Nuestros ojos, nuestras manos eliminan el espacio. Derivas de amor. Nos crujía el frío. Se nos caían los abrazos. Y los lloros eran agua para beber en aquel desierto. Caímos en el precipicio del beber, entre bocas apenas esbozadas. Era la asfixia de la fuente convertida en espejo. Jugaba, como un monstruo, a engañarnos. Nos prometía promesas que nunca llegaban... y refugios para...