He fallado en tu vida y así me encuentro. Sin palabras. Sin vida. Sin viaje. Quiero que vengas aunque sea como melancolía. Quiero que vengas despierta a mi boca, con la invasión de tus secretos. Ahora, en este momento, en el que mi cuello cuelga de la soga de la espera...; ahora, se resiste el sol, y la fragua, los cuentos ya no acaban, comienzan los eclipses.
Se me hace sordo el Destino. ¡Mira que le grito, le desnudo y grito, para que me hable! Me responde con trozos de laberintos vestidos de negro paseando de espalda por los pasillos. Dices tú: Deja el futuro incierto y vente a mí de carne. Digo yo volviendo la mirada: Me llama, me llama, y sus ecos rectangulares me confunden. Dices tú: No eres el descifrador de los sueños. No eres alma bendita para otros tiempos. Digo yo: -¿Y si tengo suspiros? -Deja de respirar entonces.
Perseverante es el cielo en el cuidado de la vida. Poblado de voluntad y silencio; de una lógica probable fuera de nuestros límites. Me hace sordo y ciego a las incongruencias de la vida. En el equinoccio de la muerte, en el camino.
En la parte anciana de la avalancha las palabras se amargan, sin amor quedan. No temas a los círculos que nos ciernen. No temas al amor nómada y errante. No temas al corazón secuestrado. Te predice la noche. Te convierte en hereje de los desenamorados. Te miras y te quemas. Nuestra ropa arde en la hoguera de las pasiones. Mírame, dulce silencio. Háblame de lo probable. Muerde aquello que fuimos en la carne de antes. Perseverante y azul queda la noche. Sufre el poblado de los sueños, el águila los Andes.
Salen gemidos de los pedazos del mar. El amor come carne. Quietud. Dando vueltas las tinieblas nos convierten en alucinantes. Los sentidos a descubrir vagan por la oscuridad de la noche. Su decadente magia gigante empuja el ciclo de los sueños. A veces, tú. A veces, perfecta. Di a los círculos de amor el temblor de tu vientre.
En el limpio dolor de quererte cada vez que a ti me acerco. Me sucedes libre como un comienzo. A partir de tu pecho. A partir de tu boca. Estallas en mi cuerpo en la voracidad de tu boca. Gemidos a trozos somos como dedos que tocan como hambre.
En el invento de la soledad y sus sombras. Donde se hunde el muro. Donde el alma perece en su silencio. Allí me aguardaba con sus brazos flotantes y sus ideas dulces. Todas las noches, tus noches a golpe suenan, a vientre limpio, a dolor que se sucede cada vez que te pronuncio.
He sufrido y tú me adivinas. Yo oculto en el mundo de tu voz. Tú temblando y abierta. Nos traspasa el verano. La sangre se vuelve crepúsculo. Inventamos el infinito de las sombras donde metemos al mundo.
Toda la noche como las piedras. No es este punto el centro donde todo ocurre, ni el pilar del mundo simultáneo. Es este punto donde tu única piel toma el encuentro con mi cuerpo como el momento del origen, borra el tiempo, el recuerdo anterior del que fuimos prisioneros antes de este amor que nace. Y en ese momento adivina el nacimiento de lo que somos fuera del mundo y sus terribles circunstancias.
Pa linda noche esta noche triste, esta noche de hojas secas. Es entonces, que la desordenada lluvia amorosa hace espuma amorosa, impaciente, encendida, deslumbrada de amor y brillo. Fuiste tú mi consuelo, cierto y entendido, corriendo por mis manos, por mis dedos, a veces, sangre, a veces carne, siempre cierto. Fui yo hombre del te voy a escribir palabras en piedra para que queden en el centro de la tierra.
En ese vacío fuimos alguna vez agujero, nido infinito de desesperación. Inmortales, también. Inmortales porque ocupamos el Infinito. A veces eco, a veces materia. Cataclismo, a veces, del olor que perdimos. Calles perdidas en el recuerdo. Balanceantes puentes. También fui yo vestigio de tus vestidos; de tu casa, pared; de tu mirada el sustento. Linda noche es esta donde los muros ladran.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Envueltos en los abanicos de la conciencia
miércoles, octubre 19, 2016
Envueltos en los abanicos de la conciencia, numerosas cabezas locas, numerosos espacios, sin fin aquellas y estos, vamos naciendo del vacío de la nada como una generación nueva.
Al salir del paso ciego nos encontramos con el amor bendito. Con su espacio como todo remedio. Envueltos en mil conciertos numerosos de música del corazón y cabeza al paso de los inmortales. Al salir del amor se apaga el concierto de las ideas locas, bellas y locas, numerosos agujeros negros de las pasiones. Y si tengo que decirte te amo, es ahora la hora.
¿Qué amor es ese que no se puede tocar? Ni oler. Donde la lengua está ausente. Qué amor sin labios ni garganta, ni manos ni pies, ni vientre ni espaldas. Qué amor sin el tumulto del vuelo. Sin los besos fuera del tiempo. Sin la esclavitud de la carne.
Se despertó el pueblo pensando en su incierta descendencia. A boca seca. A ojo cojo. Dentro de la borrasca del tiempo. Ante el futuro, el pensar de los hombres se convirtió en falso, borrado y siniestro, sin noche, sin cuerpo. Es el futuro unas insensibles manos que palpan del avenir los muros.
Gotea si prefieres y haz drama. Drama de la vida y decepciones. Drama de cama y manta envuelta en corazones. A tu boca, nata. A tus mentiras, hielo. Ahora me toca hablar a mí primero. A tus ojos, bronce. A tus manos, noche. En tu siniestra falsedad muero.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Ya habla tu boca en su lengua negra del miedo
sábado, octubre 15, 2016
En el eco de tu mirada, en el eco de tu mentira, necesitaba tu secreto como disculpa del dolor que me habías hecho. En la disculpa recién cerrada, en el grito de tus ojos, en el contagio de tu desprecio, viví la oscura luz y difícil frialdad. Ya gotea. Ya hace drama tu boca. Ya habla la esponja de la noche en su lengua negra del miedo.
Eres la dimensión en mí de lo necesario, del amor inesperado, de la pasión de verte. Al menos el amor nos refleja, nos mete en las palabras perdidas, nos cambia en canción el olvido. Debo decirte que mi deuda contigo crece, me atraviesa como hija a cada instante. Eres la rueda del calor y del tiempo, la obsesión del suspiro, el trébol del árbol y tentación. Mientras ahí fuera queda el eco de la mentira.
Como yo y tú, la noche. Como las manos que contienen al otro. Como el sol que chirría en el espacio. Es todo como ese tiempo que nada sabe. Ya pasaron las dimensiones, las del espacio y aquellas del tiempo aún desconocidas. Ya sabe el cielo a vida completa, a sabrosa eternidad de los cuerpos. Y si me van a replicar que eso no existe, los induzco con la mente a hablar con Dios, aquí presente, que con la cabeza asiente.
A veces es llorar, a veces, grieta. Teníamos los ojos como árboles colgantes con visiones sobre la tierra, con noches de suelo, y ciegas piedras. A veces éramos manos, a veces, palabras, a veces, planta que creían sobre la tierra. Somos, a veces, el cantar: canto libre de sufrimiento.
Eres tú este pasaje interior donde encuentro refugio, donde hace de reloj la sombra del agua. Allí sacudo los ecos del afuera de otras veces: a veces reír, a veces llorar. En ciertos momentos, en las plantas de tus ojos vi el cantar del pájaro, una rama moverse, el vibrar de la hoja. A veces allí, tuve visiones de nuestros tiempos futuros.
Cae olvidar el equilibrio de la vida con sus seguros firmes y cerrados ante la aventura. Cae el “vente al riesgo”, pues el “asómate al precipicio” aparece profundo y frío como algo roto que antes fue pleno y lleno. Entre la vida, tu blusa y tu falda, me quedo con mi mano sobre tu vientre, buscando tu piel, esa que me hace la vida plena, el sentido lleno, y cuerpo sereno. Y si por un arrebato de razón me contesta que eso no es amor del cristiano del bueno, te digo que es amor liberado del discurso amoroso moderno.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Cae la sal de mis manos verdes sobre el punto donde se paran las sombras del agua
jueves, octubre 06, 2016Cae la sal de mis manos verdes, de este mundo de fantasía. Es un remoto mundo en el fondo de los ojos. Un mundo donde se sacrifican los imposibles. Allí los dientes caen de su equilibrio, producen dolor de caída, y desmayos. Se abre el precipicio de la mente. Se toman los riesgos de los libros. Se emborrona el paisaje interior del refugio. Y sobre un punto se paran las sombras del agua.
De la mano cae la vida. Con toda majestad somos piedra. Mientras los cíclopes del mundo nos miran. Se recogieron mis pies sobre el agua. Agua, ¿para qué te quiero? Y navegamos a ciegas entre la brisa de las tentaciones, en aquella noche marítima, donde el mundo del mito se rompe.
Hoy estoy y me pongo el olvido. Nos guste o no, el olvido tiene siempre la puerta abierta, el alma unida a la presencia, y raíces sobre corrientes marinas. Va de la mano de la sal, curándose. Va de mano en mano el olvido; aunque cada uno cree en su única soledad.
En esta especie de oscuridad, el mundo de nieve recordaba sus silenciosos, sus besos, sus pies, y esas alucinaciones que nos hacían realidad. En esta cabeza del silencio, en este centro del oleaje se abren y se cierran sordas puertas. Y allí, la ternura del olvido hizo isla sumergida en la distancia.