Humillar a un dios destinado a la vida, al dios del amor ciego que no conoce la muerte; a ese estúpido que vino sin sentido, darle su merecido hasta que reviente. No conoces mi historia ni las veces que me he puesto de rodillas, ni las veces que me tragué la miseria, ni las culpas que fueron del olvido. No tuve en cuenta los adiós repetidos; ¡ya sabes, no conoces mi historia!
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Te ultrajó por llevar los días puestos. Llegaron marinos como últimos puentes persas. Te guardó en el cofre de la memoria. Y por llegar infeliz me promete más miseria. Humillar al dios de la mente, temerario extenso como la miseria. Y este es el mar miserable que se lleva la memoria.
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Mira como los puentes ultrajan la salida, cierran el agua, y toman el Oriente. Pasan andando los muertos, en fila mortuoria, con sus cuerpos lentos. No miran el futuro del agua, ni el aire que la mueve. Son de carne y sus pasos no se oyen. Todos tienen la misma expresión de cara: parecen copias.
La gente empezaron a llamarlo el Puente de los muertos. Iban vestidos con sus trajes negros, desteñidos; zapatos negros; suela gastada por la repetición del puente. Nadie sabía si volvían una y otra vez a pasar; pero se sabía. No hubo nadie que consiguiese distinguir uno de otro. Miraban de frente como si no supieran a donde van. Un ir eterno sobre ese puente; y tal vez por otros. Pero cada cuál ve el puente más cercano; y cree que ese fenómeno es único.
No hablaban; así que no sé cuáles eran sus pensamientos. Poco más puedo decir. Nadie sabe lo que los muertos piensan.
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Amor a ti como milagro
Esa injuria que hierve abandonada, la salvo llorando
martes, diciembre 16, 2014
Perdí lo que quería. Como si me hubiera negado la verdad del amor muerto. Esa injuria que hierve abandonada, la salvo llorando. Amor llora sobre sus pasos; sobre sus pasos caen las lágrimas. Ando lejos sobre pisadas mojadas. Son nudos deshechos, a dos pies, a dos manos. Ahora recuerdo que fuiste mi guía. No conocía tierra sobre la que andaba; y ahora ando. Eran nudos de escucha: ruegos del alma. Ahora ando, alejado. Ahora ando viendo de la tierra la espalda. Su lomo, un camino redondo y solitario; su polvo, mancha. ¡Y cuántos ideales convertidos en pasos! ¡Cuántos «me equivoco» ¿Cuántos?
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Mi barullo de lengua dando vueltas
Si ella no fuese la culpable, sino la vida
lunes, diciembre 15, 2014
A golpes del cielo me hace la vida, en su verdad, en su mentira; que el cielo no engaña, ya lo sé; que no hay palabra en el aire, ya lo sé. Pero que me niega la verdad de lo que siento, sí lo sé. Me dice que lo vivido es mentira, ilusión, descarrío; que los sentimientos y emociones engañan, traicioneros. Pero si los siento ¿cómo pueden ser mentira? Si el corazón, la mente y el cuerpo perturban ¿cómo pueden ser mentira? ¿O es mentira lo que siento y verdad la palabra vana?
Así que a golpes en mi contra vivo, creyendo lo enseñado, negando lo vivido. Me señalan culpable las tablas. No las veo en mis pasiones reflejadas. Me niego; no vivo. Vivo, luego pienso en el tormento de la duda.
Si ella no fuese la culpable, sino la vida. Negada porque vida. Improductiva suficiente. Vana, gozante. Pecados para las palabras.
Si ella fuera corona y regalo, savia del cuerpo, nutriente del alma, sería árbol cortado, amputado y marchito. Y no quiso él crearnos para la muerte, sino para la vida.
Pues si así no fuera, ningún enamorado subiría..., ningún vivo sería eterno. Y no habría, en el juicio último, ni juez ni acusado, por ausencia de delito o de cuerpo.
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Juego de taller de lápiz
Abre las puertas poeta como si la poesía inventaras
domingo, diciembre 14, 2014
Canción, eres canción y canto, nube de hoguera al mediodía. No menguas como hoja seca que el placer mata. Nunca fui tanto encendido a golpes de deseo. Si aquel aire negado el cielo nos depara la injuria de la vida, y truena, truena a golpes de candado, abre las puertas poeta como si la poesía inventaras. Y si la honda de los dioses golpean los campos y hacen caer las aceitunas, recoge los frutos en tus manos y canta.
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Duermo al raso de tu mano como hierba que descansa, como triste rayo acusado de la quemadura. Fugitivo duermo como un dolor acusado. Y comencé a correr en llanto. Y fui gusto disuelto. Fui día, fuente, agua corriente como un manto. Me sentía disolverme, tiempo vuelto verdadero, cosa, hombre fuerte. Tu gusto tuve húmedo entre diente y diente. Y digo, y pienso, ... vio. Derretido duermo en tu nombre. Y ayer toda cosa fue verdadera.
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Mi barullo de lengua dando vueltas
Concupiscencia que al corazón me arrebata
miércoles, diciembre 03, 2014Quien descansa, acusado y fugitivo, en el gusto de la huida cesa, en un calabozo encerrado. Pero no crean que de crimen y justicia hablo: sino del amor de medieval torre, esclavo, de la doncella que amo, a la torre llegando con clavos, sin escalera anduve, pues es muy vistosa la gorda soga, para la torre y el cuello, para los pies y el cadalso. Veíame, ella, mi amada, con sus ojos de inocencia, toda la concupiscencia que al corazón me arrebataba. Yo con la imaginación no me contento, dice la bella, que este cuerpo me exige con vibraciones dentro. Ya voy llegando, impaciente, que este el mío cuerpo más fuerte se levanta mientras más hacia ti sube. No puedo más esperar, ella me reclama. Sube más rápido o corto la escalera. Espera dama; usa esas manos para otra hermosura, que ya supiste otra noche que es más bella. Ya tomo tus labios. Me agarro a tus trenzas. Levanto tu vestido sobre tu cama extensa. No pierdas tiempo en desnudarte, amado, que ya tendremos ocasión luego para el desarme.
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Mi barullo de lengua dando vueltas
Ella me dijo que no quería ser mía, que la culpa es de santos, y yo no lo era
martes, diciembre 02, 2014Tal como fuente triste sin hierba, del dolor fugitivo, corría detrás del llanto, hasta convertirme en piedra. Tal como acusado de esta misma pena, corría detrás de la culpa para hacerme cargo de ella. Ella me dijo que no quería ser mía, que la culpa es de santos, y yo no lo era. Dormía bajo su sombra para ver si a su despertar me confundía con ella. La culpa con su mano duro me sacudía hasta caer de su negro vestido al suelo. ¿Quién duerme en mis piernas?, decía. No por mucho que caigas entre mis muslos, no por eso te voy a hacer mío. Tú quieres una culpa falsa de pensamiento; y la culpa entra en el inconsciente sin que él lo sepa. ¿O eres culpable y por eso corres detrás de la culpa? Pero yo culpa ni te reconozco ni te quiero.
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Duerme el raso, dice la hierba. El día le contesta: Descansa. ¿Quién fue aquí el fugitivo? Nadie, dice el acusado. Triste duerme el juez del parque. A gusto bebe agua la paloma. Se derrite un poco de nieve. Se disuelve algo en la fuente. Mira el acusado interrogante. No entiende la desaparición del tiempo. Está escrito en los papeles; verdad será. Pisan unos zapatos el fango. El dueño los mira preocupado. Mira alrededor más allá del parque: para ver si hay sentado un limpiabotas. El limpiabotas lo ve pero se hace el sordo. Quiere que la necesidad se haga urgente. ¿Para qué limpiar esos zapatos dentro del parque? Se ensuciarían antes de encontrar acera. Aprovecha una paloma y suelta. Ahora la tierra tiene una pincelada blanca. ¡Joder, qué mala suerte! La paloma y el fango de la fuente. Solo queda que caiga un árbol. Le oye un rayo; y piensa: No me tientes. No me tientes. Viene una envidiosa nube. Cae lluvia cerrada. Estira una pierna. Zapato bajo el agua. Funde la tierra. Moja la piel de vaca. Sonríe por lo que se ahorra. Sonríe como un juego. Se quejan los calcetines. ¿Ahora como andan mojados? Destiñen tinte azul sobre los dedos. Eran baratos y malos. Sueñan con estufa. Plof, plof, plof. Suena la música de los calcetines.
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Por amor anduve pidiendo. En el rigor de tu voz. En el recuerdo encendido. En el oír como un llanto. Requerido, amiga, por todo lo que en ti excede en el vaciarse amoroso. Y después me reconocí en tus gestos. Yo en ellos cautivo. Siendo tú y otro. En el robar recuperado. Turbado oyéndote. Movido y absorto. Cortando el pretérito. Mas luego, te escuché enroscándote como tinta nueva. Tú, papel; yo, daño. Ante mis ojos, atrevida, haciéndome esperanza. Indigno, yo y ciego; ante tus ojos, hecho. Revestido de ruego. Aunque esto de mí mismo lo sabía: tiniebla, luz y huella. Se enciende el paso. Descansa el día. Fugitivo el llanto. Yo acusándome de amarte tanto. Duerme al raso el correr del camino. Se disuelve la hierba. Tu pie la fuente. Me dejé caer como el líquido del tiempo.
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