cosas así prefieren la hierba al aire fresco. Porque eres paso y abrazo, puerta. Dices que me haga paisaje, lluvia, gota recogida en tu mano. Ahora arrasaremos el cielo como si fuera el cuerpo de tu infierno. Dices que somos cuerpo infinito llevado poco a poco hacia el sufrimiento. Dices que tendré que vivir sin preguntas, rebobinando más bien los años; que la vida duró y queda en este dolor roto.
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A veces, soñamos alguna vez la desnudez, dicen. Veo tu frente como un vacío. ¿O es una sonrisa que llevas puesta? Háblame y déjate mientras aquí en la cama que tengo que volver para dejarte al filo; de mi cama, digo. Quiéreme como si estuvieras en mi mano. Háblame como si fueras a volver. Dime que la vida he oído. Dime que esta vida es un paseo blanco, que las sábanas son tu rostro, que ya no debo dormir entre este gentío.
Dime que te quiero, sabes. Yo mientras me haré el dormido. Dime que odias tu ventana, que sigue girando en seco. Siéntate aquí conmigo y coge esta mano muerta. Háblame del rincón de tu cama, de nuestras marcas. Léeme un libro sin comas para esta sorda herida. Léeme un libro cualquiera. Háblame de tus ojos que veo, de tus labios, de tus cosas, de ese despertar revuelto, de un te quiero al vuelo. Tuve en el pecho un camino de espera. Supo el viaje a encuentro, a mirar donde no hay nadie, a nuestra historia. Espera que todavía no he salido. Quien no amó no sigue volando. Quien no fue sangre no fue rocío. No sé qué haré cuando recoja tus cosas; esas cosas que has dejado. Por ejemplo: Por ti supe de la distancia, del lugar de los nombres, del nombre de las cosas.
Por ti aprendí a despertar asustado de la cama vacía. Por ti fueron fugaces todos los cruces. Como un ciego duermo furioso de no haberte retenido. Fui fugaz en tus brazos dentro de la lluvia como una emoción rota. En esa lluvia de tu pupila vivo encogido.
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Y por creer en ti, en el amor, en tu silencio, aquí te espero para extender las alas húmedas de una mariposa bajo tu secreto. Te he visto hoy tan azul, tan azul y líquida, que dejé de pensar por un instante. Déjame pasar por delante de tu cama, que he visto nuevas tretas entre tus piernas. Se rinde el cansancio, como el centro solo e infinito; se vuelve ante nuestros pasos. Te he encontrado en la vida, en los labios, en la traducción del tiempo. Gracias por haberme conducido hacia ese amor, hacia ese agua. En el nombre de amor te dejaré el agua. Está fría la noche para la espera. Invéntame de nuevo si vas a volver. Tengo aquí tumbado tu recuerdo. Y cuando te acercas se me hace vivo. Acércate a mis sueños dudosos, a mis sombras, a este hombre inseguro, a mi lado inmortal. Después despertaremos dudosos de todas las sombras. Cae la noche, caen la dudas; que lo sepas. Que este amor inmovilizado sude palabras; recobre fuerza. Nos podríamos romper el reflejo de los espejos, como el tiempo en espera, como el silencio. Son las palabras que no tengo; pero espera. Si el amor viniese a pedazos entre dos aires abierto como un sueño desnudo, si viniese, digo, que nos pille soñando este Gran Sueño de la Vida.
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Como un despertar de tiempo tan sublime, desde tu dormitorio al brillo de tu cuerpo, desde tu futuro como promesa, ahí, muy cerca, y de repente, te pronuncio. Te pronuncio como un viaje, tan fácil como tu mirada, cruzada por nuestros nombres. En tu casa, solos y perdidos, hechos como la luz caída en un lugar exacto; viajeros sin alma, en el espacio derramado sobre tus sábanas, ese espacio siempre inexorable, tan lleno y fascinado, como siempre. Y de repente tu rostro, abandonado por un instante, se me hizo fantasma. Amor sí, se me hizo fantasma, de la soledad fantasma, pues, desde mi lado, el mundo desaparece. Y oigo el vacío del mundo, el vacío de tu lengua saltaba como una sombra, soltaba una mirada estrepitosa y caliente, con lengua de aire.
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Collage impresionista puntillismo
Tras la ciudad se escriben versos, claros como los campos en el éxtasis
domingo, octubre 26, 2014Tras la ciudad se escriben versos, claros como los campos en el éxtasis del momento, fascinados; campos sin límites de pájaros.
¿Para qué esta baja distancia inútil, esta torpeza, cuando te vas y me dejas con esta tristeza? Esta distancia es un sueño que rompen las letras. Esta distancia escrita mientras las casas habitan o confiesan.
No es leyenda recordar los paisajes, los ecos de su memoria.
No es imposible ser evacuado. Antes había ya éxtasis en tu prosa, hipnótica, precisa como la poética.
En tu juego de manos, en tus ojos y más allá, en el olor de tu cuerpo joven y sensual, contrasta la soledad de tu espera. Y el óxido del refugio cae en decadencia, exhausto y obsceno, como el despertar del recuerdo.
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Amor a ti como milagro
Y este despiste de mar que llevo colgado del cuello, nube blanca de la espera
viernes, octubre 24, 2014Te tomo al ritmo del último viento cuando sale el tiempo desgranado de las raíces. De tu boca, sí; sacado de tu boca siempre distante, ese campo de siembra que es tu distancia, larga como para caerse los dedos. Gotea larga la distancia. Se me hace el silencio a letra como señales, como pan cotidiano, vencido, como piedra. Se me hace la distancia como laberinto, a río, a horizonte; a largo mes de agosto, a conocida mañana, a un apenas, y tú allí sentada. Se me hace somnolencia, y tú presa. A pliegue atrevido de viaje, a tardanza. Se me hace un recorrido concentrado, visual y atento, a luz empujada. Y este despiste de mar que llevo colgado del cuello, nube blanca de la espera, sello de tiempo, llegaba un poco tarde en un instante insultante.
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Collage impresionista puntillismo
Bailan sobre los orígenes colgadas sobre los cataclismos
viernes, octubre 24, 2014A veces una palabra de amor se derrumba serena de nadie con solo mostrarse a los ojos huecos de la calle. En el fondo de los ojos, sobre el filo de las salidas, ese horizonte de las paredes, cercano y al lado de la puerta.
Escribiendo cartas de amor me guardo un amanecer imposible, salgo de un libro fecundo como un capullo de seda germinando palabras; y tú, mientras, distante.
Solo puedo salir como una composición frecuente, cercano y distante, al pie de la letra. Hojas sueltas recortables bailan sobre los orígenes colgadas sobre los cataclismos.
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Temo cada vez perderte, cada mañana, cada vez que tus ojos preparas. Cada nuevo día toma camino cualquiera, serio como un espectro, desesperado como un libro, aireado y seco. De la corrupta noche, corrupto encuentro con tu boca, con esa palabra tatuaje.
Ya es tarde; lo sé. Se cierra la Tierra acorralada por las aguas, por la diosa de río. Antes de tu cuerpo tenía ojos predispuestos a la espera. En nuestros encuentros distantes me viene negra... Es lento el tiempo del fin del continente.
Corren tiranas las dudas. El cielo entero como agua y los animales cierran los ojos, y los pelos y las orejas se sacuden, mas allá de los ojos como velas. Se entreabren, ni un ruido, solo un trueno extendiéndose sobre las gotas.
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Collage impresionista puntillismo
Perdida en la cornisa de las alas-laberinto
miércoles, octubre 22, 2014Como una tarde que no existe, separada ayer del mundo, con sus recuerdos me salpica. Sueltas apiladas sus dudas me enmarañan bajo la más grande tristeza. Perdida en la cornisa de las alas-laberinto, sus nidos son gotas de sangre en el calor de las paredes.
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Collage impresionista puntillismo
Ese viaje como una espera de tarde imposible
miércoles, octubre 22, 2014Es más fácil vivir desesperado que amar. Sí; amar y correr y no dudar de los espejos, del tiempo, de su versión de la inmortalidad mal entendida.
Solo quiero tu parte, tu parte dormida en una hora, esa hora conforme a la línea del tiempo. Esas horas que en las mejores ausencias te dejan el vacío, te dejan un espacio encogido que ningun viaje puede tapar con sus silencios. Ese viaje como una espera de tarde imposible.
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Collage impresionista puntillismo
Por esa hoja de la despedida se abre el mar que fuimos
miércoles, octubre 22, 2014Son tibias tus murallas de lluvia, nos separan y arden. Arde el ayer como la hoguera del recuerdo, como un punto tibio del mar alejado. Y el allí ya no existe, ni el mar ( no pensaba en eso). No fue recuerdo: creo que fueron tus brazos. Creo que te diluiste en arena, donde se precipita el pasado. Por esa hoja de la despedida se abre el mar que fuimos. Ya sabes: nuestros besos simulados.
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Collage impresionista puntillismo
Caían las noches por nuestras lenguas violetas
miércoles, octubre 22, 2014Abatido grita cada mañana, huérfano, abatido, grita la desesperanza. En su dimensión de madera, del corazón el centro, caían las noches por nuestras lenguas violetas. Si tengo el corazón dentro como un nudo, amor, perdona. Como un nudo, llámalo nudo; llámalo de piel nudo. Pues yo, así te leo descosida. Seamos pues escritura como letra cayéndose. Como un cazador de hormigas, locas hormigas de fuego, rojas y transparentes.
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Amor a ti como milagro
No sé cuando tus mejillas dudan, ni si sigues creyendo en las lágrimas
martes, octubre 21, 2014Ella no quería vibrar pero salía la araña dando pasos sobre la seda. Pasos bajo una ola, un túnel: araña del tiempo. Mido tus manos con la lástima que me lleva. Tu casa pasa por mi casa, y nada: ni siquiera el tiempo dentro de tu mirada ve tus ojos presentes con más manos que las que tiene el recuerdo. Te tengo y ese paso es el primer día de todos los días simultáneos de amor y muerte, de la vida y del recuerdo. No sé ya más. No sé si estamos en la vida o en las sombras. No sé cuando tus mejillas dudan, ni si sigues creyendo en las lágrimas.
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Amor a ti como milagro
Más allá se oye todo, como se oyen las palabras de amor en los espejos
lunes, octubre 20, 2014He visto tu mirada caer y extenderse por todo tu cuerpo. Alguna vez vi tus palabras solas. No pasaré más allá de tu olvido; pero antes, amor, antes, recuerda. Recuerda en alguna parte desconocida, más allá del límite. Más allá se oye todo, como se oyen las palabras de amor en los espejos.
Todo lo que dices, amor, es solo una parte, una parte donde tú dormiste.
Mis lágrimas dejan sombras sobre tus mejillas en la quinta planta de mi ceguera, en esos ojos muertos que ahora llevo.
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Esta es la pregunta dirigida al veneno. Huérfano, abatido, me grita el amor cuando caen las noches, teniendo el amor como nudo. Todos los centros son ceguera, salida presente. Y los que veían la existencia desplegándose en tu mirada, caerse, vivir y extenderse, esos, hicieron, de la monotonía del ruido, tu poesía borrosa. Y desde el fondo del desahogo, a veces, el ojo de la vida, sentado bajo el árbol de la existencia, abre su presencia y se despliega.
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A través de las borrascas también se escribe. Se escribe a través de los huecos. Se vierte, se derrama. Entras vertida como el comienzo. Y eres anterior al tiempo, ya encontrada.
Sin dormir aquel día, robada al espejo, que sepas cumbre de la mirada. Que sepas que el amor existe en su secreta belleza.
El amor, el otro y los laberintos perdidos. Los encuentros, las esquinas, el olor a pasadizo. Y los abrazos encontrados al saberse.
Tú eres mi laberinto. Yo soy laberinto, sin cuerpo ni palabras.
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El río cuela muerto de su silencio. La ausencia es como un eco que no se consume. Y el sentido una pérdida. Ese eco del tiempo sin ti. Esos múltiples hilos. Esos míos que salen de tu boca. Esa luz que tus ojos esconden. Ese olor a ropa. Esos cuerpos del deseo. Esos juegos de la esencia.
Perderse para encontrarse. Amarse porque es el fin. No llorar lo que los ojos sienten. En tus ojos tengo la fe puesta. Porque me avisas. Me avisas cuando te extraño, cuando pierdo las manos y no me reconozco.
Nace el amor, nace la vida. Nace y te avisa. Nace el amor, y a veces te extraño, sorprendente y raro como lo inesperado. Y ahora, eso: el instante.
Adivina si te espero. Te esperaba. Esperaba de larga espera. Cuando las cosas empiezan por un te quiero, despiertas. Me enamoras; como decía antes. Me enamoras con tus alas. Me despiertas y amanece. Amanece como un regalo ciego, tomado a distancia.
Mira, amor, esto no es un juego. Aquí nadie pierde.
Desde que pasa el mar soy pequeño. Así como sentado sobre una mirada. Como agua, movimiento, agua y un poco de viento. ¿Dónde? En la playa. En esa playa desaparecida del recuerdo.
Hacía abajo atardece sobre nuestros cuerpos, y después un reflejo fortuito suena bajo la ropa, suelta sobre la arena el olor de nuestros cuerpos desnudos. Va cayendo como un sueño de día, atravesados de cuerpo a cuerpo.
El amor se escribe. ¿Te acuerdas? Indefinido, a través de las hojas desaparece. Desaparece como una hoja de líneas borrosas, como los huecos cuando se vierten.
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Tritúrame, hazme, sin huella, de polvo alejado. Me ahogo en tu mirada de naufragio, en el silencio de las camas, en el silencio cuando el amor se ha ido. Polvo tuyo, de tu carne, mi mirada es un naufragio, un silencio. Vamos a reducir esta locura a la tormenta de los espejos. Ha roto la mañana. Se ejecutan los sonámbulos. Los cuerpos son ojos recién criados. Vamos a empezar a romper cada cosa de la casa para obtener el absurdo inefable de nuestras vidas.
Censuradas vienen las heridas, en este silencio, entrecortadas, en este sexo, en esta vida, en este cuerpo de saliva. En otra vida, tal vez, el amor muere. Tal vez, fuente; tal vez, mirada. Tal vez cueva de la tierra. Tapadas las pérdidas, las ausencias florecen, a la vez que el tiempo sale de las ramas.
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Amor a ti como milagro
Me palpas por debajo de la piel; sí, bajo el muro del cuerpo
martes, octubre 14, 2014Me palpas por debajo de la piel; sí, bajo el muro del cuerpo. Dentro, mi fiera roe los huesos del amor. Entre los trozos de tus labios, en este cuerpo abierto, aquí te veo. Aquí te hablo con la punta del silencio. Pues me sabes a memoria, a recuerdo fresco, a haberte ido, a paso del tiempo, a corazones rotos, a nuestros cuerpos asimétricos. Me sabes a cuerpo sin palabras, como un veneno. No hay amantes bajo la hoja de papel, ni veneno suficiente para todos mis huecos. Nadie me dijo donde dormir en algún rincón del espejo; y encontrar tu alma como se encuentra agua en el desierto. Sí, sin dormir sin espejo. Aparte, allí en la cumbre desaparece, atravesado, viviendo de las heridas. No hay mayor laberinto que el amor perdido como un desdén de las tormentas. Me ofrezco como tu espacio, ese tiempo sin pies ni cabeza para reproducir el mundo. Es este el canto frío de tus manos que rompe la soledad de tu ventana. Ya me ves desafinado y solo, blanca evidencia de los vidrios sucios que vociferan. En un lugar del tiempo, tuve tormentas en la humedad de la noche. Un lugar, un mismo lugar siempre, parado, e infinito.
Eres tal que un día me será imposible inventarte. Corazón, no te había conocido así de silenciosa. ¿De dónde vienes locura? Tal vez de la noche. Soy siempre menos cuando desapareces dejando un aullido redondo y negro en el cielo, me estaba comiendo entero la angustia. Con determinación te conozco, amor, veneno, estuve esperando de tu boca. Desde hace tiempo, muda pusiste con exactitud tu cuerpo. Te cruzaste, amor extraño.
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Te quiero, lo mismo que el viaje; tú sola. Donde nunca se acaba, tú sola.
En ti perdido, me niego. Me sumas en un nosotros, juntos. Me abriría si quieres. No sé si quieres. Me reparo en tus manos, en sus enredos. El amanecer se me amanece. Todos amanecen. Y el amor, mientras, me quita el sueño. Me quita el sueño de las manos. El de tu cama, ¿sabes? no tiene palabras. Con estas palabras de hambre, si quieres.Tú, mi primera promesa, ven, tan solo ven. Vienes siempre que me adivinas. Me crees. ¿Sabes? Creces entre mis brazos como un luego asustado. Yo creo en tu boca, hasta en el momento de orientarme. Orientarme por el cielo de tus manos. Escríbeme en tus manos contra el olvido. Un día inventaré palabras para el resto de los días. Este es el plan de la vida, hasta que un día se haga imposible
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Nunca fui tu pijama o tu cama o tu dolor. Tengo un dolor como una cascada en tu boca. Unos truenos y algo sucede. Sí, algo sucede. Y yo siempre y tú siempre. En este bosque de tus labios donde mañana serán copia de un olvido auténtico. El amor sabe a partes. El amor dice tus pupilas. Y el despertar se me olvida como metido en un sueño. Y una vena, y un manojo de vida.
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Eres tú y yo en ti. Tengo un montón de intenciones pasadas de fecha. En esta frontera, a veces, suele ser domingo. Este es el principio del dormir. Quisiera ser el instante que te habita. Cuéntame como pasan las horas. Lo hice por ti; porque tú existe; porque tú me permites vivir al borde, al hilo de la existencia. Siempre me acuerdo de ti desnuda, en el siguiente paso, entre otras cosas.
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No te quites de mi boca nunca pues quiero tu silencio, todo tu silencio, para guardarlo como un recuerdo. Pero cuando te vayas guardaré en la memoria tu lado caliente para contradecir a los días del mal Destino. Te amo, sí; así en forma de protesta. Y ardo en este silencio tuyo, en esta herida insólita. Te quiero cuando duermes, sólida y tendida. Y yo duermo en ti cuando estás ausente. En ese beso por pequeño que sea no se olvida; pues conozco bien ese hondo silencio. Río negro de agua, ese silencio tuyo, mensaje del Infierno.
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Te palpo el silencio como un ruido que vuela, como la vela del miedo, como un mal innecesario. Y ahora tú, mi mayor parte del tiempo, mis labios, mis besos. Le hablo a la soledad cuando llueve. Me hago inmóvil en tu recuerdo. Y cuelga la soledad de este naufragio. Naufraga conmigo dentro de este silencio. Tengo la soledad sola en este momento. Silencio! que oigo tu voz. Son las diez como siempre. Y así, como siempre, tú, extraordinaria; y yo escombros. Es este un réquiem para una tarde de verano. Mi vida reguero de la tuya. No me quites nunca, que quiero hasta tu silencio.
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Se supone que todo fluye seco, que nunca tuvo uso, que nunca habla. Y que después te espero, después de no decir nada. Tuviste demasiada boca para hablar, abierta y pobre, estrujada y amarga. Ahora ya no es tiempo de llorar, ni hay tren de lágrimas. No hay tren en las vías frías, ni vida en las mejillas. Es duro el olvido, duro como un tatuaje. Te llevo dentro y desfalleces. No tienen dirección los puntos. Ni los puntos y coma marcan las calles. Ni es esta la letra de una canción triste, ni una pregunta, ni una ventana. Son los que se van, los que van gritando. Y grito sobre cada puente tu nombre. Aquel pijama de medianoche, desde arriba de tu indiferencia, incluye el dolor.
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Mientras te miro en esta distancia, más cercana y lejana, como un amor futuro, pienso en ti. Desnudo de caricias y de memoria, con tus ojos dormidos, y tu cuello cerca de tus senos. Nos escribimos a puño y letra. Con memoria en los ojos ahora duermes mirando el cuello del pijama. Es posible tu piel? Te resbala la mirada por una curva suave. Todo es tarde. Entonces el viento se ralentiza. Entre nuestros labios hay una lógica que espera desesperada enunciando la distancia. Con la tristeza no se juega. Hazme, mejor, el amor rodeados por el miedo. Abriga mis manos después de tu ausencia. En la caja mágica de tu vientre me dices, me tienes como más olvidos. Luna, fuerza negra. Yo no hacía nada para estos párpados imposibles. Se nos escapa el amor en estado ausente.
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Si vas a llover que sea en mis manos. En el amor te descubro y estás. Estás por periodos en mi pensamiento: para hacerte noche tendremos que vivir la sombra, el porvenir y la tristeza. Dulce alegría estar despiertos en esta noche de agua, en la vida, en la frustración de las alas, en el destierro que parece oculto en tu rostro, en tu rostro donde el primer día se mira. Creo que tengo hoy el primer espejismo de ceniza. Aunque tú ya sabes que me fascinas a ciegas. Amor, toma mis manos y quítale las sombras. Aquellas sobran del después. Te pido un nuevo nombre como dos noches con bocas calladas por ausencia, por el tiempo, por la melancolía. Ausencia del amor perdido, por el pellizco de la vida, por el aire que tiene el alma. Toda la noche es mi debilidad: esa jaula oscura que es tu nombre. Descríbeme pues en un abrazo. Hazme que entienda al árbol. A la sal de tus pies. A tu último secreto. Al reposo loco. Al caer las horas. Quiero ser tú; con tu leve pasado, con tu amor barca, con tus labios puente. Loco me vendo con esta ropa puesta; con bufanda tu cabello, con reposo de tu cama. Y esa sonrisa pasiva, estrangulándose en tu boca.
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Prometo cumplir con la vida en la siguiente parada, en la siguiente estación donde no te deba nada. Con dolor, con mil perdones, rio abajo. A estas alturas de los castillos en el aire, te amo con la tempestad en la boca. En la tranquilidad de tu desnudo, yo paraíso, tú madrugada. Para los que llegan y se disuelven, como un golpe de perro, el violín toca un aullido. Y los tatuajes en tu piel, mientras, amontonan sus dudas. Se me ponen en la boca de tus piernas, te bailan la mente, te corren el cuello, con su lengua de gato. En el contorno de tu dedo y más allá me darás señales de vida. En tu mirada los cuerpos se difuminan. Cada vez veo menos señales al oír tu nombre. A veces, me volvía el alma como bautismo de tus ojos, esa huella lenta que cortan los matices, ese paso lento de tu belleza.
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Despedidas desde siempre las espaldas de mármol, los espejos que esperan. Déjame tu rostro un tiempo, por ejemplo una madrugada. Un silencio en tu piel ahora que es invierno. Un ya se fue la hora. Un sabré vivir de costumbre, sin hambre en tu lista de espera. Ya sé que tengo toda una vida gastada, aquí, y todo dice que soy un ladrón de tiempo. Te escribo desde el disparo de la ventana; pero no caen los pájaros locos. ¡Apunten! ¡Fuego! Por tu boca muero, por tu tristeza. Porque eres la tristeza de mi casa, vestida de zapatos y rejas. Vestida con la fuerte claridad de tus manos, como un triunfo. Allí tus manos crecen para los recuerdos. De nuevo tu olvido suena, con su olvido gratuito. De nuevo en tu olvido tu amor sabe a abrazo y a estancia, siempre cruzando por delante, con su boca de vientre fecundo.
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Como en el barco de tu boca con tu piel clara creces en mí lento como un árbol. Adoro acurrucarte en tu recuerdo. Mueren los días de las mariposas. Una curva cae por tus ojos, donde nívea. Por ti cae la nieve, por tu cuerpo. En la soledad de tu cama he oído gritos. En los cinco primeros minutos se hace un vacío mientras te pinto un árbol en la almohada, te limpio la sábana, te hago un sueño sin peligros, te preparo una mañana. Por favor enciéndeme la noche, amárgame un rato la espera. Y otras veces en tu boca tengo un sueño, un rastro de cama, de repente un sueño como el vértigo de una flor con sus puertas abiertas.
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Ella me ha levantado todas las preguntas, todos los secretos, todo el deseo. Ella me ha estampado la noche sobre los sueños y la nostalgia, la náusea de casa, la ola de mar, y un beso. Unos días que gotean y se esconden. Voy a encenderte la vida con mis manos. Con el color de los ojos voy a hacerte un atajo a la vida tan voraz como un agujero negro. Juntos y va a llover. Va a llover enfrente. De esa lluvia que nadie conoce como pájaro de invierno. Con esta lengua agitada te dedico un dolor: esta carne mía confundida. Este amor sin ley que mira a través de tus ojos. Mi amor es un pájaro a través de tu mundo que brilla y florece a base de memoria.
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Como una masacre florece un remolino blanco. Hoy se hace fin a los hombres de plástico. A tres pasos, a todo un día. Que la vida queda con sus tacones altos. ¡Ay amor! Saltaré al precipicio de tus muslos.Amanece en el pliegue izquierdo de tu labio. Vives en el aire como manto del deseo. Y te hago un poema. No importa cuanto sea el tiempo de tus manos. Y usted vuelva a perdonar mi ausencia.
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Sin mirarnos. Entre dos secretos me empujas con palabras. Me suenan como olas de río plano. Me aburría, me mareaba, dormido en tus sueños. No sé qué esperas. Tampoco sé hacerme campo; porque los campos huelen a soledad. No se me ocurrió ser mar. Quise ser aire. Imité alguna vez al fruto. Y esperé subido en un árbol. Los primeros extrañados fueron los pájaros. Los pájaros de aire se balanceaban, me amenazaban con más soledad de ramas. Me tocaban los pies como una flota de barcos, siempre, siempre fascinados por mis zapatos. Y ya éramos tumulto.
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Un nunca, un siempre, una calle-soledad con la puerta abierta. Es la calle de los pasos, un olvidarte sorpresa. Pongo voz a tus palabras, úlceras cuando escribes, un pájaro de media vuelta. Y el rincón de tu boca medio abierta. Un futuro nuestro indomable, un caballo del horizonte. Y ya ni siquiera es la hora. Es la hora cuando el mundo se derrumba. Una hora en la rama del tiempo, el pie desnudo de un árbol, un río de palo. Una flota de pasos, ríos de carne. Hojas con abrazos. Un me sigues junto a las palabras. Un destino desconocido. Un azar incierto.
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Léeme el deseo con la sonrisa que muerde en la boca del tiempo a la hora en la que caen las manos. El otoño es una grieta por la que cae el dolor con una caricia dentro. Entre dos paréntesis, al pensar en ti me duelen los labios. En este intolerante miedo, en esta pérdida que nos convierte en el invento de las sombras, escribiendo sus sombras sobre los árboles. Imaginé cuatro trópicos, inventé la lluvia y un charco y una mirada, una cama, un cuarto. Un desgaste de la distancia, de la carne y del hueso. Aprendí a llorar; y no supiste que hacer con mis lágrimas. Inventé de nuevo el pasado y el azar de la vida con un mundo dentro. Inventé noches enteras, un ahora, un te amo, un barrido de la mirada, un lazo de pelo, una ciruela como un terremoto en las manos. Te amé como se ama la lluvia. Te amé de amor y suelo, como un antes de caer el tiempo. Y aquel día fue tormenta, una plaza, un tuve. Bajé de tu vientre una risa esporádica, un te amo sobre un momento, el sudor de nuestros cuerpos, un silencio; y una boca que habla con el sudor del silencio.
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Nos vendrá encima mañana como lamento. Solo me callo dentro de ti en tu mano de viento. Entre las cosas invisibles tus ojos cerrados no me engañan. Tengo más lágrimas cortadas, besos ciegos, en el caos de tu cuerpo. El amor se me viene encima como viento de agua, cáscara de la distancia. En el espejo de tu sombra hago mis pasos. Se hizo un bosque en algún lugar oculto. Mereces un sueño limpio o morir de amor. Desdibujado un beso en tu mejilla suelta en esta noche como algo incurable.
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Te amo porque has hecho de mi mano mano, porque me has hecho llorar de un llanto nuevo. Te amo cuando me llamas por mi nombre; cuando me asusto. Y al pensar que un día no estarás, te amo porque tendré que inventar una forma de amarte. Y ya sabes, amor mío, que los espejos no tienen pasado; que la rosa quiere nevar cada vez que veo tus senos, cada vez que se produce un eclipse, cada vez que veo tus parpados entre mis piernas, y tus ojos en mis ojos como un destino.
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En esa invasión suave, quédate. Quédate para extraer mi sombra. En ese oscuro silencio quédate. En ese amor agitado quédate. En este cuerpo abierto en la punta del silencio quédate. Pues me sabes a memoria, a corazones gemelos, a cuerpos asimétricos, a madre de la noche. Y ahora amarte y oírte llorar no quiero. Pues ya no sabremos andar para nada. Entonces tú, cuando el silencio se haga pausa, cuando la mirada sea imposible, cuando ella desaparezca, entonces tú. Ahora sé lo que es tener un hueco en los ojos, un borde en las manos y no verte. Quiero verte para que tus ojos tomen el color de mis ojos. Así pues separo de ti lo invisible, obra ciega. No podré olvidarte y sorpresa porque me desvelas. Me desvelas todas las noches sin ruido. Y como un te amo
así vienes: con dolor en mi pecho, con la raíz del muro, con el peso de la piedra. Un te amo de campo y rascacielo. Un te amo de calle y campo abierto y espiga. En esta imploración, en este rezo, en el canto, en el recuerdo, en la sombra de todos los retornos.
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Unas uñas, unos dientes, tus palabras. Capricho, seré breve. Seré breve con tus defectos, con la brevedad del aire, con el tenue silencio. Y después, relámpago. Relámpago suelto e ignorante. Como la piel, suelto, te conocí un día por error y hoy tengo un sueño. Por nostalgia, a trozos de amor fugaz, a raíz siempre del tallo del hombre.
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