Siento el sendero de la vida ejecutándose. Eres el cuento de mis preferencias, ese mar del te digo. Yo que tú andaba alrededor del perfume, de ese de la plaza del éxtasis. Cógele la lengua al mago e inicia los juegos de la inocencia. Se lanzaba el calor; un calor de nosotros en la infancia. ¡Dulce infancia de ojos brillantes, travesuras de los instantes! Te pareces a esos ojos que pasean por mi espalda, a las hojas que oyen. Porque en ti la vida de repente se enamora de aquellos tiempos pasados en tus manos. Vino después el mundo con su fuego y cenizas de labios secos. Vino el regalo del dolor. Vino la deuda.
Te levantas y sigo jadeando bajo tu erguido cuerpo. Se te cae el sombrero sobre mi pecho. Siento tu olor sobre su cinta, su humedad aún goteando. Me haces señal de haberme vencido: un gesto de mano, nada más. Sonríes. Sonrío. Tomo tus tobillos con ambas manos y noto la tensión de tus piernas. Haces un gesto con tu rodilla hacia mi boca. Lo evado como si fuese a llegar a mis labios. Bien sé que no lo harías; pero estás tan triunfal que se te ha escapado. Sobre tu rodilla te respondo como se lanza una canica con el dedo. Pones cara de no ser un juego. Pongo cara de que lo sé. Pones cara de ah me creía. Y te sientas sobre mí para que quede todo claro.
Has borrado la tristeza de las ventanas. Y otras veces, tu vestido te pones, y tu cuerpo fresco, y tus pies desnudos, y el suelo te canta. Levanto de pronto los ojos y tus talones llaman a mi deseo, ese jardín de tu boca. Voy por el sendero de tu mirada, donde el mar se detiene, donde crecen las plantas, voy verde reluciente.
Ciertamente, a tu lado certero, a la aventura crítica, en el encanto, en el jardín de tu boca. En tu lengua atrapado, ¡sí! se detiene mi boca. Tus labios son salvaje presa. Y andas, y andas, con la lengua fuera buscando mi lengua. Se hace el silencio en tu alma; de la mía nada queda.
Sentados en la escalera, debajo de tus rodillas, mano a mano con nuestro deseo, tu cintura tiembla como si el mundo hubiese tropezado. A menudo, tus manos mis manos en su viva audacia toman suave carrerilla sobre las peripecias de nuestros cuerpos. Déjame tu amor convencido, convencido y ciego, de este amor que nos une en el silencio.
Lo deseabas; como deseas el amor y el placer que te aporta, como deseas la pérdida del dolor que hiere la vida. Pensabas que mis brazos eran refugio, ternura y calor recíproco. En tus brazos empujaba el filo de la memoria, el acero del sueño, y otros males sin nombre. Tu cama, isla inmensa hecha cuerpo, agarraba nuestras manos como sus causas. Y ya sabes que es allí donde siempre fuimos ciegos.
Me vino la vanidad por el amor que tú me das. Ya sé que soy ridículo ante el tiempo. Ya sé que estuve perdido en tu ignorancia. Pero ahora, sabida y presente, desaparecen mis corruptos brazos de la orilla de tu cama.
Estuve tocando indiferente las miradas extrañas, volando entre sangre muerta, y tuve que decir sin embargo. Esa vida fue sal del fondo del abismo, vida y trinchera. Me llevaba el cuerpo entre las máscaras. Se rompían enlaces felices del ocaso. Era isla de cáscara. Tuve que decirte que estaba vivo. Para que me creyeras hice pompas de amor y espejismos. Tuve que leer a los poetas, donde solo encontré razón para quererte. En la lírica del infierno estuve buscando, a bajo precio, ocasiones. Con lo prometido hice pactos, pactos de edad fuera de las oraciones. Tuve la luz pegada a la espalda. Me crecían cenizas en los hombros. Eran cortas las páginas, la vida vanidad.
Yo, por tu amor, hago lo imposible. Imposible, por ejemplo, no caer en tus manos, no decirte que hoy es mayo, y si tengo que volar que sea en tu mirada. Eres ociosa como una tarde italiana y activa como la tramontana; colorida y brillante como la Toscana. Y si tengo que decirte, en esta guerra donde hierve la sangre, que miro tu boca buscando tu lengua para tomarme tu aliento y tu carne.
Amor a ti como milagro
A la manera de la piel que te encuentra desnuda sobre tu cama
viernes, mayo 20, 2016
En el lamento, en el presente, en el pasado, en cada rincón vivo con este amor tuyo que te tengo. En la locura, en sus matices, en la parrilla del tiempo, la vida especula. Y si tengo que estar impasible para volar en este mayo del te amo, flota mi mirada sobre tu cuerpo a la manera de la piel que te encuentra desnuda sobre tu cama.
Ahora, ahora que tengo tu nombre voy a decirte al furor del amor y del vicio que te amo como siempre. Alrededor de ti siempre. A los vengo a todas horas en el amor confundidos. A los pronombres de tu corazón impronunciables. Tengo que decirte
que elevas las ventanas de mis ojos a la potencia; que borras los presentes del lamento; y si aún vivo a ti te lo debo.
que elevas las ventanas de mis ojos a la potencia; que borras los presentes del lamento; y si aún vivo a ti te lo debo.
Y me regalas agua regalada rodando por tus manos. Cuando miro tus ojos contemplo el mundo; contemplo la almendra viva, su savia, la cremosa blancura de la vida. Vivo para contemplar la vida que te hace, tus inconsistentes nudos, las veces que has tocado. De todos los deseos que contigo han llegado aún tengo recuerdos. Recuerdos de reinicio, tus primeras palabras y algunas miradas sobresalientes. Porque todo sucede contigo; sucede como la vegetación y el canto, como la luz hecha, como los días nombrados.
Esta es una vida regalada, una huertas y sus resúmenes. No es un trasto viejo que hemos recibido en nuestro cumpleaños. Metidos en el placar, sin dudas. se pudren. De vez en cuando abro la puerta del armario y saco los regalos de paseo. Me mira la gente como si fuera un americano coche de recién casados. Suenan los trastos de la vida a latas viejas de Coca-Cola mientras yo presumo de vida nueva.
Nos fundíamos de amor en el beso de las lenguas. En tu vuelta y media. En mi medio lado. En el lado de tu vientre. No hicimos regalos como fuentes perpetuas. En tu lengua corre una huerta de frutos jugosos. En nuestra cama un campo de semillas. Era tarde y amarilla tu sábana de trigo, campo y cosecha.
En la magia de las entradas esperábamos nuestro turno. Al pie de las hojas se oían pasos. Ya sabes, que sin respirar, daba vueltas el mundo mientras que la vida enamorada perdía su inocencia. Aquellos tiempos fueron cálidos. En tu calidez se hizo el vino de la vida. Fue también una historia seca. Luego el fuego, luego las cenizas. Nos hicimos grandes deudores con las piedras del dinero en los bolsillos. Y ahora vuelvo, amor, al regalo de tu vida.
A veces, tu espalda se vuelve como un nicho de indiferencia. Veo alejarse tu nuca como la cola de un ave. Maga del aire. En él haces agujeros donde caen las promesas. Tus pies siempre desnudos son marcas de agua, sus dedos señales.
Por el aire, fresca y sonrojada, llenas el silencio de la distancia. Pues ya sabes que la indiferencia se pasea desnuda por mi casa. Le doy la espalda y me rodea. La miro con desprecio y me saca la lengua. Y se burla de mil maneras cuando le hablo para convencerla.
Inocente es el jardín que llevas en tu boca. Toma la vida del cuerpo de la tierra. Lanza su calor hacia mi cuerpo brillante. Y ahora que te miro con estos ojos, grande es el instante en el que nos unimos en el beso. Buscaré tu lengua como la raíz de tu cuerpo, tus papilas como bocas abiertas al placer que desciende hacia tu vientre.
Un pico de mago hace sus primeros juegos de escondite. Hace del rubor inocencia, de la maleza rosales, del día media tarde. Y ahora, aquí juntos sorprendidos, tomamos de la travesura del viento el aire.
En esta magia de los primeros juegos, al escondite en los árboles, entre matorrales me lanzas el sexo. Y yo, y yo, que no soy manco, tomo las hebras de tu cuerpo y te hago un tejido de ensueño.
Nunca se detiene el mar cuando digo que te amo. Y me encantas, eres mi preferencia. Y puedo morir y quiero vivir en ti quiero. Siempre defectuoso lo visible menos en ti perfecto. Perfecta como el perfume de una ola, perfecta como el candor de tus labios. Y tú rosa, y yo incluso malva. A veces el quererte me entra como un juego de incógnito. Y un nido a favor de nuestra cama. Y un pájaro loco nuestro sexo.
Mi boca, apresada y jadeante, enredada entre los labios de tu boca. Tela de araña carmesí deliciosa. Porque tú borras la tristeza de las ventanas. Aquella tu mirada asoma. Veo tu cuerpo ocupado por el espacio, ondulado y fresco. Veo tus talones de carne, el pilar de tu cuerpo, tus senderos de gloria. Y ando subiendo por tu piel con un deseo silencioso que explota. Pues puedo decirte que ya no es vivir si no alcanzo tu boca.
En tu lengua de tela estoy hablado de la trama de tus sueños. Nos atrapan, nos detienen, nos hacen labios y un poco de lengua. Mi boca es un santuario donde tu boca reza jadeante entre ondas de alegría.
Vas a medias con el agua de la tierra. En nuestro cerco, en nuestro cerco, tus rodillas y tus manos. Sueltas de mí el sueño más profundo. En tu cintura, en tus causas, acosas mi cama clara en un decir ciego, convencido encanto de trama.
Estábamos en la natalicia de los múltiplos, de los cantos, de los salmos. Es también este caos primario que nos atrapa. La blanca Luna está casi muerta en la profunda memoria de los espíritus creados del fuego. El Desesperado, loco insensato poseído por la verdad del mal, busca el mal y la ruina de toda esperanza después del castigo y de su caída. Ocupa ese espacio que los cuerpos dejan libre. El gran Adversario está siempre atento en los rincones de la duda. Ese, el Murmurador, enturbia las palabras llevándolas hacia el fuego.
Pues ya sabes que humillas mi boca con la ausencia de tus besos. Entonces empiezo a
vagar en la rica sucesión de tus manos, y las mías en ti hacen encuentro.
vagar en la rica sucesión de tus manos, y las mías en ti hacen encuentro.