Pequeños puntos mágicos alrededor de tus ojos y de tu boca te protegen y me deslumbran. Tú, del amor aurora. Canta tu fuerza primitiva en el devenir de los tiempos, en tus manos hechiceras.
Quiero amarte aunque seas un tormento. A la intemperie quiero amarte, al amor, al delirio amarte de frente. A veces, creo que eres una sombra, un giro, y permaneces. Eres ola de viento de los árboles, nidos, cielo y tormenta. Aunque tus promesas fueron mil veces incumplidas, después del amor, me ocupas como estrella en el cielo fija.
En el silencio de tu belleza, en tus invisibles noches, en tus ojos espejo, respiras, suspiras. En un principio fue tu olor. Alimento del hombre. En un principio fuiste tú, la brecha de la vida, mi erosión.
Tu rostro, esa fiesta, ese templo, ese espacio. En los senderos previstos como relojes vencidos, cantas tú y yo te acompaño. Esa cruz de tu cuerpo, tu opulencia. Tus manos impenetrables me toman trecho a trecho. Tus extremos, mis extremos solidarios. Nuestra llama encierra el dolor y la esperanza. Nuestra boca el aniversario de la aventura. Nuestros vuelos alrededor del sexo. Tú, esparcida, yo, campo. Tú, higuera. Llevas ojos verdes de mar y cielo, el peligro de la primavera. En este preciso momento, en esta hora, en este comienzo y baile, eres ritmo del verano.
Te ofrezco la embriaguez de mis manos. Allí donde comienzo comienzas. Allí donde miras existe la mirada. Tus ojos cubren el mundo, tu boca, vacilante y plena, tiembla del temblor de la carne, lecho y hoguera. Eres hombros de mis manos, rostro del festejo del amor fusionado.
Iba recordando tu efecto, vivamente, tu efecto, acumulado en todos los lugares donde estuvimos. En esta banda de lugares, en sus paseos, venías como un campo abierto, en tu embriaguez, plena de amor ofrecido, resbaladizo y abierto. Y me ofrezco.
Amor a ti como milagro
Era tarde en la que estabas pintada como un golpe de sol seco
lunes, diciembre 21, 2015
Era tarde en la que estabas pintada como un golpe de sol seco, y de pronto, canto, te ondulabas, y se hacía tu cuerpo. Era tarde empujada por la palidez de un te quiero. Imitando tus gritos y tus viajes a saltos de fiera, entre tregua y tregua, como tierra sedienta de agua nadabas desesperada entre aguas. Y ahora tu mirada me traía sus prodigios, sus recompensas, sus bandos de combate. Por esta parte de la vida, por este lado de tus efectos, por esta guerra agotada, injusta y viva, por tus paseos de humo y aire, iba recordando las ciudades por las que pasabas.
Hoy me vienes desnuda... Nuestra frontera era un lugar de mestizaje: tu cuerpo y mi cuerpo, un lugar nuevo. La división de los nombres nos es ajena. Tú, mi nombre. De estos renglones las líneas te leo de nuestro futuro. Como ves llegó la tarde. Estaba pintando a golpe seco, sin la crema de la pintura, sin el aire, y tú ondulabas entre el pincel y la tela, el lienzo, el cuadro. Ya es tarde y canto, tarde y lluvia, pronto ondulabas entre las ventanas y el sol seco.
Cogimos el aire cargado de vida mientras el cielo y la patria era nuestro refugio. Deslumbrado por la antorcha de tus suspiros, alucinado por tu boca. Un suspiro de sal. Un lavado de nuestros brazos en el agua limpia de tu cuarto. Tus dedos palpaban mis dedos. Y pronto nos tomó una ola en el cuerpo.
En tu cuerpo en mí recogida. Y todos tus privilegios y mi codicia. ¡Sí, codicia de amor y riesgo, vida! Llevas tu otra cara de la tristeza. Llevas la cara de la noche que nadie conoce, ave nocturna, negrura de tus ojos. Llevas tus ojos recogidos ante la espera. Eres el vino del mundo, mi esperanza, mi patria, mi refugio. Y para este aire, y para esta lluvia, te ofrezco mi piel como tierra.
Hay quien arriesga; y yo arriesgué por ti mi vida; puse en peligro, por amor y buscarte, ese lugar oculto donde mi corazón gravita. En aquella hora dormida, temblorosa y estatua, donde tú me aguardas. Tú, en tu cuerpo, exclusiva esmeralda, escogida entre mis privilegios, amaba.
Amor a ti como milagro
Tengo un canto secreto que solo tú lees en estas líneas
miércoles, diciembre 16, 2015
Tengo un canto secreto que solo tú lees en estas líneas. Ya sabes a qué me refiero. En tus astucias me alojo, en el umbral de tus sueños. Allí escogí la tarde, la puerta, y ahora me arrepiento. Y vuelvo al fondo de lo que me diste. Tú balanceabas el pecho y la tristeza.
Y entonces, entonces despiadadamente siento por ti todo el amor, todos los miedos. En este insignificante silencio, en esta ciudad que duerme, hay sombras. Con mis pies en el miedo, con tus pasos amontonados, en el arrabal de la muralla te pido, amor, que me incluyas. Te escogí a media tarde. En todo umbral de las puertas te hago sagrada.
Tus ojos de la espera. Tu pérdida insaciable. Tu enardecida boca. En la convulsión del suelo. En tu cuello envenenado. Ahí grito del dolor del amor y de la muerte. El azar golpea a diestro y siniestro en nuestras vidas; en esta destrucción nos amábamos, en estos lazos decadentes. Y entonces, entonces despiadadamente nos suelta la vida. Nos deja con nuestro amor solos.
Las puertas me cuidan de la oscuridad. Sus pegados dientes amenazan. No hay espacio. Vencen. Deshilacharme no quiero; cruzar, tampoco. Como una máquina abstracta sobre la piel se ejecuta la vida. Ven. Ven a este refugio blanco. Ven a estas flores podridas. Tienen forma de mundo, de caos, de muerte. En su aire inmóvil invadiendo como una semilla, en sus órbitas negras, rompen del cielo las pupilas.
Amor a ti como milagro
En este espacio roto vuelan águilas gigantes y negras.
jueves, diciembre 10, 2015
Si por acaso, a veces, y creo, ciertamente, aunque con duda, me sacudes ese lugar profundo del vacío que has dejado. Por eso en mi cuarto reina tu ausencia. Ausencias de filos pegados a las roturas de la vida. Dentro y desaparecida, fuera y retenida. En este espacio roto vuelan águilas gigantes y negras. Me miran con sus ojos de acero, y piensan: «Pronto el amor estará corrupto, pronto.»
Amor a ti como milagro
Cuando te vas me guardas encerrada bajo tu silencio
jueves, diciembre 10, 2015
Con tu soplo, con tu fuego, con tu lava pareces que estás vagando, habladora. Cuando compongas el rayo del verso, y esté fresco para el oído. Cosa rara tienen tus celos. ¿Como no ha de ser injusto? Cuando te vas me guardas encerrada bajo tu silencio.
Y dentro de poco en tu culto; no quiero decir que seas diosa, aunque diosa eres, de mis sueños, del porvenir infinito. Ya en tu templo te rezo como te amo. En tu miedo, en mi miedo. En ese a veces robado. En la distancia.
En la dicha. En la crueldad del olvido. Allí. Allí somos como dos nueces en el mar de la deriva. Sin olas. Sin aire. Sin mirada. Allí somos por el mar rondando. En círculos. Y yo que tanto miedo tuve a la pereza, me hice acto inmóvil marinero.
En la dicha. En la crueldad del olvido. Allí. Allí somos como dos nueces en el mar de la deriva. Sin olas. Sin aire. Sin mirada. Allí somos por el mar rondando. En círculos. Y yo que tanto miedo tuve a la pereza, me hice acto inmóvil marinero.
Y llegar al himno de tus cabellos. Y quedarme en tus huesos. Nos rozamos como el cóctel de las huellas. Vencen las olas en nuestros dientes pegados. Tú, mi desaparecida en la ausencia.
Combato tus sombras. Roído por tu voz. Ruidos dentro chocan. En este cocktail de huesos, en este espacio roto, llama la vida y la madrugada en mi silencio.
En el presente, en el futuro invisible, en su tremendo gemido, en el dolor que rompe, da vueltas sordas el mundo. Y te quiero decir que a veces me falta aire, me falta camino... desastre. Es miedo? Es voz sanguinolienta? Los dientes rotos, la ruina. El ahogo ascendente. La sangre viva. Oscilan tus cabellos en mi boca.
En este presente sordo, con desenvoltura, con la ligereza del dolor, y las yemas, y todas las vueltas al mundo, te pienso. Gime el dolor. Grita el aire. ¡Este mundo sordo! Se estrangula. Grita el dolor en el caleidoscopio de mi garganta. En este futuro, en este presente, en esta vida nuestra se hace el mundo, y el resto ¿y el resto? no lo conozco.
Me recojo como se recoge en tus manos el olvido. En esta vida, en esta piel tremenda, en la costura del cuerpo. Tejemos la ropa. Soltamos dos miradas. Alrededor de nuestras bocas se hizo el futuro. En el patio del universo. En nuestra suerte. En el tiempo del amor seguro. En la reminiscencia de tus pechos. En tu garganta. Ahora veo el final que fuiste.
Todo se elimina menos tus trazas. Eres la marea de la noche, la sombra de tus manos. Y tu rostro independiente en mí amanece. Eres lo que pienso en el brillo rojo de tus labios, la levadura de la ventana. Deshielas mi tristeza. Tu cabello son amplias escaleras. En tus manos me recojo. Y después de tanta vida, tomo tu espesor como venda en los ojos.
Amor a ti como milagro
Las ramas de tus ojos. Tu rostro abierto al silencio
martes, diciembre 01, 2015
Y el agua... y las ramas de tus ojos... Recuerda; fue tu pie desnudo, y la suavidad de tu espalda. Y el punto de mi cuerpo que olvidaste. Y el silencio y el futuro. El cierre de tus labios. Tu rostro abierto al silencio, sus mareas. La explosión de la espera. La noche eliminada. El agua cubriéndonos el rostro.
En este aire, en esta pena, en el fuerte sabor del recuerdo... Ya sabes que tu pecho es la distancia; esa loca distancia que se prostituye sola. Herida tengo. Ausencia de aire. Perdida de abrazos. En este deslumbrante amor deshabitado. En los tejados del invierno. En las hierbas del tiempo.
En las orillas son tus dedos agua.
En las orillas son tus dedos agua.
En tu lengua. En tu flujo. En tu condición de agua. En tu dolor dudoso. En tus recuerdos negros. En tus treguas. En tus mejillas, usted me hace. Ayer fue nunca; y huele a amor quemado. En tu pena se cumple el «ya sabes». En este aire pesa tu dolor. Y un fuerte recuerdo prostituye la distancia.
Un naufragio: el margen de la fuerza. Una vida sin tiempo: la precipitación de la vida. Una tortura alucinante: la ceremonia de tus ojos. Y a continuación... un dolor retenido. Escucha: tengo todas las preguntas sin respuestas. Tengo un silencio que te escribe; un ferrocarril sin camino, una astucia en los dedos, una generación de agua y viaje. Ahora que me acuerdo de tus ojos; ahora... despierto como un intruso en tu lengua.
Amor a ti como milagro
Un marginal naufragio reluce en la tortura de acero
lunes, noviembre 23, 2015
Hice un desierto de tierra con tu indiferencia; y ahora clima soy. Ahora me mantengo desesperado. Ahora salen las fuerzas de la sede nuestra. Ahora somos dolorido acantilado. Ahora que te has ido recuerdo que tengo un cuerpo, un marginal naufragio. Ahora reluce la tortura de acero como la fría caricia de la navaja. Y todo se precipita... hasta el grito.
Bájame tu secreto. Ahora que estoy en tus manos. En el nombre de tu voz y yo silencio. En esta calle privada e indiferente. En estos pasos simples. Te adoro; ¿sabes? En esta boca de primavera llena de tierra. En este camino de esperanza. Derrumbamos lo imposible. En esta de los colores constancia. En esta cantidad de misterio. En este giro que fue el desierto. En estas cuatro sombras. Y yo de ti residente. Y tú de mí menos el aire de la indiferencia. En esta cede de la vida a la que perteneces. Aquí acabamos con el dolor acribillado.
¡No, dormir no!... por si se despierta la salida de la noche. Ya advierto tus labios, tu nocturno traicionero. Cuando te beso sale un cruce de traiciones, sale un cielo simulado. Esta noche florecen tus secretos. Y yo pongo cara de manos sin memoria. Esta noche es para olvidarla en la sombra: quedará perdida en la oficina de los objetos muertos. Florecen tus manos con sus secretos: piedra oculta bajo la apariencia. Dígame usted! Si fuimos grano de la tierra, ¿cómo es que nuestros cuerpos nos saben a desierto?
Y nos vamos a dormir en tu salida. Advierto tus labios. Tu deseo: ese lugar del cruce, ese lugar de la noche salvada, fila nocturna de nuestro encuentro. Y si vas a dormir, y si voy a dormir... en este círculo simulado, quiero que me despierte tu salida del sueño.
Quiero en ti dormir para siempre, ya sea en el dolor, en la vida o en la muerte. Quiero desaparecer en tu grito, tenerte viva en mis brazos. Y si la noche no duerme, quiero cruzar el lago de tu cuerpo.
Sobre tu piel de trigo, sol y sombra, florece el cielo de mi vista. Al entrar vi tu urgencia, vi como el pan florece, vi el cielo negándose a la vida. Allí vi la lluvia, su hechizo, y tus manos. Allí vi tu magia urgente.
Las tinieblas crujían entre nuestros cuerpos. La burbuja estaba deforme; sus agujas de aire no indicaban los puntos cardinales; el caos reinó en el abismo de nuestros corazones. Tú iniciaste la palabra. Tomé la palabra de tu boca e hice un sueño. La vida no pudo con la soledad que me dejaste. Guiaré mi silencio hacia tu garganta. Le rompimos las alas al viento. Cuando surgió el olvido del camino... cuando todo paso fue inútil... cuando las sombras dejaron de ser sombras...
Voy a secar el pasado, a cultivar el aire, a ocultar las hojas de la memoria, a hacer de los silencios paciencia... que las alas te pertenezcan. Ya sabes de las heridas de mis ojos, de la mirada errante. Ya sabes del mar de trigo y de su siembra, del campo convertido en ave. Sobre tu piel florece la lluvia, el sol amargo, y unas cuantas primaveras.
A veces mimo tristemente la espera. Como un nido nuevo hago un árbol. Se me secan los manantiales del fruto de la vida. Pero ya sabes que se me abre tu boca en este plazo que nos espera. Ya sabes, amor, del baile de las confusiones, de los pies de la danza, de tu inconfundible cabello. Ya sabes, amor, donde tus labios esperan, del patio de las noches, de la brisa de las hojas. Ya te ocultas silenciosa en mi memoria. En sus fallos hago un mundo de repente. Y tú siempre la fuerza de mi destino.
Desencajo la mirada porque no me queda otra. Desencajo el tiempo. Desencajo tus labios percibidos. Yaces en el aire del olvido. Con tu vientre seco hago un fruto: el fruto de las hojas que te escribo. Levanto la mentira; quito el polvo de debajo; pongo la hoja en su sitio y sigo escribiéndote en este testarudo invento. Tomo la felicidad confiada; se me derrumba un gesto; rehecho el mar, viajo. Cumplo con el viaje. Me hago una callejuela de estrellas. Sube una nube redonda que es la Luna. Sabes a lejana y sola, como decía aquel poeta que no conozco.
Solo muerde la cereza tus labios. Sus ojos rojos marinos. Su dirección de viento. Tu cabello obedece a las olas, tu deriva a mis manos; y en los poros de mi piel fuiste. Puedo encontrarte refugiada, fina hierba, nube altiva. En tus funestos labios. En un mar construido de borrasca, llevo tu nombre al recuerdo, al turbio recuerdo vagabundo; y te llama.
Yo sí podría seguirte hasta donde no hay pasos. Así recorro tu cuerpo hasta donde empiezas; hasta donde tus ojos azules dilatados hacen sombra a la vida. Y miro. Y te miro. Y tomo tus labios con arrebato como una mordida de la muerte. Y me hago ancla en tu recuerdo; y ojos brillantes marineros. Aquí me ves, pues, en los pedazos del agua azul inmensa e incierta.
Amor a ti como milagro
Y me tomas y te pienso como una noche alucinada.
miércoles, noviembre 04, 2015
Y vienes mientras voy a tu encuentro y tu cuerpo cautivo toma el desastre. Y dentro de la forma que eres pende de ti todo un hilo al cual levemente se sujeta la vida. Y dentro estabas prohibida. Y los dos, misma fuente de tu cama, en el sudor de tus brazos. Y me tomas y te pienso como una noche alucinada.
Amor a ti como milagro
Nos encontramos en la sombra del sudor y del olfato
martes, noviembre 03, 2015
Y ahora llegas invisible a esta hora de la tarde donde los pasos andan descalzos. Piso allí donde fue nuestro destino. Y vienes con tu cuerpo del tiempo cautivo en esta prohibida forma. Y vienes al hilo roto de nuestra cama. Nos encontramos en la sombra del sudor y del olfato mientras tus pies andan firmes sobre las sábanas.
Tus libros se cuelgan de la sangre. No hay llamada. La llamada. No hay bastante reloj en este cuarto. En el tablero de ajedrez del reloj se juegan las horas. Y tengo miedo. Un miedo fugitivo de jardines. Un miedo claro-oscuro de tus manos. Todo está fuera. Como un tejido fuera. Del otro lado del oído se oye. Solo existen jarros locos. Jarros locos que se esconden. Y siguen todas las entradas. Esto sigue encerrado en lo invisible. Entro y te reconozco. En tu callada palabra se hacen luces. Luces como piedras. Son las dos de la tarde. De una tarde que no llega. Ahora es el momento de los pasos / en la araña del suelo.
Doble dolor es este silencio, y tú callada. Yo, huidiza piedra encerrada. Tú, silencio y callada. Pero me hablas desde tu silencio; desde tus ojos me hablas. Tú, feroz tejido de la memoria, y yo, miedo. En los tejidos de tus sueños; en sus claros... En mí, fugitivo fuera del fracaso. Del otro lado de tus manos, esos pájaros locos que vuelan entre tus dedos.
Tu ojos caminan en tu secreto. Es que hoy es invierno. Necesito quien comprenda el frío. La voz que queda totalmente fuera de la palabra. No nos sirve este invierno. Este invierno, no. Tus yemas de los dedos rozan el elemento. Fuiste mi disipador de la lira, mi tarde. Estabas en la mirada artificial de los espejos. No seríamos más que el primer paso de un largo andar entre las ramas de nuestros deseos. Nos desprenderemos de la ficción del amor para quedarnos con la carne. Cuando estábamos debajo de la máscara, cuando el amor era aire, entonces, amor, caímos sobre la realidad de la carne.
Tu desnudo de ayer. Era en Nueva York un día negro. El ala de ángel se le cayó un día por si acaso. Se echó al mar con desamparo. Y tus ojos fijos encerrados... Y tú siempre recuerdas comprobando el silencio. Te acercas; haces cala de oleaje; a los espejos lejanos llamas. Aún no es demasiado lejos. Para herirse aún no hay demasiada distancia. Las cuchillas desangran. Y al final sale de tu boca algo caliente. Es un recuerdo con lengua acelerada. Es tu cama que cruje vestida de sexo. Es la sombra de tu espera. Es un grito. Es un grito del laberinto. Son tus ciegos pasadizos. Son piedras tus manos... y ruido. En tus muros son preguntas. Ya sabes: donde hay dolor hay silencio.
Desnudo como un noctámbulo, siempre a medianoche, y recuerdas que fuimos desamparo. De segunda mano nos fue la vida. Necesitábamos otro poema; así fue como cogiste el suelo de tierra e hiciste la vida, la nuestra, la entera del mundo en el que vivíamos. Fue tu retrato una autobiografía. Con el desprecio que infligíamos al aire hicimos el cielo como una luminosa sombra. Reinaba el ensueño en nuestras palabras, estas que aquí cada día te digo. Nací en tu lado enigmático. Procedente de una familia del látigo, la vida nos hizo marcas, hondas marcas de cicatrices verdaderas. Vives en el suelo de los poetas; sí, así; así como si nada; con una leve sonrisa de niño bueno menos cuando te enfadas, y entonces el mundo sabe a azufre de los mil demonios desconocidos. Fuiste la fe en el amor del poeta, de esos que te cantan bailando al son de tus deseos. Será que en tu prodigio hay aire... que ellos ven y respiran... sus sonetos cantan, sus ojos beben, sus estrofas enredan,... ¡Qué diré yo pues!... si eres blanca y negra, del aire prodigio. París vive ahora en la sombra, en la sombra del “te has ido”.
Abierto para siempre. Y siempre así como sabiendo de tus manos íntimas. Y a volver me abstengo de la vida. De mis sueños tú eres el centro. Y sigo en tu laberinto a escondidas, doblado e invisible por los pasillos de tus sombras. Y luego, mirando al recuerdo, con los ojos fijos para protegerme del vuelo de tu silencio.
No duermo en tus manos para sorprender tu secreto ahora que tus vestidos se han convertido en alambres. No fue engaño tu huida sino silencio. Allí estuve al acecho en tu cama con los ojos puestos donde tú mirabas. Fui el cobarde de los límites, el de la huida y la espera. Fui el laberinto de las torpezas, el testimonio de tu cuarto, el “para siempre” que dejaste.
Allí donde rompieron las olas antes de habernos ido, a la salida de la pérdida, en la tortura insaciable de las puertas, en el “hoy vuelves”, en el engaño de tus párpados, en los retornos de la espera, en los acechos que se apagan, en las huidas de los silencios, en los puestos de la vida.
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Pones dentro del amor encerrado, luego te vas desolada. Este mundo por tus manos corre como flor del cerezo solitario. Puedo pensar y pienso en el centro de tus pasos. Cohibida la tierra con pájaros claros. Hace frío en el jardín de las corrientes, en las marismas del cielo. Hace frío en todas las direcciones. Vuelan los silencios. Vuelan desolados por las orillas de las imágenes. El silencio es un foso abierto en mi pecho.
Y tú en tu vientre y yo en tus labios. Y tú en tu sueño y yo en la confusión absoluta. En la esperanza. En todas las entradas. En todos los puntos de impacto... de tu deseo, de mi deseo, del amor que nos ocupa, de la sierra madre de todas las cosas, en sus cuevas, en la arenisca, en la hierba que crece, en ese bosque del espejismo. Y tú en la confusa esperanza, en los puntos de engaño, en el tejido suelto de la vida. Y tú mi arquitecta, mi sitio, mi pecho, mi silencio. Me pones dentro de tu boca como un antojo.
Es fácil y liso tu vientre. Vendrán hombres invisibles, eso pienso, y te sujeto
como al tiempo en que estamos; te sujeto como a un año, a un miedo vestido de alas de mariposa.
como al tiempo en que estamos; te sujeto como a un año, a un miedo vestido de alas de mariposa.
En ti me detengo para olvidar el olvido. En ti me detengo, triste e involuntario. En ti me detengo ante el monstruo de la ausencia.
En este condenado permanente, condenado. En esta distancia sola,
cómplice de los agujeros. En este tiempo separado como una cama lisa
que me acoge. En esta galería de los cuerpos. En el norte de tu boca.
En nuestras manos imposibles. En tu vientre invisible me sujeto.
En este condenado permanente, condenado. En esta distancia sola,
cómplice de los agujeros. En este tiempo separado como una cama lisa
que me acoge. En esta galería de los cuerpos. En el norte de tu boca.
En nuestras manos imposibles. En tu vientre invisible me sujeto.
Sí, te deseo, muro delante de la muerte. Eres dos líneas delante de la vida. Y si por error algún día vuelvo que sea de nuevo enigma la vida. / Sí, me quedo contigo con los ojos cerrados, allí donde el amor confluye. Prefiero tu existencia a tu ausencia inagotable. Te prefiero a ti sobre mi pecho apoyada, de sol a sol sin descanso. Créeme, las corrosivas arrugas del tiempo contigo no son nada. Y el nunca contigo desaparece.
A veces pienso cosas terribles, como el amor, por ejemplo. Me descubro ante ti, ante tus redes, tus palabras y tu cuerpo, tejido en tus telas. ¿Sabías del amor cautivo? ¿Sabías de las oscuras puertas? Y tú me proteges como un puente: dos líneas sobre el agua con solución de meandro.
Amor a ti como milagro
Hay en el amor cosas terribles, como el amor, por ejemplo.
sábado, octubre 17, 2015
¿Me entiendes? ¿Sabes lo que te digo? Sabes como la lluvia sabe a tierra. Tuve los dedos congelados, las lágrimas secas, y el aire inquieto. Tuve el momento terminal de la sangre, los “a veces pienso”, los ejemplos que no demostraban nada. Tuve las cosas terribles del peligro, las palabras arrojadas, los preocupados tejidos. Hay en el amor cosas terribles, como el amor, por ejemplo.
Eres como aquella que sabe del olvido. Hiciste mis manos sobre las terrazas desiertas. Al bosque! Al bosque iremos... a morir de sonrisas. Eres mi meditación sonámbula, la caída de la tierra, la sal mojada.
Ya ves; sí ya ves. Ya oyes como respiro, como respirar suena lejos. De este modo insensato, de este amor de espejos, de esta nube, de esta fábula,... Y te conozco. Y quiero tus respuestas. ¡Habla! Que esto no se recuerda solo. / Vine para traerte un mensaje. Vine con los pasos a gritos a borrar los recuerdos. Sí, a borrar los recuerdos; en su lugar, ven. Cabeza de lluvia, ven. Ven, llave de la tierra. Si alguna vez fuimos eco de existencia, si alguna vez fuimos pasos confundidos, espesos como plumas, murmullo expectante, secreto de la certeza, al fin, muros derribados, brótame tú como sangre.
En tus dedos recuerdo tu vida. Ellos juegan al ovillo de la suerte, de la suerte y de la vida. Ellos son extremos como mis intensiones: nunca sueltan tu cuerpo. / Voy a saltar al vacío de tu incertidumbre, a lo que dices para olvidarte, al soñar que corre como un dolor. Voy a hacerte efímera la vida y la vista larga.
Te vas como como si nada. Te vas como un mate frío sin deseo. A dos pasos, tú. A dos pasos, yo, y las piedras de la muerte. Esto es un sueño fúnebre, ya sé; y las manos perdidas. En la ruleta del casino caen los números por los hoyos de la desesperanza. Ya sé: ahora no es tiempo de letra; ahora es tiempo de creencia. El poder de la mente sobre la materia. La bola que responde, se resiste, brinca, bota; con esa mirada desafiante me hace burla, un corte de manga; con esa sonrisa sarcástica me escupe a la cara. Y yo sudo, me muerdo los dientes, hago nudos de magia con los dedos, caen rayos a mis espaldas; y la carne se endurece, fría, caliente. Una saliva espesa me salpica hasta en los ojos. Cae la última moneda sobre el tapete verde.
Este es el lugar de silencio y nos llega hasta los ojos. No olvides que estuve limando las palabras. No olvides que estuve devorando tu imagen. No olvides que la vida se adhiere a nuestra piel ahora. Me duele la existencia y tu olvido. Ya es noche turbia donde se debilita el pensamiento. Crecen hierbas en el laberinto. Los bosques no olvidan. Se caen las cadenas del tiempo. Los astros hacen noches parecidas. Esto es el abandono de todas las ventanas, fúnebre sueño.
Tú sabes de habitantes con las manos vacías. Las puertas inmóviles. Los encuentros del silencio. Me olvidas como si las memorias fuesen palabras. En estos ojos congelados ya no hay tiempo. Algo se pierde cada vez que me olvidas. Algo bulle y mira como si se estuviese afilando el recuerdo.
Es fácil la salida y la espera ahora que ya no nos quedan manos ni para la vida ni para el cuerpo. Solo nos quedan los nacimientos, los del amor, los de las entrañas. Y un ojo mirando tuerce la vida; es su capricho, sus retorcidos proyectos. Crece la ternura y vacila: ¿Qué es esto? ¿Qué lucha? ¿Qué agonía? Vacila, crece y bulle entre espasmos. Salen tus ojos como pregunta. Saben a nocturnidad y sueño. Es el habitante oculto, lo turbio, lo inmóvil que se hace futuro.
Es inmediata tu llegada y todas las sombras del mundo. Desde aquí te oigo
desde el lado que no soy. Soy el que viaja limpio. El que quita el encierro del castigo. Si me hablas el amor resucita y las preguntas se hacen tiempo. Ya sé que eso no es suficiente después de tan larga espera. Ya sé que fue triste. Pero esta única puerta no tiene fácil la llegada; es sorda a nuestra espera. Tus manos hacen fácil la salida; y estos ojos, que bullen y crecen, ahora te esperan.
desde el lado que no soy. Soy el que viaja limpio. El que quita el encierro del castigo. Si me hablas el amor resucita y las preguntas se hacen tiempo. Ya sé que eso no es suficiente después de tan larga espera. Ya sé que fue triste. Pero esta única puerta no tiene fácil la llegada; es sorda a nuestra espera. Tus manos hacen fácil la salida; y estos ojos, que bullen y crecen, ahora te esperan.
En esta hondura de tus manos, en el perfil de tu boca, más allá de los muros derribados, ven, amor, en este intento que brota, ven desnuda de inmediato. Es tu vestido sedimento, amor que habla de inmediato, mi tierra, y tú y yo habitantes. Háblame desde tu boca subterránea, desde ese muro de combate. Derrite el miedo de la soledad perpetua. Derrite el horror de las palabras. Es inmediata tu llegada, manifiesta sombra, como si al irte se hubiera quitado el mundo.
Dime las causas. Dime tu nombre. Dime amor. Dime olvido. / Dime ahora los actos de amor. / Dime, amor, como te olvido. / Tengo razones; y tú tienes mi nombre. / Nada como respirar. ¡Oye! Defiende a este mudo insensato. Ahora voy a respirar
Amor a ti como milagro
Y ahora que me duelen hasta las puertas, dime tu nombre que se me ha hecho piedra.
jueves, octubre 01, 2015
Me quitas el encierro. Las palabras son agua. El tiempo extraño. Tu mano que llevo dentro. Tu mezcla. Ahora aparecen las hojas como meandros. Ahora duelen hasta las puertas, hasta la dura espera de seda. Empuño la palabra, la pongo en tu boca como mensajera. Seré breve y confuso, tintero de horrible apariencia; condenado al instante de estar muerto. Ya ves los motivos del olvido, los “perdones”, las causas. Dime tu nombre que se me ha hecho piedra.
Nos quitábamos el
encierro con nuestras manos. Las palabras son agua. Y nuestras manos dentro. Nuestras
salidas el cuerpo. Mientras llueve entre nuestros dedos. Ven, mi hoja caduca,
aquí donde duele.
Ella me hablaba
con su boca calcinada. Yo me quemaba. ¿Quieres vivir de este fuego? ¿Quieres
quemar todas las salidas? ¿Quieres la costra de esta sombra? Quiero tu
encierro, el agua de tus palabras, el sol de tu boca, tus ojos, tu nada.
Nos golpeó la
sombra del tiempo, nos hizo juntos silencio, nos hizo rumor y aliento de
sueños, nos hizo diálogo y puerto. Fuimos consuelo del viaje, golpeada duda.
Fuimos el callar del cuerpo, nuestros nombres borrados, el olor de la salida.
Fuimos el antes de las palabras, el “solo puedo hablar por tu boca” en nuestras
bocas calcinadas. Y ahora, después de todo, el hablar me quema.
Amor a ti como milagro
En el chorrito débil de tu boca el rumor tomó al sueño como puerto a ninguna parte.
domingo, septiembre 27, 2015
El chorrito débil
de tu boca, en tu vientre negro, en tus nidos huecos. En tus muertos
huecos, en las piedras del amor, en el poco de tus manos. En tus labios
dices la espera, en tus brazos abandonados el abandono, en tu mudo silencio
mudo, encontré labios de tormentas. En los ojos levantados ante la penumbra
vimos que la oscuridad estaba muerta. Nos golpeó la sombra del tiempo, nos hizo
cercanos, y el rumor tomó al sueño como puerto a ninguna parte.
No serán palabras
muertas las que como muros se queden dentro. ¡Te escucho, mi secreto! mi muro,
mi sangre! No será esta tierra mezclada y repentina el final de las cosas. ¡Este
hondo separarte! ¡Este dolor, esta hazaña! ¡Este hielo inadvertido! ¡Este
horrible peso! Todo se borra en nuestro vientre negro. Las aves como barrancos
y grietas de piedra. En la nada te miro pasión abandonada. En el nido de los
huesos, esas aves blancas.