Me sostenías en tus brazos mientras el tiempo cíclico de la mente nos ponía al principio del corazón. Allá se abría la flor. De la edad la flor. De la tierra primigenia. Allá el amor del nunca atardece. El abrazo de la vida, su despliegue, la ternura. Allá se debilitó la crueldad la primera, se deslizó el color hacia el rosa, se llenó...
En ese tono de voz imposible que siempre nos tomaba por la garganta y que tuvimos para contemplar. Allá, al fondo, los recuerdos. Allá sostuvieron nuestras cabezas el techo del mundo donde se junta la vida para demostrar que habíamos vivido. Era hora de cantar alto, en voz, alto, los ignífugos cantos que contuvo el corazón. En ese tono de voz imposible que...
Nos gustaba por entonces doblar el tiempo como si fuese materia en nuestras manos. Índice del futuro, reconstruido a cada paso, sembraba hierba como en un pasadizo visible para nuestros ojos. ¡Qué amar! ¡Qué proyección! ¡Qué magia! Íbamos las manos llenas de esperanza. Íbamos en el tono de luz de esa que nunca atardece. Atrás, el pasado desgarrado, quebradiza piel como lejana huella. ...
Desierto. Tarde. De día, tarde. Sin sospecha de que aún llegue la noche. Tarde para el silencio común que es la tarde y para el suspiro de la noche. Viene sin sospecha en la mirada. Mirando al fondo. Porque la amaba. Miraba al fondo. ¡Como si el fondo no tuviese al final un agujero de tarde! Porque es la noche que veían completa...
Qué le pasa a la noche que preparando pensaba sin ti otra vez como estando debajo de la cama en una noche de casa encantada. Cada vez que te pienso, piensas. Goteo y olvido en el olvidarme. Para que te quedes dulce y fresa. Para que regreses ruinas por todas partes. A los pies de la vida. Habitación del viento lejano y fresco....
Era como si hiciésemos pompas de cristal, frágiles, bellas: huecos en el aire, a través del cual nos mirábamos. Sonreír. Tocarnos y sonreír. ¡Qué hermosa mirada nos contemplaba! No soy yo: era el mendigo que me habita. Nos habitaba la noche. Una hora sin ti, otra vez, pensabas. No tengo nada para darte. Aún menos pedías, en ese auge, torrente, agua, por el...
Llevábamos las puertas abiertas, sus sombras, algo de aquellas miradas que las habían traspasado. Quedaban ellas fijas, perplejas, de piedra. Seguían cayendo las tardes sonrosadas. Se despertaban a su paso los recuerdos. Recuerdos casi de haberlo hecho, casi de cosas reales, con sus huecos de sol y sombras. Sonríen, dicen y mienten. Engañan como si esa fuese la realidad, ciegamente convencidos de su...
Solíamos pasear en la confusión de nuestros pensamientos. Entendíamos al ruido, ese mimo de los gestos, joven e infantil como un niño sorprendido ante cada cosa, sobresaltándose con el gesto de huir, queriendo al mismo tiempo ser apresado. Llevaba la infancia pegada a sus ropas, con un andar casi infantil, sorprendido según los patios, las tardes, las puertas fijas y abiertas, pasaba delante...
El miedo de morir, los ojos. La luz se apoderaban del ellos sin que se pudiesen defender. A veces cortes. Ilusión de estar cegado, modo standby. Se alegraba de ese blablabla que producía la oscuridad. Alegre de lo ausente sin procedencia sonora también. Era amante de la larga marcha. Se unían a él los desconsolados. Todos con vendas de tela negra sobre los...
Va ya el viento cerrando mares. Noches solas. Patios desbordados. Es lluvia de mar joven. Turno del baile. Acorralada noche. Nidos de luz que nadie conoce. Se apoderan los cortes de la tristeza. Hacen magia. Un resto de mente habla en un rincón sola. Ni se escucha. Ni existe más que en los susurros amantes. Va ya el viento cerrando mares. Noches solas....
Hacia viento. Aquel que la mayoría seguíamos sabiéndolo o no, cada cual a la manera que le había tocado en el lote de su entorno. Hay que decir que quien más quien menos ignorábamos esto. Pero daba igual saberlo que no saberlo: hubiésemos pensado lo mismo, pues creíamos que no estaba determinado -espejismo en el que cada cual vive tomándolo como exacta realidad....
Y hoy la mañana se queda sola. Iba encantadora sin saber de nadie. A pedir de la vida. A hacerse un maquillaje de tarde. Para participar con los edificios en la jugada de las piernas, toca tambor y guitarra, rodeados de vecinos, así se había montado la fiesta. Recorrían las sombras las paredes más grandes que las candelas de leña de puertas viejas...
Era una celebración tu vestido, definitiva, audaz. Andabas por las calles los brazos al viento como en un juego de hojas, un juego de arena y playa, definitivo viento siempre presente. Esto sucede aún ahora en el recuerdo, con sus largos pasos, sus laberintos, su afán de no estar solo. Y grita el recuerdo: quiero quedarme, no me sientan bien los laberintos solitarios,...
Su pelo mojado le llegaba hasta su boca. Se escurría como cera hasta sus manos. Los pies de piedra. Acababa definitivamente con todos los momentos. Le duraba poco la tarde, casi nada quedaba en sus alrededores: ni los grandes parques, con sus árboles mirándola perplejos, ni los abrazos de los parques. ¿O era su contorno lo que no hacía bordes? No sé. Se...
Tuvo que olvidar los recuerdos; su hilo de palabras. Perdió entonces la indiferencia, demasiado grande, inflada; algo así como lo que crece desbordándolo todo, invasión de la boca, de los ojos, las manos llenas, reseco el corazón, un pegajoso dulzor que no se olvida fácilmente. ...
No estaban allí todas las esperanzas. El aburrimiento ausente. El sosiego de las impresiones. Y aquellas manos entumecidas por la brutalidad del hielo, la piel abierta a punto de reventar. Parecíanle la tela armas recias; las uñas, anclas de carne. Una mezcla de memoria de cosas pasaba por el tacto tan invisible que nadie podía haber afirmado su existencia. No estaban allí todas...
Iba y compraba cuando todo estaba cerrado. No le quedaba otra opción que entrar por la puerta trasera. Le subía la adrenalina de los pies a la cabeza como un chute de alta tensión. Aún permanecían las ventanas cerradas, con cara de no quiero saber nada de la calle; ¡como si no fuese a salir! Eso no se lo cree nadie. El calor...
De tanta espera se hace el tiempo como la piel espesa. Nos tenía despiertos, ojos abiertos y garras. Tal vez, casi asustábamos nerviosos truhanes hambrientos de bocanadas de la vida. Parecía nuestra distracción la madre de todas las cosas, huidizas y ligeras. Husmeábamos en cada ventana abierta como el que busca encontrar escena para el deleite; pero nada más mirar nos venía terrible...
No creíamos en la fiebre del sudor hasta que nos llegó. Nos llegó así como la lluvia. No muy lejanas estaban las sorpresas de las sombras. Allí, en el lago, se realizaban los hechizos. De ellos vivíamos tras cada fracaso. Despiertos, mientras llegaba la noche, antes de que se revelaran los sueños, y nos dejaran solos con nuestras pequeñas cosas, tuvimos que vivir...
Amenazábamos siempre con la eclosión de las palabras. Así como el perfume; el nuestro, de nuestros cuerpos enlazados. Era la cama como un devenir, llena de gatos en celo, rabiosos, furiosos, así. Chillaba la fiebre: esa enfermedad de deseo, de la satisfacción. Sequedad de boca y agua, bebidas hasta congelarnos los labios. Nos esperaba una larga noche tremenda. Amenazábamos siempre con la eclosión...
Del baile de los locos. Febril orquesta dando ritmo a los delirios razonantes. ¡Parecíamos tan normales, bellos y semejantes, que creíamos que eran las cosas quienes desvariaban. Como por ejemplo. Los microbios nos como como el vampírico parásito se como a su huésped mientras daban vuelas de colores como la brillante ruleta de casino. Recordábamos los ruidos como si fuesen imágenes de la...
Mejor un buen futuro que el triste pasado. Mejor cada momento absorto, embebido, ruin para vivenciar la vida en cada detalle. En esto, como siempre, se veía lento el viaje: ¿dónde? Siempre se borraban los pasos: esa tierra que incuba la propulsión del futuro; esa eclosión que a veces es solo exterior: este enfermo de la enfermedad de las estaciones, los ritmos yendo...
Pasar y pasar. Entonces. Después: varios volveré, "estate" seguro, porque te lo digo en contra de lo que puedas pensar. Ese no volver que nos atormenta. Pues las calles parecen ir despacio, demasiado despacio. Si recuerdas les poníamos nombres hasta llegar a la Calle de la Desesperación. Veíamos también como cada puerta se alejaba, insegura sobre si quedarse. Mejor pasa desde lejos el...
En el agua, me dices: ¿Y qué? ¿Café? --Te sigo. --¿Un cigarro de humo? --Quizá. ¡Por qué no! Hemos vivido varias veces esta escena. ¿Verdad? --Sí. Son las mismas calles. Por ellas nos llevaba el paseo. --¿Para no volver? --No sé. En este punto nadie lo sabe. Algunos ni volvieron. --No me acordaba ya de lo que dicen. -- Así es la memoria....