Sentada en ese tren, en el vagón de la complicidad, ibas solitaria hacia la lucidez. A no ser bruma. A andar por los surcos de la tierra con los pies de la noche. Como de costumbre, vecina de la mirada. Decidida obsesión a mantener la vida. Empujabas al futuro incierto desbordado de posibles hacia el fin de la duda. Ahora, contigo se dilatan...