Nos arrancábamos del pecho las horas. Nos quitábamos los bordes para estar juntos. Rodando nos hacíamos invento. Reparábamos los trozos perdidos. Tomábamos la intensidad de los ojos para aprender a no cerrarlos. ¡Ya conoces el sabor de las hojas dormidas! Redondeábamos la almohada a cada hora. Apoyados esperábamos el retorno. Legaban nuestras manos a las grietas de la noche y de los suspiros....