Cuanto dices y digo y decimos en nuestras horas dulces son visibles perfumes y bálsamos, como primeros juegos de la inocencia. Ya esconden los árboles su mirada, a media tarde, ¿o ya era después?, cuando duermen todos en la placidez del sudor. Era grande el silencio. Más aún que el de la noche. Calentaba a las diminutas pechugas, semejantes a elásticas gomas, el...