Fuiste, a veces, el silencioso grito de un faro intermitente, tal vez, abandonado. Pero supongamos que ríe y no llora. Pero supongamos que son del mar suspiros, alas de viento, de gaviotas presencia, y allí los nidos de su existencia. Volaba el mar y no las escaleras. Mantuvieron los peldaños el olor de su presencia. Chirriaba la cama con las tramas metálicas, fuertes...