En el pliegue de los viajes. Es el viaje en su tardanza. Su recorrido centrado. Empuja atento. Aunque se despista con el mar. Llevaba al cuello colgadas nubes. Las acariciaba y mimaba como amuletos. Así del temor se consolaba con aires de verdad poseída. Le vibraba la verdad sobre el pecho como una araña y su expandida tela de venenosa seda donde guardaba la verdad como recuerdo para alimentarse en años de mortífera hambruna.