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Y entonces una palabra gritando como una loca yace entre hielo y hielo
martes, agosto 25, 2020Como una búsqueda conveniente para apartarse. Y otros ritos solo rituales indicaban el inicio de la purificación. Indican el retomo de las fuentes originarias de la vida. Dios del grano. En la fisura de los troncos de los árboles se sepulta la simiente. La estructura fractal de los símbolos. Mientras tú precediste a mi sed. Evocabas, ciertas horas, el inicio de mi embriaguez. Soñar se hace con el anuncio de la lluvia. Viven las bocas bajo las lagunas de los lotos: ocultar lejos, derivar de lo oculto a través de la colección de los tiempos.
Puesto en modo nocturno, en modo oscuro y sueño, enredado en laberintos. Y significa: puerta del dolor. Esta ciudad tiene una puerta y un recinto, símbolos de su belleza y esplendor. Simbolizan la embriaguez del mar. Simbolizan la balanza: mesura y justicia, equilibrio y prudencia. De jade: dos piedras blancas, dos piedras negras. Miden su gravedad en los extremos del puente. Se desdobla lo indefinido. Se engendran las divisiones. Venían midiendo el mar con la luz de las estrellas cuando, de vez en cuando, encontraban un tesoro; y una vez, habiendo hallado el germen de la inmortalidad, se les aplicó a los siete durmientes, de cuyos cuerpos expulsaron las influencias malignas de la muerte.
El vuelo de los presagios. El ciclo de los mensajes. Inmortal aire más allá de los sacrificios. Vuelan las azules aves. Colgados de las ramas les esperan los frutos. Por el relato de sus cantos se adivina. En cuanto al misterio del nido de las aves, esa morada del vuelo... Hubo también la transmigración del aire.
Esa ciudad de los justos donde pretendíamos vivir. El retorno de la memoria a su patria. El paisaje de la desgracia, el paisaje de las mediocres voluptuosidades, el paisaje de la esclavitud de la fortuna ciega. Entró en sus moradas y encontró sacrificio. Simboliza a los ascetas del destino. A los que solo creen cuando tocan la carne. Relación especular de la Medusa donde el otro al mirar se convierte en terrorífico monstruo. Perseo no puede acabar con su propia imagen. Inútil protección del héroe.
Llevaba el yelmo del corazón. Ponerlo en modo sueño. Hasta que llegue el día de abordar de frente al silencio, toca el arpa en su certeza, estira su arco hacia la efigie; se identificará el aire con su vuelo; se comerá a su presa. Pues la tierra ama el silencio, allí donde todo germina.
El arma como monstruo crea al monstruo en sí misma. Forjada por el enemigo en su fortificación. Siempre presta al imprevisible ataque. En la ambigüedad de su función de ataque o defensa. Aunque también es arma contra las tinieblas del mundo, contra los malignos espíritus, contra los espíritus del aire. Pero todas las armas no son de Dios. Nos apoya con las armas para sostener la vida, para resistir a la tentación. Cicuta del deseo. Evangelio de la palabra espiritual. Pero la verdad no es cicuta; es calzado y sed; es ardiente encuentro con los labios de la ética.
De la comedia del arte de la vida salen los personajes con los trajes triangulares, con antifaces de madera, graciosos, maliciosos, haciendo del arte del fingimiento la esencia de la vida. Es la imagen de sus ideas inconsistentes. Sin principios en las pobres ideas.
Ese loco que en ti no conoces dice su furia en amor abierto y desgarrado. Amor, dios de la primavera cuando migran los jóvenes en las bandadas de sus deseos, acompañados de los ciegos vuelos de las cuevas. Es el original fuego, su representación cósmica de su potencia animal, expresada en el tiempo de la explosión. Paradójicamente, fuego destructor de la identidad del otro, aunque carnalmente fecundo; fecundo también del nacimiento al dolor. Espaden todas las simientes en todas la direcciones de la tierra.
Le ha comido el aliento el espacio. Le dio todas las perfecciones del ave. Desde el culto de los árboles. El árbol del consentimiento del bien y del mal. Se eleva la cruz en el cielo de los árboles. Le apunta certeramente el amor inevitable. Le sería sumiso a los deseos humanos, destino ineluctable del encadenamiento. Incluso el infierno tiene sus ojos. Incluso las cadenas reaccionan. Desde el puente entre la vida y la vida, el puente flotante de los sentimientos desciende por la escalera del arco iris, mensajera de las divinas palabras, símbolo de la fecundidad de la armonía, dispensa ella la divina lluvia de la vida, descienden por ella las corrientes cósmicas invisibles entre el espesor del aire, mientras, en el interior de la noche, circunscrito está el misterio.
Eres el alimento que sale de la boca de Dios. El cuervo solar de tres patas. El zorro nueve colas. El mensaje cisne. La alegre longevidad del arroz, nudo mágico del hambre. El coloquio poético mítico de los pájaros. La fuerte inmovilidad de la muerte y su eterna permanencia. Los siete cantores cisnes sagrados. El que está hacia lo ilimitado. La entrada a lo inaccesible. El símbolo del fértil surco. La primera siembra de todas las cosechas habidas. El como teje el ojo las miradas. El imposible desciframiento de los signos. La mántica de los signos.
Con sus almas múltiples realizadas en sombras
miércoles, agosto 12, 2020El nombre del alma de la sombra. "Políalmano" con sus almas múltiples bien avenidas a la convivencia dentro del propio cuerpo. Cada una de ellas con su múltiples sombras, ágiles alrededor de cada cuerpo. Flexible piel de sombra. El aire mediador entre los límites del cuerpo y la sombra. Si necesario fuere, sacrificio de sombra a sombra (Una por sacrifico, se entiende.). Surgen también misteriosas sombras de primavera, cada año, cada vez, una nueva alrededor del cuerpo. Sombras de intuición que leen las señales. Anclan sus sombras el cuerpo a la tierra. Por alguna razón de sentimiento, de vez en cuando, cualquiera de las sombras rodeaba completamente su cuerpo de carne. Por último, cuando el sol va acabar su diario recorrido, se alargan las sombras de cada cuerpo y con sus voraces bocas de sombra lo devoran en un instante.
Tu cabello, acacia. Del invierno norte. Tallaba el origen de la máscara; o tal vez, el origen tallaba la máscara; nadie lo sabe. En todo caso, imputrible flor del desierto. A prueba del desierto. Desafío a las leyes de la naturaleza. El superior vuelo del éxtasis. Le regala tres semillas de boca. La fuerza del olvido en la que se somete la tierra. Cayó un rayo de agua germinal. El vidente del agua. Lo recibió en el lago del ojo. Se inundó de azul la mirada. Salen las mentiras como halcones del vuelo de los ojos. Indican el fin del alma, en su descenso hacia el fondo del aire. Presagio de las desventuras que le acaecerán al cuerpo, ese pájaro del delirio que desvaría cuando usa la palabra abandonando lo concreto de los gestos, movimiento de la masa de la carne, alegres huesos de sus articulaciones. En su impotencia oral no hay coro que cante a la abstracta divinidad. O aún pájaro de la leyenda canta; él absurdo, canta. Se coagulan los soplos constituyendo el físico espacio, lugar del hogar de vida. Ligan entre sí los pilares del mundo. Y lo lanzan al movimiento.
Purificación de las fuentes. Lejos de la danza, de los cantos, a toda distancia. Donde las manchas, por oposición, no significan nada. Lejos de la consunción de la penitencia. Se concentrará la vida sobre las verdes hojas; “sobre” su efecto purificador del aire. Así la vida interior es toda espacio; inmensa y compartida a través de la distancia. Vuelan todos los pájaros juntos en ese mundo invisible a la luz. En ese viaje de aves míticas. Se posan en todos los puntos de agua para señalar la vida a los perdidos viajeros, que no navegantes. Aunque algunos, amantes de la costa, visualizan en el lugar de la tierra señalado. Algunos ya no vuelven ni al mar ni a los caminos, quedan tumbados en un eterno abrazo a la materialidad de la fuente. Con el tiempo, un amplio círculo de hedor crea una diana visible desde el cielo.
El mercader de los abismos. En el abedul de los sacrificios cercanos. El jeroglífico de los caminos del polen. Mal distinguía los nefastos pájaros caídos. En el lenguaje metafórico de las abejas, miel significa palabra, verbo del árbol y la planta. Desaparece en el tiempo de la resurrección, en su inmediatez, en el alma de las sombras. Reaparece en el manto del abismo. Solo es necesario atar en divertido desorden alrededor del cuello las ágiles palabras que vienen al vuelo. Sale sobre el pórtico de la sensual garganta la enigmática filacteria escrita como en un triangular pórtico antiquísimo, desde donde se oyen los más enrevesados oráculos acumulados desde el principio de los tiempos en la memoria de las humanoides cavernas. Ensalma el terrible dolor de los eternos cuerpos, aquellos que forma la continua línea física de la existencia humana. Envía el rayo del ciego enigma, secreto hasta la muerte; al menos, que justo antes de la fugaz resurrección, se abra de la sabiduría el ojo, y aparezca su sentido como un centelleo, imagen para los rápidos de vista y de ágil entendimiento. Se fuga hacia arriba, en ese instante, la acumulada energía de la efímera existencia revelando así todas las fórmulas elucubradas sobre el sentido de la vida; instante de bendita iluminación durante el cual la conversión inesperada hubiese cuajado sin la traición de la carne. Se acaba ahí el tiempo sacrificador, voraz del sacrificio de la carne. Temporal éxodo cuarto milenario, indicador de un tiempo de siempre, atemporal, para indicar que salimos del cuerpo como por las puertas de la ciudad y patria en busca de un marcado Destino, promesa de riqueza material para el cuerpo, gran reserva de la cosecha de la espera en los campos de la tortuosa, dura y seca vid que abre sus fructuosos racimos a la altura de las bocas. ─Toma la dirección y anda ─dijo. Llega allí donde las calmadas aguas son mansas. Aprende de las líneas que marca el campo. Pues esas líneas son las marcas de tu futuro. Dentro de su recinto crecerá fuerte tu descendencia. Lo afirma el viento que procede de la alta montaña, cuya divina lengua fertilizará todas las bocas más allá de su mestiza confusión. ¡Protégete! No olvides jamás la promesa. Sirve a su dictamen y tendrás asegurada tu eterna salvación. No dejes que se corrompa la divina sangre. Huye. Reniega. No injertes tu árbol, aquel que se te entregó al principio.
Del amor hacías flores; flores con ojos abiertos; flores “seguidores” del alma del cielo, de sus subterráneos vientos que circulan bajo el cielo; hacen requiebros entre los montes; suavizan los profundos valles; recogen el polen de las flores, con los que hacen ramilletes multicolores ricos en sabores de los suaves pétalos.
Fenómeno amor. Entras como el tiempo por las abiertas ventanas. Fermento del futuro. Protector de la vida. Felicidad venidera; ofrecida, te entiendes con la lengua de los gemidos; maravilloso antioxidante del dolor, de existir, de soledad, de abandono amenaza. Felicidad que de juicios no entiende. Principio de todo, del Todo, de la buenaventura. Y su frescor me ofrecías, abierta y dispuesta a nuestra entrega, asegurada presencia que da vida.