Aullidos somos de dolor. De la necesidad adversarios. Fundidos en la duda. Y cuando catástrofe, metamorfosis. // No quita que aún siendo de tierra pongo en ti la belleza. Espejos en tus labios. // Nudos de viento. Los cielos desatan. // Vivas manos las nuestras. Libres del temblor.
Preguntábanse las pesadillas sobre los peligros. Los peligros de las palabras. De la última toma. Dosis suficiente para la habitual embriaguez discursiva. Borrachera de viento, sentido, fonemas. Mortal peligro del sinsentido. Preguntábanse cuando la boca sopla. Durante un milenio sopla. Aullidos signos de terror. En los sitios de curación. Allí donde se desprecia a la palabra. Suena allí sola como autónoma. Amenaza. Ofende y amenaza. Promete terribles torturas. Se ejecutan. En el ser se ejecutan.
Veo en ti buscando en mí buscando buscándonos amándonos con consistencia de amor sin olvido. Para ti sin olvido. Sin espejos traidores. Sin cortes de nuestra historia. Sin sombras que no avisan. Para ti con los pulsos de la vida. Con plena palabra. Con existencia plena. Con las espesa tinta de la vida y la memoria. Para ti contigo.
Se adormece. El día se adormece. Callan las paredes en su silencio. No germinaban las frutas. Su sensibilidad en la puerta. // Hubo humo negro. Inconsistente recuerdo. Inconsistente recuerdo pegado a los espejos. Pegajoso. Escurridizo. Gelatinosa mancha sobre el cristal que deforma la imagen del pasado. Como cuadros sin historia. Planos de sentido. Cortados en lo visto. // Ya no queda el sonido del llorar. Su desnuda sombra invade todo.
Mi barullo de lengua dando vueltas
Se hacen cuerpo con sus trozos de soledad
lunes, diciembre 23, 2019
Ya no había equilibrio; no importa. Estábamos inmersos; no importa. // Equilibrio en su permanencia. Equilibrio sin manos. En la sencillez de las manos. En la sencillez de su fuego. // Por allí desciende la herida. // Desciende tu voz, el amanecer, los lamentos. Descienden por la vertiente del cuerpo. Se ahogan desbordados. // En el origen se repiten. Los desequilibrios se repiten. Se hacen cuerpo con sus trozos de soledad.
Naufragábamos sin importar ni el agua, viento, mareas. Sin importar estar inmersos en permanencia, en la de los sueños que nos perdían, nos desataban las locuras, oníricas, desconocidas, volátiles ante la luz. Naufragábamos como “el no importa”, renegando de la condición de la naturaleza, ciega al dolor, empujada por la incesante germinación de la vida, frenético pulso de la estructura, reiterado Destino de la Duplicación. Interiores náufragos más acá de la conciencia.
Asoma la cabeza la piel. Levanta sus ojos nuevos. Navega por la superficie perdida, recordando el suave tacto de otras manos. // Estanque de sensaciones. Se reflejan sobre la superficie. Toman sorpresa de su rostro. ¡Ah, divina apariencia que naufraga dentro! Se ahoga en la imagen. Chapotea divertida salpica como un bebé fascinado por el movimiento de sus propios brazos.
Errancia del canto. Sed de noche. Luna llena para los maleficios. El ahorcado, el ahogado de las cartas. Vientre en temor de muerte. Su voz suena como tripas revueltas. Garganta de la creencia. Destroza las palabras. Destroza la cabeza, los espejos de la cabeza. Se multiplican en ellos los ojos. Navegan por los internos líquidos destrozando todo, dejando agujeros de la crueldad en el lugar de la vida.
Nos conocíamos en los arrebatos. Alegres, a manos plenas. Con los extendidos brazos de la esperanza. // Con los dedos toca palabras. // Con los mágicos remedios para el olvido. Ese olvido que se derrama, que padece de desgana, sin respuesta a lo lejos, con los ojos rotos, con lluvia por dentro. // Se encierra en amagos de la noche. // Canta para no olvidarse. Se saca las espinas. De sed se seca.
No estaban muriendo bien con el malestar de la despedida. Indigestión de tiempo. Malestar de rutina. Ferocidad del vacío. // Un reloj salta y revienta. No dice su nombre ni el tiempo que ha contado. // No estaba allí para poner nombre a las cosas, sino para ponerlas en unidades separables. // En sus arrebatos se alargaba y encogía, según el capricho del instante. Tomaba densidad o parecía liviano. Otras, clavaba sus púas en la piel hasta dejarla exangüe.
Eres gloriosa tú y vida. Llevaba el amor al extremo, de mí al amor al extremo, de donde vienen mis sentimientos hacia ti y te quieren. Del extremo de nuestra piel se palpa su pulpa y siente la vida pujar por dentro. // Todo viene y mira y nos envuelve y nos hace deseante boca, viva mirada, profunda piel. Viene y nos limpia de sombras. Las sombras de los nombres que han sido. Los nombres de las casas que hemos sido. La casas rotas que han quedado más allá de la memoria.
En el arca de las horas. Estupor. Juicio petrificado. Del recuerdo del besarte. // Si gimes entre las fresas. Entre los dedos de lluvia. Llueve entre truenos, llueve. // Uvas donde palabras. Se funden en el calor de la boca. // Era las cinco de la tarde en el laberinto de tu mirada, y corría agua fresca por tus manos. // Alguien nos había arrancado los cadáveres de las horas, sus pellejos, escamas del prehistórico tiempo. Llevaban dentro todos los extremos. Los del amor, la desidia, la muerte. Los de la misma vida con sus abusos, trágicos, violentos y trágicos. // Liberados, flotábamos como colores más allá de la gravedad.
¡Quién sabe lo que nos espera! Dormidos en la espera. Nadie en la espera. Al borde de la espera. Allí, al borde. Al borde de la plena noche. Al borde de nuestras bocas. Allí donde empiezan nuestros labios. En su mundo. En su oleaje. Almohadas de olas. Mantas de viento. Manos del sonido del mar y la tormenta. Olor a piel marina. // Y te hablo a ti ausente. Leo de ti los trozos en el mar de la deriva, naufrago, flotando en la levedad de la muerte. Invoco a las gaviotas, sus alas, sus vuelos, sus desesperados gritos, sin eco de mar, sin eco. // Estupor del vacío, del gran vacío, de la inmensidad del agua, cuya extensión inalcanzable...
Quiero mirar cada gota tu gota. Nidos de tu piel. A donde llega el amanecer. Y allí permaneces. Como salvación en mi cabeza. Como mito. Como chasquido del mundo. // turbo de lo innombrable // Aunque los nombres pasan por nuestra boca. La piel por tus manos. De olor a olor juntos. // Todo empieza en tu espalda empieza. En tu vientre empieza. En tu suspendida piel empieza. Reina en tu boca. Anula el suplicio. Las noches diluye. // se hacen cuello en la memoria // No sabía nadie que dormíamos en los bordes. //
Si algún lugar. Nos llenaba los ojos de amor. // de los rincones del mundo // de los rincones del cuerpo, del nuestro, de sus orificios, de las salidas de las miradas, sus recorridos alrededor de los huecos y retorno y vuelta al origen a empezar los eternos viajes a ninguna parte más allá del cuerpo // Y recorría tu voz el pabellón de las palabras. Rozaba tu cabello. Su aroma a piel cubierta. A la sombra de sus hilos, cuerdas que flotan en tu espacio. // Y venía tu sabor desde fuera. Por tus labios mis labios, por tu lengua mi lengua. Y venía el sabor a tu aliento a tu piel aliento al calor que lentamente desprende. // Y caía, a veces, en trozos tu cuerpo y mi cuerpo en frágil y temblorosa pérdida.
Y entonces. Fue entonces. Corrió un soplo de amor. Se deshizo el cuerpo en sensación. Se entrecruzaban las manos locas // pálidas humo de volcán // ¡La profundidad! ¡La profundidad! Misteriosa desconocida oculta. Rugen las llamas. Gritos subterráneos. Sellados por capas de tierra. Ahora, el olvido. //
A través de los campos en madrugada. Nos llevaban los pies. Dedos estremecidos. Helado frío. Noche de nada. De la oscuridad el desplome. // Protegidos amantes en su misteriosa llamada. Besaban ansiosos sus dedos. Recorren su olor seducidos. No se desploman sus cuerpos entrelazados. Agitan su marcha. Cruzan, amados, la noche.
Circula soleada e invisible. // Ruido de colores. // Hipnotización de caricias, curvas y rectas, en el viaje de nuestro cuerpo. Todo empezó por la piel sorpresa, dormida hasta entonces. Alquimia del sudor. A veces, frecuente emoción: gaviota de sereno cielo. Sonreías como un tiempo joven. Por mirarte. Por adorable. Por tu suave fondo donde se desnudan mis eclipses.
Nunca he hablado del lugar del olvido donde nacen las manos que aprisionan // al olor de las mejillas // en la raíz de sus ojos ciegos desprovistos de futuro // de cuerpo // materia // sin cuello para levantar su mirada por encima de las fútiles circunstancias y quebrantar las nubes // derretir su vida evaporada // tomar y romper aguas de lo sucedido // desconocer la vida que circula // su música de mágica flauta la que en fila lleva por las locas calles de la vida a las embriagadas almas.