El vacío interior de los ojos intensificó la producción del silencio y creó secretos sin memoria. Se hace un precipicio de primavera. Ante tu espejo soy memoria y perdido. Juego al futuro y nostalgia. Y también, y también noches que no hubo. Porque vienes inmensa. Y Ahora es verano en tu cuerpo, en su memoria. Te encuentro en la memoria de los árboles.
Somos en el mar de nuestra piel; allí, navegantes. Retorno e ida. Embarullado (flou) horizonte. Ola, ola, ola. Densidad del agua. A sal, sal, sal. Se me olvidaba tu fina piel; siempre olvidamos su entidad separada de las partes que envuelve, protege a pesar de su fragilidad. Piel calla. Salvo en el estremecimiento, (donde) tiembla, grita, habla. Piel calla, se hace anónima para enmudecer todo, salvo la casi desconocida descarga, sensaciones que van hacia el núcleo de nuestro ser, su esencia denegada, en la vergüenza de ser eso; ¡como si fuese menos o peor! Y no es así. Ese viaje constante, interminable, no inscrito en las palabras, va silencioso y mudo como un rayo que recorre la piel hasta su Finisterre y vuelve.
Los abiertos agujeros que las miradas hacen con sus secretos
miércoles, noviembre 25, 2020Si vieras como recuerdan las palabras. Las palabras que fuiste. Los abiertos agujeros que las miradas hacen con sus secretos. Si el amor es tortuoso viaje de mí a ti de ti a mí, y por nosotros, de nos al mundo, a la vida, así como a toda belleza, hacia la bondad, hacia el bien practicado entre tú y tú, entre todos salvo los que en la Sabia ignorancia se hunden más allá del amor que nos hace.
En ti y en tiempo y en ti. Me recuerdo como si me viera. Como si me viera recordar volando entre los agujeros de la memoria. Prehistórica cueva. Ficción del tiempo de las noches. Me hacen recordar los recuerdos. Como si vinieran alborotando para ocultar la inadmisible verdad que duele como una imaginaria herida sobre el narcisismo. Duelen los agujeros de lo que a veces ni fue. Pero se vivenció; y vivenciar es. Tan consistente como la materia y como lo sensorial. Como si vinieras en neblina espesa.
Te amo desde antes de que comenzara el tiempo. Y en el tiempo de las cerezas. Y en los planes de tus frutos. Eres en mí lo más íntimo y lo único afuera. Corren las ramas por los circuitos del aire. Se balancean las hojas por sus alfombras. Y al ras del suelo, junto a las hierbas despiertas, pasan las hormigas cantando tu nombre.
Me recorres el alma sobre los nenúfares flotantes
viernes, noviembre 20, 2020Me recorres el alma sobre los nenúfares flotantes. Son miradas acuáticas flotantes. Inmóviles, navegan en el sutil silencio del agua. Y me recorres como los cuerpos de Chagall. Sin sucumbir a la gravedad, sin rozar las vanal materia con tus descalzos pies en posición puntiaguda de las bailarinas de clásicos vals. Difusos contornos en el amanecer de las ramas del jardín. Sedosos frutos temerosos del suelo del fin de su esplendor. Se agarran con abundante savia intensamente renovada para evitar la sequedad del final, que nunca llega, ni existe, ni fue en algún tiempo y lugar deformados hasta la saciedad de la parálisis.
Del no puedo, a su vuelo. Ahora vuelas rompiendo el absoluto. Estallan sus bordes. Se hacen galaxias, luz, tiempo, espacio. Esas cosas del amor. A pesar de eso, en ti puedo quedarme en el punto cierto que me da tu cuerpo en la veloz expansión del universo. Puedo quedarme en la sinrazón que sobreviene. Irremediablemente me sobrevienes. Como aparecida desde el más allá de la existencia, casi transparente, sutil y densa, carnal e invisible. Pues eres mirada que atravesó todos los desastres
En mi pecho recorres caminos. ¡Cómo no! Conoces mi tristeza. Tuteas a mis noches. Compartes, por debajo, mi almohada. Tú dirás: Pero si mi cuerpo no está. No puedo, pues. Sí puedes, pues te hago mi borde. Te hago filitos de encaje sobre los límites de mi cuerpo. Y campos de rosas, amapolas y tulipanes. Te hago extensión de mi vista. Hasta hacer de ti molinos de viento con tu aire, y, más allá, horizonte que hace mis queridos límites.
¿Qué hacemos en la soledad del silencio? Por si acaso, dormir. A los hechos que recorren las calles. Al, a veces, no estás. No estás ni en el remolino de tu cuerpo. Se abren los remolinos al temor de la noche. Mientras duermes en el temor. Tiemblan los labios. Amenaza el amanecer con no volver. Amenaza con desgastarse su leve tibieza. Con no volver amenazas cuando siempre te vas una y otra vez como si nunca te hubieses ido e ignoras que te ignoras, y no sabes nada de viajes.
Se me gasta en las manos el futuro que no vendrá. En esa libertad donde estoy encerrado. Estamos en los márgenes de las seis de la tarde. En ese margen tuyo. Más allá de tu piel donde existo. Me palpas a través del aire. Como si no hubiese tiempo en ese espacio. Se evapora la pérdida y la distancia. Ese amor rebeldía. Ese amor resistente como piedra. Va a la corriente de las calles. Calle abajo. Como riachuelos vivos de la vida.
Eres la iluminación de mis abismos, la vital sal del cielo. Has parado todas las caídas. Y me has emprendido el vuelo. Pájaro, sí. Ave, también. Y horizonte. Entre tú y yo, horizonte. A todas horas borras la ausencia, limpias los márgenes, desaparecen los agujeros. Eres desde hace el mundo; desde que existe, existes. Para mí bien-bendecida. Agradecido yo de quererte en esta locura de la multiplicación de los brazos.
Y llegas tapando los agujeros de las manos. ¡Oh, misterio el amor! Sin ti es imposible mantener el calor. Tristeza de gaviota ante el nido frío. Luminosa sal del abismo. Cae el silencio ante el batir de las olas. Vuela-flota. Silencio-diente-de-león aún más leve, se expande en silencios por el antiguo rostro del perenne acantilado.
Invisibles ataúdes en la invisibilidad de los segundos acaban en la degradación de la rutina. La inconclusa obra de Dios con la que Dios destruye. Corrupción de la Natura que corrompe el orden. Es esa la sorpresa de que falles. ¿Adónde va entonces la seguridad? Se derrumban los pies. Se deshacen las manos. Ojos cerrados a plazos a-la-vista se abrirán al retorno de la luz, se abrirán allí donde todo es desconocido.
La sequía de los ojos se abre. Se abre para ver estatuas. Intima vacuidad. Pues no es vivir sin semejantes-imágenes. Más bien enganchado a la letra que hilvana. A fin de mantener unido ese mundo que sin llamar se nos presenta. Aunque no llores, porque no hay humedad en los ojos, ni aire que pasa, ni edad del tiempo.
Vino la noche y tocó a la primavera. Llegó a la cama hace un momento. Trenzó sus sueños entre sábanas limpias. Puso los cuerpos imaginables en marcha. Llega, llega con los ojos vendados y ciega. Ama, quiere y desea. Corre por los floridos campos que ella misma siembra. Acaricia, con sus alas de mariposa, los jóvenes pétalos dispuestos para volar, mientras danzan danzan bajo sus perfumados coloridos vestidos.
Ya sabes de destinos echados a los dados
martes, noviembre 10, 2020Ya sabes de destinos echados a los dados. Se juegan, se juegan sin nocturna medida. Redundancia, ya sabes, de la noche. Pero no olvides que eres su centro, de la estancia, del tiempo que lo recorre, de la multitud de las sensaciones que lo constituyen. No olvides, pues no se puede olvidar, las vueltas que lo lían a la vida, esos límites ciegos que nos mantienen dentro de uno mismo.
Ahora te voy a decir aunque me callo. En algo absoluto me callo. De perfil indirectamente. Incluso en los periplos de la metáfora. Porque sabes a palabra. Porque sabes a metáfora. Porque de esa carne y hueso eres. Y de ese aire del que no escapas. Ambiguo destino del significado. Abrigados de él vamos, mendigos, debajo de su capa.
Que el silencio tiene brillo de mirada. La tuya. Para verte en la tuya. O en la mía, dónde residen todas las derrotas. Ahora ves que no fui tan fuerte, ni tan vencido, pues aquí medio vivo aquí me tienes, como de mí mismo metáfora absoluta de la nada. De ella misma directa metáfora. De ella misma, ambigua metáfora. Pluma metáfora de humo que indica que allí fui como fuego.
Alejado de la hoja y allí, como cualquier árbol, se convierte en brisa. Y para verte me descubro derrotado, a veces. Puesto que nada es la espera caída. Es desconocerse a sí mismo recordarse. Recordarse como otro que nunca ha sido. Nunca ha sido porque se borró con el jabón de la memoria.
Porque ya sabes del dolor, infinito oleaje, que aún llega a los confines de los sueños. Y a pesar. Corre el amor como ríos de orígenes desconocidos. Nos recuerdan al mar. Su saqueo de mar. Traen flotando las hojas de los árboles caídos. Viajes de orilla a orilla. Cultivo marítimo de fermentos con miras al nacimiento de otros mundo.
Los dedos del amor. Sus huellas. Como riachuelos, desiguales. Sobre las templadas mejillas. Me llega tu calor como oleaje. Recorre mi seca boca. Me sacia. Me llena. Porque sabes sentir mi dolor. Porque en él existí, existo. Vivaz espejo del amor que desde el otro lado lo mira, ama, contempla.
¿Cómo decirte que no consigo que estés allí donde no hay nada? ¿Y esto cómo se entiende (la frase, digo)? Entiéndase a conveniencia. Déjala a esa conveniencia instantánea y breve. ¡Qué más da si contigo no hay ofensa! Ni sombras ni ofensas. Caminos rápidos. Corren, por sus orillas, las sombras de los árboles como vivos ojos. Hermosos ojos, pavos reales, agitados por la presión del movimiento del camino.