Pasábamos por lechos comprometidos. Estábamos en el espejismo clavado, en un fluir, en un escondite que contenía todas las miradas. ¿Para qué?, me diría yo. Para nada. Porque son los refugios imposibles, ya lo sabes. Te quiso la sombra, y no la encontrate. Te quiso aquel vicioso rostro, como si fueses a destrozar las normas de la vida. !Ya¡ !ya¡ Como si se...