Te encojes de hombros, a veces de angustia. A veces, era preferible tomarnos media tarde para estar, hablar, y besarnos despacio. Más tarde, en el umbral de la noche, tomarnos el fondo de las ganas hasta quedar perdidos. Balanceabas tus cabellos sobre mi desnudo pecho. Arriesgábamos todo cada vez que nos encontramos. ¡Qué más nos da el peligro si nos colmaba la felicidad!...