Porque jugábamos al juego de lo eterno. Aunque durmiendo en nuestra inconsciencia. ¡Quién sabe si nos dábamos cuenta, apenas cuenta, de la ficción del sueño eterno! Pero teníamos la pasión nerviosa, hecha piezas, oculta ante ojos ajenos jueces del mal ajeno. Nos dejaban en la imposibilidad de jugar. Nos dejaban en la partidas infinitas por inacabadas, por reglas cambiadas durante el proceso. Habría...