Nuestro abierto corazón sin ojos de terror mira de frente la profundidad del amor que nos mira. Viene de casa en casa. A cada puerta llama y llama, a veces, impertinente, sonríe y ama que lo acojamos en brazos que a su ternura se abren. No hiere y besa con su infinita boca, con la suave curva de sus labios, besa el horizonte...