Por si acaso vueles. Y si vivo, y si te amo, y si olvido. ¿Y si ante mis ojos eres angustia? ¿Y si en mis labios pudieras? ¿Y si en cada fuego, en cada hambre? (...) En la cerradura de los dedos. En nuestras manos colgadas. En los días flotando. ¿Y si caen las noches? ¿Y si la lluvia reposa? ¿Y si el amor es un acantilado? (...) El amor es leve en una lágrima. (...) En el ala vertical de tu memoria. En las primeras lágrimas. En tu desnuda boca. Subir y subir por tu cuerpo hasta tu boca. Subir hasta el agua de tus labios. Yacer herido en el campo de tus ojos. Subir subir al mar de tu pelo, a ese campo de agua. Y desnuda me tomas en el trapecio de tus sueños. Y mucha noche. Y muchos gestos. Y hacerme girasol en tus manos.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Al final del árbol hay un libro hecho de pájaros invisibles al tiempo
domingo, abril 26, 2015Al final del árbol hay un libro hecho de pájaros. Con las tijeras de sus picos empuñan los párpados y derriban los ojos sombríos, esos que son invisibles al tiempo. (...) Y en tu cama negra despierta tu vientre, despiertan las piedras de la ausencia. (...) El amor divide nuestros ojos abreviados, allí, en nuestro rostro de agua. (...) Gira y gira la mirada, asoma el hielo, navega bajo la raíz de la tierra. Son sogas verdes que atan los caminos de las pestañas entre las sombras de las tijeras de la mirada. Dan puñaladas tus ojos filosos y cortan la trama de las palabras. ¡Sí, éstas! ¿No las ves como se cortan? ¿No las ves con sus silencios tejidos? ¿No les ves su tela de araña? (...) Y el césped de tu lengua como un principio. Y la seda llena del silencio de las sombras. Y el calor aprendido. (...) ¿No ves que hablo de todos los verbos? ¿No ves que lleno con voluntad los silencios? (...) De ti aprendí el silencio de todas las claves y la voluntad del verbo. (...) Tu mente me sonaba a tus pechos. A tu pecho amamantado y a tu boca. Y tu cuerpo giraba en el retoño de mis ojos con un millón de años incubados. Y verás, amor, ¡el amor es tan breve que la vida no lo soporta! [Pero todas las sustancias se retuercen en mi pecho, bien formadas, con su fuerza clara, con una mente retorcida, y su lomo claro. Y si miras bajo el mal del perro hambriento de mis costillas, podrido de rabia; y si buscas a tientas mi cura; y si a ti te ofrezco estos pasos de la nieve después de todos estos inviernos; y si algo le falla a la muerte, que se olvida del tiempo y después se arrepiente; y si se abandona la espera y después se derrama; y por si eso no es suficiente, tengo sus manos. Y si algo en la agonía nace, y después se olvida en la cuna... ya no tengo palabras para prestarle.
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Tú, mi esperanza, mi hueco, te invoco. Te creí ajena y desconfiada, pequeña y desnuda,... linterna. Te creí flor de tus muslos, sombra y agua. Y sabes a mar de la mañana. Te creí sombra de mis huesos, pecho disperso por naturaleza, vaivén de la semilla, mitad de nada, estéril fantasma. Y yo perdido a mitad de nada, de la lengua, del mundo, de la lluvia; muleta de esta cabeza loca,... de la calle. Adiós, amor, cuando soplan las manos. Y no te olvido. Y no te apartas. Y me pones voz y boca. Sabias son las mareas de tus pechos y los crepúsculos de tu boca.
Estoy perplejo sin tu auxilio; y debo decirte que te amo. Ajena; «corazón ajena». En este intento tomo auxilio de la palabra. [En todos los escritos de los poros... mi amor se redacta.] Allí tiembla. Se estremece y tiembla. Se oculta y aparece... resumen del brío (ausente). Allí pido a los torpes... a los torpes de corazón... que escuchen el error breve... que escuchen este ardor, esta paciencia,... esta inquietud larga. Y según esta fuerza creadora,... esta fuerza de irte,... estas piezas del «mí primero»,... estas piezas... «dama quiero rogarte»; me libro al ruego primigenio. Escucha: cuando termine el tiempo, todo el tiempo de la vida y de la muerte, cuando terminen los nombres, entonces voy a dejar de quererte. Mientras, tú eres el nombre de todas las cosas. Mientras, eres cosecha. Mientras, en mi corazón germina tu universo. (...) Serías mi amor destruido si no existieras. Mi amor «de me hiciste un mundo», autora. Y aquí, mis ojos te contemplan, como refugio del mal privado. (...) Eres el saludo de todas las cosas, la maravilla verdadera, mi conciencia. Eres de mi amor todas las prendas. Y me sacudes el porqué de las cosas. Y caen abismos profundos... y cantos de la naturaleza. Y los rayos son fuentes que iluminan el mundo. Esta alma firme con hojas a la deriva, perdida en la duda de lo poseído, en la claridad de tu tierra. Y permaneces. (...) Allá en la pereza del olvido, allá sin la duda, allá despierto de pies a cabeza, allá en la frente que nos quema. Allá donde la esperanza es latente, y arde y quema, sin dejarnos frente a la muerte. A ti, esperanza mía, te invoco.
Mi barullo de lengua dando vueltas
¡Cómo es posible que se me ocurra escribirte, ahora que la soledad está cerca!
jueves, abril 23, 2015¡Cómo es posible que se me ocurra escribirte, ahora que la soledad está cerca! ¡Cómo te hablo perplejo; perplejo y seco! La soledad está completa; como un cine con mala película. En esa sala oscura donde somos uno; uno solo, sin nadie; aunque huele a sudor y a cuerpo. Recuerdo aquel día a los quince años: estábamos frescos, tiernos y frescos, con manos suaves y ojos inocentes. Bueno, no tan inocentes; porque nuestras manos estaban en su sitio: en mi muñeco y en tu muñeca. No sé a que viene esto en un texto que se supone poético y de amor dulce e inocente; pero perdona: es que no he podido evitarlo; porque después de tus manos todas las demás manos no me parecen inocentes; por eso me he acordado de las tuyas. (Iba a decir «muñeca»; pero eso no está bien que te lo diga; de hecho nunca lo pensé: porque tú eras mi angelito.) Ya ves: aquí escribiéndote. Pero antes te escribía con los labios; antes. Antes fuimos labios, manos y bocas; antes. Ahora te escribo con el recuerdo; ahora. Antes... nos atrapaban las esquinas, nos sujetaban los bancos, y el jardín y la hierba. Antes eras olor, y ahora recuerdo. Antes te miraba las rodillas por debajo de tus faldas, sentada, andando, a tu lado, o por detrás o por delante, según te dejara pasar o me adelantase para verlas. Ahora las piernas me parecen piernas. Y antes...
Amor a ti como milagro
Entre pausa y pausa hacia frontera cómplices de la huida
miércoles, abril 22, 2015Entre pausa y pausa hacia frontera cómplices de la huida. Escondidos entre las sombras de nuestras manos. Dime, amor, ¿está lejos el tiempo? ¿Han pasado ya tus pasos? ¿Ha derrapado la hermosura? Y llevas en tu rostro mi piel vestida. Ven, amor, entrégame tu cuerpo mensajero.Ven, amor, y dime : «Te quiero»; dime que soy tu memoria, tu voz y todas partes. ¡Cómo puedo evitar que me esclarezcas, tú mi verdad única! Y tu amor fecundo digo y nombro cuando te hablo y te escribo.
Las cosas extrañas que encontré en tu vientre campo de mariposas. Y te pienso, y te extraño, ... como el columpio de la noche. Nuestras manos obscenas tocaban música en tu cama. En tus ojos de repente un velo. Un vuelo de halcón sobre la paloma de mi cuerpo. Un vuelo de aire sobre el cielo vulnerado. Un gemido, un escondite. Una herida tras otra pegada a cada orgasmo. Cogía la flor de tu frontera. Y cómplices en la huida nos hacíamos manos.
Y después de dejarte de mirar se apaga el mundo. Se detuvieron los olores, los poros de mi piel se cerraron, y en el alma perdido. Ven, mi amor, aquí afuera; ven con tu aguja e hilo. Ven con tu nuca y tu cabello... y con tu ojo preso. Ven con tu mirada de pasos, con tu huella, con tu pecho. Ven a este interior abandonado, a este latido extraño.
En tu boca encendida me quemo; en ella estuve como un parapente, en tu noche bruja y extrema. Con el sabor de la espera, en tus labios de manzano, en la sombra del dormir, recogidos. En la sombra de tu mano, en tu sueño reparado, en nuestros guiños cómplices: esas aves migratorias. En ese mirar de las mariposas fuimos.
Amor a ti como milagro
Alquimia del amor es la que usan tus labios cuando callan la tristeza
sábado, abril 18, 2015Alquimia del amor es la que usan tus labios cuando callan la tristeza. Y algunas veces dices: «Amor, tócame la felicidad a fondo.» -Como dices que no te amo meto mi mano dentro de tu pecho. -¿Y qué encuentras? -Tú alma. Tu alma poseída por este amor que nos come. Tus manos de dentro buscando las mías en tus entrañas. Y se encuentran por fin en el misterio.
En esta sombra de cristal te amo. Ahí todo empieza: en la sombra, para soportar «lo demasiado». En eso somos corrientes... como todos. «Somos demasiado» que se nos escapa de las manos. Somos burla de la vida...; ella nos tira al mundo y «ahí te apañes». Somos breves como la gente y lo malo. No hay diez mil años que nada dure -como si ellos allí hubiesen estado-. ¡Diez mil años observando pacientemente por amor al saber y a la ciencia! Pero el ojo no dura tanto. ¡Ojo breve! Ojo breve de la gente y malo.
Desde siempre desconocemos el misterio. Su razón solo la veo en tus ojos; su trama me enseñas. ¡Desconocemos el misterio, amiga! Amiga te digo; y me sonríes. ¿No? ¿No eres, mi amor, mi amiga? Y me sonríes. ¡Escucha! Escucha este crudo griterío; escucha cómo crujen las curvas de los días, cómo mi ventana es tu ventana a pesar de la distancia. Escucha este nudo de nuestra lengua, esta burbuja de cristal de nuestros labios, esta, sin duda, belleza y su misterio.
Amor a ti como milagro
En todas las versiones de tu mirada donde el amor me pone triste
miércoles, abril 15, 2015Dices que eres invisible. ¿Y mirar sabes? ¿Y la noche eres? ¿Y cabalga el regreso? En esta peregrinación de la primavera, con sus ojos de seda bien abiertos, pareces nada y blanca, alivio y consuelo. En todas las versiones de tu mirada el amor me haces, ese amor abatido como un mal presagio. Donde la memoria me pone triste, en esa memoria revuelta del sufrimiento. Por ese amor del fracaso, con sus cifras negativas, con sus cuerdas como lazos, en esa emoción del fondo del misterio.
Amor a ti como milagro
Duele quererte como un morir roto en este vacío solitario
martes, abril 14, 2015Ya no lloras «falso». Ahora el corazón está a cero. Y así de pronto me adjudicas cada plazo de la vida. Te juro que tuve de ti plagas, plagas de frío. Se me caían las manos un viernes roto. Arrastrabas mi esperanza sobre la plaza pública. Me encadenabas; ¡dulce condena! Fuiste la bala encendida dentro de la carne. (...) En el cañón de tu boca sonaba el cuarteto de la vida. (...) Duele quererte como un morir roto en este vacío solitario. Así pues tengo los fragmentos de tu pecho. Y medio desnudo soy mandrágora.
Y si me pides que más te bese cruzo los dedos para encontrarme con tus labios. Haremos de tu cama un bosque, nos lanzaremos a un mar de dudas, digo, para que entienda de todos nuestros excesos. (...) Amar es amarnos en la mar; hacer que el mar entienda; que entienda nuestras razones, el vaivén de corazón, los torbellinos de nuestras emociones. Amar es un «te fuiste», una hoja seca. ¡Y qué sabe el árbol si nuestro crecimiento es por brotes! Amar es la enfermedad de la entrega, el beso escrito, el amor que llora. Amar con los ojos como un regalo. Amar con oídos como charcos, «ciegos de lenguas». Amar en ti mis lágrimas, mi constancia y mi flaqueza, el «amor hecho». (...) Allí, allí, y solos; solos como un refugio.
Tus manos y tú mientras jugando. Devuélveme los ojos y la boca y las fotos y los recuerdos quemados. Y tus ojos y tu mente inquieta y el mucho tiempo desaparecido. (...) Sobre ti y más allá y en el vivir forzado. (...) Y en « por nada la ausencia» y el « me quedo para siempre» para lo bueno, para lo malo. (...) Tus juramentos siempre olvidados. (...) Devuélveme el «me quitas el frío», el «no me angustias», el «por ti» y «más allá de la tristeza».
Y vendrás entonces con el recuerdo y yo en el lecho de tus manos durmiendo. Se moverán nuestros ojos como los recuerdos. Huirán las pesadillas. Y sabes? entonces te beso. Y me pides la boca y el olor de mi almohada. Y en tus labios dormidos temblor seremos.
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Si tus ojos andan tristes a esta hora, si con duda llaman, ahora que estamos en la perturbación del tiempo; ahora no me olvides en el torbellino de las horas. Enciende una vela ante el reloj de la pared. Rodea la llama con tus manos. Y en ese sitio donde fuimos ahora. Baña con tu piel mis sueños. Protégeme inocente. Recuerda nuestro derroche. Recuerda que no te has ido. (...) Cuando estemos libres de la distancia, del desamor y del despecho, del nombre de tus secretos, entonces, entonces, vendrán tus brazos dormidos.
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Y los almendros silenciosos me hacen daño. Porque los sueños duelen. Porque los pétalos son cuchillas. Porque tus manos desgarran el silencio. (...) Tienes blanca la mirada y los abrazos ligeros. Tienes los imposibles «rompe noches». Tienes los avaros árboles, los abrazos de humo, el temblor de tus ojos, los sitios de la noche; y la espera en mi cuerpo hecha agua. (...) Te obstinas; ya sé que te obstinas... para hacerme un sueño. (...) Ahora me confiesas desafiante: «Ya sé que te hice daño; y la próxima, y la otra, y esas que vengan con la desesperanza.»
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Rodeados por los silencios muertos... los amantes. Está la Luna fría como tus manos. Y nosotros en el lecho. Están todas tus letras profanadas. Y revueltas. Tenemos saludos persecutorios. Y autobiografías desechas. Tenemos «el amor te-amo». Y las llamadas. ¿Acaso seguimos nuestros pasos insolentes? ¿Acaso somos «un repente», «un temprano»? Yo, aprendiz huraño y ciego. Tú, con tu amor me deslumbras. Con tus manos «de tarde», con tus llegadas rápidas, con tus cosechas. Me anuncias que el campo crece, que estás al otro lado de la calle, que el amor no tiene estaciones. Me anuncias el rayo del tiempo; ese del «nunca te has ido». Tú, la impertinente, llevas el eclipse como agua fuerte, como el parpadeo que nace. Y ahora te veo estirando la noche con tu mirada negra.
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Yo por ti y el dolor. Codicio tus labios y tus palabras tremendas, tu seducción secreta. (...) Nuestras dudas; sí, nuestras dudas, a ojos cerrados, a puertas abiertas. (...) Más allá el mundo nadaba, Dios en tus manos. ¿Me entregas, amor, ese misterio? ¿Me concedes el absoluto? Preferiría tu duda a que no existieras. ¡Si solo fuera la sombra de tu cuerpo cuando te levantas! Giras en mí como un tormento, como el verano de la muerte, como el hastío de la noche, como las horas saltando locas, como el remedio, como la alquimia, como esa mitad que somos.
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Y en esta soledad puse la esperanza de mi vida; puse su nido como un nido de agua. Soledad, ¡querida soledad! naces y gozas como un ser amado. En esta soledad puse mis palabras, puse el negro silencio, el amor triste y la congoja. Puse el «me olvidé de ti», el «ya no pienso», las imágenes blancas. Ya no me comen los sueños, ni el corazón «son horas», ni está tu mesa. Ya no se mueven tus manos, ni nunca es medianoche. Tomé un camino con retraso. Dejé el tiempo de morir en tus brazos. Dejé crecer la hierba.
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Tú, tú, el hilo que me trenza, las profundas alas de mariposa, el perfume del paisaje. Y llegas con el color de tu boca, involuntaria. Y llegas con las circunstancias invisibles jugando al destino. Tú, tú, don y ternura, pones a mis sentidos visiones; pones todo el amor que te queda. Y los miedos alisas con tus conjuros. «Eres temprano», perfume y orilla, umbral del río, mirada que crece. Eres rama, mano, ribera, esperanza.
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Desde hace largo tiempo, tan largo como lo que se hace, tus ojos se pusieron sobre mis ojos. -No me mires dentro, te dije. -No te miro. Veo en ti nubes. -¿Nubes? -Sí, nubes. Nubes demasiado cercanas; nubes de aire y agua. Y nadie sabe... Nadie sabe qué frutos traen a la tierra, a la tierra de mis ojos, por ejemplo. Nadie sabe lo que siento cuando me miras. Lo que siento y no sé decirte. No sé que decirte cuando me hablas. Te veo como el fruto de la tierra, como el aire de toda alma. Te veo como «un abrirnos la noche», como un canto tomado con las manos. Y tengo que decirte, en nombre de los hombres, «te amo».
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Ni el cielo, ni Dios, ni el agua sabe. Los tomamos buscando su esencia. Los atamos de pies y manos. Y se abren. Abren sus pétalos frágiles. Se nos rompen entre los dedos. Como niños nos extrañamos. ¿Pero dónde está lo duro y eterno? -Eres demasiado joven, hombre, para alcanzar estas cosas. Naciste anteayer. Aún no has abierto los ojos ni la boca. Tu cuerpo inmaduro yace sobre la tierra. No sabes qué se come, ni a qué sabe el primer alimento.
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La noche es un fantasma infinito, un viento alejándose, un rojo palpitante, que empuja y empuja la tierra líquida de los sueños. En mis manos florece como una flor nueva, efímera y celeste, líquida tormenta de los cuerpos yacentes. Esta noche estás por debajo de los cuerpos mientras tiembla. De la noche son las calles flotantes y mentiras. Se equivocan y engañan a nuestros pasos. Mentira loca suelta. Borracha botella. Y es la única que del abandono sabe. Ese negro «cielo» de sus ojos pegado a su baba espesa.
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