Mirabas el resto del día y del tiempo. Me quedé de mano seco y con eco en la boca. Y tú, alocada por tu parte, doblabas de mi cuerpo las esquinas. Como dos gatos febriles nos encerramos en la noche. Anticipábamos el tiempo. Comentábamos la luz del día. Y al fondo de la cabeza dejábamos sin terminar las iniciales. ...