Amenazábamos siempre con la eclosión de las palabras. Así como el perfume; el nuestro, de nuestros cuerpos enlazados. Era la cama como un devenir, llena de gatos en celo, rabiosos, furiosos, así. Chillaba la fiebre: esa enfermedad de deseo, de la satisfacción. Sequedad de boca y agua, bebidas hasta congelarnos los labios. Nos esperaba una larga noche tremenda. Amenazábamos siempre con la eclosión...