Tus libros se cuelgan de la sangre. No hay llamada. La llamada. No hay bastante reloj en este cuarto. En el tablero de ajedrez del reloj se juegan las horas. Y tengo miedo. Un miedo fugitivo de jardines. Un miedo claro-oscuro de tus manos. Todo está fuera. Como un tejido fuera. Del otro lado del oído se oye. Solo existen jarros locos. Jarros locos que se esconden. Y siguen todas las entradas. Esto sigue encerrado en lo invisible. Entro y te reconozco. En tu callada palabra se hacen luces. Luces como piedras. Son las dos de la tarde. De una tarde que no llega. Ahora es el momento de los pasos / en la araña del suelo.