Estabas ausente como una lengua muerta. Y yo, en aquello que no se olvida, soy el silencio negro de la gota. Soy el mensaje de un montón de intenciones. Soy el mensaje de nuestras fronteras. Todas las fechas pasadas son hoy el principio. Quisiera dormir un instante para salir de esta parada del tiempo. Ya no te recuerdo; voy a salir de ti, del fino hilo de tu existencia. Y tú, siempre desnuda en la vida del sufrimiento, en el siguiente paso, en el nunca. Tengo un dolor en la boca cuando algo sucede en esta copia de la vida. Amor, las pupilas no olvidan; son un manojo de venas que enredan tu imagen. Tengo un despertar eterno, un quiero que no acaba, un me niego todas las sonrisas. Me abriría todos los retrasos como si fuesen venas cortadas sobre los brazos. Con sangre me reparo lo que no amanece. Me arrancaría las palabras del hambre, aquellas que hacen sueños.
Y ahora, tú, en esta soledad, cuando llueve y el silencio cuelga y naufraga, me hago inmóvil en los escombros de este verano. En el reguero de tu nuca, en tu caliente memoria, en el dolor insólito, está naciendo una herida de lenguas ausentes, de ríos negros.
Y grito, y grito tu nombre en esta noche ciega. Y grito para al final del grito ver tu indiferencia. Y me haces dolor, y vela, y suerte. Y me incluyes como muerto. Y ahora... palpo tu silencio, sus pies, el lugar con el que tocas la tierra, la palma de tu pie silenciosa. Oigo el ruido de la vela, su flama ardiente y muerta, y tú sin saber la mayor parte del tiempo que te has ido como sin darte cuenta.
Juegas con mi tristeza y me dejas rodeado por la gravedad del sufrimiento. Entonces le pongo labios a tu ausencia. Entonces se me complican las manos. Y me dices que tú también entiendes de olvidos, que perdiste las fuerzas, que tuviste Lunas negras. Fuimos imposibles que al amor escapan, que se desconocen, que ya no se hablan. Fuimos ciegos con demasiadas bocas, en las vías del llanto, en los topes del tiempo. Y ahora es tiempo de llorar en el llanto oscuro, en los apartes. Tengo tatuada tu presencia bajo las preguntas que me hiciste. Y mis gritos hacen puente sobre las aguas de tu indiferencia.
Voy a hacerte a fuego lento... en la oscuridad de las cuevas, en el llover de las paredes, en el grito de las piedras. Mientras tanto tendremos que vivir en las sombras. Teníamos dos pasillos estrangulándonos la boca. Y ahora te miro a la velocidad de la mirada. ¡Ay, distancia, de mí dispones con la memoria desnuda de los ojos! Resbala la mirada por la curva del espacio como una abeja picoteando el cuerpo a una velocidad uniforme. Entonces el viento se ralentiza sobre sus alas, toma el néctar de la distancia. Y, con su gravedad, mi tristeza juega a rodearme de miedo.
En el bautismo de tus ojos y en su lenta huella los matices de tu belleza me prometen viajes. Voy lento, hacia ti ceñido. Voy a llover en tus manos. Voy a hacer noche en la cueva de tus sentimientos. No sé; pero tendré que vivir así: en la desesperación de hacerte. Tendré que vivir en tu sombra. Tendré que hacerme tristeza. Tendré que despertar en agua-de-noche. Mientras, tu ausencia araña mis alas. ¿Este es el destierro que el amor me promete? ¿Es este el sitio de tu rostro? ¿Dónde estás, mi primer espejismo? ¡Desde donde me miras hay tanta distancia! ¡Tanta soledad desocupada! ¡Tantas veces tu rostro desaparecido! Que ahora, en estas cenizas se me vienen risas locas; sí, locas. Y tú dirás: Se le fue el corazón y la cabeza. Se le fueron, más allá de su cuerpo, sus manos. Se le fue el rostro más allá del olvido. Y dirás: Estoy aquí, mi amor, entre las cosas muertas. Estoy aquí, mi amor, en el destierro desocupado, en el sitio sin rostro, en el espejo perdido, aquí en las cenizas ciegas, aquí donde nada me mira, aquí sola y muero. Muéstrame tus manos para quitarme las sombras. Te pido una noche, una. Te pido el tiempo de tu boca, tu aire, los ojos que me describen. Te pido ese abrazo secreto que me hace; esa barca de tus manos, todas las puertas bajo tu ropa secreta. Aquí las horas se han vuelto locas: crecen por las paredes y, a gritos, hablan. Tal vez se les acaban las raíces del pasado y se secan. En su delirio de agua, gritan pidiendo la humedad de tus labios; cogen el mar de las ventanas, y confunden la luz con la vida. Lamen el cristal sedientas y echan raíces. Te espero, mi amor, como el que construye la espera. Y en este amor de puente, te espero como el que espera la vuelta.
Entre tus tiernas piernas y el baile y tu mente. Entre tu cuello caliente; sí, un mar de gato. Entre que me arañas con tu aire felino y domas los contornos de mi cuerpo y las demás señales de vida. Así la ciudad se difumina. Y al oír tu nombre. Y al presenciar tu bautismo. Y al secar todas tus huellas, haces del viaje belleza.
Amor a ti como milagro
Prometo ser la tempestad de tu boca en las claves del recuerdo
martes, junio 23, 2015Prometo cumplir con la vida en la próxima parada, en cualquier estación a donde vaya, y no deber nada a las claves del recuerdo. Y no deber nada a la clave de los «perdones», ni a las tempestades del sexo. Prometo no construir más castillos en el aire, ni fortalezas que del amor me proteja, y estar desnudo ante los reproches. Prometo ser la tempestad de tu boca, la tranquilidad de tu paraíso, tu desnuda madrugada. Prometo ser del violín el aullido, de tu piel el tatuaje. Prometo ser una duda que puse en tu boca, el baile de tu mente, el gato de tu cuello. Prometo ser el mar de tus piernas, una dulce orilla donde mis deseos se rompen.
Tengo un sueño del que tú formas parte. Y a la espera, se les ponen las manos frías. Y a la flor del vértigo se le abren puertas; son espejos del tiempo y despedidas, son mármol de madrugada. Ya sé que ahora tu piel es un invierno con sus horas congeladas, y que ya no es costumbre en ella la vida. Ya sé que ahora soy para ti una lista de espera, y un «no haberte ido», y un « no me quisiste». Ya sé que tenemos una vida atrasada, con zapatos viejos, vestida de tristeza. Ya sé que nuestras manos no fueron triunfo, a olvido me suenas. El amor me abraza en esta estancia triste, se me cruza, me mira, me desprecia. Y ahora que mi boca es un vientre abierto, y ahora que prometo, estoy en la estación donde no se es nada.
Te voy a decir en esta tarde de calor que de mis ojos cae la soledad desde que te fuiste. En esta soledad de tu cama he oído gritos, cada vez cinco minutos antes del vacío. Y para reparar el silencio pinto tu almohada. Y un árbol de la vida sin peligros. Y limpio los sueños marchitos como hojas muertas sobre tu sudor seco. Te reparo el mañana por si vuelves. Te enciendo la boca, te pongo las manos a la espera, te hago un rastro para que me encuentres.
Amor a ti como milagro
Se levanta la estampida de los secretos, la náusea de la nostalgia
sábado, junio 20, 2015Y ya en el tumulto de la masacre florece el hombre del pánico. Es un remolino blanco de millones de existencias. Entre ellas salen algunos hombres de plástico. A tres pasos de la vida vuelan sobre los precipicios. Amanecen en los lóbulos del aire, en el manto del deseo y ausencia, en el intervalo. Se levanta la estampida de los secretos, la náusea de la nostalgia. Y un bésame de la añoranza hace verano. Gotean los días para hacer vida. Se encienden los ojos como atajos, voraces como agujeros.Y va a llover; y de esa lluvia salen pájaros rosa: pájaros de invierno. Se agita el olor en nuestras bocas alejadas. Se abre al amor la carne. Florece nuestra memoria. Y ese barco de tu piel viene por el mar del encuentro. Creces en las raíces del agua. Salen mariposas líquidas de tus hojas marinas como oleadas de nubes que cubren la isla de nuestro encuentro.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Y cada abrazo me desnudaba en la desnudez del pájaro.
viernes, junio 19, 2015Ya es la hora de unas ramas del tiempo. Y aquí, con los pies desnudos, flota la carne sobre el líquido espacio. Son hojas nuestros brazos. Son la palabras del azar y del destino. Son tributos al Dios desconocido. La divinidad me empuja con sus secretos, me llena con las olas de sus libros, hace de letras estaciones. Me marea con sueños... y así pasan las noches. (...) No contaba con tu presencia, en este tiempo del tiempo. Y allí espera un campo de palabras. Huelen a soledad, mar y aire, y al fruto de la extrañeza. Alguna vez imité a los pájaros, tomé en mí la madurez del fruto, me balanceé en la ligereza del aire. Tuve abrazos; y cada abrazo me desnudaba en la desnudez del pájaro.
Y te amaré como aquel día de tormenta. ¿Recuerdas? Estábamos boca arriba en silencio, en una calle sola. Nos prometíamos un siempre y otras promesas. ¿Recuerdas el dolor de nuestras palabras cuando el dolor cruje y amenaza la quiebra? Olvídate, te dije: ese tiempo no existe, eso es solo ruido de aquella fuente. Sí, de esa fuente que llora al agua; teme del manantial la muerte. Olvídate de ese ruido y me besas, y me curas las úlceras del ruido. Mira como el pájaro escribe el futuro sobre el nido. Mira la imagen del río que nunca se seca. Mira el vuelo de los pájaros infinitos, y el rincón de mis labios. Dame tus pasiones despiertas, el sabor de tu cabello, la yema de tus dedos, tu mirada. Somos dos racimos de uvas morenas muy cerca. Somos el indomable horizonte. Somos el futuro que nos reconoce. Ya no es la hora de lo que se derrumba. Ni siquiera el mundo acaba. Ni las horas crecen. Dame tu tiempo infinito en el que plantaremos el árbol de la vida.
Estás en esta noche como algo incurable en la hora de la caída de las manos. En este otoño del grito cuando los labios duelen. En este intolerable miedo. En este magnífico invento de las sombras. En este invento de la lluvia. En esta cama de la distancia. En este desgaste del llanto. En este mundo, en esta vida, las noches enteras. Ahora te amo como una mirada lazo, como un barrido de la memoria.
Y en tus ojos veo lamentos muertos. En tu cabello como un patio nuestras manos al viento. Entre las cosas desnudas... tu poderosa boca. Entre los gritos de tu cama, escucha como ahora te beso. Se nos rompe la sangre con los ojos cerrados, con sus lágrimas cortadas, con sus besos ciegos. Nos viene el viento a la boca, el tuétano de la distancia, la sombra del espejo de el haberte ido. Se hizo un bosque en algún lugar oculto. Se nos viene un sueño limpio, un morir juntos, un amarnos como regalo. Unos besos sueltos en las manos en esta noche incurable.
Y amarte y oírte llorar y lloro. Y te alegras al andar en tu cuarto y en mis brazos te tomo. Y me miras como una pausa cuando se hace el silencio. Entonces supe el color de tus ojos. Supe que el imposible desaparece, que lo invisible es una obra ciega, que eres mi parte que existe. Supe que el olvidarte me desvela, que el dolor del ruido es una piedra, que la raíz del te amo es un campo. La raíz de los muros hacen nuestras calles, las espigas de las aceras, la sonrisa de los árboles... De los te amo, retoños. Del llorar de nuestras manos. De la llama de nuestros nombres. Del pensar en ti cada día como un invento. De los espejos sin pasado. De las palabras del arrepentimiento. De tus senos redondos. Del parpadeo de tus piernas. De nuestro destino inverso.
Y veo mejor desde tu mirada. Eres el error del sueño; y por ti tengo nostalgia. Y me preguntas sobre los defectos del mundo; y por mis defectos te pregunto desde esta invasión de sombra que procede del más allá del oscuro silencio.
Y la luna se desgrana cada noche bajo la sombra de sus ojos, y naces en ti con tu belleza. Eres un brote de vínculos despoblados, fulgurantes días livianos, una larga cadena de manos rotas. A veces, eres bosque a la llegada de la noche, a veces, brazos desengañados; a veces, raíces de las yemas de tus dedos, oscuridad siempre. Eres un saber oculto que tambalea al mundo cuando me tocas. Y sabes la noche, y cuentas las dudas. Y el daño y el dolor surge en tus ojos. Nuestras manos son pánico y nuestros ojos puertas.
Me mirabas y olvidé el día. Pienso decirte que estamos hechos de secretos, de secretos hechos con las marcas de la noche, esas cartas indefinidas, esas bocas del silencio, esas palabras clavadas en las calles sin nombre. Las cartas perdidas de nuestras bocas. Las letras abreviadas de nuestra historia. La invasión del tacto. Necesitábamos la oscura vida de los sueños, hermana de las sombras. La negra vida, el negro mar, la Luna negra.
Ayer fuimos dolor... y herida. Fuimos calle de las que lloran. Fuimos los ojos del vuelo. Y tú, mi gota, de verdad te amo. (...) Seré breve sombra de la nostalgia... breve caos naciente... inestabilidad del olvido. Seremos bucles de nuestros pechos secretos...
el caos de los nombres.
Y en nuestra parte de amor y miedo se pierde el mundo, el amor y la tristeza. O bien el amor es ausencia y las palabras constancia... ambos como agua vuelven al círculo del universo; son dos gatos intrusos que se tocan. Muerden de nuestros cuerpos la huella, toman al viento como cuerpo, hacen tramas de travesías. Son dos puertos que en el mar hacen marcas; allí, somos dolor y sorpresa.
Si te sueño, mi boca loca es un grito. Cierra ojos al miedo. Huyen mis labios. Y poco a poco entiendo. Eres extraña compañera del mito, intrincada y absoluta, resistente al recuerdo. A ti, la vida, resisto, a ti y al silencio. Tus intenciones guardo; las nombre en el espacio que se cruza. Y nuestro espacio de amor sigue en la tristeza.
Mira como vuelo sobre las fronteras. Sí, allá. Allá somos de carne y hueso, música temprana; somos un signo diminuto del infinito, marca incurable. Allá las calles se agrandan, hablan locas como plegarias de la noche.
De carne y dolor es nuestra biografía. De nuestro cuerpo privilegiado. De la marcha de las manos. De los ojos que tiemblan. Los obstáculos nos salen por la boca. Recogemos sus trozos pelo a pelo como el abanico de los sueños rotos. En la proliferación de los objetos, fértiles y diseminados, se amplifica el dolor de no tenerlos, fetiches del aire. La carne es el modelo de nuestras manos propias. Y la calle herida pinta a pinceladas los viajes. La realidad murió en sueños en camas de pintura ante el dolor rebelde. Este es el cuadro de la penuria. La muerta hecha trozos. La ilustración de nuestra cabeza. El rompecabezas de nuestra vida. Pintan los días y destruyen definitivamente la carne. Toman los mitos de colores, los días enteros de porqués, en manos de cristal atrapadas, con su mirada pegada al ojo, en el muro de terciopelo.
En ese dolor disidente del cuerpo, en cada una de sus lecturas, en sus metamorfosis ancestrales, en la imagen de sus visiones... está la carne de nuestra biografía, está el cristal como una esfinge.
Evidente, tú, como la lluvia. Evidente y manifiesta. Lluvia desorientada, bajo el invierno de un naranjo. Para verte tormenta. Eres agua fuerte que calla, pez fugaz del aire, destello. Como un tiempo que tarda troceando la espera, me fuiste construyendo alrededor de la muerte, dueña de las turbulencias. Perteneces al dolor, a ese dolor disidente, a ese goulag de los cuerpos muertos.
En esta prolongada vida y agonía nunca diré basta. Se iniciará el silencio cuando las cumbres borrascosas dejen sus gritos. En este ritual de los ojos se pierde la existencia, fábula prodigiosa, alas saladas del Infierno -y más allá, el mar y los seres prodigiosos-.
Tarde amanece. Un farolillo de colores oriental. Un gesto de mano en el aire. Y tú rompes. Amanece y es fugaz. Estábamos en el riesgo del recuerdo. ¡Las termitas, las termitas! Y el mar. Eres una gota que duele. El dolor de la agonía. Nuestra alma de carne. Y te diré más. Eres la iniciación al silencio, la prolongación a mi vida, el ritual de los ojos.
Es usted... y me mantengo. Ser de la noche; de las mías, de las nuestras, de todas. Hierve la sangre de la noche. -¡Las señales! ¡Las señales!- Tuvimos camas rosadas, lecturas de cuerpos. El silencio llama; llama en tu nombre. Desfallecen las horas. Desfallecen las horas del futuro. Vuelve la alegría del instante. Y tú completa crees. Estamos al alcance. Ya es tarde y amanece. Amanece cortado. Rompe, recuerda, la gota de mujer.