Cubriste con la mano el llanto; pero vi caer las lágrimas.
No nos separemos todavía; aún queda noche; luego vendrán los días y otras noches.
Tuvimos una frivolidad de tarde, una noche de pasión y un dulce amanecer.
Tu amor fue como un mantel fino sobre la mesa: me cubriste hasta los pies.
Cuando la marea baja llenas la playa con tus pies.
El espejo sonríe cuando te ve ocultándole tus sentimientos.
Preparaste el amor con un toque de ligereza fingida.
Creía el mar que vendrías hoy. Ese día cada hora hubo una marea.
Por amor has conseguido hacerme complaciente hasta con tus lejanías.
¿Por qué me lamento? Si no supe amarte.
Venías de apagar el incendio al salir de la bañera con el cuerpo cubierto de espuma.
Tu desnudo espeso de estatua de hierro me ofrece tus rígidos brazos.
Los ojos pueden ser de gato silenciosos como manos.
Estaba en el parque como un mono azul con ojos azules, con dedos más largos que los hombres, con más agilidad y menos inteligencia.
Nadie mira el reverso de las caras; el reverso de las manos que son las palmas plenas; el reverso de tu cara: esa parte de tu cabeza que adoro, donde encuentro tu olor inconfundible; el reverso de tu garganta donde a veces muerdo; el reverso de tu pecho: esa complicada y curvilínea espalda autopista de mis manos; el reverso de tu rodilla: tu corva hueca de piel fina donde durmieron tantas veces mis besos. Nadie miró nunca tu reverso.
Cuando era alumno de tu madre, me cuidabas como a un niño pequeño mientras yo te quería como a la mujer de mi vida. Tuve que esperar a que acabaran las clases y algunos años más para acercarme a ti con la voz cambiada.
Ibas cada mañana a la plaza pública para tocar la columna que con tus manos habías esculpido en la lejana cantera de la montaña blanca.
Hierven tu uñas de marfil al rozar mi piel temprana: así todas las mañanas pasas el dorso de tus manos sobre mi cara ausente y me dejas dormir.
Hubo un tiempo en el que las bocas de los ríos miraban con envidia el horizonte del mar.
Un azar sin piedad, la fuerza de las corrientes, y un pequeño barco, confluyeron para ser tragado por la boca de un remolino de mar.
Me dices adiós poniendo la mano en tu corazón. Bendita mano que ya deseo otra vez besar.
Su cuerpo llevaba las marcas de viejos placeres secretos; recuerdos de lugares recónditos, de penumbra y aliento.
En esa niebla templada de cuarto de baño encuentro tu cuerpo aún mojado frente a un espejo rabioso y ausente.
Hubo señales en tus gestos: rumoreaban amor.
Por las sendas, entre los dedos de tus pies, recorro el territorio de tu cuerpo. Ignoro lo que me espera tierra adentro.
Desembarco en la bahía de tus pies.
Las rodillas son redondas para correr y para no ofrecer a mi mano obstáculo.
Las fantasías se removían en tu cabeza templada; y soñabas, y soñabas.
En el sueño lucha la inmortalidad con su enemiga la muerte.
Empujabas con fuerza la rueda de la noria y caímos por el círculo hasta rozar el freno del suelo. Subías riendo y balanceando el pelo hasta llegar a la copa. Miras la ciudad plana y la profunda caída. Caes empujando la noria hasta llegar al suelo. Y te ríes sin parar.
Los ojos pueden ser ciegos en su noche de ruidos.
Sueña la tortuga con volar para escapar de las aves; pero la tierra no lo quiso y le echó, a cada una, una montaña encima.
Yo, hombre del nublado norte, me hice amante de tu primavera. Amé tus campos secos, tu tierra cortante, la hierba partida.
Iba desdoblado: en mí en casa, en ti en la calle; en mí alegre, en ti enfadada; en mí y en ti a cada lado de la cama.
Trataba de contemplar como cada mañana te construías en la soledad de tu cuerpo.
Las montañas no saben reír porque tienen el canto de los pájaros y el viento silbando sobre sus cabezas.
Buzz
Creabas un círculo alrededor de tus pies y te quedabas en el centro
domingo, noviembre 28, 2010
Tenías una curiosa forma de recoger el polvo del suelo: ibas barriendo hasta que creabas un círculo alrededor de tus pies. Y te quedabas en el centro.
Porque te evaporas entre mis labios, eres agua clara y limpia pero salada.
Mar del lado de las rocas y de las corrientes de viento; mar oculto que reclamas la mirada ni soportas pasar desapercibido; mar de vanidad que intentas superar a las tierras en cada intento; ya vendrá tu día donde todo sea mar.
Añoran el ritmo de las frases las palabras que quisieron ser un día piedra. Añoran el baile de los ojos y la lengua ondulada en la boca. Añoran el viento encerrado en mi pecho.
El amor hizo murallas en la estepa de fina hierba; no siete con siete puertas, sino una gran muralla sin puertas rodeada de un mundo plano y llano.
Corres de noche; por el día pareces lenta. Por la noche, blanca; por el día, pálida.
¿Y si construyo un puerto ovalado para proteger las palabras de la vejez del mar? ¿Y si les pones amarras y vienes cada mañana para verlas salir de la noche marina?
Embarcaron, huyendo de la pobreza, sobre la llanura desolada.
¿Por qué los pájaros no se posan sobre la copa del ciprés, que es el punto más alto desde donde pueden ver, y se contentan con ramas bajas de otros árboles?
Nunca supe de guerras pasadas, de masacres, del odio ciego entre los hombres, hasta esta mañana.
Conozco el silencio del lápiz, del papel, el caudaloso e innombrable silencio.
Hay navegantes tímidos que no llegan al mar.
Ella podía tranquilizar el fuego y templar el agua.
Los ojos pueden ser blancos sobre piel negra como dos faros de mar en la noche perdida.
Las piedras quieren hablar en tus manos. Las tiras porque te muerden. Se escapan porque quieren decir lo que han visto en tu mano cerrada.
Los ojos pueden ser errantes de los tienen vuelos por los territorios.
Desenlazas los lazos de tu cintura, de tu pelo, vuelan vestido y cabellos bajo el aire.
Vuelves furioso, mareas al deseo; quiere atraparte entre sus vuelos circulares.
En ti tus vestidos hacen de piel, vestidos de mujer desnuda. Mujer de piel sin sexo, de sexo oculto, supuesto. Mujer del sexo invisible.
Eres lo exento, libre, amor sin trabas, generoso y ligero. Estás exenta de doblez, malicia y duplicidad. Exenta pero completa.
¿Cómo es que dicen que rugen los océanos? Si oigo melodías cuando me acerco a ti, los pies desnudos, el rostro frío, y te veo en el horizonte perfecto.
Eres el consuelo del dolor, el silencio de la hecatombe, sueño del nunca jamás, herida curada.
Ven caer los árboles muertos; pero los veo crecer. Nace lo verde en el rincón de la piedra seca, en el hueco del bosque, sobre el borde del tronco blanco.
El aire que te rodea se puede masticar cuando te acercas.
No eres ni tierra ni aire ni mar. ¿Qué tendrán ellos que ver con tu primigenia naturaleza?
En ti habita tu cuerpo, en el aire tus brazos, en mí tus besos recogidos.
Alimento salvaje sin boca atrevida.
Conozco silencios de lenguas guturales, el silencio exacto, el del dedo sobre la boca.
Eres la primera hora y todo el tiempo transcurrido hasta el fin que no llega porque el amor hace muralla.
Vas despacio hasta los límites de mi cuerpo, tropiezas con sutilezas, te sorprendes, me miras, me besas como agradeciendo el hallazgo, y te quedas.
Por la gracia del terror, las noches se convertían en oscuras fiestas entre bosques medievales.
Dispensadora de salud, de amor, mi compañera; me tomas y me haces más bello, más humano, me haces hombre.
Te veneraba con un culto humano, con ritos tribales, con encomendaciones de humo, disfrazado de hombre.
Los cuentos que me contabas espantaban el aburrimiento de las diez de la noche y los gritos de gatos feroces sobre el tejado.
Te ponías de pie sobre la cama de mañana y juegas a ser niña.
Doble mirada, doble beso, doble caricia, doble amor. Y mis ojos, mis manos y mis labios te devuelven doblada. Cuando mis sueños hacen múltiple tu doble naturaleza.
El amor se fue sin darme sus razones. Despreocupado, alegre, buscando nueva vida él. Perplejo, apático, fijo y hundido yo.
Alejaste de mi puerta lo terrible, el horror; y del interior, el aullido.
Dejé de creer en los finales.
Encontré en ti la autenticidad primitiva junto con un refinamiento exquisito, la franqueza directa y una sana astucia tuya.
Eres favorable, beneficiosa, amante, adorable mujer.
Repito. Eres, adorable mujer, favorecedora, beneficiosa, amante mujer.
Repito. Eres, adorable mujer, favorecedora, beneficiosa, amante mujer.
Eres deidad del tiempo, de mi tiempo; lo cortas, lo doblas, lo alargas, haces lazos con el tiempo, mi tiempo.
Habitan en tus manos terribles combates entre tocar mi boca o besarme; entre besarme con las manos o tocarme con tus labios.
Para recorrer tus manos tardaba dos o tres siglos modernos. Recorriendo tus dedos tardaré algo más porque me he quedado enganchado.
Me llegó a doler hasta el fin de tu beso.
Qué insensato fui confiándote mi vida; la insensatez de la inocencia. Jugaste, ganaste, te fuiste y perdí.
Conozco el silencio del sofocante calor, el de la ventana, y el de la sombra de los tejados.
Vi como cruzabas la calle, diosa errática, con semblante de antigua señora, bajo un abrigo roído, y un vestido de colores.
Planeaba sobre las murallas continuas una larga figura oscura. Espera, tal vez, la llegada nocturna del que dudaba de la noche.
De esas manías de remero sediento que ve sirenas en el mar y dragones en la tierra invadieron a todo marinero aventurado y temerario; cuentan los libros de mar.
Deduzco la timidez del mar por los pequeños pasos que dan sus olas sobre la tierna arena para retroceder con una leve queja de agua de mar.
Los libros de las bibliotecas discuten entre ellos sus teorías mientras dormíamos con sueños de fantasías los estudiantes.
Buzz
Resuena todo tu cuerpo como ramas verdes de talles finos y hojas recientes
miércoles, noviembre 24, 2010
Resuena todo tu cuerpo como ramas del bosque que está a la orilla de un mar inquieto, con crujidos de árboles verdes de talles finos y hojas recientes.
Cuando ya no estemos compraran nuestra casa con nuestro fantasma dentro. Y cuando mueran les enseñaremos el camino. Estaremos un cierto tiempo solos como antes; hasta que otra familia compre nuestra casa.
Mis lágrimas no se deshacen. Se reúnen en el párpado inferior formando un charco de líquido sedoso y brillante; dónde se regodea mi pena y se refrescan las manos.
Recorriendo espirales encadenadas verticales, los pensamientos ven alejarse en círculos imperfectos el punto de partida.
Despertaste en el terror de la noche. Fue un despertar en estampida. Sueñas con una gran catástrofe. Buscas por las calles derrumbadas y no me encuentras.
Cogí el dolor con la punta de los dedos; se escapaba. Cogí el dolor con el puño; se derramaba entre los dedos.
No se encapotó el cielo sino la tierra. Se encapotó el techo de la casa. Las ventanas grises, de gris nube, ya no daban a la calle encapotada.
La noche despertó al error de su sueño.
Habitábamos confusos en sombras de amor penoso, en la oscuridad de la pasión turbia, en el deseo de desaparecer en el negro infinito.
De puntos están hechas las superficies y el espacio del amor.
Aquel cantante de amor desesperado que quiso ser enterrado en una isla al modo de ataúd insumergible.
Como un fino velero deslizábamos nuestros cuerpos sobre telas extendidas en silencio.
Los pétalos de las margaritas no dicen "¿Me quiere no me quiere?"; dicen: Ahora te quiero, ahora no te quiero.
Cuando ha sido alguien enterrado al pie de una montaña, sus pensamientos salen en las olas de lava, sus sofocos en humo, las patadas coléricas los rugidos de la tierra.
Conozco miradas silenciosas, el silencio del beso y el del olvido.
Navegábamos con amigos y nos dimos cuenta, entre bromas, que siempre se navega entre dos costas. Más de uno soñó con bestias feroces y con gigantes de múltiples brazos furiosos.
Tu severo padre, siempre duro, pensó que nadie te merecía; y aún menos yo: porque veía con qué ojos me mirabas. Yo estuve casi de acuerdo con él; pero te quería tanto que no podría alejarme ni por la fuerza de los puños.
Confiados en una navegación tranquila, ya veríamos los peligros que acechaban detrás de los riscos de la vida.
Distribuiste los elementos de nuestro equipaje entre las habitaciones. Diste media vuelta, te gustó y viniste a descansar en el sillón.
Sin palabras, como una tortuga, me quedé esperándote en aquella parada de autobús.
Te supliqué hasta el arrebato. Cayeron lágrimas retenidas. Ni ofrendas definitivas hubiesen cambiado tu firme decisión.
¿Y si te beso sobre los párpados y tus dos mejillas para empezar? ¿Te parece bien? ¿O me quedo con los besos guardados?
Llevábamos infatigables nuestros trabalenguas de ágiles manos entre cintura y cintura.
Por un juego infantil, al cruzar el puente, tu miraste a tu izquierda, yo a mi derecha, como se cruza una calle. Nos cogimos de la mano y pasamos cautivos sobre las aguas.
Ella iba por el pasillo descreída e indiferente hasta que llegaba a la cama.
El amor, ese, el más anciano sentimiento, no envejece porque debe alimentarse de sí mismo sin duda.
Huías de noche por la ventana que da a la calle con la cabeza mareada de libertad; y de juventud, por supuesto.
Tus ojos errantes por la amplia faz de tus pómulos buscaron refugio entre mis manos, entre mis brazos, entre las palabras que hablaban de ti.
Tú, niño sin palabras, tú no has conocido la belleza. Es lo que pienso cada vez que te veo, niño cautivo del silencio. Te imagino hablando.
Como castigo me puse en silencio, me puse estricto con la vida, me puse bajo proscripción; puedo asegurar que me dediqué con devoción casi religiosa.
Con carnosas palabras inevitables. Tú, la inevitable.
Conozco el silencio de la cortina quieta, el del gato tumbado, el del pie desnudo.
Tus entrañas pueden ser secretas; eso no impedirá que baje hacia ellas para descubrir lo que esconden. Me seduce tu misterio; y empeñaré mi vida en ello.
En esos brazos del árbol te posaste, hiciste un nido con muebles y lámparas, creí ver un ave con el plumaje abrillantado.
Tú y yo en esas lagunas de manglares sin límite entre aguas torpes de turbios sedimentos sobrevivimos a sus peligros y a nuestra desesperación.
Creo en el abrazo de amor, en el apretón de la amistad, y si ambos tienen algo que ver con lo sublime, creo en lo sublime.
¿Por qué tus besos saben a misterios? Si yo sé que tú no puedes ser sagrada aunque lo pareces.
Me gustas cuando estás medio dormida como un bebé.
Hoy se celebra el día de la música; es decir, celebramos la alegría de los músicos y tu día.
La suave piel de tus hombros parecía por momentos dejar caer el velo de tus vestidos para hacer ofrenda al espejo.
¿Cuantas veces crucé la orilla arenosa de tu arroyo esperando que llegaras exaltada? Y la noche llega; pero ya tienes que partir.
Tus afluentes dejaban alrededor de tu cintura sus estrechos márgenes con agua rasa fina. Y la humedad suave la refrescaba incesante.
Algunas noches creí escuchar felinas aproximaciones de amor.
¿Por qué me permites existir en el borde de ese sedoso y transparente hilo de tu existencia?
Me dediqué a ser el adivino de tus secretos, de tus escondrijos, de tus verdades entre murmullos; y tú tuviste que inventar un arte nuevo clarividente.
Me tenías prohibido tocarte; no sé si por creerte sagrada.
Algunos amores mueren indefensos por causa de traición; otros anoréxicos. Los que más al nacer pero estos no dejan señales.
Estuviste un día llena de pena, de pena callada, mirada baja, y manos torpes.
Conozco el silencio de mi respiración, el del pulso, el del dolor.
Y esa fue nuestra primera mañana como necesaria.
Buzz
Y advierto que esto no es apología del amor servil ni pura espiritualidad
lunes, noviembre 22, 2010
Nota: Borrador preparado para ver si pasa la prueba de la censura. Si es rechazado, lo borro.
Y la servidumbre de mi amor hacia el tuyo. No me avergüenzo de nuestra profunda libertad dedicada al amor. Siervos del amor libres de las cadenas de este mundo hostil.
Y la servidumbre de mi amor hacia el tuyo. No me avergüenzo de nuestra profunda libertad dedicada al amor. Siervos del amor libres de las cadenas de este mundo hostil.
Quedan por decir las cosas más bellas sobre ti. Pero no te preocupes mi amor; ya las diré a medida que las vaya digiriendo despacio.
Hoy creo que tengo la voz de los pájaros en mi boca, en el oído y plumas en las manos.
¿Quieren que les cuente cómo amanezco? Pues imaginen la noche a las tres de la madrugada.
¡Qué memoria tan larga tiene el dolor!
Tengo la pena colgada sobre mi cama con una cuerda corta.
Te propongo que descubras los fósiles que tengo enterrados desde la edad del hielo. Si alguno vale la pena ponlo sobre tu cama.
Conozco el hondo silencio de las montañas, el silencio del miedo, el silencio del río negro, y el de la gota de agua.
Ya no recuerdo de ningún lugar los nombres, ni las horas en que estuvimos; pero no me atrevo a pensar tu nombre.
A esos que por falta de experiencia o por desengaño no creen en el amor, díle cuánto cariño está aburrido esperando en sus labios.
Conozco silencios de calle, el silencio crujiente del hogar, el silencio por oleadas del mar, hasta cierto silencio del viento apacible.
Nunca me he tapado los oídos cuando ha habido exceso de silencio.
Algunos creen que el silencio es mudo.
Hoy el cielo tiene cara de frío.
Entre tú y yo, había tardes enteras en las que nos observábamos en un silencio callado de gestos para saborear el amor en nuestras miradas.
Jugaste a la tragedia por interés, a la comedia por diversión; en definitiva montaste una tragicomedia en nuestra vida por capricho.
¿Cuántos años han pasado desde que te conocí por accidente? A veces, parece ayer, otras lejanía. Entremedias, todo un mundo.
Huyendo del amenazante sueño de aquella noche huiste en barca hacia esa isla dónde no hay marcas.
Ese silencio de algodón que me acompaña en una especie de sordera placentera lleva todo el día conmigo.
El silencio soporta poco el segundero del reloj.
¿No ves que los andamios de las calles están hechos para ti? ¿No ves que están ahí para que las paredes no caigan? ¿Qué serías calle sin paredes?
Vi, esa tarde de calle, a un hombre andando como un cuerpo sin sepultura.
Hoy tengo sueño de bebé; con boca abierta, párpado lacio, mano tumbada, dedos recogidos.
Tuve la lengua cortada hasta uno de sus bordes, colgada en mi boca; me quedaban los aullidos de un perro sediento.
Le cambiaron el nombre al río cuando se llenó de sangre después de la batalla.
Tengo ansia de silencio.
Todavía no ha crecido la hierba; espero las lluvias del Este y los fuertes vientos llenos de agua. En esa espera te beso con amor de esperanza.
El amor, esa enfermedad que va al cielo. (No me pregunten porqué; no lo sé)
Cuando el silencio está solo se oyen mejor sus pensamientos.
Agatha se sentaba por costumbre, las tardes, sobre el tierno borde del río. Soñaba con ver un barco de trapo pasar. Pero no sé si esto fue un sueño.
¿Cómo puede uno acabar vencido y amarte después?
Nuestra cobardía tenía preparadas y relucientes sus excusas preferidas.
Troceaste tus besos y los pusiste en los alvéolos de mi cuerpo.
De vez en cuando la inocencia de un niño tira la torre de Pisa empujándola con un dedo.
Conocí a quien tenía la lengua paticoja y los ojos brillantes de orgullo ofendido. Parecía tener toda la voluntad concentrada en lengua y labios; y el oído atento. Daba la visible sensación de que sus palabras iban a trotar al momento. Y trotó, primero al paso; luego a galope, corrió sobre llano, sobre obstáculos. Por último lo hizo sobre el filo estrecho de la frase.
Cuando lloras eres agua de llanto y seco desierto. Toda agua eres cuando lloras por fuera y tiemblas de temblor volcánico por dentro.
Tiemblan tus manos de rabia cuando lloras; cuando lloras con lágrimas y tiemblas dentro.
Tiemblan tus manos de rabia cuando lloras; cuando lloras con lágrimas y tiemblas dentro.
Pasé de unas vidas a otras entremedias de hecatombes.
Como esas enfermedades que van directo a los ojos, así llegó el amor. Derribó en ellos la tristeza, en la boca el abandono, y en los pies la pausa.
A veces creí, ya en la desgracia, que había encontrado el peor de los hombres.
¿Qué vienes a buscar otra vez? Esa pasión que otras te dan no la hallaste en mí; y la que te ofrezco no la quieres.
Viste como tu último viaje fatal tomó la curva final sobre el precipicio por encima del cual saliste lanzado dejando tu cuerpo dentro de retorcidas chatarras.
No quiere caerse la lluvia. No quiere mancharse de tierra verde, de hojas secas, ni empolvarse de suelo, ni quedarse a la sombra.
Los ventanales suelen estar acristalados menos la ventanita de aquella buhardilla que tenía una tapa de madera como puerta en el techo.
Por mi mala cabeza te perdí. Por mi mala memoria te olvidé.
En las páginas quemadas solo perece el papel pero sobreviven tus palabras.
A veces nos encontrábamos en la parte inferior de la felicidad.
No podía reprochar nada a tu crueldad; en cada palabra tuya veía tu sufrimiento.
Hubo noches sin ti que me convertía en merodeador noctámbulo en las calles por dónde alguna vez pasaste.
Mis suspiros vienen directos de tu boca.
Me hiciste, como a él, un miserable desgraciado. Pero no es todo: me hiciste un desgraciado miserable hasta la muerte y aún un poco más allá.
Te miraba al estilo de los sueños de mis mejores películas. Siempre fuiste mi actriz preferida; el personaje central de nuestra escena; la que daba el beso final sin despedidas.
Tengo dos tiempos. En uno estás tú fuera del tiempo. El otro todo el mundo lo conoce.
Mi romanticismo no me valió para enamorarte pero sí para escribirte cartas de amor. Ahí van las palabras que no quisiste en un sobre.
Parecías estar siempre enferma; y te cuidaba. Parecías un alma diminuta; y te alimentaba siempre en exceso. Mientras digerías uno y otro alimento, ponía música en el salón; y tú en el sofá bajo la manta. Tus pies se destapaban; te los cubría cuando llegaba.
Construiste un muro y una cronología. Pasabas la mano e ibas contado los días. Hasta que llegabas a mí. Te parabas, cerrabas los ojos, y me veías como fui. Seguías por el muro para ver si me encontrabas más adelante en el tiempo.
Creo que tengo un gato un poco pretencioso: se ha metido en mis botas y pretende andar.
Todos los árboles están torcidos; y ellos parecen que lo saben. Miran con esa pena de árbol torcido. Echan raíces más grandes de un lado para empezar a andar erguidos. ¡Pobres árboles! Los árboles no saben que no pueden andar.
No hay árbol que no haya roto al viento; y viceversa.
Como nadie atravesó el espejo después de Alicia ella quiso hacerlo. Desde entonces me habla desde el otro lado y me cuenta lo que ve.
He robado por ti al tiempo tiempo, a las noches sueño, y he abandonado el plato sobre la mesa. He puesto sobre mi cuerpo los vestidos sueltos que te gustaban; y aquellos zapatos, ya sabes. Me he debajo el pelo y el perfume pegado a la espalda; y rodeando los hombros, tirantes. Me he dejado toda en ti; y ya sabes de qué fue la cosa.
De todos los peligros de la vida, olvidarte es el que más temo.
Tienes amargura envuelta en celofán enterrada en el hielo para sacarla cuando llegue el desamor.
Buzz
Los techos vivientes tienen cierta predilección y un calor especial
miércoles, noviembre 17, 2010
Los techos vivientes saben de familias felices o no pero tienen cierta predilección: un calor especial para los que viven en soledad.
Me parece imposible decir morir en vida, si no se está ya muerto.
Ella no necesitaba decir: voy a matar al silencio; porque el silencio estaba muerto.
Parecían escapatorias tu relación con el mundo. Decías que la vida te huía, que no quería verte. Decías, no sé porqué, que la vida era un exquisito pretexto.
Todo tembló y la tierra parecía tragarnos. Nos miramos asustados y salimos corriendo. En aquel lugar las calles quedaron abiertas. Nos vimos enterrados en sepultura abierta aquella tarde.
Podemos atropellar a la imaginación; de los trozos saldrán imaginaciones nuevas.
Después de haber escrito un millar de palabras repitiendo tu amor, lo que siento por ti se ha extendido a otros libros cuyas lenguas no entiendo.
Entre hojas verdes de eucalipto te encuentro, apacible tristeza, rotunda serenidad, sujetando mi pena con mano incorpórea de piedra.
Por el olvido brindo. Brindo por el olvido de ti. Tal fue el sentimiento que dejaste en mí. Un brindis al vacío.
El amor es un cruel atentado contra la envidia de los que ansían estar locamente enamorados.
A veces le damos golpes bajos a la felicidad.
Mis paredes están esperando que les haga ventanas; anchas y altas si es posible.
Tengo sueños extraños: solo apareces tú.
Quiero ese sueño donde nuestro beso dura toda la noche.
¿Ves? Confundo los porqués. No me gustan separados; me gustan juntos. Debería haber un solo porqué. El porqué de nuestro amor; pero no sé si se escribe junto, separado, con acento o sin él.
Sería el silbido de los sueños; pero no te despertó.
Te busco en el lado oscuro de la cama.
Fui a aquella ciudad en busca de desgracia, o al menos desventura: te encontré sentada en la barra de un bar, sola, con no sé qué vaso en la mano y una media sonrisa desganada. Me hablabas como si ya no te importara nada. No sé cómo te hice reír. Tenías risa olvidada; de esas que no se usan y no parecen risa. Un vestido de varias modas atrás. Unos zapatos afeaban tus pies. No sé porqué me quedé; no sé. ¿Dónde podría ir si estaba a tu lado en un viejo bar?
Preparabas tus mentiras detrás de mi puerta justo antes de entrar. Oía tus gestos de excusa, tus expresiones prefabricadas, los ojitos de inocencia que pondrías. Te frotabas las manos para calentarlas. Sabías que me gustaban tus manos, tus manos templadas.
Mis manos no se enfrían cuando te vas; arden.
¿Qué crees que no sé que puedes destruirme porque te amo totalmente? No importa pues si lo hicieras me dejarías insensible al dolor.
Que mal van tus mentiras con mi amor. Cuando mientas no mezcles tus palabras con las mías. No hace falta que hables para saber como me miras.
Amor siempre me despiertas con el miedo absoluto de tu ausencia. Mi despertar siempre sabe a tren lejano.
El amor, esa dominante pasión que vence a todas en su apogeo, arrasa todo a su paso y no deja crecer sentimientos opositores bajo sus pies.
No encontré mejor escondite que la trampa que tu amor me tendió.
De lado, alargada sobre el sofá, tus piernas una sobre otra, suscitabas en mi una nueva perplejidad.
Tiraba de mi pesada vida a golpe de amor.
¿Dónde vas a estas horas de la noche con ciénagas en la cabeza corazón?
Arranqué las hojas de mi diario donde estabas tú; pero tus palabras seguían sobre el papel.
Pasé página para no oír tus palabras e incluso la doblé; pero las páginas dobladas siguen con las letras pegadas.
Deberían borrarse ellas solas las fotos del pasado y sus copias de la memoria.
¿Y si me paro aquí? Te dejo con tus fantasías; me quedo con mi ilusión intacta para otra ocasión. ¿No creerás que voy a gastar mi amor contigo?
Amor dudoso en tu boca y en la mía llenas de tretas y emboscadas.
No hay mayor victoria que conseguir el aprecio del que no te ama.
Cuando llueva mete el libro y las hojas en casa; no es bueno que las letras se mojen: algunas tintas no soportan el agua.
Prefiero escuchar estos días pasos en los charcos y un murmullo como que están hablando.
Ya sabes que no quiero ver el sol. Y el sol no se esconde.
Mi dolor, como una cosa que gritaba, no sabía decir su duro sufrimiento.
Hoy he vuelto a mirarte, como se está mirando el mar.
De cada una de tus palabras, mi amor, salen, en todos los sentidos, multitud de otras palabras. Quisiera seguirles el rastro para creer que ellas hablan en mi boca.
Tú sabes que tus desembocaduras traen sabores de lugares exquisitos desconocidos por los hombres. Y no sabes que sus misterios los llevarán a buscar en ti lo desconocido. No saben los hombres que toda odisea acaba en un gran lago. El lago de tu mirada plana y serena.La redondez exacta de tu forma. La orilla cercana sin árboles. Y la cola de un caimán reposado; al sol de tu orilla; al borde exacto de ambas; bajo agua verde estancada e inmóvil. Hasta ayer cuando te conocí bajo un vestido claro con toques leves de colores, un estrecho filo corrido por su término, y unos tirantes finos extremos al final. Tu no sabes cuantas desembocaduras tienes.
ella tiene a los objetos como frontera
No existe otra aventura más grande y arriesgada que el amor.
Las calles ya no tienen sentido. Sin ti, perdieron puertas y ventanas. Las calles perdieron el sentido; ya no saben a donde ir.
borré los nombres de las calles para perderme en todas contigo
Si aún estás ahí, sal. Tendremos conversaciones de siglos. Ya me contarás cómo fui.
¿Te dije ya que tus palabras oblicuas me atraviesan y no sé cómo defenderme?
Disculpen si me contradigo; estoy peleado en este momento con mis opiniones.
Hay quien guarda los secretos en oscuras raíces.
¿Para qué vivo sino para regalarte sombra?
Nuestras cariñosas palabras recorren como hormigas alegres entre la ropa de la cama. Luego nos dejan dormir.
Me gustas cuando te pones el vestido azul y un vínculo de felpa que recoge tu pelo.
Yo de ti ya no espero nada. Has malgastado mi amor. No olvides que el amor es tardío y tarda en volver.
Maltrataste el amor; ahora corre por las calles mirando de reojo a las personas.
Mi amor te dio derecho a pasar por encima de mí. Eso creías. Llevas la marca de mí en la suela de tus pies, entre las uñas, y en la palma de tus manos.
Siempre quise estar en el silencio; hasta que llegaste tú.
Me has hecho llegar a la nada; solo quedan de mis frases los puntos suspensivos entre líneas vacías.
Te llevo pegada a mis ojos como otros ojos, como visión nueva; única imagen que soporto.
En el mundo de los ciegos veían pocos y mal.
Mi desierto es exterior pero estoy atrapado en él.
Tu mano coge mi mano cuando no estás. La meto en el bolsillo para que no se enfríe.
Cuando cambias de perfume sigo oliendo tu olor. Y te aseguro que no soy insensible a las fragancias artificiales.
Te comparo; y siempre encuentro en ti algo mejor.
Ya no me sirven las primaveras. Ya ves lo que me has hecho.
Desconsolado, ya no me sirve de nada el amor que me diste.
Volver a vivir los amores perdidos uno a uno despacito para hacerlo mejor que antes cuando fuimos insensatos.
Deberíamos poder resucitar a los amores muertos uno a uno.
Ya sé lo que es amarte; no tengo dudas; pero bien supiste matar el amor. Ahora sé lo que siente un amor muerto.
El amor quiere amar; es su naturaleza. Pero los enamorados amamos ciegamente.
Con un desengaño vivo entre mis manos quemadas.
El amor no cree en la traición. Te obstinas en convencerlo. Creo que perderás la batalla.
Con ojos vivos de cólera lo miraste. El amor sonrió; burlándose de su enemiga.
Cuando me odias, espero la noche para poder amarte silenciada.
Hoy te has levantado con otro en tus ojos. Hoy será río muerto. Espero mañana.
Escucho tus pasos buscando tus razones.
Recuerda amor lo invisible. Recuerda y llena mis puntos huecos.
Aunque tenga todas las penas reunidas en mi mesa no tengo razón para quejarme: te tengo a ti; tu me acompañas, e intuyo que me amas sin saberlo.
Cuando tu mano helada cierre mis párpados cansados aún en ese instante sentiré amor por ti sin saberlo.
Aún cuando mientes me pareces encantadora. Haces tanto esfuerzo en querer convencer con razones tan evidentes que me recuerdas a los niños cuando mienten. Los dejas convencidos de su astucia. Das media vuelta y te vas contenta y convencida.
Mis ojos y mi mente están confusos: no saben a donde mirar ni qué pensar. No sufro, por supuesto, enfermedad alguna; eso solo me pasa cuando estás tú.
¿De qué me sirvió huir tantas veces si volvía otras tantas? Alejándome quería volver. Huyendo quería rendirme. Amándote quise desaparecer.
Planto una ancha rama de palmera en la arena para que no digan de tu cuerpo desnudo las imperfecciones; y para regalarte sombra.
Me invento cada día una forma de amarte mejor y siempre inalcanzable.
Sé que amarte me ha quitado la poca modestia que tenía. Tan orgulloso estoy de ti que parezco arrogante.
Soy digno de piedad: ando pegado a la pared para no molestar. Si te encuentro estaré más cerca de atravesar el muro.
Hasta la ortografía se fue. Así me dejaste.
Volví porque el mundo no era como yo pensaba.
¿Quién dice que la felicidad quiere ser encontrada? A lo mejor, huyendo, se ha escondido para no ser encontrada.
Voy hacia ti en bandadas de gotas de lluvia empujadas por el viento sobre el suelo mojando de mí los pies descuidados que se atrevieron a salir.
Pululaban entre tu y yo unos sentimientos como brotando suavemente; como crece el césped verde bajo nuestros pies descalzos.
Iré a la isla que tu sabes para entregarte una secreta flor de Jove.
Sacaste un largo alfiler negro de tu pelo y lo clavaste entre las costillas hasta rozar mi corazón. Inyección letal de amor.
¿Por qué, mi amor, no puedes oír ya a quién te llama? Soy yo. ¿Acaso has olvidado mi voz?
Sales con cabeza de noche y vuelves con cabeza de amanecer.
Sí; me liberé de tus cabellos. Aunque no puedo dejar de pensar en ti, me liberé de sus ondas.
Pensé con tu dolor metido. Turbio en tus pensamientos. Sintiendo con tu dolor.
No hace falta decirte que llueve para que sepas mi melancolía; ya sabes que la tengo de ti en todos los tiempos.
Hoy solo sales palabra por palabra como si estuvieses contenida en cada una.
Del golpe perdí la visión. Tendré que mirarte de cerca y olerte; tocarte de paso.
Los amores que deseamos volver a vivir, los libros que releemos una y otra vez, los besos que volveríamos a dar, las formas de ser mirado que volveríamos a recibir, las noches enteras en vela a las que volveríamos, ... Pero en este momento solo repetiría tu amor, tus libros, tus besos, tus miradas, tus noches; y algo más que guardo en secreto.
Cuando me mentías tus caricias me sabían amargas, tus besos traiciones, tu mirada deserción.
¿Cuántas tormentas inútiles sufrí contra mi frente para luego caer en la desidia de tu mar muerto?
Cuando los caminos estaban abiertos a todas las melancolías.
Fue mi vieja costumbre errante la que por cosas del azar me llevó convencido a ti. Borraste casi sin darme cuenta la deriva; así como la nostalgia de un día encontrarte.
Desecado por la sed del arcaico naufragio de ti, colgado al mástil bajo el sol inmutable, te busco mujer entre trozos de labios.
Tus pensamientos de amor rumiaban en mi cabeza.
Nunca más sentí la rotura de la soledad. Eso me trajiste: esa pérdida.
Te he conocido desde todos los ángulos y sus perspectivas; como las aves de mar conocen las perspectivas de todos los puertos.
El amor me parece como estar siempre cantando en público; canto mal, desafino, pero no me importa porque te canto a ti.
Las piedras luchan contra las corrientes de agua precipitadas; ellas quieren viajar por el mar; creen que el agua salada las hará flotar.
Me tiemblan los ojos cuando fijo la mirada en ti.
Amor ciego que un día sin saber porqué no volviste; quiero creer que tu ceguera te hizo olvidar mi camino.
Cada vez que te vas, mi amor, siento como un doloroso castigo.
Solo quiero hablar de ti; eres lo único que me interesa.
Pasaba bajo el moral donde ella estaba siempre subida escribiendo algo sobre las hojas.
Tuvimos nuestra particular guerra de sexos jugando con espuma.
Mi felicidad ha sido tan grande que necesitaré la eternidad para purgar el delito.
Será creado un infierno especial para que quepa mi condena: la de haberte amado tanto.
Tengo penas inútiles, tristezas a destiempo, y nubarrones en mi habitación; pero también tengo una felicidad rebelde que los mantiene a raya.
Me dejaste una sucesión, es decir, una herencia vitalicia de besos, caricias, y otros secretos impúdicos que no desvelaré.
Mi amor, eres mi amiga; de esa amistad que no necesita de la traición a mis principios para respetar los tuyos. Me quieres tanto que te gusta que yo sea así; que sea fiel a mí mismo sin dejar de admirarte.
Me estás matando; lo sé. Pero quiero seguir muriendo si la muerte viene de ti.
Me parecía absurdo esperarte a todas horas; pensar en ti sin cese; arruinar el descanso y el sueño; estropear la vida a mi alrededor; no estar para nadie, ni siquiera para mí.
Recorro paseos por tus tardes. Sé que no estás pero hago como si no lo supiera. Me instalo en tus noches. Sé que no dormirás conmigo pero me preparo un engaño. Sé que no te molestaré con mis vueltas de amor de nocturna cama; pero duermo como si
estuvieras ahí, a mi lado derecho; y procuro no topar con tu sueño. Ya sé que no habrá mañana; pero hago como si eso fuera una mentira. Sé también que me engaño; lo sé.
Sabes que los pájaros cuando vuelan no huyen. Los ves partir y piensas que atravesarán la mar. Siento pena al verlos sobre las aguas volar. Ahí solo, en el filo de acantilado, lo veo más alto y profundo; y hacia atrás campos llanos. Quisiera saber si esas aves volverán.
Cada mañana al salir se encontraba a una desconocida en la puerta. Él le decía con la mirada: "Hoy no estoy preparado; vuelve mañana".
Me decías con tus mentiras lo que de verdad sentías por mí.
Tu eres mi amada el principio de todas mis cosas, de mis sentidos, y del amor que causas en mí por tu naturaleza.
Con tu cuerpo descubrí entornos insospechados.
Ultrajaste todas las reglas de la rutina amorosa. Tus gestos múltiples de amor no hacían escándalo en los lugares más inesperados. Admirados, los paseantes complacientes te imitaban liberados por tu natural inocencia.
Quise arrancarme la pasión por ti con crueles torturas. Conseguí gastar el potro de tortura; pero el amor por ti no desapareció.
Y cuando quiero curar del mal de vida recurro a tus besos con abrazos sanadores de penas.
Tu cuerpo se convirtió en el gimnasio de mis pupilas.
Tengo una alocada ambición de ti, como si fueses a faltarme; una rabiosa ambición de tu presencia y del sonido de tu voz. Pero pudiera ser locura.
Ahora sé que el péndulo lo descubriste tú en los tiempos en los que siendo zíngara viajabas de pueblo en pueblo en carruaje medieval.
Te veo en tu tiempo precipitado con tu idas y venidas por tu mundo feliz de existir mi amor; y me quedo atemporal sentado delante de la ventana por donde llegarás tan radiante como te fuiste hace un rato mi amor.
Sembraste sobre la tierra indómita de mi piel plantas de jardín y nombres inventados.
Más allá de tu hermoso cuerpo busco lo invisible que hay en ti y contorneo las palabras para darle nombres.
Sacaste de tu maleta tus finos y ligeros vestidos. Te volviste con ellos en la mano para guardarlos. Y, cuando abriste las puertas de mi armario, quedamos sorprendidos por el vuelo fugitivo de una bandada de polillas.
Tu amor de amar y gozar, de caricias y sonrisas, de complicidades hechas.
Contigo viví todos los males del amor y todas las angustias.
Al encontrar de nuevo a los humanos, después de una larga ausencia de mar, parecían seres extraordinarios con maravillosos cuerpos multiformes.
Habitas en un murciélago espacio.
Moral equívoco donde el odio insensato dejó el amor clavado, donde la herida verde se hizo roja, donde ella perdió a su amor y su vida, sin renacimiento.
Te debo todas las grietas por donde aprendí a leer las primaveras.
Nuestro amor terminó con una claudicación: la mía.
Tardaré mucho en caer desde las alturas donde nuestro amor me elevó. Sé que cuando llegue a tierra no quedará nada de mí; y una suave brisa podrá levantar mi polvo.
Nos hablábamos desde tu ventana hasta mi ventana con gestos de manos y ojos, y casi todo el cuerpo. Al final aprendimos a leer los labios.
Desear desearte más es ya deseo; pero no me conformo. Quiero desearte hasta lo insoportable.
Contigo aprendí a esperar; esperar noches largas y días irritados.
Contigo aprendí que el latido de cada corazón lo impulsan las manos de amor que lo rodean.
Me enseñaste que era imposible desear pasionalmente y dormir después; que el deseo produce insomnio irreductible.
Cuando cierro los ojos tu imagen me dice que me quieres. Ya sé que no es verdad.
Ese dolerme ahí, por encima de los ojos, de un pensar continuo en ti; y no llegar a nada.
De ensoñaciones sobre nuestro amor viví largo tiempo solitario no digo ni por jardines, ni por bosques sino en todas partes.
Como cuando se contempla una belleza sorpresiva e inesperada, así te contemplé todos los días de tu corta vida mi amor.
Tu frente despectiva me hizo sentir pequeño cada vez que me reprobabas mi impertinente dulce ironía.
Tú invidente; y yo con una venda en los ojos. Todas las noches fueron oscuras y todos los días. Me enseñaste que no hacer falta ver el mundo para amarse.
Me inoculaste una extraña forma de amar: amarse entre medias palabras, intuidas, ligeras; que entraban con suavidad en el corazón.
Jugábamos a aguantar la mirada. Yo era incapaz de resistir la tuya. Me tapaba los ojos con las manos para volver a empezar.
A veces queremos amar a la persona perfecta y descubrimos que no podemos. Y lloramos.
Busco al enemigo que tiene a la Felicidad cautiva para liberarla.
Los sentimientos auténticos no saben hacerse el muerto; bucean en las profundidades.
Para evitar incompatibilidades, me hice un trasplante de médula con tus células madre.
A veces la verdad guarda silencio para no molestar.
Ha llegado el momento de que te ocupes de mi; debo dejarme querer como un perro apaleado.
Echaste de mi casa mi huésped soledad años atrás instalada.
Me duelen los pies de recorrer las calles y los cafés. Miro todos los cabellos y todas las caras. No encuentro ninguna que se parezca a ti. Pero no me conformo y sigo a las calles.
Has puesto en YouTube un vídeo para decirme que ya no me quieres. Ahora lloran millones de enamorados.
Yo es que soy muy exagerado y por no pasarme en el amor siempre me quedo corto.
Si no vas a volver, dímelo. Para quitar tu lado de la cama.
Ya me acostumbré con cariño cercano a la amistad. Lo sé porque cuando no estáis me siento triste y no leo.
Si todo esto que digo es sobre ti, puede ser leído por quien quiera conocerte en cualquier orden.
Fui paulatinamente enceguecido por tu amor pero no me importó porque tu mano me guiaba.
Quise grabar tu nombre en la resistente palmera desafiando al tronco fibroso y a todas las sequías.
Antes del hundimiento del transatlántico no hubo tempestad en la noche; solo silencio. Así llega, a veces, el verdadero amor: oculto bajo las aguas.
Martillea tu amor loco sobre las paredes internas del cráneo y retumba como eco todo tu cuerpo.
Resentida quisiste arañarte el blanco de tus ojos.
El espejo se abrió en forma de remolino de mar transformando tu mirada plana en profunda.
Ese amor caprichoso que tuviste de él. Te iba a llevar no sé donde. Tal vez a algún sitio de ensueño; allí donde serías completamente feliz.
Hoy la espiga de trigo ha vuelto de nuevo para decirnos que ella está bien en su eterna inmortalidad griega.
Iremos a donde no llegue la lluvia; allí donde solo llueve para humedecer el aire seco de años enteros.
Hice fraude a mis sentimientos en el púber principio teniéndolos sin saberlo. Luego me asusté del arrebato de mi primer enamoramiento. Desbordado pensé que tú no me querías tanto como yo a ti. Entre ruinas quedó el primer amor. Ahora humilde enamorado te ensalzo en tu altar.
Vivir, dormir y morir sin ti, triste y vacía existencia.
Siempre fuiste circular: y volvías y volvías a mi. Me sorprendía que todas tus marchas volvieran. Me veía tan poco valor, tan minúscula... Y cada vez que te ibas más pequeña.
Se ha caído, entre dos nubes, un trozo del Sol sobre el árbol del jardín. Ilumina una rama afortunada. Sus hojas se han movido con el ligero golpe. Y yo quedo sorprendido de que el Sol pueda caerse.
Reconoce que te ofrecí un amor desconocido, que nunca imaginaste poder sentirte así. Tú que no hacías caso a la muerte te aterrorizó de golpe la idea de morir. Perdona a mi amor por haberte hecho descubrir lo horrible que es morir.
Colgado en la pared del tiempo, te veo pasar de habitación en habitación; y por la noche soy tiempo vacío. Cuando duermen, nadie sabe que existo.
Sembré un gran valle de esperanzas para esta mi vida breve.
Bajo sol o sombra, tumbados, hablando, mirando al cielo.
Me sublevé contra tu súbito amor; y tus olas me calmaron.
Su vida la pasaba sentado en el puerto; esperaba a los marineros desesperados idos. Los supervivientes contaban horribles historias sobre tormentas y pueblos sanguinarios que devoraban a los hombres.
De lo que era la melancolía desde que te amo ya no me acuerdo.
Ahora recuerdo que tomamos un vino añejo, de sabor pasado; y no reíamos del sabor, de nuestra torpeza.
Llegó el día en el que el Amor nos pedía. a ti y a mi, reservas de amor para abastecer a los nuevos enamorados.
Y las velas, las del mar y las de la mesa me recuerdan a ti. Me recuerdan a ti y al viento, a ti y a la llama.
Si los mirtos me suenan a amor y a gloria será porque se parecen a ti, a tus aromas; o por sus flores, o por sus frutos.