Esa fue nuestra respuesta a la vida. Hicimos treguas de avestruz con la boca llena de tierra y miedo al agua. Desesperadas, atraían las piedras de los precipicios por donde pasaban. Sí, pues, con ojos prodigiosos, nos buscábamos las heridas de esa parte de la vida. Se acumulaban los tiempos pasados y futuros. Parecía la ciudad de carne machacada por los golpes de...