Para no desaparecer (como sombras) las sombras se mienten y estallan en la implosión de su misterio. Para no desaparecer, sentados. Sentados sobre las sombras. Desde el primer día, día de encuentro. Respondieron como piedras. Perdiendo iban, en la fila de las sombras, la sustancia de entender. Carne inmóvil sin nombres. En la enfermedad perdiendo la orientación del camino. Algunos, rezando, desesperados, a los nombres. Otros perdiendo el contenido de los ojos. ¿Qué hemos hecho?, se preguntan sin esperar la respuesta. Y andan y andan sin saber que los pies también se pierden; al andar se pierden; sabe Dios donde quedan. Quedan en los sueños, en la pregunta, entre signos de interrogación vacíos. ¿@? ¿x? ¿división sobre cero? Barra sobre la pregunta. Se van borrando las letras una a una como hojas muertas que emprenden su último vuelo.
«Teste fut engendré pendant une ère d’ivresse de ma volonté et parmi d’étranges excès de conscience de soi.»
«Vayamos al verso incriminado.»
«Ceci prouve que la théologie se retrouve un peu partout.» Paul Valery Monsieur Teste
«On sait bien, par exemple, que les conditions de la lecture littéraire sont incompatibles avec une précision excessive du langage.»
«Louanges de l’eau.»
«Qui, suspendue au jour,...»
«Le dernier arbre brûle.»
«Dans leur sourire antique et que l’écume insulte,
Tendent vers moi leurs bras indulgents et sculptés.»
«...no tengo que sentir la menor in-qui-e-tud de haber vi-o-lado la ley.»
«Il chante, assis au bord du ciel splendide, Orphée!»
Paul Valery
De los padres terrenales somos, “seamos”, seremos. De su sufrimiento y falta somos. De su dolor “caemos”, sufrimos mientras se nos abre la vida con raíces y ramas como clavos, ágiles puñales invisibles al vuelo, en sueños ignorados destruyen, y a su manera reconstruyen para evitar el siempre amenazante derrumbe en individuales piezas incompatibles forzadas, por la razón, a la aparente coherencia que exige el mundo.
Bajábamos de la lluvia: agua de transparente vida incesante en la caída torrencial, en la llovizna y bruma, entre rayos de luz que nos suben y empujan. Hijos nacientes del alba, relucientes, lúcidos, a la aurora entregados. Bajábamos con la invisible mirada vistos.
Se hablan. Permanecen en el tiempo, sutiles como aromas casi imperceptibles. Hijos imaginarios del amor. Hijos nativos de los valles, se hacen sed. Sed del futuro néctar. Parecen ruidosos diosos hermosos embriagados capturados por los abrazos. Murmurantes, con sus descalzos pies danzan como cuerpos de aire. Al viento. Al viento. Sin ceder, flotan diáfanos.
Permaneces de larga abstinencia en su oráculo. De silencio, De silencio, lejos. Mientras, lejos infinito, lejos, se hablan: la lejanía. En su juramento, se deben; se recuerdan las palabras dichas, los silencios contados. Los juramentos pueblan. Pueblan: germina la creación en las manos de los amados; juntas, abiertas, cara al cielo, unidas por sus cálidos y carnosos bordes, por su fuente de energía de amor.
Al amor que arranca las manos. Al ser poseído. Al arrebato. Al amar, sí. Al permanecer lejos de la huida. Esos viajes en círculos de ninguna parte. Y tú no sabes, y no sabemos que nos huimos como extraños a nosotros mismos, ignorándonos, desamándonos, usados en la enajenación de las manos. Es largo el querer. Se hace interior oráculo: voz hablante insonora. Nos habla; no la escuchamos. Nos exige; nos retuerce. “Desasociego” de no sabernos amor que se ignora, se huye, en el desconocimiento se arrebata, retuerce, nace y muere, es fugaz estrella, big bang, universo expandido, su luz ocupando el infinito espacio más allá de la materia, de nuestros cuerpos dejados en la sombra, inhabitados aún, de luz ciegos del amor que los ocupa por desconocidos extraños aún, aún, aún
Las palabras de sal. En el panteísmo de las almas. Ni el sol ni el agua ni nada, más tú. Más tú, haz de mí tu metáfora, pues a veces se me confunde el laberinto. La lluvia entre los siglos. Se pone sola. Gota a gota. Así parece cortina. Cortina de agua volando en los reflejos de la noche. Tú, sola sin sol. Yo desnudo sin máscara. Agua de noche. Se terminan las horas, y. Deja la lluvia el cielo vacío. Huérfano de agua y luz. Sin cita con las tormentas. En su magia, se lleva los ojos. Los hace prisioneros. Prisioneros de su magia. Se llevan su luz para llenar el cielo. Pasan los años por su luz. Hacen himnos el viento y versos. Sin permanencia en el espacio. Preparan el rezo de la luz los sacerdotes de los misterios. Perduran en la ceremonia de la abstinencia de rodillas rezando, manos palmas juntas, ojos sin luz, centrado su mundo en el silencio.
En la historia del espejo, el tratamiento del tiempo por el tiempo se hace vivencial tiempo que traspasa en horizontal el cuerpo, entrando por los costados, como una gelatinosa masa. ¡Qué difícil es ser árbol! Árbol que sube rama a rama para tomar la altura de los vientos, del aire. Las hojas duras furiosas. Lejos de las raíces. Lejos del furor de la tierra. Quiere la tierra el crecer. Crece ella con el crecer. Huyendo de las sombras. A Poniente. A Poniente. A Levante. A Levante. El árbol de las ranas. Donde cantan sus sueños. Rana rana de hoja en hoja porque le da la gana. Se ponen solas las luces de la noche. Las gitanillas de lluvia. Rana, rana, bailan la danza. Se citan en su magia. Se ponen de noche. Sus patitas verdes desarropadas danzan implorando a los dioses para que acaben en su perfección el mundo.
Para que seamos únicos y primeros en el asilo de las horas
viernes, enero 01, 2021Explicarme el nombre. De Dios, el nombre. Del que hace tu vida, la existencia. Ya no sé de órdenes mata-vidas. Ni siquiera el nombre de la súplica. Vieja plegaria del pasar. Para que seamos únicos y primeros en el asilo de las horas. En el viejo viaje de alcanzarte. Hoy día de lluvia y otras metáforas. Metáforas de ventanas de lluvia espesa, más acá de los lejanos árboles. Cuyas duras ramas se erigen sosteniendo el gris espacio, el siguiente espacio, hasta el último allí donde queda.