Tus libros se cuelgan de la sangre. No hay llamada. La llamada. No hay bastante reloj en este cuarto. En el tablero de ajedrez del reloj se juegan las horas. Y tengo miedo. Un miedo fugitivo de jardines. Un miedo claro-oscuro de tus manos. Todo está fuera. Como un tejido fuera. Del otro lado del oído se oye. Solo existen jarros locos. Jarros locos que se esconden. Y siguen todas las entradas. Esto sigue encerrado en lo invisible. Entro y te reconozco. En tu callada palabra se hacen luces. Luces como piedras. Son las dos de la tarde. De una tarde que no llega. Ahora es el momento de los pasos / en la araña del suelo.
Doble dolor es este silencio, y tú callada. Yo, huidiza piedra encerrada. Tú, silencio y callada. Pero me hablas desde tu silencio; desde tus ojos me hablas. Tú, feroz tejido de la memoria, y yo, miedo. En los tejidos de tus sueños; en sus claros... En mí, fugitivo fuera del fracaso. Del otro lado de tus manos, esos pájaros locos que vuelan entre tus dedos.
Tu ojos caminan en tu secreto. Es que hoy es invierno. Necesito quien comprenda el frío. La voz que queda totalmente fuera de la palabra. No nos sirve este invierno. Este invierno, no. Tus yemas de los dedos rozan el elemento. Fuiste mi disipador de la lira, mi tarde. Estabas en la mirada artificial de los espejos. No seríamos más que el primer paso de un largo andar entre las ramas de nuestros deseos. Nos desprenderemos de la ficción del amor para quedarnos con la carne. Cuando estábamos debajo de la máscara, cuando el amor era aire, entonces, amor, caímos sobre la realidad de la carne.
Tu desnudo de ayer. Era en Nueva York un día negro. El ala de ángel se le cayó un día por si acaso. Se echó al mar con desamparo. Y tus ojos fijos encerrados... Y tú siempre recuerdas comprobando el silencio. Te acercas; haces cala de oleaje; a los espejos lejanos llamas. Aún no es demasiado lejos. Para herirse aún no hay demasiada distancia. Las cuchillas desangran. Y al final sale de tu boca algo caliente. Es un recuerdo con lengua acelerada. Es tu cama que cruje vestida de sexo. Es la sombra de tu espera. Es un grito. Es un grito del laberinto. Son tus ciegos pasadizos. Son piedras tus manos... y ruido. En tus muros son preguntas. Ya sabes: donde hay dolor hay silencio.
Desnudo como un noctámbulo, siempre a medianoche, y recuerdas que fuimos desamparo. De segunda mano nos fue la vida. Necesitábamos otro poema; así fue como cogiste el suelo de tierra e hiciste la vida, la nuestra, la entera del mundo en el que vivíamos. Fue tu retrato una autobiografía. Con el desprecio que infligíamos al aire hicimos el cielo como una luminosa sombra. Reinaba el ensueño en nuestras palabras, estas que aquí cada día te digo. Nací en tu lado enigmático. Procedente de una familia del látigo, la vida nos hizo marcas, hondas marcas de cicatrices verdaderas. Vives en el suelo de los poetas; sí, así; así como si nada; con una leve sonrisa de niño bueno menos cuando te enfadas, y entonces el mundo sabe a azufre de los mil demonios desconocidos. Fuiste la fe en el amor del poeta, de esos que te cantan bailando al son de tus deseos. Será que en tu prodigio hay aire... que ellos ven y respiran... sus sonetos cantan, sus ojos beben, sus estrofas enredan,... ¡Qué diré yo pues!... si eres blanca y negra, del aire prodigio. París vive ahora en la sombra, en la sombra del “te has ido”.
Abierto para siempre. Y siempre así como sabiendo de tus manos íntimas. Y a volver me abstengo de la vida. De mis sueños tú eres el centro. Y sigo en tu laberinto a escondidas, doblado e invisible por los pasillos de tus sombras. Y luego, mirando al recuerdo, con los ojos fijos para protegerme del vuelo de tu silencio.
No duermo en tus manos para sorprender tu secreto ahora que tus vestidos se han convertido en alambres. No fue engaño tu huida sino silencio. Allí estuve al acecho en tu cama con los ojos puestos donde tú mirabas. Fui el cobarde de los límites, el de la huida y la espera. Fui el laberinto de las torpezas, el testimonio de tu cuarto, el “para siempre” que dejaste.
Allí donde rompieron las olas antes de habernos ido, a la salida de la pérdida, en la tortura insaciable de las puertas, en el “hoy vuelves”, en el engaño de tus párpados, en los retornos de la espera, en los acechos que se apagan, en las huidas de los silencios, en los puestos de la vida.
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Pones dentro del amor encerrado, luego te vas desolada. Este mundo por tus manos corre como flor del cerezo solitario. Puedo pensar y pienso en el centro de tus pasos. Cohibida la tierra con pájaros claros. Hace frío en el jardín de las corrientes, en las marismas del cielo. Hace frío en todas las direcciones. Vuelan los silencios. Vuelan desolados por las orillas de las imágenes. El silencio es un foso abierto en mi pecho.
Y tú en tu vientre y yo en tus labios. Y tú en tu sueño y yo en la confusión absoluta. En la esperanza. En todas las entradas. En todos los puntos de impacto... de tu deseo, de mi deseo, del amor que nos ocupa, de la sierra madre de todas las cosas, en sus cuevas, en la arenisca, en la hierba que crece, en ese bosque del espejismo. Y tú en la confusa esperanza, en los puntos de engaño, en el tejido suelto de la vida. Y tú mi arquitecta, mi sitio, mi pecho, mi silencio. Me pones dentro de tu boca como un antojo.
Es fácil y liso tu vientre. Vendrán hombres invisibles, eso pienso, y te sujeto
como al tiempo en que estamos; te sujeto como a un año, a un miedo vestido de alas de mariposa.
como al tiempo en que estamos; te sujeto como a un año, a un miedo vestido de alas de mariposa.
En ti me detengo para olvidar el olvido. En ti me detengo, triste e involuntario. En ti me detengo ante el monstruo de la ausencia.
En este condenado permanente, condenado. En esta distancia sola,
cómplice de los agujeros. En este tiempo separado como una cama lisa
que me acoge. En esta galería de los cuerpos. En el norte de tu boca.
En nuestras manos imposibles. En tu vientre invisible me sujeto.
En este condenado permanente, condenado. En esta distancia sola,
cómplice de los agujeros. En este tiempo separado como una cama lisa
que me acoge. En esta galería de los cuerpos. En el norte de tu boca.
En nuestras manos imposibles. En tu vientre invisible me sujeto.
Sí, te deseo, muro delante de la muerte. Eres dos líneas delante de la vida. Y si por error algún día vuelvo que sea de nuevo enigma la vida. / Sí, me quedo contigo con los ojos cerrados, allí donde el amor confluye. Prefiero tu existencia a tu ausencia inagotable. Te prefiero a ti sobre mi pecho apoyada, de sol a sol sin descanso. Créeme, las corrosivas arrugas del tiempo contigo no son nada. Y el nunca contigo desaparece.
A veces pienso cosas terribles, como el amor, por ejemplo. Me descubro ante ti, ante tus redes, tus palabras y tu cuerpo, tejido en tus telas. ¿Sabías del amor cautivo? ¿Sabías de las oscuras puertas? Y tú me proteges como un puente: dos líneas sobre el agua con solución de meandro.
Amor a ti como milagro
Hay en el amor cosas terribles, como el amor, por ejemplo.
sábado, octubre 17, 2015
¿Me entiendes? ¿Sabes lo que te digo? Sabes como la lluvia sabe a tierra. Tuve los dedos congelados, las lágrimas secas, y el aire inquieto. Tuve el momento terminal de la sangre, los “a veces pienso”, los ejemplos que no demostraban nada. Tuve las cosas terribles del peligro, las palabras arrojadas, los preocupados tejidos. Hay en el amor cosas terribles, como el amor, por ejemplo.
Eres como aquella que sabe del olvido. Hiciste mis manos sobre las terrazas desiertas. Al bosque! Al bosque iremos... a morir de sonrisas. Eres mi meditación sonámbula, la caída de la tierra, la sal mojada.
Ya ves; sí ya ves. Ya oyes como respiro, como respirar suena lejos. De este modo insensato, de este amor de espejos, de esta nube, de esta fábula,... Y te conozco. Y quiero tus respuestas. ¡Habla! Que esto no se recuerda solo. / Vine para traerte un mensaje. Vine con los pasos a gritos a borrar los recuerdos. Sí, a borrar los recuerdos; en su lugar, ven. Cabeza de lluvia, ven. Ven, llave de la tierra. Si alguna vez fuimos eco de existencia, si alguna vez fuimos pasos confundidos, espesos como plumas, murmullo expectante, secreto de la certeza, al fin, muros derribados, brótame tú como sangre.
En tus dedos recuerdo tu vida. Ellos juegan al ovillo de la suerte, de la suerte y de la vida. Ellos son extremos como mis intensiones: nunca sueltan tu cuerpo. / Voy a saltar al vacío de tu incertidumbre, a lo que dices para olvidarte, al soñar que corre como un dolor. Voy a hacerte efímera la vida y la vista larga.
Te vas como como si nada. Te vas como un mate frío sin deseo. A dos pasos, tú. A dos pasos, yo, y las piedras de la muerte. Esto es un sueño fúnebre, ya sé; y las manos perdidas. En la ruleta del casino caen los números por los hoyos de la desesperanza. Ya sé: ahora no es tiempo de letra; ahora es tiempo de creencia. El poder de la mente sobre la materia. La bola que responde, se resiste, brinca, bota; con esa mirada desafiante me hace burla, un corte de manga; con esa sonrisa sarcástica me escupe a la cara. Y yo sudo, me muerdo los dientes, hago nudos de magia con los dedos, caen rayos a mis espaldas; y la carne se endurece, fría, caliente. Una saliva espesa me salpica hasta en los ojos. Cae la última moneda sobre el tapete verde.
Este es el lugar de silencio y nos llega hasta los ojos. No olvides que estuve limando las palabras. No olvides que estuve devorando tu imagen. No olvides que la vida se adhiere a nuestra piel ahora. Me duele la existencia y tu olvido. Ya es noche turbia donde se debilita el pensamiento. Crecen hierbas en el laberinto. Los bosques no olvidan. Se caen las cadenas del tiempo. Los astros hacen noches parecidas. Esto es el abandono de todas las ventanas, fúnebre sueño.
Tú sabes de habitantes con las manos vacías. Las puertas inmóviles. Los encuentros del silencio. Me olvidas como si las memorias fuesen palabras. En estos ojos congelados ya no hay tiempo. Algo se pierde cada vez que me olvidas. Algo bulle y mira como si se estuviese afilando el recuerdo.
Es fácil la salida y la espera ahora que ya no nos quedan manos ni para la vida ni para el cuerpo. Solo nos quedan los nacimientos, los del amor, los de las entrañas. Y un ojo mirando tuerce la vida; es su capricho, sus retorcidos proyectos. Crece la ternura y vacila: ¿Qué es esto? ¿Qué lucha? ¿Qué agonía? Vacila, crece y bulle entre espasmos. Salen tus ojos como pregunta. Saben a nocturnidad y sueño. Es el habitante oculto, lo turbio, lo inmóvil que se hace futuro.
Es inmediata tu llegada y todas las sombras del mundo. Desde aquí te oigo
desde el lado que no soy. Soy el que viaja limpio. El que quita el encierro del castigo. Si me hablas el amor resucita y las preguntas se hacen tiempo. Ya sé que eso no es suficiente después de tan larga espera. Ya sé que fue triste. Pero esta única puerta no tiene fácil la llegada; es sorda a nuestra espera. Tus manos hacen fácil la salida; y estos ojos, que bullen y crecen, ahora te esperan.
desde el lado que no soy. Soy el que viaja limpio. El que quita el encierro del castigo. Si me hablas el amor resucita y las preguntas se hacen tiempo. Ya sé que eso no es suficiente después de tan larga espera. Ya sé que fue triste. Pero esta única puerta no tiene fácil la llegada; es sorda a nuestra espera. Tus manos hacen fácil la salida; y estos ojos, que bullen y crecen, ahora te esperan.
En esta hondura de tus manos, en el perfil de tu boca, más allá de los muros derribados, ven, amor, en este intento que brota, ven desnuda de inmediato. Es tu vestido sedimento, amor que habla de inmediato, mi tierra, y tú y yo habitantes. Háblame desde tu boca subterránea, desde ese muro de combate. Derrite el miedo de la soledad perpetua. Derrite el horror de las palabras. Es inmediata tu llegada, manifiesta sombra, como si al irte se hubiera quitado el mundo.
Dime las causas. Dime tu nombre. Dime amor. Dime olvido. / Dime ahora los actos de amor. / Dime, amor, como te olvido. / Tengo razones; y tú tienes mi nombre. / Nada como respirar. ¡Oye! Defiende a este mudo insensato. Ahora voy a respirar
Amor a ti como milagro
Y ahora que me duelen hasta las puertas, dime tu nombre que se me ha hecho piedra.
jueves, octubre 01, 2015
Me quitas el encierro. Las palabras son agua. El tiempo extraño. Tu mano que llevo dentro. Tu mezcla. Ahora aparecen las hojas como meandros. Ahora duelen hasta las puertas, hasta la dura espera de seda. Empuño la palabra, la pongo en tu boca como mensajera. Seré breve y confuso, tintero de horrible apariencia; condenado al instante de estar muerto. Ya ves los motivos del olvido, los “perdones”, las causas. Dime tu nombre que se me ha hecho piedra.