Llueve a veces sobre sus bordes

miércoles, abril 03, 2019

Obstinado, a veces, como el caer. Fue antes piedra; le guste o no le guste. Nunca se sabe todo sobre uno, cuando no es exterior como un ornamento. Estaba el interior al completo, como un restaurante o cine. Lo confirma la abundancia barroca de lo que somos. De ello creemos amarlo todo sin conocerlo. Claro que siempre nos fijamos en lo que más nos gusta y en lo que más alimenta a nuestro voraz narcisismo. Lo otro nos desespera; lo vivimos como no siendo nuestro, lo vemos como ferralla que se ha colado por los intersticios.  ¡Nos amamos con tanta confianza! Es como una muralla ciega china, alta y tan larga que cubre con un manto espeso toda mirada. Es generosa la compasión con uno mismo. Nace con la respiración misma, desde el fondo de la vida. Llueve a veces sobre sus bordes sin derrumbar los cimientos. Moja la parte exterior del cuerpo; pero casi nada. ¡Es tan hermoso ver llover sin peligro; y ver la trayectoria de sus ojos cargados de municiones de rabia! Hacemos silencio a los huracanes, como maleficio. Convertimos en bosques los desiertos. Damos color a mano a la existencia. Abandonamos en los cubos de basura el dolor cada noche con cuidado clandestino. Se pudren allí junto a las decepciones y otras inmundicias que nadie nombra.

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