Pública señal
miércoles, septiembre 05, 2018
Mejor un buen futuro que el triste pasado. Mejor cada momento absorto, embebido, ruin para vivenciar la vida en cada detalle. En esto, como siempre, se veía lento el viaje: ¿dónde? Siempre se borraban los pasos: esa tierra que incuba la propulsión del futuro; esa eclosión que a veces es solo exterior: este enfermo de la enfermedad de las estaciones, los ritmos yendo a su bola loca, la pública fiebre que no acepta lo estacionario: orquesta de los recuerdos en los casinos de la pérdida: temblor de los nervios secos en el agrietado banco de madera. Más valdría que la nieve ahogara, la boca bajo el frío nivel, manos en los bolsillos del viejo abrigo conseguido en aquel centro de beneficencia. Tendría que volver; pero no, no; debería congelar la sangre antes del amanecer; precipitada ante la mirada de los policías locales que acaban de pasar en su esplendido coche. Le hicieron una señal, como indicándole que las ordenanzas prohibían pernoctar en los jardines, al aire público también: nos indicaba esta última frase (bien construida pero aparentemente sin sentido), debido a que la llegada del aura, aquella enfermedad que le sacudía hasta los cimientos, le indicaba el principio de la elaboración de los delirios sobre la secuencial combinatoria de los números probando el azar a su gusto. No tenía tampoco a donde ir, o eso le parecía a él. Creyó descubrir una secuencia. Sacó la libreta donde las apuntaba. Esa misma que poco después se escurría entre sus dedos.
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