Emanas toda. Toda emanas delante de nuestro amor fecundo; imprevista y sola, delante, allí te hallas. Tomas mi locura y el amor haces. La haces viva de carne. La engañas: le dices: «Estás cuerda. Tienes razón, locura: nadie te comprende». Le escribes cartas de coherencia. La engañas. La piensas y la engañas. Y la haces nueva; por un día, por un rato; hasta que la ves correr por el parque, caminar con pasos muertos por la casa, mirar los utensilios de la cocina... Hasta que la ves tirada en la cama, los ojos muy abiertos, las manos flojas, y sus palmas. La ves con los días encima, acumulados, le sirven de manta.
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Vacías y solas están nuestras solitudes. Sí, solitudes; porque nos come más de una soledad. Nos come con sus raíces carnívoras, nos enredan, clavan sus puntas cuando florecen. Se pegan a nuestro universo de ojos: ya sabes, esos múltiples que miran desde nuestro cuerpo. La soledad, sí, esa que florece; esa que nos dice: «No eres nada»; «Tal vez, carne; talvez nada». Carne sobre cama muerta, callada sangre, ojos desparramados sobre las sábanas, nocturna noche, y más negra.
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Esta es la estación de la vida, fermento de la espera, con sus manos nos retuerce la siembra. Crecemos múltiples, cada uno múltiple, con muchas manos y piernas, con ojos luminosos por todas partes. Raíces nos crecen en las paredes, en los árboles, se clavan, agarran, florecen. Múltiples cuerpos se desprenden, autónomos, vivientes. Por la noche se recogen en el nido de cada uno. Nuestras cabezas sueñan con su alma, cada una sus sueños. Forman guerras entre desconocidos en nuestro cuerpo. ¡Ya sé: somos múltiples que se desconocen! Viven sus vidas, fuera y dentro. Alguna vez, alguno no vuelve. ¿Se ha perdido o ha muerto? No se sabe. No pueden salir en su búsqueda; porque solo él conoce el camino. De todas formas es autónomo. Y nuevos del cuerpo siguen creciendo. Los nuevos no tienen memoria, ni los otros tampoco. No existe la muerte: ellos crecen.
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Cuando acabe de escribirte se acabará el mundo. Por ahora, te hablo. Luego te hablo y te digo:
¿Cómo hacerte? Te hago la soledad, a veces. A veces cercana, perpleja a veces. Esa soledad propia de los amantes. Esa soledad auxilio: nuestra compañera. Te hago soledad de borde y tiniebla, imprevista. Nos viene por todos los lados, ancha compañera. Al borde de la tierra se redacta. Torpe es el miedo, compañera. El miedo oculto: nuestro resumen. La torpe inquietud asesina; rota a veces, torpe y breve. Testifico para ti sola esta vida llena de errores. Te tengo, soledad bastarda; cuando vas en aumento me pareces larga: larga como una condena que voy descubriendo. Arrogante te hace prisionera. La última te escucho, aunque estás en el fondo, en el fondo como una música interminable. Eres el nombre de las cosas y su ausencia. Te odio pero vas con ella, contigo. Ya sabes que te hablo y le hablo a ella; y le digo el dolor que me produces; y te digo lo que ella me hace cuando me acompaña. Me acompaña en tu ausencia, de ti me habla. Me dice: «No te quiere». Le digo: «Calla». Me dice: «Está con otro en otra calle». Y salgo como loco a buscarte. Y la encuentro a ella. Me invita a beber y se sienta sobre la barra del bar. Cruza sus piernas vacías, me mira como ausente, como si tú no existieras. Me pone su tacón en el pecho y me dice: «¿Duele?». -Duele más el dolor de tu presencia, le digo. Tú estás en su lugar; no te creas... Yo la amo a ella y es ella la que me ama. -Si te amase no estaría yo aquí. -Tú eres solo su ausencia. -Yo soy tu compañera. -No, vete. -No puedo sin ti irme. -Vete, te digo, te lo pido. -Imposible. Me pides otra copa y me la pones en la boca. Sabe amargo el licor que me ofreces. Eres bella pero ausente. No tienes cama, ni calor en tu cuerpo. Maldita soledad te llamas.
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Almaderiva, solointenciones, tiempoabstracto, que testifiques. Con tu inquietud creces. Superficie-el-tiempo. Ojos-de-sal-vuelo. En los poros rosa de tu piel. Extirpada noche. Tu brazo con embriaguez terrible. Alrededor y gorda mirada. Terrible y dulce. Enorme y abierta risa: risa-mirada. Cuello caído de mi ropa. Baba mía, mi herida. En todos los tiempos tu pecho se hizo oscuro, entreabierto y confuso, hondo como una boca. Tu embriaguez tomé como una danza. Sin confesar. ¡Nada como el veneno! Roto es lo que habla como un índice en la creencia lenta del cuerpo sin renglones. Fuiste árbol de la devoción del bosque, tótem, dios, iglesia, duro como la madera, desconocida y fiera. Escombro mío. Presenciay miro. Mañanay contigo las cosas. Sueñosy tengo costumbre de ser temprano. Otra y duda. Presencia-me. Desaparezco-no. De paso-no bullicio. Cuerpos del recuerdo dentro del tiempo, intemporales. Dos-a-dos Dios, alcanzados. Raíces de los lados. Tumbasy ... vaivenes. Con sombras me abrazas los volúmenes del aire. Tierra tú y yo inmóvil fructosa. Tenías hambre de boca al horizonte. Su fuerza grita despellejada en su encierro. El secreto descarnado de la herida del papel, muda. Del mar desollado salen gritos limpios como penumbras que llaman al olvido. Ya es tarde para que venga lo que fue olvidado. Es un lugar, una salida, una salida ilesa: un nacimiento tumbado o muerte deforme, tan sencilla. Allí nada: allí se escribe la distancia, puesta en los ojos de la madre en el nombre del culpable. Muerte ¿y qué? Inocente y olvido, palabras-sombras, frío calcinado, gritos abiertos bajo tierra. ¿Me reconoces? No. Mala suerte la del olvido. Comienza otra historia. Y ella piensa porosa: agua de tumba, de otra vida caminos, mi adoptada enemiga, de haber vivido me reprochas. ¿Pero acaso fui impertinente? ¿Acaso lo quise? ¿Vine? No, no vine: fui traído. Vine por el hambre del útero, del vientre. Vine por el terror de la tierra: por su miedo a la muerte. Vine entre tripas revuelto: saco, sangre, ciego. Vine con la almohada de sus labios, vulnerable. Por el hecho de haber existido ya hice daño. El daño de las horas usadas (en los pliegues de la muerte). Fui visto y no visto en las manos de lluvia. Nací sin rostro. Rehén de la vida. Tristezade. Soga de la araña. Pensamiento de la red. Espera-pasando. Ojos de seda. Anuncio. Sorpresa del anuncio de las catástrofes. Los golpes sangrientos de la vida. Esperanza-no: pues nos faltó el dolor. Las puertas sin cortar: las paredes cerradas. Las llamadas huidas. Los mundos de la demencia. Los gritos aman a los infiernos marchitos. Emanacom: el Lucifer de la vida. Las ventanas del Infierno. Recojom: el barrendero de los muertos. Las nucas partidas. Los labios vueltos. El Borralonuevo: la amenaza. La cuchilladelaespera: corta el silencio. Gaviotas-de-pan vuelan. El tiempo-debido se guarda en el Infierno. Eso observa.
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Mi barullo de lengua dando vueltas
De la soledad odio y amada, las manos retuerce
domingo, febrero 22, 2015Contigo y los posibles. Posibles: escribirte, hacerte, y luego te hablo. Te hablo de la soledad cerca: cerca de la soledad te hablo, perplejo. La soledad amante y adecuada: completa, perpleja, auxilio. A tus anchas, a mis anchas, compañera. Intento del corazón como un mandato, en los poros escrito: a los lados, en el borde, tiembla y se redacta, obra, se estremece, las fuerzas ocultas: tal vez el torpe miedo, el aire su brillo: oculto resumen ausente. Ausente, de tu inquietud ausente. Rota, torpe, asesina: asesina breve. Te pido que testifiques, de la vida; de la vida sola, en aumento, en masa, los errores, la larga paciencia bastarda. La soledad descubriendo y digna: a ti, creadora de las piezas dama, arrogante, digna y necesaria, prisionera: del silencio prisionera. Te escucho como el último: el amado de la muerte. Libre y terminado: sin quererte. Nombre de las cosas: nombre por su ausencia. Cuando termine el tiempo, cosecha. De la soledad cosecha y trimestre, estación y vida, fermento y espera. De la soledad odio y amada, las manos retuerce: te pertenecen. Son la siembra del cuerpo: las manos. Crecen multitudes, vacías y solas, buscan raíces en los cuerpos, se clavan, agarran del placer la esencia, florecen. Nada en ti fue universo, ya sabes: universo de carne, de sangre y aliento. La soledad patina sobre las camas: en nada, sobre los destruidos cuerpos . ¡Ay, mi amor, qué me hiciste! Sangre, nada, solitario recuerdo: bello recuerdo. Me hiciste el cielo de tus ojos, tiniebla, rapto. Bella autora, me hiciste ciego verdadero, limpio.
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Todo lo que debo hacer es imprevisto, fuera y dentro de mí mismo, emana. Delante se encuentra el amor fecundo; delante se halla. Y si le digo a mi memoria fecunda: haz lo que te convenga, ella toma de su locura los recuerdos que le vienen en gana. ¡Ay memoria, fiel vasallo! Me engañas, me engañas. Se me ocurre escribirte y me dices que ya lo sabes. Te digo: es nuevo. Me dices: ya lo pensaste. Te digo: no lo recuerdo. Me dices: eres presente. Y yo, y yo, como soy orgulloso, te desmiento desde lo que pienso: «Calla, idiota; eres inerte». -Calla tú; tú eres presente. -Yo soy presente y cierto; tú, memoria. -Tú, discurso del otro; yo, el tuyo. -No me líes. -No te lío. -Calla, amnésica.
-Calla, superficie.
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El tiempo diverso. Sí, diverso y fuera. Duro como un nacimiento. ¿Qué debo hacer con él? Pues vean. Hago palomitas de maíz. (¡Ah, perdón: que esto no es serio!) Entonces hago una circunferencia. Tampoco. ¿Ni con el dedo en la playa de arena? Tampoco. ¡Pero si es para expresar como el agua borra el tiempo. Tampoco; aún menos: son dos entidades diferentes. - Yo creo que no: El Tiempo es agua. Gota que cae del Infinito. (Así: en mayúscula: para que puedan interpretarlo en su divina forma.) El tiempo es agua, digo, gota, digo, líquido. El Tiempo es líquido. [La liquidez del Tiempo. Ya ven: salió metáfora.] El Tiempo es metáfora. Pero no sé de qué en este momento. (Esperen. Voy a pensarlo.) El Tiempo es de sí mismo metáfora, invento, abstracto, irreal con efecto en los cuerpos. [¡Bueno, demasiado físico para la poética!] El Tiempo es poema: poema del espacio. (Mal casamiento: el espacio vacío lleno de Tiempo abstracto.) Ellos se casan y dan lugar a las cosas: esas hijas del Tiempo y de la señora Espacio. [¿Ahora cómo salgo de ésta?] Las cosas se reproducen y paren al Tiempo. Este busca esposa y encuentra a la señora Espacio. La deja preñada y llena. Y la luz nace. La Luz se deslumbra y busca la sombra. Juntos se acuestan y nacen, uno tras otro, los días. (Las Días las llamo porque me gusta.) Las Días se enamoran de un astro. (Perdón: de una estrella.) Cada noche lo meten en su cama de sombras. Nadie sabe lo que ahí sucede. [Representémoslo por un paréntesis. Así ( ).]
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Por numerosas manos secas, como lechos ausentes, pasamos amarrados, a media vuelta. Me tomas. Me apagas. Ya no veo en tus ojos el vuelo del cielo vulnerado. Ya no veo el aire, tu escondite. Ya son los bosques una herida. Por esos labios ocultos, verdes salvajes, sitios de la palabra loca. En tu cuerpo profundo fui ventura, espera y carrera, pasos. Te quiero, ya lo sabes, adormecido y pedazo; pellizco del amor muerto. Te quiero, tuve que decirte, para poner fronteras. En esta pausa escondido, sombra y fiera, cómplice de la huida, espesura de la planta. Te quiero, te quise, y dime, tú lejos como el prado del cuerpo mientras el tiempo espera a dos pasos del infinito. Te quiero desde hace un rato, según parece, en este rostro derramado, en esta piel vestida, ... Envíame un gato mensajero, un largo felino que ocupa el espacio del tiempo, sus pasillos sin ecos, almidonados de sombras. Pasa grande sobre las paredes. Me mira. Leo sus ojos verdes. Lo sigo, se retuerce. No hace gestos ni movimientos indebidos. Pelo espeso negro. Cola larga. Me lleva por altos pasillos, tan altos como la muerte.
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La alquimia de tus labios repleta de manos. La espera reposa a la sombra de tu vientre: ave reparadora con sus plumas cómplices. Ya tengo alma: en los poros de tu piel, en los hilos sueltos de tu nuca, en el entretejido de tu boca. Me miras preso de tu cuello. De tu reino huella. Abandonado en tu camino. Piedra en tu pecho. Silbido de viento. Campo. Rivera. Columpio de aurora. Música de tu cena. Lecho ausente y cueva.
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Collage impresionista puntillismo
Por invisible, porque empujas como un engaño
lunes, febrero 16, 2015
Por invisible, porque empujas como un engaño... Los prodigios cabalgan como un juramento. Me encuentras en la puerta de tus ojos: en esa senda abierta, en la versiones de tu mirada: presagio de la memoria triste. Por el sufrimiento, por las fuerzas negativas... Por todo aquello que amas. Por la cifra. A la cuerda como enigma. Al misterio que nos ignora. A la razón que trama. Al encuentro que jura. Al nudo de tu lengua. A la curva de tu escucha. A la belleza de la duda. Por tu ventana. A tu sombra. Al cristal de tu sombra. A la burla que soportas. Al agujero. A lo que la gente dice. A lo malo y breve. A lo que te digo como alquimia. Esa es de lo malo la corriente. A la tristeza que cae de tus labios. A las fibras de tu cuerpo. Al amor hondo; a su periferia: allí donde somos encendido misterio, donde estuve como el sabor de la espera.
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Con el amor en la lengua, a lágrimas, a charcos, a constancia: refugio de entrega. Un silencio franco, ¡eso!: jugando a «me quemas». Me quemas en buenas manos, en boca vuelta, los ojos desaparecidos y largos. Mi corazón sobre ti crecido, allí entre mis males: ausencia apasionada. Por tu juramento, por el tuyo, por el mío, por el nuestro, devuélveme ya usado a la angustia, a las mentiras, a la risa, a la tristeza. Por ese llorar que tuvimos falso, locos, «estados». Y a ti, de pronto, en el calor de los saltos, te juro como una plaga y lloro en tus manos a cualquier precio, en cada momento como un reclamo. En esta llama dulce me arrastras como una bala encendida en el aire, con el cañón de tu boca apuntándome. [Que pase este cuarteto, me digo.] Y duele como un traje nuevo. Y sale como un morir roto de este corazón de golpes. Me conviertes en un lugar vacío, en un pienso solitario: un lugar roto en el pecho, mil veces un fragmento. Un corazón, un espejo. Y tu rostro me viene a menudo en este camino ciego, en este camino del ojo y viento, me empujas como la noche.
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Encerrados en nuestras pesadillas, entonces. Entonces: duelo y sueño. Que te bese el olor, que te bese a labios cruzados, a desnuda almohada, que te bese. Que te bese el temblor, en el bosque de tu cama. Que tus dudas me entregues. A la mar desconfianza, antes, ahora. Cuando llora, sin morir llora. Engendra las horas; sí, tú, engendra. Un antes enseñado; un antes de la pena. El amor con los ojos, las manos como un regalo. Y si alguna vez fuimos ciegos, ciegos de lenguas, si alguna vez bajamos los ojos al fondo de nuestras bocas.
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Amor a ti como milagro
Cuando por la distancia libre de desamor y muerte veo tus secretos
viernes, febrero 13, 2015Cuando por la distancia libre de desamor y muerte veo tus secretos, aunque no lo creas, y veo tu corazón dormido sin saber que existo, entonces me hago un lecho en el cierre de tus ojos y vivo. Creas o no lo creas, vivo. Vivo en ti como un recuerdo ansiado: allí donde viene tu nombre, allí despierto. Allí me muevo cerrado como un recuerdo, limpia pesadilla: tal vez, sueño. Allí despierto; ¿y sabes? también te amo con los ojos cerrados del sueño.
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Tus ojos andan tristes y sin dudas. Apaga la duda; ven; y regreso. Ven; fíjate como se enciende la llama; fíjate en la perturbación del tiempo. Viene la hora ahora, no olvides. No olvides el mañana del regreso como una especie nueva. Prosiguen tus manos en su sitio; en sus reinos, bailarinas. Ven, quiero inocente decirte: «protégeme sin reparo». Por nuestro derroche, recuerda; recuerda lo que hemos sido: excesivos, más allá de la victoria.
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Reluces, mi mitad. Entre nosotros: tú y yo. En el uno dentro. Y se lleva, se lleva todos los extremos hacia el hueco de nuestros cuerpos. Se juntan, reposan. Brillan como bocas. Calientes como un lecho. Profanos. Hablamos de un «te amo» que sigue nuestros pasos. Por tu mente pasan ventanas. El mundo insolente de repente... pero aún es temprano: huraño como un aprendiz ciego. Deslumbrado de mano y tarde. Reverencia. Anuncio. Caza rápida. Tarde cosecha. Calle de cada lado. Campo, amor, estaciones. Horas de goma. Rayo fuerte. Hubo un eclipse, ya ves; un parpadeo: de la vida un guiño. Una noche sola. Hubo un estar mirando. Un «ya te veo». Un estirar la noche los brazos. Una extirpada noche al mundo. Una mirada negra andaba por tus tristes ojos. Sí, negra como un regreso. Pero ahora dime: ¿es ya la hora? la hora de que me vaya. Amanece en la cama de tus padres. Oigo los muelles de la mañana, algún suspiro, alguna queja. No: quédate un poquito, me dices. Dame un beso, un abrazo, un estamos. Me voy yendo y me visto. Cojo de la separación la tristeza. Me miras como apagada y sonrisa. Te miro con cara de otra noche. Dime ahora: ¿me amas? ¿Tú qué crees? te digo. Creo que sí. Pero no te vayas. ¡Anda, tonta! que solo se va mi cuerpo. Pero te vas. Pero me voy. Me haces sonreír como una llama. Me haces dejarte besos sobre tu cama. ¿Qué más quieres? Que te quedes. Pero si no puedo: tus padres. Olvida a mis padres y queda. Si se despiertan me cierran las puertas y en la comida no podré verte. Quédate. No. Quédate. Tampoco. No seas tonto. Tonta. No me digas eso. Tonta. Pero si te amo. Y yo. Pero si no quiero que te vayas. Ni yo. Estaremos mejor aquí siempre. Ya lo sé. Adiós. Hasta luego. Un beso. Muchos. Sí, muchos. Más. Sí, más que muchos. Y salgo por la ventana.
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Sin duda con todas las dudas sabría, si pudiera, sabría lo que todo tu amor se merece. Sin duda, prefiriera, ser todo a ti medio cierto: media cosa, medio alma, medio duda. Y si se aman nuestras manos como un conjunto, como si fueran certezas, y no sombras de cuerpo. Desde ellas se levantan los amantes como para volver del tormento. Ahora giran los senderos de un verano muerto en el hastío de los remedios. Duda la noche, duda. Hacia ella van las horas y las dudas, mientras el amor reluce. Y esa eres tú, y yo, a mitad nosotros mientras nos come el caliente recuerdo. El recuerdo que somos, herido, indigesto, vomitado, nos devuelve el dolor del fracaso.
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No me tomes. Así, no. Ni como espacio diluido, ni como imagen, ni como sueño. No me tomes como olvido, ni como mente desastrosa. Déjame que pase las horas a tu lado como si fuera una promesa. Déjame en esta medianoche de tu cama; cerca, muy cerca de tu mesa, de los desperdicios, los restos de tu comida dejada. Allí donde te mueves, allí toma mi mano; y después, haz del tiempo retraso. Ya es medianoche, toma el camino. Deja que el tiempo se vacíe. Ámame diversa mientras la hierba inflamada crece; mientras este cuerpo sin ti seco, como si intentara deshojarse. Seducción secreta y múltiple, casi imposible. Cerrada incógnita. Allí entre mis dudas nadaban las horas.
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Nos tomamos el espacio en blanco, sus imágenes, chorrean por nuestros labios, una gota cuelga del fondo de nuestra cara, y yo, con un dedo, con su yema blanda, la poso sobre mi carne, la miro atento, la huelo, la sostengo en su equilibrio de agua, le doy con la punta delicada de la lengua, la saboreo. Las imágenes nos comen: viven como pirañas en el sucio río de nuestra carne; nos desangran, nos muerden, rodean, aletean, se divierten; con su cabeza en nuestra carne entran, devoran, clavan, muerden, buscan hueso, topan con arterias, se emborrachan de sangre; se comen los ojos, las corneas, meten sus dientes por el iris muerto: nos apagan. Las pirañas hacen nidos en las cuencas de nuestros ojos, como fondos de bibliotecas, cinemateca de los sueños, imágenes siempre nuevas, pasan como álbumes de celuloide cautivos.
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Y tú, me llegas temprano en el umbral de las cosas. Escóndete, amor, en mis manos, en su soledad viva, en su nido, en su soledad creciente, donde el silencio se desvanece. Eso para olvidar, para que olvides lo anterior y no lo presente. Que no nos tome el espacio. Que las imágenes no nos coman. Que el olvido no sueñe.
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Ignorados abrimos la noche, esta noche, y una noche cualquiera. Abrimos al mundo nuestros cuerpos, nuestra sangre. Y este vuelo de nuestras manos toma nombre; se escapa de nuestras manos y vuelve. Son hilos de mariposa; profundas alas, paisaje; perfume de tu boca. Llegas profunda: a veces destino. Llegas, te quedas presa de mis labios jocosos. Involuntaria e invisible circunstancia. Ternura suprema, jugando: mi infinito presente, mi don de los sentidos, la visión del abismo nos hace volar hasta que se vacían todos los miedos. La noche es lila... y conjuro; cese.
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Nadie quiere un te amo solitario, único, con mirada triste. Nadie sabe que te amo; ni los perros abandonados, ni las alas tristes. Soy el único que te abre; lo sabes. Somos los frutos enamorados de la tierra, finos como el aire. Nos abrimos la noche, ella: canto que se escapa.
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Mi eterna amante, llegas como un árbol. Por los labios de mi alma. Fogosa noche, fantasma. Llama del viento, agitas. Llama de hombre, alimento. Rojo de carne, abierto. Eres tú esta noche que florece en mis manos, ese empuje. Traviesa, efímera, líquida floreces. Embriagadas, huyen tormentas en nuestros cuerpos. Movimientos, mientras. Tu cama inquieta, nuestras manos mojadas, sonrisas de largos besos. Séptimo suspiro de la noche. La calle flota. Se equivocan mis manos demasiado cerca. Tu cuerpo impertinente se cierra.
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Y tú vienes del Sur. Con tu cuerpo de piel agitada. Tu deseo a la espera flota. Aire vivo y espeso. Repentino cuerpo. En el nervio de la noche. Criatura torturada. Más allá alcanzas lo inmediato. Más allá, buscas el líquido del universo.
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