Desde hace largo tiempo, tan largo como lo que se hace, tus ojos se pusieron sobre mis ojos. -No me mires dentro, te dije. -No te miro. Veo en ti nubes. -¿Nubes? -Sí, nubes. Nubes demasiado cercanas; nubes de aire y agua. Y nadie sabe... Nadie sabe qué frutos traen a la tierra, a la tierra de mis ojos, por ejemplo. Nadie sabe...