Algo parecido al dolor permanece como un confidente amado e indulgente. Cómplices los palos gruesos de la noche, pobre desgraciada presencia. Amor de luz y nido. Nido secreto de la carta, laguna en la presencia, generosa muralla de la respiración. Nace desesperada en el fondo del borde, del borde de la lluvia y su trayectoria.
Tu desconfianza hizo memoria. Empezaba por tus manos. Seguía para adentro implantándose. Tomaba tu voz y la convertía en olor. Y luego explotaba como una divina presencia. ¿Qué hago con su trágica memoria? ¿Qué hago con tu alma rezagada? Tu desconfianza se volvió tacto, cómplice mensajero del error. Se hizo noche gruesa, un siempre desgraciado, un te amo empobrecido, presencia de tu soledad secreta.
A veces la vida sabe como duele la boca, como somos tortuga desvanecida bajo el helado invierno. Y sigue rota la esperanza en su transparencia. Y sigue el dolor invadiendo el mar. Porque tales rosas se rompían en tus manos. Porque he visto la explosión de la memoria. Y cuando el pensamiento se impregna de tu voz es el desgarro del sufrimiento.
Eres el filtro oculto de mi existencia. Tus labios breves, tus palabras. En la profundidad de tu lecho se extiende tu nombre. Tu olor éxtasis de mi boca. Una mariposa de agua luce en tu ausencia. Tu reloj canta el espesor del tiempo. Tus vidas sangran; mi vida espera. En estos dolidos labios vive la tortura mientras haces del mudo ilusión plena.
En los tiempos de los arbustos. En los tiempos de la Luna. En el gozo. En el malestar. Gritando y baba. Alquimia y misterio. Como un gallo loco de medianoche. Con el alma hecha de cigarrillos y dolor; y en tu canción un derrame. Rencorosa sombra que aún mantienes el silencio en la existencia del cristal.
Una de mar como un testigo majestuoso, rama del aire. Y por debajo de tu piel, gritos. Escucha la primavera que está tirando de tu cuerpo. Y la playa te hace perla del olvido.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Y por debajo del caleidoscopio, un laberinto.
jueves, diciembre 22, 2016
Y un barco del tiempo contaba las noches. Un cielo, un agujero, un mar penoso. Fui testigo del aire, arrebato de sirena maléfica. Unos gritos de primavera loca, corderos sin lana. Y por debajo del caleidoscopio, un laberinto.
Te voy a decir que eres barco de la noche, que eres un puesto de sol sobre la plaza, y si tuviera que elegirte como testigo lo haría a ojos cerrados, a manos abiertas.
Eres un brote de desnuda arena. Esos dos bailan como tú y yo. Ya hace tiempo que nos sacudimos la inocencia. Ya hace tiempo desde que no tuvimos interior. Nos lleva un poco de mar. Cuelga el viento. Tiene el sol un barco de vela.
Nos ahogábamos en tu loca esperanza y en el mar de sus palabras. Estaba escrito en el sombrero de antes. Estaba escrito en tus manos de algas. Viste con tus redondos ojos nuestra mirada, viste campos plenos de liebres. La madriguera encerraba el misterio.
¿Vas a pasar por mi orilla como una vela urgente, como un suspiro nunca habido? ¿O es tu movimiento de mar que aparece de repente y salta sobre mis ojos? Sobre tu espalda, besos. Sobre tu exagerada boca, lengua. ¿Cómo voy a respirar con tu saliva dentro? ¿Cómo voy a decirte con el sombrero de mis palabras, te amo?
Con dos sueños y el infinito hacíamos el amor; un vestido de mar y un beso. Con ojos del te necesito, una cama, una boca, lamíamos la vida sin estupor. Y pasaba de la piel la urgencia, el movimiento. Y pasaba la espalda de la vida más allá de nuestro cuarto.
Se hizo nuestro amor con dos gotas de infinito. Y ahora, perdidos estábamos en la ausencia de límites. Bajo tu pecho, bajo tu vestido, en el caliente mar de tu piel encendíamos volcanes de orgasmos; y las tardes sofocaban de sed sobre las húmedas sábanas.
Tiene la noche demasiado poco cuerpo. Es más bien una piel fundida. Es una sonrisa sin boca. Y ahora que eres insaciable vestigio, Absalón contra el rey del terror, respiro en la oscuridad del sinsentido.
El dolor de no tenerte se hace lluvia y fuente de la vida y del pasado. No haber nacido como si el mundo desaparece. Se repite, se repite, se repite el ciclo de la nada. Detrás, lluvia; y el timbre de tu nombre.
Pensabas que yo era una ilusión de las sombras de los espejismos de los espejos. Tuve que tomar tu mano y tu boca para confundir la diferencia y hacerte real el amor. Tuve que llamar a la lluvia con la danza de nuestros cuerpos, desnudos y vivos, para que el cielo se cubriera de vida; y rezar fuertemente en el interior de la oración.
Desaparece insaciable la noche. Tus tobillos colgando de mis manos. Nuestros ojos invisibles tenían visiones; sabían a una temporada en el cielo; iguales a dioses en sus orgasmos. Tuvimos suerte de ser sus sombras.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Desaparecía la noche y seguía la noche
jueves, diciembre 08, 2016
Estábamos en el ajuste de las horas: de esas veces donde el tiempo se para ante el terror de la decisión; estatuas, pulso, clavados en la pared. Desaparecía la noche y seguía la noche.
El mar ciego y sus ojos en los que nos amábamos. Son las orillas para el despertar. Son el fondo del tiempo. Son el invento de estar triste. Nerviosos, enojados en el bulevar de los pasos ajustados. Desapareció aquella estatua de la orilla. Se acabó su pulso de piedra.
Ahora que somos culpa y distancia, ahora manos intratables, ahora, el roce, es roce de las cosas. Tomaste mi lengua de las luces de tu nombre. Las cuentas de la mesa sabían a gajos de naranja. Había tanta mala memoria en aquel lugar que las mariposas se hicieron silenciosas. Eran claras y raras las letras del alfabeto. Pedían los laberintos habitantes, todos ciegos. Se encontraban los ojos en los bolsillos con gran dificultad; ojos de querida envidia: mar ciego sin cabezas.
Eh aquí la felicidad cordero de los hombres, la lírica germinación del brillo de la vida, y los laberintos clausurados del dolor. El amor amén de su sombra. El amor raíz de los recuerdos. El amor memoria del cuerpo. Y la soledad, la soledad interminable del pasado. Érase un saco del desierto. Érase la distancia germinada. Érase el misterio.
Y tus labios hacen vestido de tu boca. Y tu carne acrobacia. Y tu noche sirena de mar. Vengo a decirte que nuestro amor ruge como un equívoco, que se avecina la masacre, que el brillo de los laberintos crea espejos sin salida. Y nos dicen. Y nos hacen señales. Nos germina el dudoso futuro como una amenaza. Va pregonando que somos transeúntes y prófugos de la vida, posiblemente una amenaza.
Son abundantes tus dedos de aire. Son imprevisibles como el aire. Necesitaba una silla a tu lado entre notas de somnolencia. Fue entonces cuando me vino un poco de memoria. Llegaba marzo. No llores mujer; porque yo ya lloro. Nos falta la esperanza encerrada en un cofre. Va a llover; se hacen los arreglos. Lloverá hasta que coincidan las palabras.
Es el dolor el despertar de las rosas. Tiene el corazón nudos que el azar no puede desatar. Y mientras tanto tu cabeza da vueltas en mi corazón. Dentro de ti, dentro de mí, el mundo se hace. El vuelo raso del pájaro da picotazos en el suelo. Nuestros bolsillos hacen círculos en el vacío. Es el jardín el marco del Destino. Mientras, el escarabajo negro recoge la vida entre las plantas sin rumbo. ¿Dónde están, mi amor, tus heridas? ¿Dónde está tu sangre limpia? ¿Dónde pasó tu rápida palabra? Es el grito veloz como el dolor. Es el camino como una boca. Son los pasos los pies de la huida. Ya estaba molesto el escrito debajo de tu cama. Ya estaba el cuerpo desnudo. Y la clave imaginaria de tus dedos se convirtió en verdad reversible.