Se supone que todo fluye seco, que nunca tuvo uso, que nunca habla. Y que después te espero, después de no decir nada. Tuviste demasiada boca para hablar, abierta y pobre, estrujada y amarga. Ahora ya no es tiempo de llorar, ni hay tren de lágrimas. No hay tren en las vías frías, ni vida en las mejillas. Es duro el olvido, duro...