La soledad del tiempo sigue paseando por las calles cuando tú no estás ni nadie.
A veces me sorprendes porque no estás toda en tu cuerpo; en esos momentos pareces toda presencia, sentimiento y amor hacia mí.
Vamos al bosque a recoger troncos y ramas de árbol muerto para quemar en la chimenea la pena y nuestros desencuentros.
Hoy me hablaste de tus sentimientos impenetrables y aún así quedaron en el misterio.
¿Cómo esas débiles ramas pueden con el peso de las jugosas naranjas? ¿Será el frío que las hace fuertes? ¿Será que el árbol cuida sus frutos y no los deja caer? Será el silencioso amor del árbol.
Estoy destinado para ti: mi destino es amarte.
Hoy será de esos días que necesito para amarte: un día completo, que no acaba, con todas las horas para ti. Hoy no tengo otra cosa que hacer.
Ocupémonos del ímpetu que nos separa. Voy a pinchar ese globo que oprime nuestros pechos con fuerza desconocida e irracional; y llegar a ti nuevo con la frescura del amor naciente.
Voy arrastrando los recuerdos de las noches de pocas horas.
Tal es la herida persistente que no curo para sentir el dolor y el amor.
Te encontré, amor oscuro, al final de aquellas viejas escaleras de madera gastada. Allí sólo llegaba el silencio y la luz de nube.
Suenan falsos los otros te quiero.
Todo empezó con pequeños detalles. Y lo minúsculo se hizo amor.
Estoy pagando la deuda de los amores desahuciados.
Los días no dan la felicidad: dan horas para buscarla.
Tú, mujer, hazme acogedor para los amigos, sensible al amor que se me ofrece, humilde ante mis defectos, sincero cuando me mienten, sonriente ante la falsedad.
El amor crea abismos por los que se precipita ciego de esperanza.
Las horas ya no están encerradas en el reloj; dan vueltas por las calles hablando con la gente del tiempo.
Moriré en el primer asalto de esta guerra tuya. Moriré como héroe de ti: conquistándote. Entraré en tu vida: vivo con tu amor logrado o muerto a la vida vencida.
A veces, sentías la necesaria tristeza que enternece la cólera del mundo: nadie maltrata a un hombre triste.
Tienes carácter de mar: a veces vienes a veces te vas; no sé cuando vuelves, ni sé la hora de tu regreso para esperarte en el puerto; no sé si volverás o te tragará tu mar.
Tu y yo indivisibles, multiplicábamos los besos de amor con pactos eternos.
¡Cuántas veces engañé al tiempo para dejarlo inmóvil cuando estaba contigo en la más absoluta felicidad!
No es un sueño eterno el suyo puesto que ellos ya no sueñan.
Cuando no es posible abandonar, cuando te aferras a la huida fracasada, cuando el amor sabe a ti, sé que estoy amándote.
Lo terrible de vivir en esa otra muerte inmortal que no deja rastro de su existencia.
La vida contigo es una ilusión; es un sueño lento, mi gran utopía realizada, el hambre saciada, la alegría contenida, la ausencia de nostalgia, el nunca jamás de las cuentas atrás, la réplica perfecta de los grandes huracanes, la erupción volcánica que ocurre cada mil años, las aguas abiertas por los caminos del mar, la bajada a las profundidades, el retorno desde la oscuridad, el olor a pino de los bosques de invierno, la vida contigo es...
El silencio sin eco de lo terrible.
Vuelven las locuras de amor; se acabó el letargo del día último; se acabó la soledad presente. Vuelve el amor loco.
Confluimos como ríos amazónicos voluminosos y serenos, de aguas silenciosas y bosques llenos de bocas ruidosas, de verde árbol y fango espeso, sabiéndonos juntos irreductiblemente.
Los años ven la luz en vuestros ojos asombrados de la belleza del amor.
Y llegarán las olas y los troncos; llegarán los cocos lejanos; se plantarán en la arena; brotarán las ramas agitadas contra los vientos; caerá el fruto para volver a empezar.
Como animal ciego de nacimiento, no sé huir de ti, no sé esconderme; nunca estuve en una madriguera.
Con tu amor, mujer, me proteges de la enfermedad de la vida, del frío desamor, del hambre del sentimiento seco, y de la desolación.
El frío pone en tus manos un azul de cielo oscuro.
De retorno, después del tiempo transparente, al cuerpo juvenil perdido, se enamoró de las manos sobre las mejillas, dejándole una gran herencia viva.
Vi unos cuervos volar de cuyas alas salía el negro desprendido. Vi esos mismos cuervos blancos seguir su rumbo con intenciones renovadas. Vi su color caído por el cielo negro en pleno día.
Tu cuerpo se compone de minúsculas partes, más tus ojos minuciosos.
Todo me conducirá hacia ti por la mañana.
Nacerás como sustancia de amor, como colofón del día, después de tanta espera agonizada.
Me disuelvo alrededor de tu cuerpo nocturno envolviéndote como una manta con alas y recorro tus costas serenas. Reconozco tu presencia de acantilado, tus partes rocosas entre la extensión de arena asentada.
Se fue hundiendo la herida en la carne a medida que la piel cicatrizaba. Llega al hueso y se incrusta definitivamente. No habrá medicina que la encuentre ni cura que la alcance.
Te sostienes sobre un puerto interior abierto al retorno. No sé si llegaré esta noche, mi amor. Enciende las luces sobre las aguas invisibles. Al llegar apagaré las máquinas ruidosas, bajaré a remo, secaré la ropa de agua salada, y entraré en el hogar. Esta noche olvidaré el mar.
Eres, mujer, ese poder invisible que mueve mi ser desarticulado. Das forma a mi materia inerte, das fuerza al cuerpo desde el origen inanimado, y energía al deseo de vivir contigo la eternidad que nos queda.
Tu fuerza interior, mujer, me reune alrederor de ti como el centro de un torbellino hacia el cual converjo en la noria del amor.
El día en el que se abran las murallas de la Tierra encontraremos los que fueron encerrados sin haber visto nunca los bosques.
Hacíamos encuentros silenciosos con choques melosos, besos callados, miradas vivas aturdidas, pelo contra pelo de pocas palabras, y una respiración amortiguada por la cercanía.
Buzz
Hablando con la Muerte de semblante borrado de la maravilla de la vida
lunes, diciembre 27, 2010
Si lo humano no estuviera tan cerca y reciente, tal vez, en el momento de la muerte, vería su semblante borrado y conseguiría hablarle de la maravilla de la vida para convencerla de que aleje de su mente la muerte.
Corazón que sufres del amor y del terror, te dieron por causa y motor; cuando sufres las consecuencias de todas las emociones y trabajas incansable para mantener vivo el amor y que no se quede sin cuerpo.
Para ver detrás de la máscara hay que hablarle del dolor cuando sufre.
La noche, cazadora negra, se impone en la retaguardia de la claridad para ahogar las vanas alegrías demasiado vistosas y resplandecientes.
Eres el principio vital de donde sale el amor con que te amo, el impulso hacia ti de mi cuerpo, los gestos que te doy, la causa de mis palabras, el brote de vida que nos une; eres mi amor el principio vital que transmuta el tiempo en escasez.
Pareces plena de seres animados que vienen a mi encuentro para recibir el amor que te doy.
¿Qué mezcla nos une? ¡Qué mezcla de azar perfecto! ¡Qué combinación de amor mutuo!
Devolviste sensaciones a mis manos amputadas de caricias. Creí en mis manos ausentes. Te quisieron de nuevo como se quiere al que no se puede tocar.
Cerraste tu puerta a mis llamadas. Tuve el terror de nunca más poder verte. Y me parecieron felices las voces que oía detrás de tu puerta.
Hasta en tu materialidad te amo; materia viva, viva mirada, palabra viva. Y cuando es la tuya la amo con tu amor.
Me parece necesario que hoy tu sonrisa acompañe la mañana.
Eres equilibrista sin red de mi caída libre; puedo andar sin miedo por la cuerda floja trapecio de mis sentimientos; incluso bailo sin barra de equilibrio; siempre estás ahí bajo mis pies de tela, paciente, emocionada.
La muerte ese filo transparente que atravieso cada vez que te ausentas.
De como pude volver a la existencia de tu mano me parece misterio. Pero aún me atrae ese filo transparente que vi; esa paz sin dolor, seductora como una amiga que te quiere sin promesas.
La cólera de los hombres destruye en la sinrazón las obras de arte.
Triste condición del hombre que grita en la extensión vacía; gasta las energías pidiendo ayuda a oídos ausentes.
Si tu universo no tiene límites y el mío tampoco construiremos con ellos un doble infinito.
El primer día nació sobre ti, luego sobre las aguas del mar, por fin iluminó las tierras donde vives desde entonces.
Tu superficie desaparece por la mañana bajo los vuelos. Siento el frío de la silla y me estremezco. Sueña el día desvaneciéndose para que aparezcas de nuevo.
Más allá de ti solo hay pereza y ausencia absoluta.
Me dices que me quieres con esa voz baja mentirosa.
Lanzo mis besos al aire y retornan a ti.
Voy a usar tus palabras de amor para calmar la bestia monstruosa que me habita.
¡Qué poco sabemos de la fusión de los cuerpos! Y de la fusión del querer que se viste de misterio ¿qué sabemos? Y del amor revuelto, y los besos confundidos con los ojos cerrados. Y esas manos inquietas que se encuentran a trompicones. Y de la respiración común que ya no es aliento. Y de la oscuridad que se cierne suave sobre nuestras espaldas. Y esa sordera ignorante. Y ese reposo de vida.
Te ejercitabas en el arte del silencio; sin gestos ni palabras, ni miradas, ni suspiros.
Se rompieron mis besos en tus labios.
Vivíamos confundidos en los sentidos hasta que el desastre nos despertó.
Los gorros de las chimeneas corren de noche sobre las líneas de los tejados buscando inocencias.
¿Por qué las montañas tienen gargantas? ¿Acaso hablan? Tal vez sí hablen: con las gargantas, los lomos, sus panzas, su bello verde, con sus piedras silban, con sus caídas por las laderas, con sus ríos, con su agua, con las flautas de las cuevas, y con sus animales.
Ella camina sonriente despertando el amor de la gente apagada.
Cogiste mi cabeza entre tus manos, me besaste la boca y la nariz, dándome el amor que perdona la vida.
De vuelta de tu mundo imaginario, apareciste en la escalera, alta y esbelta, sin decidirte a bajar. Nos miraste como se mira a la realidad cuando nos parece extraña; y todos mantuvimos silencio entre esos dos mundos.
¿Y si voy redondeando las esquinas de las calles para llegar antes a ti?
Ni las calles bloqueadas, ni la tormenta terrible, ni la distancia me hubiesen impedido acudir a la plaza donde me esperabas.
Hoy parece como si la Humanidad se hubiese levantado con lenguas diversas en sus bocas.
Hablaran de nuestro amor como de un mito.
Y ese tiempo detenido después del instante de la guerra.
Llorando por ella de pena y rabia porque no podía conseguir un amor verdadero.
Y alrededor de ti, los samuráis, ardientes de combate, dispuestos, katana en mano, a vencer la rigidez de tu cuerpo.
Te levantaste esta mañana con una sombra de siniestra pesadilla en la mirada.
Sobre nosotros triunfa el amor. Nos deja sometidos bajo sus armas, ocupa el territorio hasta las fronteras, y nos encadena en un torreón con vistas a las llanuras abiertas.
No pude evitar caer sobre la arena, bajo tu sombra, y mirar tus ojos sorprendidos y burlones.
He dejado mis cabellos largos y sueltos. Andarán conmigo por las calles. Lucirán su brillo negro y los lavaré con jabón y mis manos.
¿Por qué estás tapada con sombra y desesperanza? ¿No temerás la destrucción? No imagines el declive de nuestro amor temprano ni temas por su fin.
Vienes enfurecida, atravesando el jardín como el que avanza en un campo de batalla.
Soy yo quien me he eclipsado con la grandeza del eclipse lunar de esta noche.
No guardes ese rencor en tu cara. No lo mantengas. Corre dislocado según su capricho, destroza lo que pisa sin distinción, y bebe sin saciedad como si el agua no fuera agua.
¿Cuántas veces han hecho saltar tus palabras mi cabeza por los aires? ¿Cuántas veces se calentó hasta estallar? Vengo hoy a decirte esto con lágrimas en los ojos; porque sé que no lo sabes.
Escondes juegos incesantes entre tus manos: trucos de amor.
Juegas al amor como juegas al poker: de farol.
Un día de estos le preguntaré al destino si es bueno o malo, el mio. Dudo que me conteste; me han dicho que suele ser bastante reservado en este asunto. De hecho, no estoy seguro de querer saberlo. No por su carácter sino por estar al corriente.
Nunca sabremos cual será nuestro destino. Me lo invento en la duda. Espero que en algunos pasos se encuentren: el destino y el mío inventado.
Mi deseo se cumplirá; debe cumplirse. Estoy tan ansioso por darte vida.
¿Cúal fue tu última insolencia? ¡Ah, sí! Tu última insolencia fue abandonarme callada, los pasos suaves y silenciosos al salir, tu aire de señora bajando las escaleras, la puerta y el ruido de la calle.
Pasaba las noches mirando detrás de los armarios. Se sorprendía de ese espacio plano e inútil oculto por la madera y la pared.
Y todos, los sentados y los que viajaban de pie, mantenían silencio, unos para otros, aunque probablemente, a esa hora de la mañana, todos pensaran algo parecido o no pensaran nada, sino que seguían débilmente soñando, cada cual en sus fantasías. Reconocí el sueño gracioso de una cara sorprendida.
En oleaje, los pasos apresados en la tela del tiempo bajarán por los túneles de arañas subterráneas y nocturnas.
El amor tiene buena memoria: recuerda lo invisible.
Que lejos está hoy Sichuan. ¿Qué harán sus altivas y frías montañas? ¿Mirarán complacientes mis valles de paso templado? ¿Humearán las chimeneas de juncos por encima de la comarca? ¿O no habrá troncos que prender? ¿Estará la barca pescando sobre la orilla?
¿De qué me sirve el aire si no puedo respirar tu aliento?
Como cuando la tristeza hace sonreír al insensato que no ha conocido el dolor. Ya recibirá su dote de tristeza cuando alcance el mundo del amor.
Algunas dudas de amor hacían de los días impotentes e insensatos preámbulo de noches amargas.
Cuando la amargura se hace líquida, fluye desde mis venas hasta tus venas, se expande por nuestros cuerpos, llega al querer y lo enturbia.
¿Ves cómo el agua se evapora y la sal amarga queda en mis manos?
Ese sueño con el que me diste alimento ya se ha ido; ha dejado restos diurnos confusos sobre lo que fue, cierta angustia y un mal despertar.
¿Por qué me parece que siempre estoy a demasiada distancia de ti?
Y además, caeré en el abandono; en ese que conoce la soledad del sofá
y las imágenes pasantes sobres los ojos; de las que no quedan, al final,
nada más que un fluir.
y las imágenes pasantes sobres los ojos; de las que no quedan, al final,
nada más que un fluir.
Todo podría empeorarse de catástrofes repentinas; de esas que engullen nuestras vidas aseguradas.
Fracasado de amor, tus ojos benevolentes me recibieron en la caída.
A veces me das besos de fantasma, siempre presente siempre ausente.
Cuando el cuerpo se disipa al final de la noche y te quedas como sueño enrevesado; cuando la cama que te soporta deja de existir y las sábanas son sólo un roce, se me ha olvidado que estás ahí y que te amo.
¿Por qué los sentidos de nuestras manos se confunden entre cuerpos y cuerpos?
Cuando se agitan en la desmedida, los sentimientos sufren como cuando sufren de amor desarraigado.
Te querré para siempre y algunos días más.
Hasta ahora me han sobrado días gracias al exceso de memoria.
Me hiciste sentir el amor y el dolor, el placer y su ausencia, la gran felicidad y la ínfima desgracia. Puedo decir que gracias a ti existo.
En los tiempos sin mito,
los bloques de piedra te miraban desde todos sus ángulos
bajo su sombra eterna sola de noche ausente;
cuando la oscuridad comparte contigo sus sombras;
ambas mezcladas sobre llanuras de blancas dunas extensas.
Cuando no hay nadie para saber que estás,
haces un viaje de escaleras invisibles
marcado por el retorno y el arco del tiempo.
los bloques de piedra te miraban desde todos sus ángulos
bajo su sombra eterna sola de noche ausente;
cuando la oscuridad comparte contigo sus sombras;
ambas mezcladas sobre llanuras de blancas dunas extensas.
Cuando no hay nadie para saber que estás,
haces un viaje de escaleras invisibles
marcado por el retorno y el arco del tiempo.
Otra de las razones por la que te amo es porque no contienes nada oculto; ni un tesoro inaccesible, ni un secreto ocultado, ni un amor prisionero.
Abraza la chimenea todo el salón para que no se escape el invierno.
No daré gritos. Para que nadie me escuche no daré gritos. Tú los oyes porque sabes que grito aunque no me veas.
Aquí estoy con el sueño eterno que dejaste sobre la almohada.
Quisiera cerrar los ojos y dormir; pero se perdieron los párpados en el laberinto de la noche.
Es el tiempo la verdadera soledad.
Solos; con un tiempo sin muerte.
Hablemos de la verdadera soledad del tiempo; de la que no tiene límites ni pausa extendida por el espacio.
Al igual que el espacio infinito avanza expandiéndose, nuestro amor no recula y se extiende más allá del cuerpo y sus lugares. Así es nuestro amor.
Mis labios viven de ilusiones verdaderas, del sueño de tus labios, del sentido de tus besos; y eso no es ilusión: es nuestro verdadero amor el que alimenta la esperanza de mis labios.
Contienes a todas las demás; pero no es un secreto que sale de ti la mejor cuando estás enamorada.
Tiene la nada la boca abierta para tragar todo lo que sin fuerza pase a su lado. Dicen que el amor no la conoce.
Para que el mundo no retorne al vacío, te amo.
Aquí también existe el silencio. Ni me dice si estás, ni lo que piensas.
Cuando llegó, fue el tiempo recorriendo el lugar y colgó un reloj en cada pared; y otro en cada esquina, al lado de los semáforos.
¿Quieres que toque con tus cuerdas vocales un cuarteto de primavera ahora entre las maderas del bosque?
Un nido con vocación de mar preparaste mirando al levante y al horizonte.
Puesto que nada existe sin presencia, y mi presencia eres tú, confieso que existo.
En la cuna, los gemelos se cuentan cuentos para dormir.
Cuando la materia desaparezca, en ese vacío extenso germinaras tú, mi amor, como única existencia. Y podré amarte desde mi ser fantasmal.
No puedo quererte toda a la vez. Te quiero por partes sucesivas: ahora una sonrisa, ahora una mano, tu gratitud y la dulzura también, un lado del perfil, tal como eres, cuando te enfadas y me haces gracia, un zapato tuyo que tú elegiste sentada en el probador, la bufanda y tu cuello delgado, tu barbilla y lo que hay por encima, como mueves la nariz cuando respiras, tu forma de comer y tus dientes, tus hombros y tu ropa, como andas y el suelo que pisas, tu cama y tus uñas, cuando las pintas de rosa claro, cuando las miras orgullosa, tu mano extendida hacia la mía, cuando la poso y recobro el tacto, cuando me rozas con tu pierna cruzada, y cuando sobresale tu rodilla por el borde de tu falda, el filo de tu vientre y tus costillas, el ángulo de tu brazo y la curva de tu espalda, tus sensaciones y como las ocultas, el tono de tu voz y sus palabras, tus cejas y tus pestañas arqueadas, y de cuanto me olvido, tus cosas juntas y las separadas, lo rosado piel, y hasta tus peines, el espejo y el secador cuando te peinas y me dejas echado en el borde de la puerta, cuando te levantas y la hora del desayuno, cuando te vas de espalda y abres la puerta al volver, cuando me miras para saber cómo estoy, cuando me haces gracia para alegrarme y te enfadas por capricho, cuando pasas horas sin hablar y me pregunto preocupado lo que sientes, me gusta tu silencio y cuando suena la copa en tu mano, y la vela te acompaña, cuando comemos solos con un mantel nuevo en la mesa, y cuando parece la primera vez.
No hay sueño para poder escapar de la silla.
Desplazas el espacio y el tiempo; por donde vas, llevas tus cosas contigo y el tiempo en que sucedieron.
Has creado en mí un vacío desconocido. Ahora sé lo que será vivir en el vacío cuando te vayas.
Por supuesto que las estrellas brillan; pero quisiera saber qué hacen con tus ojos; por qué provocan misterio.
Vas llenando los vacios que voy dejando; así eres, vida. Si por ti fuera, la noche no sería ausencia: la oscuridad sería luz debilitada.
Eres bella porque desconoces tu belleza. Sonries incrédula cuando los hombres se quedan maravillados.
Sabes de la disposición del tiempo y sus cosas, del suceder de las horas en la agonía, de los abrazos desorbitados, de las manos que te llevaste.
Andas reencarnada de cuerpo en cuerpo a través del tiempo.
No hay sitio que pueda ocuparme ni tiempo que contar.
Me instalo en tu ausencia y siento el vacío blanco e inconsistente.
No hay surco que pueda recorrer con la yema de mis dedos, ni comisura de labios inmóviles.
La noche está en pie esperando tu llegada. Te ha preparado un manjar de sueños elaborado con toques de felicidad. Precaución: soñar despacio.
Aquí no hay montañas, sólo hay mar. Las aguas echan de menos los acantilados para romperse contra ellos e intentar desbordarlos hasta la planicie.
Tiré contra las sábanas una parte de mí; la otra se quedó mirándome desconcertada.
El ojo no está abierto para recorrer sus bordes.
Cada noche leo una noche sobre tus páginas como último recurso ante la oscuridad.
Si eres breve amor, persuasión breve, vuelas alto para caer en picado sobre mí; y me dejo llevar por los aires hasta el nido marino del acantilado.
El tiempo distraído podría ocuparse de los daños amor.
Desde el ángulo del techo, con tu ojo perpetuo, no dices nada y escuchas las miradas.
Si hablas en ese jardín desaparecido, si deambulas por las noches pidiendo lágrimas, no te extrañes que unos ojos se apiaden de ti con inocencia.
Se llenó el parking. Bajaron y desaparecieron por las puertas. Andas tú por un charco.
Como si la noche fuese blanca y permitida... vengo juntando en secreto algunos insomnios múltiples para que no te acabes.
Miraba junto a ti la llama de una vela y veía el misterio del fuego. Miraba el agua y aparecían los grandes océanos.
Devuélveme esos labios que se hundieron en el mar.
Construiré con recuerdos tu estatua en mi cuarto. Te vestiré con recuerdos; te hablaré con ellos; y estaré contento.
Gritabas con falda estrecha. Bailabas con los pies juntos y las rodillas pegadas.
Mira como dejaste el cielo amarillo y cuadrado; perfectamente puesto sobre mí.
El horizonte se pierde detrás de los montes. Avanza hacia el mar.
Me abandono a ti como mi verdad. Ciegamente te sigo hasta tu invocación completa.
Preparo las alas para un vuelo silencioso sobre tu cuerpo infinito.
Buzz
Vienen los sueños de lejos y cuando llegan a la orilla se rompen, se desvanecen dejando su enigma
domingo, diciembre 12, 2010
Pues vienen los sueños de lejos; tan lejos como el pozo donde caemos sin fin; tan lejos como el tiempo recorrido más allá de la conciencia. Vienen los sueños de lejos y cuando llegan a la orilla se rompen, se desvanecen dejando su enigma al torpe despertar.
Cuando todos se amen como yo te amo, cuando el odio desaparezca en sus propias entrañas, cuando la guerra sea tabú e innombrable, cuando el hambre sea un recuerdo lejano y casi olvidado, cuando la maldad sea inconcebible, cuando los que están hechos tierra añoren las primeras manos, entonces se apaciguará la cólera del amor.
Esquivo, me defiendo de ti y de tus calles; me prohíbo tus lugares, tus bebidas y el tabaco que olía en tus manos; y de tu lengua sucia de palabras.
Retira esa mano de amor que me destroza. Aparta si puedes los dedos que te sujetan. Enciende la luz y dime dónde está la puerta.
Me prometes correr sobre corrientes de mar y volver con el amor destrozado.
De la mano ciega y fantasmal que escribe cada noche sobre tu cuerpo conozco su nombre y dos libros de amor.
Inventé palabras luminosas para ti; reservadas para hablarte al oído tramas de amor.
Y si tu cuerpo produce especies aromáticas; y si alguna fuese embriagadora. ¿Podría sucumbir y caer extasiado y sin retorno?
Ya no tendré necesidad de nada. Esa nada donde me dejas después de pasar por mí como sotavento cambiante.
Esta mañana, los corderos han puesto un tapiz de lana a secar sobre el lado del sol de la montaña. Apenas balan ni se miran. Con las patas juntas clavadas en la hierba corta y crujiente, dan la espalda al calor de todos los días.
Pueblos de pájaros recientes, y de árboles precoces, salen por tus puertas oleadas de alas neófitas de viento.
De la mirada que mata o enamora; de la pasión infinita de la que estás hecha; de tus pies, de tu cadera; a todo sucumbo y te amo con lo que queda.
Como un dios de pies ligeros subió al Machu Picchu hasta las alturas; allí donde nadie ve los sueños.
En este lado de la costa los vientos no tienen nombre.
Buzz
en el azar de los árboles, en el correr de los valles, en las rocas desaparecidas
sábado, diciembre 11, 2010
Hoy las bestias del monte están tristes; se han perdido en el azar de los árboles cubiertos de niebla, en el correr de los valles, en las rocas desaparecidas.
Solo necesito en mi jardín este árbol injertado que produce todos los frutos en cada una de las cuatro estaciones.
Te acercas con protuberosos besos cargados de todo el querer retenido a mis labios y los disuelve.
Yo vine al mundo allí donde tú ibas a nacer; casi queriendo; chantajeando al destino; sobornando a los vientos que sin querer me alejaban; cómplice de ti antes de nacer.
Tal pájaros hechos de tierra, posados en fila sobre la rama, dispuestos a volar cuando se nos sequen las plumas y se nos quite la noche de los párpados y del pico.
¿Y si paro de contar las horas acorraladas?
Si llueve, porque llueven besos mojados. Si sol, porque arden. Si hielo, nieva sobre nuestros labios.
Los cadáveres exquisitos de tu besos yacen en el campo de mis labios.
Me has puesto una a una plumas de pájaro sobre mis alas desnudas.
No me mires con ese rencor que ahoga. Tápame la angustia con tu boca de silencio rencoroso.
Prometo tomar la ruta de tus ojos. Prometo perderme. Prometo que no buscaré la salida.
El amor me va a romper; y los labios, y las manos, y los ojos. El amor me hará pedazos; seguro.
Cuando uno se va, dos parten; y se recuerdan.
Es como estar entumecido; con manos de corcho, dedos temblorosos y congelados; y ausencias de teclas.
Cuando las noches son líneas blancas continuas y cortadas.
La música suena lejana; tan lejana que ya casi la olvido.
Has dejado dedos rotos sobre mi cuerpo como restos de tu deseo.
Era como un lunes con animalitos en el cerebro comiéndose los desechos del deseo.
Tengo dedos rotos sobre mi piel.
Yo estoy ausente. Pero soy yo el que siento tu ausencia.
No te recordaré porque ya te he recordado toda.
A veces el sol se para a descansar en los árboles de cristal.
Los ojos pueden ser ojos de humo que hablan por señales.
Los ojos pueden ser ojos colgados de caras desconocidas.
Los ojos pueden ser enteros o medio vacíos.
La fiebre ha tomado mi cabeza dejándola sometida a ideas febriles de ti.
Te quiero con la profunda serenidad de la tierra. Bajo al fondo de una gruta y pinto sobre la roca tu imagen para que lo sepan miles de años.
En el final de los tiempos caerán las paredes pero no los árboles.
Los redondos ojos de los girasoles no querían que los pintaras con tu alma roja y tu mirada rota.
Ese tiempo borroso era el tiempo que convenía a nuestro amor.
He cogido las llaves del mar para buscarte amor perdido. No huyas si oyes la puerta abrirse; pues llevo conmigo las demás llaves.
Abandonaré la tristeza colgada en la rama de un árbol en un campo donde nunca más sembraré ni he de volver.
El invierno pasado fuimos al campo de paseo por tierras de labranza. Nuestros pies se hundían en la tierra ablandada por abundantes lluvias. Volvimos a casa con zancos de fango rojo. Fue una tarde de risas limpiando zapatos.
Es necesario en los bosque sombríos tumbarse a mirar las ramas, sus hojas verdes y el cielo que pasa entre ellas.
Nada quedó intacto sobre tus costas de mareas, sobre tus rocas protuberantes, sobre tu cuerpo y tu cara al pasar sobre ti las tormentas amorosas de este septiembre.
Nunca vi regurgitar cólera por tus ojos turquesa, ni odio feroz, ni rencor. Vi vetas azules de río.
Habíamos sacrificado nuestras piernas al monte; quedaba sentarse sobre una roca para mirarlo vencido o tumbarse boca arriba sobre la hierba para vernos aplastados por el cielo.
Yo como elefante no puedo saltar; pero lo haré si despiertas la rabia de mi amor perezoso.
Si no quiero ser más víctima de tu aireados vientos tendré que amarrar las velas alrededor del cuerpo para hacer punto fijo de anclaje.
Vuelvo a ti, a tus profundidades, irremediablemente; fundiéndome con tu líquido ser.
Me enredaba como jóvenes sarmientos de vid creciente alrededor de tu cabello para plantar colmenas de frutos redondos verdes y negros.
Conozco el silencio de algunas letras, el del viejo escudo, el del ciprés.
Los ojos pueden ser ojos de dolor llenos de gritos.
Nos apoyábamos sobre los brazos, acercábamos la cabeza y, frente con frente, hablábamos bajo sobre la mesa del bar donde pasábamos las tardes.
Iré a vivir la próxima primavera mar adentro. Sin flores; salvo las navegantes que perdieron el rumbo de la tierra. Sin pájaros de nidos, salvo los pájaros "marineros". ¿Dónde estará la primavera en el mar?
Tal una avispa exploradora atrapada entre las uvas de un racimo tendré que comer la carne y los huesos para salir de aquí.
El fantasmal refugio del bosque donde fuimos a pasar aquella noche nos hizo despertar nuestros miedos al estilo de las películas de terror humano y sobrenatural.
Por la noche el viento es negro y arrastra sombras.
Te gustaba jugar a llevar el paso cambiado cuando íbamos por la calle cogidos por la cintura.
Hoy ando como una oruga sobre las ramas de un pensamiento impenetrable.
Maravillosa relación de amor la nuestra; de causa circular entre tú y yo; de eterno volver a revivir.
Tengo razones para quererte cuando te vistes de azul.
El amor sabe de desprecios y otras crueldades.
Te ríes. Pareces feliz; pero sé que sufres.
Te alimentabas de palabras impenetrables que el mar atragantado tira enfurecido.
Los ojos pueden ser de sombra de grano negro.
despertando en fado somnoliento, cogido a la pena de la nostalgia, a tu discordia de mar, reverso de navegantes del sur, quiero que vuelvas a cantar el no lugar, tu ausencia, tú el ausente
Contigo supe el comienzo.
Hablas como en patio con fuente. En el caer del agua te encontrabas líquida. En el murmullo sonaban tus palabras. Eres líquida sobre piedra de la fuente.
Cubriste con la mano el llanto; pero vi caer las lágrimas.
No nos separemos todavía; aún queda noche; luego vendrán los días y otras noches.
Tuvimos una frivolidad de tarde, una noche de pasión y un dulce amanecer.
Tu amor fue como un mantel fino sobre la mesa: me cubriste hasta los pies.
Cuando la marea baja llenas la playa con tus pies.
El espejo sonríe cuando te ve ocultándole tus sentimientos.
Preparaste el amor con un toque de ligereza fingida.
Creía el mar que vendrías hoy. Ese día cada hora hubo una marea.
Por amor has conseguido hacerme complaciente hasta con tus lejanías.
¿Por qué me lamento? Si no supe amarte.
Venías de apagar el incendio al salir de la bañera con el cuerpo cubierto de espuma.
Tu desnudo espeso de estatua de hierro me ofrece tus rígidos brazos.
Los ojos pueden ser de gato silenciosos como manos.
Estaba en el parque como un mono azul con ojos azules, con dedos más largos que los hombres, con más agilidad y menos inteligencia.
Nadie mira el reverso de las caras; el reverso de las manos que son las palmas plenas; el reverso de tu cara: esa parte de tu cabeza que adoro, donde encuentro tu olor inconfundible; el reverso de tu garganta donde a veces muerdo; el reverso de tu pecho: esa complicada y curvilínea espalda autopista de mis manos; el reverso de tu rodilla: tu corva hueca de piel fina donde durmieron tantas veces mis besos. Nadie miró nunca tu reverso.
Cuando era alumno de tu madre, me cuidabas como a un niño pequeño mientras yo te quería como a la mujer de mi vida. Tuve que esperar a que acabaran las clases y algunos años más para acercarme a ti con la voz cambiada.
Ibas cada mañana a la plaza pública para tocar la columna que con tus manos habías esculpido en la lejana cantera de la montaña blanca.
Hierven tu uñas de marfil al rozar mi piel temprana: así todas las mañanas pasas el dorso de tus manos sobre mi cara ausente y me dejas dormir.
Hubo un tiempo en el que las bocas de los ríos miraban con envidia el horizonte del mar.
Un azar sin piedad, la fuerza de las corrientes, y un pequeño barco, confluyeron para ser tragado por la boca de un remolino de mar.
Me dices adiós poniendo la mano en tu corazón. Bendita mano que ya deseo otra vez besar.
Su cuerpo llevaba las marcas de viejos placeres secretos; recuerdos de lugares recónditos, de penumbra y aliento.
En esa niebla templada de cuarto de baño encuentro tu cuerpo aún mojado frente a un espejo rabioso y ausente.
Hubo señales en tus gestos: rumoreaban amor.
Por las sendas, entre los dedos de tus pies, recorro el territorio de tu cuerpo. Ignoro lo que me espera tierra adentro.
Desembarco en la bahía de tus pies.
Las rodillas son redondas para correr y para no ofrecer a mi mano obstáculo.
Las fantasías se removían en tu cabeza templada; y soñabas, y soñabas.
En el sueño lucha la inmortalidad con su enemiga la muerte.
Empujabas con fuerza la rueda de la noria y caímos por el círculo hasta rozar el freno del suelo. Subías riendo y balanceando el pelo hasta llegar a la copa. Miras la ciudad plana y la profunda caída. Caes empujando la noria hasta llegar al suelo. Y te ríes sin parar.
Los ojos pueden ser ciegos en su noche de ruidos.
Sueña la tortuga con volar para escapar de las aves; pero la tierra no lo quiso y le echó, a cada una, una montaña encima.
Yo, hombre del nublado norte, me hice amante de tu primavera. Amé tus campos secos, tu tierra cortante, la hierba partida.
Iba desdoblado: en mí en casa, en ti en la calle; en mí alegre, en ti enfadada; en mí y en ti a cada lado de la cama.
Trataba de contemplar como cada mañana te construías en la soledad de tu cuerpo.
Las montañas no saben reír porque tienen el canto de los pájaros y el viento silbando sobre sus cabezas.
Buzz
Creabas un círculo alrededor de tus pies y te quedabas en el centro
domingo, noviembre 28, 2010
Tenías una curiosa forma de recoger el polvo del suelo: ibas barriendo hasta que creabas un círculo alrededor de tus pies. Y te quedabas en el centro.
Porque te evaporas entre mis labios, eres agua clara y limpia pero salada.
Mar del lado de las rocas y de las corrientes de viento; mar oculto que reclamas la mirada ni soportas pasar desapercibido; mar de vanidad que intentas superar a las tierras en cada intento; ya vendrá tu día donde todo sea mar.
Añoran el ritmo de las frases las palabras que quisieron ser un día piedra. Añoran el baile de los ojos y la lengua ondulada en la boca. Añoran el viento encerrado en mi pecho.
El amor hizo murallas en la estepa de fina hierba; no siete con siete puertas, sino una gran muralla sin puertas rodeada de un mundo plano y llano.
Corres de noche; por el día pareces lenta. Por la noche, blanca; por el día, pálida.
¿Y si construyo un puerto ovalado para proteger las palabras de la vejez del mar? ¿Y si les pones amarras y vienes cada mañana para verlas salir de la noche marina?
Embarcaron, huyendo de la pobreza, sobre la llanura desolada.
¿Por qué los pájaros no se posan sobre la copa del ciprés, que es el punto más alto desde donde pueden ver, y se contentan con ramas bajas de otros árboles?
Nunca supe de guerras pasadas, de masacres, del odio ciego entre los hombres, hasta esta mañana.
Conozco el silencio del lápiz, del papel, el caudaloso e innombrable silencio.
Hay navegantes tímidos que no llegan al mar.
Ella podía tranquilizar el fuego y templar el agua.
Los ojos pueden ser blancos sobre piel negra como dos faros de mar en la noche perdida.
Las piedras quieren hablar en tus manos. Las tiras porque te muerden. Se escapan porque quieren decir lo que han visto en tu mano cerrada.
Los ojos pueden ser errantes de los tienen vuelos por los territorios.
Desenlazas los lazos de tu cintura, de tu pelo, vuelan vestido y cabellos bajo el aire.
Vuelves furioso, mareas al deseo; quiere atraparte entre sus vuelos circulares.
En ti tus vestidos hacen de piel, vestidos de mujer desnuda. Mujer de piel sin sexo, de sexo oculto, supuesto. Mujer del sexo invisible.
Eres lo exento, libre, amor sin trabas, generoso y ligero. Estás exenta de doblez, malicia y duplicidad. Exenta pero completa.
¿Cómo es que dicen que rugen los océanos? Si oigo melodías cuando me acerco a ti, los pies desnudos, el rostro frío, y te veo en el horizonte perfecto.
Eres el consuelo del dolor, el silencio de la hecatombe, sueño del nunca jamás, herida curada.
Ven caer los árboles muertos; pero los veo crecer. Nace lo verde en el rincón de la piedra seca, en el hueco del bosque, sobre el borde del tronco blanco.
El aire que te rodea se puede masticar cuando te acercas.
No eres ni tierra ni aire ni mar. ¿Qué tendrán ellos que ver con tu primigenia naturaleza?
En ti habita tu cuerpo, en el aire tus brazos, en mí tus besos recogidos.
Alimento salvaje sin boca atrevida.
Conozco silencios de lenguas guturales, el silencio exacto, el del dedo sobre la boca.
Eres la primera hora y todo el tiempo transcurrido hasta el fin que no llega porque el amor hace muralla.
Vas despacio hasta los límites de mi cuerpo, tropiezas con sutilezas, te sorprendes, me miras, me besas como agradeciendo el hallazgo, y te quedas.
Por la gracia del terror, las noches se convertían en oscuras fiestas entre bosques medievales.
Dispensadora de salud, de amor, mi compañera; me tomas y me haces más bello, más humano, me haces hombre.
Te veneraba con un culto humano, con ritos tribales, con encomendaciones de humo, disfrazado de hombre.
Los cuentos que me contabas espantaban el aburrimiento de las diez de la noche y los gritos de gatos feroces sobre el tejado.
Te ponías de pie sobre la cama de mañana y juegas a ser niña.
Doble mirada, doble beso, doble caricia, doble amor. Y mis ojos, mis manos y mis labios te devuelven doblada. Cuando mis sueños hacen múltiple tu doble naturaleza.
El amor se fue sin darme sus razones. Despreocupado, alegre, buscando nueva vida él. Perplejo, apático, fijo y hundido yo.
Alejaste de mi puerta lo terrible, el horror; y del interior, el aullido.
Dejé de creer en los finales.
Encontré en ti la autenticidad primitiva junto con un refinamiento exquisito, la franqueza directa y una sana astucia tuya.
Eres favorable, beneficiosa, amante, adorable mujer.
Repito. Eres, adorable mujer, favorecedora, beneficiosa, amante mujer.
Repito. Eres, adorable mujer, favorecedora, beneficiosa, amante mujer.
Eres deidad del tiempo, de mi tiempo; lo cortas, lo doblas, lo alargas, haces lazos con el tiempo, mi tiempo.
Habitan en tus manos terribles combates entre tocar mi boca o besarme; entre besarme con las manos o tocarme con tus labios.
Para recorrer tus manos tardaba dos o tres siglos modernos. Recorriendo tus dedos tardaré algo más porque me he quedado enganchado.
Me llegó a doler hasta el fin de tu beso.
Qué insensato fui confiándote mi vida; la insensatez de la inocencia. Jugaste, ganaste, te fuiste y perdí.
Conozco el silencio del sofocante calor, el de la ventana, y el de la sombra de los tejados.
Vi como cruzabas la calle, diosa errática, con semblante de antigua señora, bajo un abrigo roído, y un vestido de colores.
Planeaba sobre las murallas continuas una larga figura oscura. Espera, tal vez, la llegada nocturna del que dudaba de la noche.
De esas manías de remero sediento que ve sirenas en el mar y dragones en la tierra invadieron a todo marinero aventurado y temerario; cuentan los libros de mar.
Deduzco la timidez del mar por los pequeños pasos que dan sus olas sobre la tierna arena para retroceder con una leve queja de agua de mar.
Los libros de las bibliotecas discuten entre ellos sus teorías mientras dormíamos con sueños de fantasías los estudiantes.
Buzz
Resuena todo tu cuerpo como ramas verdes de talles finos y hojas recientes
miércoles, noviembre 24, 2010
Resuena todo tu cuerpo como ramas del bosque que está a la orilla de un mar inquieto, con crujidos de árboles verdes de talles finos y hojas recientes.
Cuando ya no estemos compraran nuestra casa con nuestro fantasma dentro. Y cuando mueran les enseñaremos el camino. Estaremos un cierto tiempo solos como antes; hasta que otra familia compre nuestra casa.
Mis lágrimas no se deshacen. Se reúnen en el párpado inferior formando un charco de líquido sedoso y brillante; dónde se regodea mi pena y se refrescan las manos.
Recorriendo espirales encadenadas verticales, los pensamientos ven alejarse en círculos imperfectos el punto de partida.
Despertaste en el terror de la noche. Fue un despertar en estampida. Sueñas con una gran catástrofe. Buscas por las calles derrumbadas y no me encuentras.
Cogí el dolor con la punta de los dedos; se escapaba. Cogí el dolor con el puño; se derramaba entre los dedos.
No se encapotó el cielo sino la tierra. Se encapotó el techo de la casa. Las ventanas grises, de gris nube, ya no daban a la calle encapotada.
La noche despertó al error de su sueño.
Habitábamos confusos en sombras de amor penoso, en la oscuridad de la pasión turbia, en el deseo de desaparecer en el negro infinito.
De puntos están hechas las superficies y el espacio del amor.
Aquel cantante de amor desesperado que quiso ser enterrado en una isla al modo de ataúd insumergible.
Como un fino velero deslizábamos nuestros cuerpos sobre telas extendidas en silencio.
Los pétalos de las margaritas no dicen "¿Me quiere no me quiere?"; dicen: Ahora te quiero, ahora no te quiero.
Cuando ha sido alguien enterrado al pie de una montaña, sus pensamientos salen en las olas de lava, sus sofocos en humo, las patadas coléricas los rugidos de la tierra.
Conozco miradas silenciosas, el silencio del beso y el del olvido.
Navegábamos con amigos y nos dimos cuenta, entre bromas, que siempre se navega entre dos costas. Más de uno soñó con bestias feroces y con gigantes de múltiples brazos furiosos.
Tu severo padre, siempre duro, pensó que nadie te merecía; y aún menos yo: porque veía con qué ojos me mirabas. Yo estuve casi de acuerdo con él; pero te quería tanto que no podría alejarme ni por la fuerza de los puños.
Confiados en una navegación tranquila, ya veríamos los peligros que acechaban detrás de los riscos de la vida.
Distribuiste los elementos de nuestro equipaje entre las habitaciones. Diste media vuelta, te gustó y viniste a descansar en el sillón.
Sin palabras, como una tortuga, me quedé esperándote en aquella parada de autobús.
Te supliqué hasta el arrebato. Cayeron lágrimas retenidas. Ni ofrendas definitivas hubiesen cambiado tu firme decisión.
¿Y si te beso sobre los párpados y tus dos mejillas para empezar? ¿Te parece bien? ¿O me quedo con los besos guardados?
Llevábamos infatigables nuestros trabalenguas de ágiles manos entre cintura y cintura.
Por un juego infantil, al cruzar el puente, tu miraste a tu izquierda, yo a mi derecha, como se cruza una calle. Nos cogimos de la mano y pasamos cautivos sobre las aguas.
Ella iba por el pasillo descreída e indiferente hasta que llegaba a la cama.
El amor, ese, el más anciano sentimiento, no envejece porque debe alimentarse de sí mismo sin duda.
Huías de noche por la ventana que da a la calle con la cabeza mareada de libertad; y de juventud, por supuesto.
Tus ojos errantes por la amplia faz de tus pómulos buscaron refugio entre mis manos, entre mis brazos, entre las palabras que hablaban de ti.
Tú, niño sin palabras, tú no has conocido la belleza. Es lo que pienso cada vez que te veo, niño cautivo del silencio. Te imagino hablando.
Como castigo me puse en silencio, me puse estricto con la vida, me puse bajo proscripción; puedo asegurar que me dediqué con devoción casi religiosa.
Con carnosas palabras inevitables. Tú, la inevitable.
Conozco el silencio de la cortina quieta, el del gato tumbado, el del pie desnudo.
Tus entrañas pueden ser secretas; eso no impedirá que baje hacia ellas para descubrir lo que esconden. Me seduce tu misterio; y empeñaré mi vida en ello.
En esos brazos del árbol te posaste, hiciste un nido con muebles y lámparas, creí ver un ave con el plumaje abrillantado.
Tú y yo en esas lagunas de manglares sin límite entre aguas torpes de turbios sedimentos sobrevivimos a sus peligros y a nuestra desesperación.
Creo en el abrazo de amor, en el apretón de la amistad, y si ambos tienen algo que ver con lo sublime, creo en lo sublime.
¿Por qué tus besos saben a misterios? Si yo sé que tú no puedes ser sagrada aunque lo pareces.
Me gustas cuando estás medio dormida como un bebé.
Hoy se celebra el día de la música; es decir, celebramos la alegría de los músicos y tu día.
La suave piel de tus hombros parecía por momentos dejar caer el velo de tus vestidos para hacer ofrenda al espejo.
¿Cuantas veces crucé la orilla arenosa de tu arroyo esperando que llegaras exaltada? Y la noche llega; pero ya tienes que partir.
Tus afluentes dejaban alrededor de tu cintura sus estrechos márgenes con agua rasa fina. Y la humedad suave la refrescaba incesante.
Algunas noches creí escuchar felinas aproximaciones de amor.
¿Por qué me permites existir en el borde de ese sedoso y transparente hilo de tu existencia?
Me dediqué a ser el adivino de tus secretos, de tus escondrijos, de tus verdades entre murmullos; y tú tuviste que inventar un arte nuevo clarividente.
Me tenías prohibido tocarte; no sé si por creerte sagrada.
Algunos amores mueren indefensos por causa de traición; otros anoréxicos. Los que más al nacer pero estos no dejan señales.
Estuviste un día llena de pena, de pena callada, mirada baja, y manos torpes.
Conozco el silencio de mi respiración, el del pulso, el del dolor.
Y esa fue nuestra primera mañana como necesaria.
Buzz
Y advierto que esto no es apología del amor servil ni pura espiritualidad
lunes, noviembre 22, 2010
Nota: Borrador preparado para ver si pasa la prueba de la censura. Si es rechazado, lo borro.
Y la servidumbre de mi amor hacia el tuyo. No me avergüenzo de nuestra profunda libertad dedicada al amor. Siervos del amor libres de las cadenas de este mundo hostil.
Y la servidumbre de mi amor hacia el tuyo. No me avergüenzo de nuestra profunda libertad dedicada al amor. Siervos del amor libres de las cadenas de este mundo hostil.
Quedan por decir las cosas más bellas sobre ti. Pero no te preocupes mi amor; ya las diré a medida que las vaya digiriendo despacio.
Hoy creo que tengo la voz de los pájaros en mi boca, en el oído y plumas en las manos.
¿Quieren que les cuente cómo amanezco? Pues imaginen la noche a las tres de la madrugada.
¡Qué memoria tan larga tiene el dolor!
Tengo la pena colgada sobre mi cama con una cuerda corta.
Te propongo que descubras los fósiles que tengo enterrados desde la edad del hielo. Si alguno vale la pena ponlo sobre tu cama.
Conozco el hondo silencio de las montañas, el silencio del miedo, el silencio del río negro, y el de la gota de agua.
Ya no recuerdo de ningún lugar los nombres, ni las horas en que estuvimos; pero no me atrevo a pensar tu nombre.
A esos que por falta de experiencia o por desengaño no creen en el amor, díle cuánto cariño está aburrido esperando en sus labios.
Conozco silencios de calle, el silencio crujiente del hogar, el silencio por oleadas del mar, hasta cierto silencio del viento apacible.
Nunca me he tapado los oídos cuando ha habido exceso de silencio.
Algunos creen que el silencio es mudo.
Hoy el cielo tiene cara de frío.
Entre tú y yo, había tardes enteras en las que nos observábamos en un silencio callado de gestos para saborear el amor en nuestras miradas.
Jugaste a la tragedia por interés, a la comedia por diversión; en definitiva montaste una tragicomedia en nuestra vida por capricho.
¿Cuántos años han pasado desde que te conocí por accidente? A veces, parece ayer, otras lejanía. Entremedias, todo un mundo.
Huyendo del amenazante sueño de aquella noche huiste en barca hacia esa isla dónde no hay marcas.
Ese silencio de algodón que me acompaña en una especie de sordera placentera lleva todo el día conmigo.
El silencio soporta poco el segundero del reloj.
¿No ves que los andamios de las calles están hechos para ti? ¿No ves que están ahí para que las paredes no caigan? ¿Qué serías calle sin paredes?
Vi, esa tarde de calle, a un hombre andando como un cuerpo sin sepultura.
Hoy tengo sueño de bebé; con boca abierta, párpado lacio, mano tumbada, dedos recogidos.
Tuve la lengua cortada hasta uno de sus bordes, colgada en mi boca; me quedaban los aullidos de un perro sediento.
Le cambiaron el nombre al río cuando se llenó de sangre después de la batalla.
Tengo ansia de silencio.
Todavía no ha crecido la hierba; espero las lluvias del Este y los fuertes vientos llenos de agua. En esa espera te beso con amor de esperanza.
El amor, esa enfermedad que va al cielo. (No me pregunten porqué; no lo sé)
Cuando el silencio está solo se oyen mejor sus pensamientos.
Agatha se sentaba por costumbre, las tardes, sobre el tierno borde del río. Soñaba con ver un barco de trapo pasar. Pero no sé si esto fue un sueño.
¿Cómo puede uno acabar vencido y amarte después?
Nuestra cobardía tenía preparadas y relucientes sus excusas preferidas.
Troceaste tus besos y los pusiste en los alvéolos de mi cuerpo.
De vez en cuando la inocencia de un niño tira la torre de Pisa empujándola con un dedo.
Conocí a quien tenía la lengua paticoja y los ojos brillantes de orgullo ofendido. Parecía tener toda la voluntad concentrada en lengua y labios; y el oído atento. Daba la visible sensación de que sus palabras iban a trotar al momento. Y trotó, primero al paso; luego a galope, corrió sobre llano, sobre obstáculos. Por último lo hizo sobre el filo estrecho de la frase.
Cuando lloras eres agua de llanto y seco desierto. Toda agua eres cuando lloras por fuera y tiemblas de temblor volcánico por dentro.
Tiemblan tus manos de rabia cuando lloras; cuando lloras con lágrimas y tiemblas dentro.
Tiemblan tus manos de rabia cuando lloras; cuando lloras con lágrimas y tiemblas dentro.
Pasé de unas vidas a otras entremedias de hecatombes.
Como esas enfermedades que van directo a los ojos, así llegó el amor. Derribó en ellos la tristeza, en la boca el abandono, y en los pies la pausa.
A veces creí, ya en la desgracia, que había encontrado el peor de los hombres.
¿Qué vienes a buscar otra vez? Esa pasión que otras te dan no la hallaste en mí; y la que te ofrezco no la quieres.
Viste como tu último viaje fatal tomó la curva final sobre el precipicio por encima del cual saliste lanzado dejando tu cuerpo dentro de retorcidas chatarras.
No quiere caerse la lluvia. No quiere mancharse de tierra verde, de hojas secas, ni empolvarse de suelo, ni quedarse a la sombra.
Los ventanales suelen estar acristalados menos la ventanita de aquella buhardilla que tenía una tapa de madera como puerta en el techo.
Por mi mala cabeza te perdí. Por mi mala memoria te olvidé.
En las páginas quemadas solo perece el papel pero sobreviven tus palabras.
A veces nos encontrábamos en la parte inferior de la felicidad.
No podía reprochar nada a tu crueldad; en cada palabra tuya veía tu sufrimiento.
Hubo noches sin ti que me convertía en merodeador noctámbulo en las calles por dónde alguna vez pasaste.
Mis suspiros vienen directos de tu boca.
Me hiciste, como a él, un miserable desgraciado. Pero no es todo: me hiciste un desgraciado miserable hasta la muerte y aún un poco más allá.
Te miraba al estilo de los sueños de mis mejores películas. Siempre fuiste mi actriz preferida; el personaje central de nuestra escena; la que daba el beso final sin despedidas.
Tengo dos tiempos. En uno estás tú fuera del tiempo. El otro todo el mundo lo conoce.
Mi romanticismo no me valió para enamorarte pero sí para escribirte cartas de amor. Ahí van las palabras que no quisiste en un sobre.
Parecías estar siempre enferma; y te cuidaba. Parecías un alma diminuta; y te alimentaba siempre en exceso. Mientras digerías uno y otro alimento, ponía música en el salón; y tú en el sofá bajo la manta. Tus pies se destapaban; te los cubría cuando llegaba.
Construiste un muro y una cronología. Pasabas la mano e ibas contado los días. Hasta que llegabas a mí. Te parabas, cerrabas los ojos, y me veías como fui. Seguías por el muro para ver si me encontrabas más adelante en el tiempo.
Creo que tengo un gato un poco pretencioso: se ha metido en mis botas y pretende andar.
Todos los árboles están torcidos; y ellos parecen que lo saben. Miran con esa pena de árbol torcido. Echan raíces más grandes de un lado para empezar a andar erguidos. ¡Pobres árboles! Los árboles no saben que no pueden andar.
No hay árbol que no haya roto al viento; y viceversa.
Como nadie atravesó el espejo después de Alicia ella quiso hacerlo. Desde entonces me habla desde el otro lado y me cuenta lo que ve.
He robado por ti al tiempo tiempo, a las noches sueño, y he abandonado el plato sobre la mesa. He puesto sobre mi cuerpo los vestidos sueltos que te gustaban; y aquellos zapatos, ya sabes. Me he debajo el pelo y el perfume pegado a la espalda; y rodeando los hombros, tirantes. Me he dejado toda en ti; y ya sabes de qué fue la cosa.
De todos los peligros de la vida, olvidarte es el que más temo.
Tienes amargura envuelta en celofán enterrada en el hielo para sacarla cuando llegue el desamor.
Buzz
Los techos vivientes tienen cierta predilección y un calor especial
miércoles, noviembre 17, 2010
Los techos vivientes saben de familias felices o no pero tienen cierta predilección: un calor especial para los que viven en soledad.
Me parece imposible decir morir en vida, si no se está ya muerto.
Ella no necesitaba decir: voy a matar al silencio; porque el silencio estaba muerto.
Parecían escapatorias tu relación con el mundo. Decías que la vida te huía, que no quería verte. Decías, no sé porqué, que la vida era un exquisito pretexto.
Todo tembló y la tierra parecía tragarnos. Nos miramos asustados y salimos corriendo. En aquel lugar las calles quedaron abiertas. Nos vimos enterrados en sepultura abierta aquella tarde.
Podemos atropellar a la imaginación; de los trozos saldrán imaginaciones nuevas.
Después de haber escrito un millar de palabras repitiendo tu amor, lo que siento por ti se ha extendido a otros libros cuyas lenguas no entiendo.
Entre hojas verdes de eucalipto te encuentro, apacible tristeza, rotunda serenidad, sujetando mi pena con mano incorpórea de piedra.
Por el olvido brindo. Brindo por el olvido de ti. Tal fue el sentimiento que dejaste en mí. Un brindis al vacío.
El amor es un cruel atentado contra la envidia de los que ansían estar locamente enamorados.
A veces le damos golpes bajos a la felicidad.
Mis paredes están esperando que les haga ventanas; anchas y altas si es posible.
Tengo sueños extraños: solo apareces tú.
Quiero ese sueño donde nuestro beso dura toda la noche.
¿Ves? Confundo los porqués. No me gustan separados; me gustan juntos. Debería haber un solo porqué. El porqué de nuestro amor; pero no sé si se escribe junto, separado, con acento o sin él.
Sería el silbido de los sueños; pero no te despertó.
Te busco en el lado oscuro de la cama.
Fui a aquella ciudad en busca de desgracia, o al menos desventura: te encontré sentada en la barra de un bar, sola, con no sé qué vaso en la mano y una media sonrisa desganada. Me hablabas como si ya no te importara nada. No sé cómo te hice reír. Tenías risa olvidada; de esas que no se usan y no parecen risa. Un vestido de varias modas atrás. Unos zapatos afeaban tus pies. No sé porqué me quedé; no sé. ¿Dónde podría ir si estaba a tu lado en un viejo bar?
Preparabas tus mentiras detrás de mi puerta justo antes de entrar. Oía tus gestos de excusa, tus expresiones prefabricadas, los ojitos de inocencia que pondrías. Te frotabas las manos para calentarlas. Sabías que me gustaban tus manos, tus manos templadas.
Mis manos no se enfrían cuando te vas; arden.
¿Qué crees que no sé que puedes destruirme porque te amo totalmente? No importa pues si lo hicieras me dejarías insensible al dolor.
Que mal van tus mentiras con mi amor. Cuando mientas no mezcles tus palabras con las mías. No hace falta que hables para saber como me miras.
Amor siempre me despiertas con el miedo absoluto de tu ausencia. Mi despertar siempre sabe a tren lejano.
El amor, esa dominante pasión que vence a todas en su apogeo, arrasa todo a su paso y no deja crecer sentimientos opositores bajo sus pies.
No encontré mejor escondite que la trampa que tu amor me tendió.
De lado, alargada sobre el sofá, tus piernas una sobre otra, suscitabas en mi una nueva perplejidad.
Tiraba de mi pesada vida a golpe de amor.
¿Dónde vas a estas horas de la noche con ciénagas en la cabeza corazón?
Arranqué las hojas de mi diario donde estabas tú; pero tus palabras seguían sobre el papel.
Pasé página para no oír tus palabras e incluso la doblé; pero las páginas dobladas siguen con las letras pegadas.
Deberían borrarse ellas solas las fotos del pasado y sus copias de la memoria.
¿Y si me paro aquí? Te dejo con tus fantasías; me quedo con mi ilusión intacta para otra ocasión. ¿No creerás que voy a gastar mi amor contigo?
Amor dudoso en tu boca y en la mía llenas de tretas y emboscadas.
No hay mayor victoria que conseguir el aprecio del que no te ama.
Cuando llueva mete el libro y las hojas en casa; no es bueno que las letras se mojen: algunas tintas no soportan el agua.
Prefiero escuchar estos días pasos en los charcos y un murmullo como que están hablando.
Ya sabes que no quiero ver el sol. Y el sol no se esconde.
Mi dolor, como una cosa que gritaba, no sabía decir su duro sufrimiento.
Hoy he vuelto a mirarte, como se está mirando el mar.
De cada una de tus palabras, mi amor, salen, en todos los sentidos, multitud de otras palabras. Quisiera seguirles el rastro para creer que ellas hablan en mi boca.
Tú sabes que tus desembocaduras traen sabores de lugares exquisitos desconocidos por los hombres. Y no sabes que sus misterios los llevarán a buscar en ti lo desconocido. No saben los hombres que toda odisea acaba en un gran lago. El lago de tu mirada plana y serena.La redondez exacta de tu forma. La orilla cercana sin árboles. Y la cola de un caimán reposado; al sol de tu orilla; al borde exacto de ambas; bajo agua verde estancada e inmóvil. Hasta ayer cuando te conocí bajo un vestido claro con toques leves de colores, un estrecho filo corrido por su término, y unos tirantes finos extremos al final. Tu no sabes cuantas desembocaduras tienes.
ella tiene a los objetos como frontera
No existe otra aventura más grande y arriesgada que el amor.
Las calles ya no tienen sentido. Sin ti, perdieron puertas y ventanas. Las calles perdieron el sentido; ya no saben a donde ir.
borré los nombres de las calles para perderme en todas contigo
Si aún estás ahí, sal. Tendremos conversaciones de siglos. Ya me contarás cómo fui.
¿Te dije ya que tus palabras oblicuas me atraviesan y no sé cómo defenderme?
Disculpen si me contradigo; estoy peleado en este momento con mis opiniones.
Hay quien guarda los secretos en oscuras raíces.
¿Para qué vivo sino para regalarte sombra?
Nuestras cariñosas palabras recorren como hormigas alegres entre la ropa de la cama. Luego nos dejan dormir.