Ni el cielo, ni Dios, ni el agua sabe. Los tomamos buscando su esencia. Los atamos de pies y manos. Y se abren. Abren sus pétalos frágiles. Se nos rompen entre los dedos. Como niños nos extrañamos. ¿Pero dónde está lo duro y eterno? -Eres demasiado joven, hombre, para alcanzar estas cosas. Naciste anteayer. Aún no has abierto los ojos ni la boca....