Alguien gritó y no eras tú. Compartíamos ese vínculo desesperado que ponía todo en peligro. Nos daba la vida golpes a diestro y siniestro dejándonos ausentes de nosotros mismos. Despiadada vida. Nos reducía a seres insignificantes en la ciudad de la ruina y del silencio dónde abrasados sobre el suelo dormíamos a la intemperie. Huían de nosotros las sombras. Gritaban de miedo. Desplomaban rocas para sepultarnos.
A la brasa, brasa y belleza. Quítame la bruma de los ojos. Luego despacio ponme poco a poco algo de esperanza. Vete con las heridas, vete. Me das en pleno adiós cuatro besos y un hasta mañana. Te vi de espaldas cerca, serena, de pose sensual con todo dentro, abierta, para ti fuiste una mirada explotando todo mi cuerpo. Fue la primera vez que vi un cuerpo por dentro tan claro como vi por encima de la piel y una sombra fina lo cubría. Y se me saltó la palabra deseo como un calor en las entrañas. Porque ya sabes que nadie cruza la nostalgia indemne.
Para perderme en el caos de tu boca, en su verdad, en su mentira, tuve que sobreponerme a mil temblores y dudas. Maldije a mi pasado y al tiempo. Retorcí las convulsiones que suavemente me procurabas como una dulce tortura por ti ignorada. Me convertí en insaciable de ti. Extraje veneno de todas las lenguas para hacerme inmune al dolor. Tapé mis pupilas con barrotes de cinismo para solo ver tus intenciones más pérfidas. Pero, cada vez, tu mirada los rompía haciendo de mí cordero idólatra. Cuántas noches tuve que dedicar a destruir una a una el enorme ejército de ilusiones, nadie lo sabe, ni siquiera la noche con la que hablaba. Vi mi boca poseída inundada de espuma amarga retorciendo sus labios de pena y llanto. ¡Espantosa destrucción del corazón cada noche incansablemente reconstruido!
Hoy te voy a mirar en el frente indefinido del amor. Soy dócil como una moneda. Como una colilla me dejo. Dócil como el carmín de tus labios. Frágil como el vapor que sale de tu boca. Y así, pues, me haces dócil. Me hieres con palabras cortas y secas, bravas y amontonadas. Y así lacerada, mientras respira la noche como prolongación del mundo, te amo en la que has sido y en la mentira presente, en la noche de los pájaros.
Estaba la carne rota de madrugada. Desaparecida, rota, deshilachada. ¿Cómo llegar a tu íntimo refugio? Cómo hacer de tus manos un nido blanco. Pronto se comerá el aire las semillas de nuestras vidas cruzadas. Por momentos, la rabia del desamor. Por momentos, la certeza. No sé si son tus estratagemas que me dejan la mente poco clara. Pero no olvides que para perdernos se hizo el presente, este y no otro, este presente que nos espera.
En el cuarto vecino duerme la noche trenzada sobre una hoja de parra y es pared que calla. Allí esperé en tu sueño, tu existencia, ese tiempo abolido e improbable. Fui red de tu silencio en tu perdido rostro. Pérdida inútil creando el anhelo sobre un cristal imposible. Gira y gira lo que dura sin salida. Y de repente se tronca la vida. Como un recuerdo corren por el territorio de la infancia paseos de calles, un colegio fresco, el cotidiano anzuelo caído al agua, y la respuesta inmediata recurrente de tu nombre.
Me tienes desconcertado y loco. El mundo y el resto de la vida se ahoga ante tu bella presencia. Y para empezar, furioso me rompo los dientes ante la roca de tu silencio. No quiero ya vivir sin ti. No quiero seguir sin que me correspondas. Que si no me doy cuenta del vínculo que hemos creado; pues claro que me doy cuenta, y te adoro y lo cuido. Pero a pesar de eso tienes destruida mi boca. Me molestan todos los ruidos y todas las falsas promesas. Nos rozamos y aparece luz y calor. Y nos quedamos así sin poder decir nada. Y yo quiero besarte, pero no quiero que sea arrebatado ese beso, sino que de corazón me lo entregues. Y después pienso en cada ocasión que habría podido besarte. Me arrepiento de no haberlo hecho. Pero prefiero que seas tú quien me beses. En este cóctel de huellas, en este sufrimiento del sentimiento que nos separa, ahí cruzo todos los espacios para ver si te encuentro. Estás y no estás. Es cierto que estás en mis dudas tanto como en las tuyas. Estás en la madrugada de los ojos cerrados, en cada ahogo cuando respiro. Me vence, a veces, el temor de que no me ames y perderte. Quiero mutilar el Tiempo, dejarlo tan corto como los años que nos diferencian, y haber nacido el mismo día y en la misma calle para conocerte desde siempre.
El ruido del nido hace ruido de alas revoltosas. Oscuro es tu interior en la superficie de tu voz, dónde estaba yo ahogado, para empezar de sangre sanguinolento, insidioso, vivo, estrangulado, roto y ascendente, como un castigo que ha visto las ruinas de tus huellas dentro de mi boca.
De agua jardín y ojo
comienza como lo hacen los cerezos
En cada ojo un pie del paso
De ángulos saben las puntas
Una sonrisa de piedra en cada uno de tus labios
Ella era unida soledad de las cosas
A los recovecos del miedo se dedicaba
Y entre tus pechos me montabas una fiesta, para ti para mí, para hacer olvidos de descalabros
Él tenía los ojos hechos con troncos de árboles vivos
Las miradas derechas, algunas torcidas por mal viento, otras apaciguadas a fuerza de calma, y la tuya, la tuya, mi amor, limpia
Arrastrador de árboles por esos ríos tuyos
A la mañana le había venido como de vez en cuando le venía
cosas de la mañana que las tardes no conocen, y tampoco las sé decir
Andaba yo como con ojos insuficientes
Y andaba, andaba con ojos recientes
comienza como lo hacen los cerezos
En cada ojo un pie del paso
De ángulos saben las puntas
Una sonrisa de piedra en cada uno de tus labios
Ella era unida soledad de las cosas
A los recovecos del miedo se dedicaba
Y entre tus pechos me montabas una fiesta, para ti para mí, para hacer olvidos de descalabros
Él tenía los ojos hechos con troncos de árboles vivos
Las miradas derechas, algunas torcidas por mal viento, otras apaciguadas a fuerza de calma, y la tuya, la tuya, mi amor, limpia
Él se dedicaba a ella. Le limpiaba la ventana todas las mañanas. Miraba su cama. Miraba las pequeñas cosas de su cuarto de baño. Buscaba los besos dados en sus labios. Un aroma de pelo como de café caliente. Un sudor de sus manos nocturnas
Arrastrador de árboles por esos ríos tuyos
A la mañana le había venido como de vez en cuando le venía
cosas de la mañana que las tardes no conocen, y tampoco las sé decir
Andaba yo como con ojos insuficientes
Y andaba, andaba con ojos recientes
En la simple desnudez de un cuadro fuiste. Yo no la vi, me la dijeron. Andaba por allí, por el aparecer. ¿Qué? Niña sabia díme porqué te lloro en el mismo rincón donde estás encerrada.
Ponte sola en el camino, empieza a andar, y ya verás la vida. Verás la profundidad de la tierra, el fango y las rocas, los árboles: ese agua de la vida que se nos presenta. Estaba el Destino llorando ante el desastre, cuando vas y pasas delante. No haces ruido para que no te vea. Andas de puntillas sobre la tierra. Manchas tus dedos, y duelen. Duele con dolor ahogado que nadie escucha, como araña la tierra un río subterráneo. Es un oscuro ruido de la queja de la tierra. Irrumpe y llora. A veces, de pena se ahoga. Ferocidad del agua que no conoce obstáculo, que lleva consigo los gritos de todos los ahogados.
Mi avidez de ti no se acaba. Devora mi propia carne, la piel y hasta la médula de los huesos. Tuve visiones y todas eran tuyas. No estabas en el recuerdo porque siempre presente. Y promesas, promesas. Tremendos gemidos de amor por las venas. Presente y futuro te miro en tu sordo aire que no me dice nada. Mira que si estuviéramos en el dolor nuestro sufrimiento nos parecería bello. Y ya me responden, con falta de aire, que es la exageración de siempre. Pero ya sabes que el dolor se rompe, se estrangula, en su propia garganta. Insidioso es el Destino, caprichoso pozo de profundidad que deja a la vida seca.
De pies a cabeza te nombro
atónito de ti mi salvación
Te hablo y permaneces
Te amo en el chasquido del mundo
Me turbo, incomparable
Me abro de manos y boca
Tu nariz junta a la mía junta
Tu olor a mi olor huelo
Esto es amor entre tu espalda y mi vientre suspendido,
entre tu pelo y mi boca,
tu nuca reina
suplicio de mis noches
Me viene tu cuello a la memoria
que nadie sabe que en él he dormido
Me vino tu día pleno por el borde de tu pelo
Arde mi boca por el filo de tu espalda
En tus labios hice un mundo
En el oleaje, sábanas y almohada
en el olor a sueño
en tu mano te recojo
atónito de ti mi salvación
Te hablo y permaneces
Te amo en el chasquido del mundo
Me turbo, incomparable
Me abro de manos y boca
Tu nariz junta a la mía junta
Tu olor a mi olor huelo
Esto es amor entre tu espalda y mi vientre suspendido,
entre tu pelo y mi boca,
tu nuca reina
suplicio de mis noches
Me viene tu cuello a la memoria
que nadie sabe que en él he dormido
Me vino tu día pleno por el borde de tu pelo
Arde mi boca por el filo de tu espalda
En tus labios hice un mundo
En el oleaje, sábanas y almohada
en el olor a sueño
en tu mano te recojo
He tenido frío en tu frío, en tu pecho,
y ya es ayer
Qué hacíamos metiendo el alma en el agujero inmundo de la vida
Me tomas de dos en dos, amor
Es él quien te tuerce y te habla
Soy yo, desesperado
Aún. Aún sin embargo, aún somos dos, aún, y la torpeza
y ya es ayer
Qué hacíamos metiendo el alma en el agujero inmundo de la vida
Me tomas de dos en dos, amor
Es él quien te tuerce y te habla
Soy yo, desesperado
Aún. Aún sin embargo, aún somos dos, aún, y la torpeza
Te vi negada y espejismo
No sé dónde, en qué instante, en qué frente, he visto tus ojos
Los días que sufres de errancia, te cobijo
Ven, sostén mis manos como un rito
En tu suerte soy viña
De tu hora a mi hora, ronda la vida
Dorada floreces
como abeja, me miras cerca de la boca
No sé dónde, en qué instante, en qué frente, he visto tus ojos
Los días que sufres de errancia, te cobijo
Ven, sostén mis manos como un rito
En tu suerte soy viña
De tu hora a mi hora, ronda la vida
Dorada floreces
como abeja, me miras cerca de la boca
Ella quiso seguir en mi memoria,
el pulso desorientado
Si me vieras te reunirías conmigo,
allí, en el crecimiento de mi sangre
como las palabras crecen en un huerto
Decías palabras secretas a las cosas pequeñas
al comienzo del desvarío
el pulso desorientado
Si me vieras te reunirías conmigo,
allí, en el crecimiento de mi sangre
como las palabras crecen en un huerto
Decías palabras secretas a las cosas pequeñas
al comienzo del desvarío
Se me funde tu nombre
No es cierto que no me quede más amor; así que siembra
Aquí nos encontramos en algún lugar del tiempo
Si quieres, bésame con los ojos cerrados
Si quieres, pongo los labios
Si quieres, te hago unos celos
Acaríciame el pensamiento
Qué me darán tus ojos en cada noche entera
Oí en sueños vuelos de pájaros
Acaríciame, que el alma es mía
Vuelve como vuelve el campo a la vuelta del árbol
Y sabrás amar resplandeciente
Y sabías que ese mar era una puerta
Espérame en la próxima temporada
Estoy leyendo cuando se va el mar
A la forma de almendra y a tu cuerpo
A la cuadra íntima de los árboles vecinos
Nos soñamos como vientres desesperados
Suena por las tardes el rugir de los dientes afilados de noche
en la delicada parte de tu cuerpo que bajo tu hombro encuentro
Me ahondo en tu cifra, descifrada
Gesticulo con lo prohibido en tu mano
Fue tan grande el vacío que nació el mundo
Y en ti me gasto probando su existencia
No es cierto que no me quede más amor; así que siembra
Aquí nos encontramos en algún lugar del tiempo
Si quieres, bésame con los ojos cerrados
Si quieres, pongo los labios
Si quieres, te hago unos celos
Acaríciame el pensamiento
Qué me darán tus ojos en cada noche entera
Oí en sueños vuelos de pájaros
Acaríciame, que el alma es mía
Vuelve como vuelve el campo a la vuelta del árbol
Y sabrás amar resplandeciente
Y sabías que ese mar era una puerta
Espérame en la próxima temporada
Estoy leyendo cuando se va el mar
A la forma de almendra y a tu cuerpo
A la cuadra íntima de los árboles vecinos
Nos soñamos como vientres desesperados
Suena por las tardes el rugir de los dientes afilados de noche
en la delicada parte de tu cuerpo que bajo tu hombro encuentro
Me ahondo en tu cifra, descifrada
Gesticulo con lo prohibido en tu mano
Fue tan grande el vacío que nació el mundo
Y en ti me gasto probando su existencia
A la madrugada. A tu desnudo
A la complicidad de los escalones
Sube el amor por las esquinas
Sube y ya es tarde
Sube con el muro en el pecho
Cae el fango de la noche
Para el mar nunca es tarde
A la complicidad de los escalones
Sube el amor por las esquinas
Sube y ya es tarde
Sube con el muro en el pecho
Cae el fango de la noche
Para el mar nunca es tarde
Seguramente será una presencia abandonada
un alguien que no debió
un suspiro de vida escapado
un rencor
Si estás como recuerdo
si ese ruído queda
si onda fuiste y eres
qué haré si siempre estás detrás del desastre
un alguien que no debió
un suspiro de vida escapado
un rencor
Si estás como recuerdo
si ese ruído queda
si onda fuiste y eres
qué haré si siempre estás detrás del desastre
Dos más dos son tú y yo y la niebla.
De mi memoria tengo un recuerdo que no te pertenece.
Como quien no quiere la cosa se me olvidó.
Estoy solo, dice el silencio, después de hartarse de callar.
La noche se disolvió como fondo
en cualquier lugar de la soledad.
Pero el silencio nunca se equivoca.
¿Para qué el silencio si nadie lo entiende?
De mi memoria tengo un recuerdo que no te pertenece.
Como quien no quiere la cosa se me olvidó.
Estoy solo, dice el silencio, después de hartarse de callar.
La noche se disolvió como fondo
en cualquier lugar de la soledad.
Pero el silencio nunca se equivoca.
¿Para qué el silencio si nadie lo entiende?
Hoy hace tanto, tanto tiempo, que te recuerdo
con esa voz arraigada
que escuché por última vez con un te quiero
No hace tanto de eso aunque el tiempo no me cree
El mar se nos vino encima
con esa voz arraigada
que escuché por última vez con un te quiero
No hace tanto de eso aunque el tiempo no me cree
El mar se nos vino encima
Te asalto como pagado a sueldo por la pasión
Te invito a un trago de lluvia
A esta versión de la vida breve
A esta única abertura
Por esta boca del mundo te declaro mi amor
Se me desnuda la memoria y pareces nueva
Te invito a un trago de lluvia
A esta versión de la vida breve
A esta única abertura
Por esta boca del mundo te declaro mi amor
Se me desnuda la memoria y pareces nueva
Y se les puso la mañana en medio
como algo inmóvil que se queda
Sabe ya este instante del encuentro
a todo bosque
a primavera
como algo inmóvil que se queda
Sabe ya este instante del encuentro
a todo bosque
a primavera
Y callo, callo, callo como una caída
Y soy, soy, soy, y, eres eres eres, un gato
Y no estoy para cantar; y eso pasa
Y aquí nos vemos siempre con esa lejanía que no es de nadie
Y soy, soy, soy, y, eres eres eres, un gato
Y no estoy para cantar; y eso pasa
Y aquí nos vemos siempre con esa lejanía que no es de nadie
Cuando yo era ayer y tú no existías,
en ese lugar, en ese ayer,
hubo un tal vacío sin nombre
Lo digo para ti, a tu gloria,
aunque seamos ambos desconocidos
Y es de olvidar aquello que dura un instante de ternura
en ese lugar, en ese ayer,
hubo un tal vacío sin nombre
Lo digo para ti, a tu gloria,
aunque seamos ambos desconocidos
Y es de olvidar aquello que dura un instante de ternura
Y si se ríe. Y si me ama. Y si germina
Ayer fue leve, de frente, de alma
Se cae la frente como semilla seca
Ayer tuve luz como una capa que mantiene alejada la noche
Por encima de mi frente, más arriba de mis ojos
Enamorado de tu mano
Ayer fue leve, de frente, de alma
Se cae la frente como semilla seca
Ayer tuve luz como una capa que mantiene alejada la noche
Por encima de mi frente, más arriba de mis ojos
Enamorado de tu mano
No existes cuando callas; no existes tristeza
Duele como un nombre mal elegido
Ya te tengo, otoño, como el que cae de una nube y despierta
Como ese corazón entretenido con la tristeza
Duele como un nombre mal elegido
Ya te tengo, otoño, como el que cae de una nube y despierta
Como ese corazón entretenido con la tristeza
Bueno, ya sabes como mienten las camas.
Las verdades a medias nos mienten, entre tú y yo, nos unen, de recelo y avaricia, enteros, contrapuestos y enteros, robando, partiéndonos el cuerpo, nos atan, inseguras, las manos nos cortan. ¿Y qué le voy a hacer si tú me mientes, si yo te miento?
Nunca estaremos solos, ni hinchados, ni asfixiados, ni dormidos de espanto, en la soledad
Las verdades a medias nos mienten, entre tú y yo, nos unen, de recelo y avaricia, enteros, contrapuestos y enteros, robando, partiéndonos el cuerpo, nos atan, inseguras, las manos nos cortan. ¿Y qué le voy a hacer si tú me mientes, si yo te miento?
Nunca estaremos solos, ni hinchados, ni asfixiados, ni dormidos de espanto, en la soledad
Cuando estabas celeste y urgente
Celeste y luz, hermosa
En un buque sin nombre
ni bandera ni destino
navega
porque es agua
flotante
agua de noche
noche de agua
Celeste y luz, hermosa
En un buque sin nombre
ni bandera ni destino
navega
porque es agua
flotante
agua de noche
noche de agua
Fui, no; no fui, ni tuve que ser; para nada
Para nada fui porque eso ya se ha olvidado
hace tiempo, mucho tiempo,
tanto como el pasado
Para nada fui porque eso ya se ha olvidado
hace tiempo, mucho tiempo,
tanto como el pasado
Y hemos renegado tanto de nuestros pechos las reminiscencias que se nos quedaba en nuestra boca un fuerte sabor amargo. Jugábamos también con las miradas al escondite oculto del te pierdo y sonreíamos al final como niños traviesos unidos por el querer estar juntos. Es que queríamos devorar el mundo, hacerlo de nuestra carne, convertir todas las miradas en una que fuese solo nuestra.
Somos dos miradas del futuro. Tejíamos nuestros sueños con la tranquilidad que nos daba el tiempo, con cierta certeza. Renegábamos siempre de las miradas que se nos habían escapado, como si no fuesen nuestras, distraídas por momentos en su propia belleza. Las reminiscencias se tiraban. La avidez confundida. Las gargantas apagadas. Tomábamos al mundo como un juego de color por venir, aún no presente. Con avidez tu miraba. Fuiste, a veces, dos y otras, mientras yo desconcertado te buscaba. Fuiste de vida plena, tan plena que al tocarte me manchabas.
Era la tarde en tus labios. Era el deshielo de la tristeza. Teníamos recuerdos de naufrago, cuerpos de sal picoteados por las aves en nuestra geografía profunda. Éramos como las crestas de las olas blancas. Nuestros cabellos reales escaleras sin protocolos. Sencillo era tu vientre. Atrevida tu boca. Y tus ojos una fiesta. Nos recogíamos en tus manos; en ellas daba el universo volteretas, después de tanta piel dejada en las costuras. Nos vestíamos de futuro como esfinges eternas cuya alma volaba por encima del desierto.
Y del agua y de los recuerdos y del amor que nos dimos, hicimos desnudos suaves, delicia de nuestras manos. Puesto que el futuro es para olvidar, para cerrar los labios ante las mareas, alegrar el rostro de la noche nueva, usábamos las sombras para ocultar todas las puertas. Eran nuestros labios independientes y sin embargo se buscaban como si les fuese en ello la vida. Eran nuestros ojos los ojos del amanecer, en aquellos momentos que al despertar nos encontrábamos tan cerca como al alcance de nuestros labios. Eran nuestros cuerpos de sueño tan acogedores que era natural enlazarlos, con ellos vibrar, y caer de nuevo en un placentero sueño.
Temía perderte otra vez entre mis dudas. Venían nuestros sentimientos abrasados creando abismos de amor. Enojado, a veces, con la ilusión inhabilitada, me quedaba en tus deslumbrantes abrazos. Se me entrecortaba la palabra cuando te pensaba e iban mis pasos locos sobre la verde hierba. ¡Qué te iba a decir si estaba siempre pensando en ti, soñando en ti, viviendo de ti! Esas horas rojas de lejanía me quemaban como invisibles fuegos, y era inútil hacer nada para sosegarme. Era todo orilla de tu agua, puente de tus pasos, calvario para el alma. Recordaba entonces la calma de tus ojos cuando me mirabas, la vida de tus carnosos labios, la dulce curva de tu cara. Pensaba, a veces, en tus pies, en sus dedos, en la presencia de sus uñas, y con esas imágenes reconstruía mi vida, mi cuerpo y el corazón de la esperanza.
Astucia de tu boca y mi boca buscándose. Tú viajera. Yo elefante parado. Íbamos a beber nuestras condiciones al río de la vida, cuando no estaba seco. Teníamos el tiempo como intruso y sus treguas. Vivíamos indefensos entre sus garras. A veces, nos fugábamos frente a la Luna. Nos contábamos los nombres de los poemas. Y así creíamos en el amor. Teníamos recuerdos sin defensas, intemporales como la vida misma. Estábamos, a veces, mejilla con mejilla, frente con frente, absortos en la mirada. Se había quemado el dolor entre nuestras manos calientes. Nuestros ojos hacían viajes, vuelos del aire acortando las distancias. Era fuerte el recuerdo de nuestro pecho. Las distancias locas se suicidaban. Teníamos en los cajones abrazos como para calentar todos los días que nos quedaban.
La continuación. El sin irse. Pues no hay nada peor que las despedidas, el horror del abandono, el nunca vuelves, volverás, ya todo está perdido. Prefería que te quedaras y me mintieras diciéndome, aunque no fuese verdad, que me amas. Así podría, al menos, soñar, escuchar tus manos, rozar tu piel de vez en cuando, besarte si me dejas, y dormir a tu lado en la distancia. Podría hablarte y contestarte solo, darme yo mismo tus respuestas, acariciar mi cuerpo como si fuese el tuyo. Se intensificaría la mirada. Escribiría como escucha. Construiría caminos hacia ti, en esa espera del que nunca llega. Pondría astucia en mis dedos y en mi boca con la frágil esperanza de alcanzarte, siempre asustado por cometer un error y enfadarte. Viviríamos a través de las generaciones en un amor eterno de ensueño.
No podíamos retener los instantes vividos. Se escapaban, huían, nos traicionaban. Sabías a dolor retenido. Había en ti una escucha con los ojos, como si comprendieses con ellos y callaras, sin falsa ceremonia propia de los ojos. Me escuchabas sin tener las respuestas, o las sabías y eran contradictorias. Miraba en ti todas las tardes para ver si te descubría en la sorpresa. Y mientras más ahondaba más se hacía en ti el silencio. Fue así como me hiciste pasión, pasión contradictoria. Te amaba. Te deseaba. Te odiaba. No me gustaba lo que no sabía de ti. Me atormentaba porque tal vez no me amabas, ni me deseabas, aunque conmigo sonreías como nunca te había visto. Sin astucia te escuchaba. Se me nublaba la mente, perdido. No podía ni hablar, ni leer, ni escribir. Todo era tu imagen, tu boca, tus ojos, tu piel.
Esperábamos llegar a lo imposible, más allá de todos los límites impuestos por la realidad. Esperábamos ese magnífico regalo de la vida. Residentes malformados de la dicha. Lagunas de hielo encerrando el misterio. Hice para ti un hueco en el corazón de los inhumanos sentimientos. Hizo un desierto tu indiferencia, un clima para desesperados, un tenemos la fuerza de la vida. ¡Qué doloroso es el tiempo perdido sin amor que nos justifica! Qué margen nos precipita. Eras delgada y limpia como la memoria, caricia del reluciente acero. No podía verte dentro de tu suavidad. La dulce ceremonia de tus ojos me engatusaba. Tuve el tiempo de un grito para despertar, y verte, y comprender que las bellas flores carnívoras también existen en el jardín más cercano.
Fuiste un regalo de colores. Los colores de la vida, y aún no era tarde. No hacia nada más que preguntar sobre tu procedencia, tal vez, divina procedencia. Eran preguntas para llenar el enigma que me producías y para aclarar el llanto. ¡Llorar, ese regalo de la vida! Llorar y reparar las dudas. ¡Cuántas lagunas tontas crean misterios!
No sin dormir se despiertan las salidas. Era un largo viaje en un círculo. Florecía una noche inolvidable. Aunque estabas secreta e indiferente. Así también te amaba irremediablemente. Te quiero orgullosa y privada. A pesar de que me dejas sin esperanzas. Tengo ganas de llorar desde que te conozco. Tengo ganas de vivir desde que te conozco. Siempre te espero en mis manos. Me pareces siempre un regalo imposible, una pregunta sin respuesta, un amor imposible.
Nos íbamos a dormir y advertí que tus labios estaban en huida. Fue una larga noche de cruces de ideas. Todos los ciclos vinieron a mí. Las explicaciones. Los desmentidos. Las dudas. ¡Todas las dudas! Me vino el disimulo del que habíamos sido víctimas. La advertencia de que todo no era perfecto, ni podía serlo, ni aún menos lo pretendíamos. Tenías tiempo, mucho tiempo. Los amores imposibles no se resuelven por arte de magia. Paciencia, amor, aún no hay salida para la noche.
Éramos el pilar de la paciencia, un canto a la vida hecho amor, una respuesta a la primavera. Estuvimos convencidos de repente que éramos el trigo de la siembra, el sol despampanante que lo florece, el agua viva. Fuimos también la urgencia de la lluvia, su hechizo, su luz. Tuvimos razones para no dormir pues la vida se nos escapaba demasiado rápido. Se nos fue el dolor con cara de indiferente. Se nos fue la advertencia y los peligros. Ya no tuvimos más cruces, ni miedos a perder el camino. Eran nuestros labios los labios de la huida, las risas locas, palabras sueltas que hablaban de amor sin apenas decir nada.
Me escondías todas tus cartas, mudas como el silencio. Así, para que no viese tus juegos de amor, a veces falsos, a veces verdaderos. Corría la brisa por las hojas de tu piel y por mi memoria. Nacen los pájaros y se lanzan al vuelo, comen aire como el primero. Viví en los momentos de tus labios, en los pliegues de tu boca, en la fuerza de tus palabras. Eran aquellas estaciones la estación de la locura, locura cuerda de amarte. Voy a volar otra vez para que me alcances. Voy abrir los ojos a las heridas, la memoria a tu memoria, mis manos a tus manos, para saborear dulcemente tu amor amargo.
La desesperación me amenazaba. Quisiera salir de ti para dejar de sufrir. Ahora sé que no eres conmigo. Y duele. Y duele. Pero es normal. ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo sino nada? Aquí me tienes en noches inquietas, pasando las hojas de la noche, pasando las hojas de tu silencio, debajo del espectro del amor que no ha sido. Ahora voy a cultivar la oscuridad, los fallos de memoria, contra el azar de nuestro encuentro. Ya no merece vivir sin estar en tu pensamiento. Ya se me perdieron tus alegrías, las horas que pensé en ti, la vida nueva prometida.
Confesaba la felicidad que nos había encontrado en nuestro testarudo silencio. Nos dijo que esta vida nos lleva, que es inútil resistirse. Callejeaba a los cuatro vientos con sus canciones. La lluvia, entonces, era divina. Ya no había tristeza de la espera, ni brotes perdidos en sus jaulas, ni pozos vacíos, ni manzanas secas. Brotábamos con el brillo de los manantiales. Ya podían crecer los frutos de la vida. Nos tomábamos los labios con esa alegría que abre las puertas del alma. Yo veía las tardes en tu cabello. Encontraba un sabor inconfundible en tus labios. Cultivábamos el aire las hojas. En las noches silenciosas cantaban los pájaros.
He dado el salto que nos separaba de la tristeza. A ojos tristes. A ojos alegres. A tu imaginación desapercibida. Yacías en el aire como fruto de la partida. Teníamos los últimos besos en el recuerdo. Desafortunadamente tú detestabas los disturbios. Tú te desmoronabas en tu paraíso, en tu paraíso de la memoria. Ya venía el aire seco que atravesaba la sangre, quemaba los frutos, borraba el sentimiento. El último beso seco. La última partida. El último sello del recuerdo. Caían nuestros labios en una atmósfera espesa, en la arena de los desterrados. Mala fortuna la mía. Mala sangre. Y divino amor a pesar de todo.
¡Tan lejos y tan cerca, tus brazos y tus labios! Tocarte me ofrece tus ojos brillantes. Solo ancla, tú, solo ancla. Déjate llevar por mi camino. Tomemos nuestras manos como direcciones. Derivemos juntos. En esa ola que nos arrastra. Ven y corre por este mar del recuerdo. Retoma tu risa. Hazme el ama leve. Barre todas las borrascas. Deja que caigan aquellos labios funestos, aquellas vanas palabras. Deja que el universo encaje en nuestros cuerpos. Dejemos atrás el tiempo. Eres abundante y grande, mi partida, mi sangre, mi fruto.
Mientras vienes, recuento nuestras palabras. Hoy me has contado el dolor. El dolor del que vienes, la pena de amar y no ser amada. Estaba tan entristecido que no pude ni cogerte las manos para consolarte. Solo te miraba fijamente. Y ese dolor lo redescubres ahora, ahora justo cuando nos hemos conocido. No era el momento de liberar los besos cautivos. Te vi diferente desde que llegaste. Pensé, por supuesto, que era por mí. Me alejé triste y enfadado. Me tapé la cabeza con unos cuantos sueños pero no conseguí dejar de pensar en tu gesto. Al rato, viniste sonriendo como siempre como si nada. ---Pero no tienes que enfadarte, ---me dijiste. ---¡Qué quieres que haga si lo siento! Y retomamos nuestros largos diálogos de posicionamiento. No querías que yo pensara que te dejabas acariciar por los hombres. No querías que pensara mal de ti. De ahí tu comportamiento. Cada relación produce cosas diferentes, acordamos. Tú veías que yo no pensaba mal de ti; pero tenías que decírmelo. Hablamos de posibles viajes agarrados, mano con mano. Paseos por los jardines, por las calles, por las tiendas, por los museos. Luego, cuando te vas, salgo de un extraño estado en el que caigo cuando estoy contigo. Parezco un gatito sin cerebro. Te ronroneo bellas cosas de vez en cuando; pero, incapaz de pensar, te acaricio y te miro como un gato bobo. Ya no tengo miedo de que al cerrar los ojos el mundo desaparezca; pues cada vez que lo hago el mundo de ti se puebla. Has venido a mi encuentro con la belleza bajo el brazo. Estaba a punto de abandonar cuando llegaste y me sacaste de dentro, como aquel que salva a alguien de un desastre. Pendían de un hilo todas las fuentes: las de la vida, las del agua. Era mi cama una sombra, un lugar sin vida, una cosa áspera para el cuerpo. Me tomaba las noches como píldoras. Olfateaba las sábanas rancias. Tiritaba de soledad. No me servían para nada los brazos. Ni aunque hubiese tenido tres vidas le hubiese sacado provecho al cuerpo. Era un cuerpo donde nada empieza, una desierta colonia de termitas. Era yo como si hubiese vivido en brazos viejos. Recorría solo minuciosamente las calles. Miraba todas las cosas fijas. Leía como el que como pienso. ¡Qué tristeza! ¡Qué silencioso dolor! No me daba cuenta del deplorable estado en el que estaba. No me sorprendía del silencio de la vida. No comparaba ni dudaba. ¡Y ahora tus labios! Y ahora tus labios rosas me hacen dudar y vivir en todas las direcciones.
Tú, invisible siempre, no sé si me recuerdas o me odias o proclamas mi desamparo. No sé si me ves en el espejo cuando te miras. Vivo yo en esta condena en la que me dejaste. Me esperan las sombras con sus gritos. Ya no me habla ni el silencio. Huele a encerrado y a piedra. Bajo esta piel feroz muerde el dolor. Y ahora que ha llegado la hora de tus pasos, no oigo tus palabras. Tal vez vengas descalza y a escondidas, desnuda y oculta, amándome en mi delirio. Yo me tumbo sobre la loza de mi Destino. Veo el futuro como una boca negra. Me siento cautivo de ti pero me tienes preso. Es mi cama putrefacta y a rejas, subterránea y negra, mientras me comen los bichos de la noche; olfatean mis ojos como un manjar exquisito. Acabo hueco como un árbol seco.
Sigues en mi mente enorme como todos los días que han pasado. A escondidas, en el laberinto de tus ojos, voy volviendo las esquinas con el alma fuera de sí creyendo que voy a encontrarte. En cada pasillo te veo invisible, te toco encarnada, y fugazmente te beso. Viene luego el funeral de la esperanza. No estás. Y lo sé. No estás. Vuelvo a revisar incansablemente todas las imágenes que de ti tengo en la mente. Así durante todo el día y en sueños cada noche.