Del dulce sopor de la herida

martes, noviembre 14, 2017

Tuvieron tus ojos la culpa de todo el desastre. Me vinieron de sorpresa a herida, embargado en mi inocencia. Sí, tus hermosos ojos, con sus lecturas antagonista: hoy te amo, mañana te odio; y me engañaban en el torbellino de su mirada. Fui yo un enamorado loco que veía y estaba ciego, siempre ciego, feliz y desgraciado, consentido y a la vez rebelde. Fueron tus ojos mi pérdida, suave pérdida, como una aguja intravenosa, siempre clavaba en el daño, sin dar noticia de las heridas internas hasta que ya fue demasiado tarde para despertar del dulce sopor.

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