Se despiertan las piedras de la ausencia en nuestros ojos abreviados por el incansable tiempo que pasa. Gira y gira, navega. Asoma su mirada de hielo como el oscuro animal de las profundidades. Lleva, sobre su amplio lomo, la sombra de las vidas raptadas. Babea hambriento entre sus fauces ensangrentadas. Las láminas de sus ojos cortan el agua y la carnaza.
Despierto en tu vientre, allí donde todos los rostros son agua. Y pienso que soy parte de los amores divididos, resto del amor que se comparte. Veo en ellos las piedras de tu carne. Se resiente el dolor exclusivo y amargo de no ser nadie. Huelo el placer que has tenido, las risas, los abrazos, la melancolía de la fusión imposible. Se me muerde la lengua para no gritar aullidos de lobo en celo.
Eran invisibles tus sombras, cama negra, noches blancas de larga insomnia. Germinaba en mi vientre termitas hambrientas. Giraban su devoradora mirada bajo la grasa; el rostro, agua; madera, los huesos. Goteaban sobre la sábana los restos de las sustancias.
Y al final de cada árbol se escribe un libro, de amor o de ignorancia. Eran sus sombras repeticiones, sus hojas lo ya dicho, reglones torturados por el saber. Se quedaban invisibles con el tiempo, en la biblioteca digital borrada.
Amor a ti como milagro
Y al final de las tijeras del tiempo, se hicieron alas negras
miércoles, agosto 16, 2017
El adiós sopla en la manos. Y te olvido. Y me olvidas. Y nos duele apartados. Estábamos allí donde no había nadie. Tal vez un reloj se quedó mudo. Tal vez nos hicimos invisibles. Y al final de las tijeras del tiempo, se hicieron alas negras.
Amor a ti como milagro
Está la marea de tus pechos en el crepúsculo de mi seca boca
martes, agosto 15, 2017
Te crecen las flores en los muslos. Te crece la sombra de mis huesos. Y yo, por naturaleza disperso, te crezco como semillas en la nada. Soy mi fantasma a mitad perdido, lengua del mundo sin cabeza de la lluvia. Está loca la calle de tanto silencio. Silencio de nidos vacíos sin vuelo. Están los árboles apartados, en su verde callar veraniego. Está la marea de tus pechos en el crepúsculo de mi seca boca.
Al olvido, la duda. A la distancia, la muerte. Los pies en la cabeza, la esperanza. Te invoco como un hueco en la pared de ma chambre. Desnuda desconfianza del que desconoce. Son los flecos de tus muslos los que me llaman. Es el agua dispersa de tu cuerpo. Desnuda y ajena, como una sombra balanceante.
Profunda es la noche. Profunda como un rayo que nunca llega. Tuvimos el alma y el corazón a la deriva, poseídos por la terrible claridad de la vida. A pesar de eso, permaneces, despierto frente al olvido, quemado en la quema, muerto y latente. Te invoco como una esperanza hueca, como un dejarnos ir con la corriente; y si nace una flor, tiene una vida leve.
Mientras germine el universo y tu existas, corre la vida como el agua que se vierte. Te saludo amor, con todos tus abismos. Son los cantos de la tierra cuando permaneces, claridad del mundo y mi pereza. Ya he olvidado el dolor y todo lo que hierve, la sangre, la saliva, el corazón y el semen. Poseído en ti, paralizado en ti, en definitiva, vivo.
Mientras, todo será destruido, sin refugio, sin ojos que contemplen lo que ha sido. Si no existieras. Si universo no hubiera, ni nada de lo que hiciste. Mientras el corazón germina en la ausencia de la muerte. Mientras los ojos ya no contemplan. Ni el refugio del Mal queda ocultado. Ni las maravillas enceguecen. No hubo allí ya conciencia, ni lengua húmeda de carne. No hubo allí cosas sino abismo, ruptura y muerte.
Estoy perplejo sin el auxilio de tu palabra; así, con los poros abiertos a la duda, con un estremecer oculto que me inunda de tristeza. En esta larga paciencia, en estos segmentos del irte, las cosas no tienen nombre ni cosecha. Mientras, en este refugio del mal, destruido, arrasado, maravilla de la nada que se hace a voces.
Ahora esta soledad es completa. Esa sala oscura, ese sin olor, ese sitio sin eco. No digas que tienes pena; ¡ya ves, sin labios! Nos atrapa, con su silencio, el mundo. Nos deja perplejos y la carne tiembla. Se redacta el instante que no será. Y solos, como un escuálido resumen, nos ocultamos el rostro desesperado.
Un gemido, el escondite de tus orgasmos. La frontera de cuerpos que nos unen. Huidas de amor hacia la carne. Y las manos, las manos alocadas entre pausa y pausa. Escondidos en las sombras de la cama llevabas tu rostro y mi rostro como mensajeros, memorias del temblor y del tiempo.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Se cerraron las agujas sobre la nuca de tu cabello
sábado, agosto 05, 2017
Tu encendida boca extrema y tus labios de manzano. El sabor de dormir y la noche. Es sorprendente tu mirada migratoria. Se detuvieron los olores y tu piel se hizo poros. Se cerraron las agujas sobre la nuca de tu cabello; y mis ojos presos. La mirada de tus pasos. El azul del cielo. Las cosas extras de tu vientre. De repente el vuelo. Un gemido vulnerado en el escondite de tu orgasmo.
Solo veo en tus ojos ese desconocido misterio. Tus tramas, tus cruces, la belleza de cristal sin sombras. Hubo corrientes que tiraban de nuestro mundo, burlas de la vida, ocasos. Fui paciente con tus labios, ojo de duración infinita, ave sin nido y tristeza. A veces dices te amo como una sorpresa; te quiero, pero no te encontrabas. Encendías mi boca y luego sombras. Creabas la espera de los cómplices, y luego ausencia. Fuiste sombra de mis manos, marcas de los frutos de tus aves migratorias. Y al otro extremo, el mirar de las mariposas.
Arrastrabas mi esperanza con pesadas cadenas sobre la plaza pública. Fuiste la bala encendida dentro de la carne. Quererte duele. Duele como un morir roto, como una apuesta solitaria a la vida. Si tengo que morir que sea en tus fragmentos. Te los fui robando a cada dosis de amor, previendo este momento. Tengo fragmentos de tu pecho, fragmentos de tu rostro, de tu sexo, y restos de tu ávido corazón. Tengo la flor desnuda de la mandrágora, tus ojos abiertos, tu lengua y tu boca, y algo de suspiros. Dices por ahí que fuiste invisible, anulada peregrina primavera; y olvidas que fuiste todas mis noches, cabalgata de nuestros cuerpos abiertos. Fuiste mirada del amor abatido, jauría de los lazos del misterio. Destrozaron tu perros todos mis ojos, mis manos en los huesos, mi corazón hecho hierba.
Se mueven los ojos como recuerdos, pesadillas, temblor del seremos. Hoja seca sube por el árbol; tú, luz. Se me van las dudas sobre ti. Juegan, mientras, las imágenes con las fotos. Recuerdos quemados e inquietos. Juramentos olvidados. Más allá de la tristeza, más allá... plagas infinitas, impúdicas. Se enciende la carne en un morir roto.
Y en aquel tiempo encendía todos los relojes. Encendía las velas de mis manos en los sitios donde estuviste. Recuerdo nuestro derroche. Recuerdo que te has ido. Y ahora, libres en la distancia, todo se hace secreto. Secretos de corazones dormidos. Secretos de ojos hundidos. Secretos de besos que no se hacen.