Enmudecidos lo juegos. Pesados, ya no se crecen. Se caen sus reglas en trozos a sus pies. Pies como de robots de juguete. Se queda la mirada boba. Ojos fijos caídos, sin furor, sin movimiento. Habían desaparecido los espacios libres para jugar. Ni siquiera había viejas cartas alrededor de los bancos, donde ellos jugaban a la sombra de los árboles cada tarde. Ni...