He mantenido tu nombre secreto como una hierba que crece. Un pájaro blanco y gigante toma el vuelo por encima de nuestras cabezas, mira a la tierra, al cielo, y hace círculos de aire repentinos. En tu amplia morada yacen nuestras manos. Una de noche, una de día, tal lo nocturno, y el aire. Una banda negra cubre el cielo en la adecuada estación de tus manos. Celebrábamos los ritos del amor santificando nuestros cuerpos. Tu vestido ofrecía al viento resistencia. Cohabitábamos con la noche anterior. Fundíamos el hierro de la existencia. Y fuimos. Y fuimos roca del amor y del siempre.
Fuimos los primeros en vagar por la tierra. Los ojos tomaron forma e hicieron un cuerpo; goteaban las formas de las manos, la densidad de la piel, la contundencia de los huesos. La masa corriente fluía de las raíces. Tomando vida el movimiento hizo del cuerpo su parte.
Estábamos en el primer sentido de la lluvia, bajo la simultaneidad del pasado. Estábamos en un tiempo con espacio, simultáneo y rico en recuerdos, donde ayer y hoy se confunden, en un mar desolado sin alma ni cuerpo. Y en aquel tiempo, ellas descendieron de ellas, ellos de los hombres. Todo fue de repente, presente en las tres formas del Tiempo. Atravesábamos el río del tiempo en su participación. Nos protegía nuestra común naturaleza, su magia daba vida al paisaje. Era pues la intermitente creación del mundo.
Estás en el eterno tiempo del sueño, de los vivos sueños que hacen en el corazón mito. Estás en la mágica espera, en su abundancia. Mientras, mientras,... el crujir de la tierra nos hace alas. Las almas se baten desaparecidas en los ciclos de los sueños. Ellas serán las progenitoras de alas nuevas. Pertenecen al mundo de las últimas palabras. Ellas ocuparan el centro de las piedras, su alma callada y caliente. Poseen la profundidad de la acción y el centro de la vida. Cuídalas para que no huyan de nuevo al bosque.
Mi felicidad de ti depende, viga, mi hechicera, tú, mi sustancia. Puedes ser horizonte, piel y horizonte. Me bendices y me tratas, Gran Misterio, mi digna inescrutable.
Por tanto queda claro que soy afortunado. Del encantamiento vengo, de la dulce alegría. Así pues, te debo… Eres lo inusitado de la vida, la grande, lo eficaz de mi alma; y con tu éxito natural, repito, me haces. En tu eficiencia soy tremendo. Me haces habitante de la isla, sin naufragio, inmersión de mar, ola y tormenta, el encantado azul cielo-mar.
Eres el influjo de mis sentidos, tu fuerza sobrenatural que me hace, y esa rotunda capacidad de hacerme cuerpo. Eres el poder que reúne los nombres, los nuestros, los de la vida, la misma existencia. Eres lo derivado de todas las cosas, lo simple y compuesto, la majestad de tu risa. Eres la profecía de los sentidos, el señorío del influjo, las puertas abiertas. Y a mí me toca la fortuna de nombrarte.
Si me elevas al lamento tomaré todas las ventanas de la tristeza. En cada rincón tuyo se hace el tiempo. Y yo, por este amor implacable que me hace mayo, espero. Eres locura y presente, ociosa mirada que me atrapa. Y tengo que decirte que floto en tu sagrado abismo.
Porque estás inscrita en mi memoria. Porque despliegas en mí tu cosecha. Porque tus cabellos iluminan el flujo del viento. Por eso, por eso. Tomo los recuerdos de arena
y hago un fondo con olor salado, una tundra de horizonte, una tormenta.
Vienes como agua del silencio, como el gemido del campo.
Hemos cerrado el futuro como escaparate, puesto en estuches
el tiempo, y abierto los vuelos, llenan de luz el cielo blanco.
y hago un fondo con olor salado, una tundra de horizonte, una tormenta.
Vienes como agua del silencio, como el gemido del campo.
Hemos cerrado el futuro como escaparate, puesto en estuches
el tiempo, y abierto los vuelos, llenan de luz el cielo blanco.
Entonces estaba la vida y el vacío como un lugar abandonado; y llegaste. Vienes con todos los horarios, sus horas, el tiempo real de la vida, y algo entre las manos como un fruto. Y te hablo, amor, tan confundido como el que hubo perdido la potencia, la fuerza, la savia, la vida. Tengo tu prenombre a punto de estallar en mi boca; y suena el amor como tambores lejanos en marcha.
Ardiendo, no hacíamos otra cosa. Y debo imaginar que eres sublime, a veces fuego sagrado, a veces alma y delicadeza. Son estos tus ojos como brazos. Y llegaste, amor, con todas las convulsiones, devorante y veraz. Y llegaste, amor, como las horas irremediables. Alabada seas señora.
Allí soy donde tus ojos. En ti se esconden mis manos. En la fértil gravedad de tu vientre. En el poder húmedo de tus labios. En tu constancia. Te amo. En la cúpula de tu boca, en su cielo. En la restauración de la vida. ¿Cómo voy a decirte? Eres amplia… y nosotros… nuevos brazos que nos crecen.
Voy a quitar los vuelos y las luces para ver si eres tú la razón del aire. Voy a ponerme en marcha hacia tu cuerpo; y luego… y luego voy abrirte el alma para dejar escapar al olvido. Tengo el clima de tu pelo y su futuro, la flor temprana de la espera, el siempre, siempre.
Bien cerrado el vuelo, bien cerrado sobre el futuro. Dime, amor, cuánto es este mar blanco? Cuánto crea la distancia y el aire llano? No estuve en todas tus salidas ni en tus estuches cerrados, no estuve. No estuve en la marcha abierta, ni en el cuerpo del olvido, ni en la piel de la desesperanza. Y tengo que decirle que desde este instante eres el futuro de mi marcha. Así de simple.
¡Hola! Le digo a tus manos como un sollozo que hace comienzo, como esa vieja ventana que te recuerda. Te creí diluida, noche y transpuesta. Pero el desorden del universo me advirtió del ruido de tu vestido que en algún lugar de los muebles habitaba. Te creí diluida y constante mientras las noches blancas de tus piernas hacían playa de carne entre mis sábanas. Oye, amor, me haces memoria y recuerdo, santo brillo de la ausencia. Me haces del dolor arena, negra y desolada. En esta tierra donde arrastro mi cuerpo, y solo e inhabitado, despojo de mis horas.
Mientas las luces resplandezcan, mientras las playas sean sonoras, te amo.
Si la tristeza fue casualidad, si la borrachera fue futura, si se nos dio la desnudez, si la inspiración del cuerpo pesaba, si los poemas son siempre lentos y las ventanas rosadas, y los sollozos, y los paseos: el canto de nuestras almas; entonces, entonces fueron nuestros abrazos llenos de recuerdos los que nos atravesaban.
Si la tristeza fue casualidad, si la borrachera fue futura, si se nos dio la desnudez, si la inspiración del cuerpo pesaba, si los poemas son siempre lentos y las ventanas rosadas, y los sollozos, y los paseos: el canto de nuestras almas; entonces, entonces fueron nuestros abrazos llenos de recuerdos los que nos atravesaban.
Amor a ti como milagro
Es esta una calle callejera donde el futuro se emborracha
martes, febrero 09, 2016
Es este un tiempo esculpido en las hojas verdes del libertinaje de la vida.
-¡Despierta! Que por su vestido pasa el amor, se come los árboles de la vida, empuja y juega. Es esta una calle callejera donde el futuro se emborracha.
-¡Despierta! Que por su vestido pasa el amor, se come los árboles de la vida, empuja y juega. Es esta una calle callejera donde el futuro se emborracha.
Y luego en toda esta parte del amor, en este instinto repentino, visto vida nueva, ojos rotos, corazón inestable.
Cuando no estás la mirada empuja hacia la nada. En la tierra de besarte ríe la lluvia de nuestra cama como horas que pasan en relámpago. Ese viejo mar acaba en el silencio inmutable de la arena abrumado por disparos estelares. Supongo, amor, que esto es el infinito, el instinto perpetuo del insecto, la sostenida existencia de tu ropa. Vengo a decirte, en la red de tus ojos, que te quiero y amo en el loco libertinaje de esta vida regalada, secreta y abierta, triunfante y muerta, amor e infierno del ignorante reposo.