Perros de la Razón. ¡Thelema! ¡Thelema! Hágase la voluntad según la simbólica ley de la palabra quien, sin el goce del cuerpo, lucha en la eternidad contra el dios del silencio Harpócrates, Hoor-paar-kraat. ¡Thélème! ¡Thélème! A la preñada Piedra del Águila. En esta noche de piedra que no hace grito. A veces los libros de piedra entierran sobre sus lápidas contundentes señales de haber sido. Hombres evaporados en cantidades de piedra. Pájaros, presa de la muerte. Siguieron adelante los vientos de polvo. Conquistando rcónditas montañas sobre las cuales fue necesario cubrir los abundantes cascos de los caballos de la conquista de lonas de cuero para se no se escurrieran sobre la superficie de los diamantes. “Im-piedras.” Bajaban hasta el final del olor. El continuo tren de los desdichados va. Van con uñas de onyx reflejando el terror de mundo. Como piedras que atraen al agua y a los peces dorados, y a los huesos, y a la carne. Salvajes señales de  huellas de un escorpión fosilizado. Por un ángulo del ojo llega, por el otro huye. Tiran piedras sobre los huesos. Se despoja la mar de la carne. Contienen los sueños piedras chocantes de cuyo choque salen luminarias de la noche.

Écriture en miroir. Palimpseste sur peinture. SubIrrealismo en espejo. Intratextualidad aleatoria.